Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 may 2019

Preocupación por el estado de salud de María Jiménez

La cantante, que fue operada de un problema intestinal, ha sufrido complicaciones cirulatorias y metabólica. Se encuentra en la UCI.

María Jiménez, de 69 años,  permanece ingresada en el Hospital San Rafael de Cádiz desde que hace 18 días tuviera que ser operada de urgencia.

 Lo que parecía una simple intervención ha derivado en un empeoraminto de sus problemas "circulatorios crónicos y metabólicos" que mantienen a la cantante en la UCI "bajo intubación orotraqueal y conectada a ventilación mecánica", según el parte médico. 

Su hijo ha declarado que las próximas horas serán claves para determinar su evolución. 

Alejandro, el hijo que la artista tuvo durante su matrimonio con Pepe Sancho, ha pedido respeto para la familia en estos difíciles momentos. 
"Estamos preocupados porque sigue en estado de gravedad", declaró por teléfono en Telecinco.
 "Está siendo un proceso de muchos altibajos, pero confiamos en saber algo más en las próximas horas. Yo os iré informando", añadió.
 A pesar de todo, Alejandro envío un mensaje de tranquilidad. "La rubia sale de esta", dijo.
La misma cadena emitió horas antes un programa  de Mi casa es la tuya en el que hizo un repaso a su vida. 
"No tengo filtros ninguno, digo lo que pienso y hago lo que siento, y al que no le guste que mire para otro lado. 
 Me da igual me he levantado muchas veces como el Ave Fénix.
 No he tenido problemas, he tenido soluciones. Porque en la vida tiene solución todo, menos la muerte", aseguraba.
La cantante habló de su matrimonio y confesó que sus 22 años junto a Pepe Sancho fueron un calvario: 
“Era un malestar a diario. Una convivencia envenenada”. "En la calle era un cachondo, pero en casa se transformaba", ha recordado.
 Además, ha contado que cuando tomó la decisión de separarse de Pepe gran parte de la sociedad se puso en su contra.
 Su hijo, presente durante parte del programa habló también de ello. Él la alertó de una infidelidad de su padre. 
 “En ese momento, se le levantó la venda de los ojos, denunció y mi padre dejó de tener contacto conmigo. 
Muchos pensaban que estaba loca”, confesó Alejandro. 
"Era un personaje muy complejo. No podía venir nadie a casaSe ha ido solo y ha muerto solo…", añadió.
 "Mi padre nunca valoró a mi madre, ni como cantante ni como mujer".
 Y en ese sentido fue testigo de los peores momentos vividos en el matrimonio: 
"Yo a esa edad no era consciente de lo que era el maltrato. Pero ahora con 35 años soy consciente de que sí, era maltrato. 
Ahora tendría que leerle la cartilla a mi padre".
María Jiménez antes de caer enferma planeaba su regreso a los escenarios y la grabación de un disco.

Érase una vez Mario Benedetti........................... Juan Cruz

Era un hombre que buscaba amparo. Su voluntad era la de ser únicamente un poeta.

Mario Benedetti (izquierda) y el pintor cubano Mariano Rodríguez, en el Museo de Bellas Artes de La Habana en 1987.rn
Mario Benedetti (izquierda) y el pintor cubano Mariano Rodríguez, en el Museo de Bellas Artes de La Habana en 1987.
Era un hombre que buscaba amparo.
 Su voluntad era la de ser únicamente un poeta. Se le cruzó la vida triste de Uruguay, la maldad militar, la dictadura. 
Perseguido por la catástrofe que mató a tantos, ingresó en la nómina mundial de los perseguidos, y ya siempre tuvo miedo.
 En Argentina, en Perú, en Cuba y en Madrid.

 Siempre tuvo miedo Mario Benedetti Farrugia

 Le gustaba decir sus numerosos nombres propios, y añadir el otro apellido italiano, Farrugia. 

Era un niño en busca de amparo. Hasta en el hospital se sostenía en la rabia. Era imposible que se estuviera despidiendo. 

Y ya no pudo más el 17 de mayo de 2009, hizo 10 años ahora. Su penúltimo amparo, la Universidad de Alicante, donde está su biblioteca, le hizo un homenaje el viernes

Hace 20 años, en 1999, allí, cuando se ponía en marcha el Centro Mario Benedetti, él leyó un poema, Zapping de siglos, que ahora suena profecía. 

Lo preparó como un testamento de incertidumbre. ¿Qué será este tiempo en el que ya no voy a estar? 

Al morir tenía 88 años. Ya no sabía que había sido Mario Benedetti.

Pudo haber caído sobre él el cielo gris del limbo que hace invisibles a los poetas muertos.

 Pero su fundación en Montevideo, a cuyo mando está su biógrafa, Hortensia Campanella, se encarga de ponerle sal y fuego a la memoria de aquel hombre que parecía, dice ella: “Un abuelito para mi hijo”.

 Carmen Alemany, que en Alicante acompañó a José Carlos Rovira y a Eva Valero en la tarea de poner en marcha el Centro Mario Benedetti, contaba el viernes que su hija lo llamaba “el marido de Luz”. 

Pues Luz, su mujer, más que su sombra fue efectivamente su luz, su amparo mayor, su compañera. 

Luz murió sin memoria.

 Cuando se fueron de Madrid, en 2003, ya Luz no escuchaba el teléfono, no sabía qué hacer con los recados.

 Él la cuidaba con una delicadeza incendiada por el aturdimiento. 

Esa mañana del regreso definitivo a Uruguay ella se dejó las llaves dentro de la casa.
 Era la metáfora de la despedida. Después de tantos viajes de ida y vuelta, tras el exilio y el desexilio, ya iba a ser Montevideo, de donde partió huyendo, el amparo final, el salto a la esperanza y al vacío.
 Y las llaves se quedaron en Madrid, ya no habría vuelta.
Palma de Mallorca, Madrid, Alicante fueron sus últimos amparos. Y la música de Serrat o de Viglietti.
 El amparo era que le hicieran caso sus amigos.
 Que no hubiera espinas en el pescado, que le funcionaran los aparatos del asma, que no le pusieran almendras en los platos, que hubiera urinarios cerca de sus firmas en la feria, que le salieran bien las operaciones, que no le faltaran el periódico ni los lápices, que hubiera guayaberas limpias.
 Que ya no hubiera más uniformes señalándole la puerta o la pena de muerte. 
Y que Luz, su mujer, estuviera siempre.

Ella murió tres años antes que él.
 Lo vi llorar meses más tarde. 
Desde su butaca miraba al aire gris de Montevideo. 
Escribía haikus, había presentado la dimisión al diablo del tiempo. Ya qué iba a hacer, se le había hecho la noche, como dice un verso argentino, en la mitad de la tarde.

Desamparado tantos años Mario Benedetti. La historia lo hizo desconfiar de las sombras. Entraba en los sitios como si fuera a resbalar, inquieto.
 Aplaudido por miles, como una estrella del rock de la poesía, siempre sintió que pasaría algo atroz o incomprensible.
 Así que buscaba amparo. 
Había en él esa ausencia triste del perseguido que ni en la pared halla apoyo.
 Alicante le dio honores y calor, hasta ahora mismo, Chus Visor no para de editarle; Campanella dice que a la fundación siguen viniendo sin cesar solicitudes para hacer de sus versos canciones y de sus novelas o relatos teatro o cine.
En Montevideo lo acogieron, de vuelta, como una leyenda que ya se iba a quedar allí, en su casa donde lo único que se movía era la mecedora. 
 En aquel Zapping de siglos dejó escrita, con la ironía que le aclaraba las ideas y los días, su manera de ver lo que venía:
 “El siglo light está a dos pasos / su locurita ya encandila / al cuervo azul lo embalsamaron / y ya no dice nunca más”.
Él sobrevivió nueve años la locurita del siglo XXI. 
Su biblioteca está en Alicante, en Montevideo, en las canciones y en miles de librerías o de casas.

Edimburgo resuelve el dilema de Adam Smith............. Rafa de Miguel

La segunda capital financiera del Reino Unido sobrevuela el pesimismo del Brexit.

 

Espectáculo callejero en la Royal Mile de Edimburgo 
Espectáculo callejero en la Royal Mile de Edimburgo
Edimburgo descubrió por instinto que el secreto de la naturaleza humana consiste en combinar en la dosis justa la "simpatía" hacia los otros y el individualismo egoísta.
 Se reconcilió finalmente con su filósofo universal, Adam Smith, y ya hace más de diez años que el autor de dos obras eternas como la Teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones contempla con orgullo, inmortalizado en bronce, el incesante flujo de turistas que recorren la empinada Royal Mile, en la parte vieja de la ciudad.
 Medio millón de almas habita la capital de Escocia, pero cuando llega el verano y trae consigo el festival de teatro más famoso del mundo, un millón y medio de personas desborda esta urbe moderna "cuyo clasicismo fue rescatado de su frialdad por un gótico que la rescató de lo grotesco", escribe el historiador James Buchan.
Su obra, Capital of the Mind: How Edinburgh changed the world (Capital de la Mente: Cómo Edimburgo cambió el mundo), es la declaración de amor y asombro a un breve periodo en la historia, entre 1745 y 1789, en el que se intercambiaron el valor, la lealtad, la religión y la violencia de las dagas por el progreso, la ley, el comercio internacional y el cultivo de las relaciones sociales entre hombres y mujeres.
 La "Atenas de Gran Bretaña", la llamaron. 


Edimburgo resuelve el dilema de Adam Smith
"Siempre hemos sido tremendamente cosmopolitas, y hemos sido capaces de atraer enormes cantidades de estudiantes, turistas y empresarios del resto de Europa y del mundo", explica henchida de orgullo Helen McMillan, norirlandesa de origen y edimburguesa de adopción.
 Es la directora regional para Europa de la Universidad de Edimburgo. La responsable de tender lazos con otras universidades del continente.
 "Somos el segundo centro financiero más importante del Reino Unido.
 Tenemos cuatro universidades —algo muy relevante si se tiene en cuenta que apenas somos medio millón de personas—, la ciudad es arquitectónicamente bella, tenemos una riqueza cultural inmensa, el coste de la vida es bastante inferior al de Londres, una gran mayoría votó en contra del Brexit (74%) y es el lugar donde nació el personaje de Harry Potter", remata con una sonrisa cómplice. Uno de cada cuatro profesores de la Universidad procede de algún país de la Unión Europea distinto del Reino Unido.
 Un 14% de sus alumnos han llegado desde el continente.

Edimburgo resuelve el dilema de Adam Smith
Camille y Charlotte, francesas, repasan en el césped sus apuntes bajo un sol de mayo que ha llenado de gente los prados de la ciudad. "Elegimos Edimburgo por el inglés", explican, "pero no me importaría nada quedarme a vivir aquí. 
Ni te juzgan ni señalan tu diferencia. Te sientes bienvenido.
 Y es cierto que no dejan de hablar del Brexit, pero para hacer bromas de los ingleses, no se les nota irritados".
El Gobierno escocés ha exprimido su propio presupuesto y las ayudas de la Unión Europea para impulsar la nueva economía del conocimiento.
 En Edimburgo, las startups han surgido en los últimos años a un ritmo espectacular. Rachel Jones ha contratado a 26 jóvenes de todas las partes de mundo, la mayoría europeos.
 Emprendedora hasta la médula, hace años diseñó y patentó una silla para bebés, Totseat, que resultó un éxito.
 Hasta que comenzaron a surgir copias que se vendían online.
  Acudió a abogados y expertos, visitó el Instituto de Tecnología de Massachussets, desarrolló el algoritmo que le permitió rastrear a los falsificadores, y hoy está al frente de una potente compañía, SnapDragon, reclamada por pequeñas, medianas y grandes empresas. 
Pide que se evite la localización de sus oficinas en este reportaje. "El mundo de las falsificaciones", explica, "está muy relacionado con organizaciones vinculadas a las drogas o la prostitución". "Cada vez que me llegan nuevos currículos de gente que quiere trabajar con nosotros, solo me fijo en una cosa. ¿Han viajado? Quiero personas con la mente abierta, que hayan conocido el mundo.
 Esta ciudad ha cambiado mucho en los últimos años. 
Somos muy cosmopolistas.
 La mayoría de las empresas escocesas quiere seguir en la Unión Europea.
 Queremos exportar al resto de Europa, ya sea sillitas para bebés o tecnología para combatir las falsificaciones.
 No somos una isla", explica con pasión. 
Rachel tiene una intensa relación con la Oficina de Propiedad Intelectual de la UE, con sede en Alicante, y viaja allí a menudo.
Su lugar de trabajo es el mundo, y no piensa tirar la toalla y dejar que el Brexit ahogue su voluntad de crecer. 
Le ocurre algo parecido a Michael Groves, fundador y director de Topolytics. 
Descubrió que la mayoría de las empresas tienen un conocimiento muy preciso del número de materias primas que utilizan o de los productos que lanzan al mercado, pero saben muy poco de los residuos que emiten: cuántos son, de qué tipo, dónde van a parar cuando los dejan en manos de terceros.
 "Hemos desarrollado el manejo de los datos de cada empresa. Nuestro propósito es hacer más visible la gestión de los residuos. No son conscientes de que gran parte de ese material que desechan les puede ser útil, y ahorrarse de paso miles de euros. 
Hemos pasado de la economía lineal a una economía circular", explica.
 Ya le han contratado varias multinacionales, en Europa, pero también en Estados Unidos.
 "Nuestro mayor reto es el cambio climático. El Brexit es una distracción.
 Debemos trabajar juntos, y la UE es un medio fantástico para llevar a cabo esa tarea. 
Las políticas medioambientales más avanzadas se producen en Bruselas. Estados Unidos y Asia se limitan a seguirles", defiende.
La estatua de Walter Scott, coronada por un inmenso pináculo gótico que se ve desde cada punta de Princess Street, es la mayor dedicada a un escritor. 
El autor de Ivanhoe edulcoró con dosis de romanticismo la historia de los escoceses.Pero fue Smith, al señalar que un mercado asentado en instituciones políticas y sociales sólidas es capaz de conciliar la ética y la riqueza, el que dio con la clave
. Y Edimburgo ha decidido entrar en el siglo XXI con la lección aprendida.

19 may 2019

Alain Delon: “Yo nunca he actuado, solo he sido yo”

  • El actor francés, rostro de una docena de obras maestras, recibe una Palma de Oro de Honor polémica por sus declaraciones sobre la violencia machista y su apoyo a la ultraderecha.

    Alain Delon posa esta mañana ante los fotógrafos en Cannes.
    Alain Delon posa esta mañana ante los fotógrafos en Cannes. Getty Images
    Es la Palma de Oro de Honor más polémica de los últimos años.
     Y no por los valores artísticos, innegables en el elegido, sino en sus declaraciones más allá de lo cinematográfico.
     Alain Delon (Sceaux, Seine, 83 años) ha participado en una docena de obras maestras, fue el rostro imprescindible del cine francés durante dos décadas, y algunas de ellas además las produjo.
     Sin embargo, algunas de sus declaraciones homófobas, su apoyo a la ultraderecha lepeniana y alguna frase salida de todo -sobre si había abofeteado a mujeres- han envuelto su premio en una tormenta mediática.
     Hace una semana, Thierry Frémaux, delegado general del festival, aseguró: "No le vamos a dar el Premio Nobel de la Paz sino que celebramos su carrera como actor".
    Y como una estrella fue recibido en la sala Buñuel del Palacio de Festivales, para una charla con un periodista francés en la que analizó, sobre todo, el inicio de su carrera. 
    Delon se mostró en forma, rápido de cabeza, con un buen catálogo de anécdotas y en tres ocasiones lloró por los recuerdos de los vídeos que se proyectaron.
     Delon recordó su infancia problemática, y su paso por el ejército, que le llevó un par de años a Asia.
    "Mi carrera fue un accidente, porque yo no sabía qué hacer a la vuelta de Indochina. 
    Me enamoré de la actriz Brigitte Auber, y ella me empujó a ese trabajo".
     En 1956 Auber le propuso que le acompañara al certamen de Cannes, evento que él ni conocía ("Ni siquiera vine apropiadamente vestido"), y en el festival el productor David O. Selznick le ofreció un contrato para que aprendiera inglés y fuera a EE UU. 
    Pero a la vuelta a París le convencieron de que se quedara y así arrancó su carrera. 
    "La esposa de Yves Allégret, que me dirigió en mi primera película y que fue quien me dijo que me quedara en Francia, me dio un gran consejo mi primer día de rodaje de Quand la femme s'en mêle.
      Me llevó a mi camerino y me dijo. 'No actúes, mira como me miras, habla como me hablas, escucha como me escuchas. 
    No actúes, vive, sé tú mismo'. Y muy pronto me enganché a la cámara".
    El francés insistió en que Francia hay dos tipos de carrera para los intérpretes: 
    "Los comediantes son quienes han estudiado, se han preparado. Yo en cambio soy un actor de la raza de Lino Ventura, de gente que ante la cámara fuimos más que interpretamos.
     Yo nunca he actuado, solo he sido yo.
     Lo increíble fue lo rápido que me sentí en mi elemento.
     La cámara era una mujer que miraba y así la sentí. 
    En 1957 nadie sabía quien era y en 1959 ya era una estrella". 
    Y más cuando en su camino se cruzó A pleno sol. 
    "Fui una noche a cenar a casa de René Clement, con él y los productores.
     Dudaban si contratarme, y al final de la cena, la esposa de Clement, desde la cocina y recogiendo los platos, gritó: 
    '¡El chaval es perfecto!'. Y así me ficharon".
    Como contaba su interlocutor en la charla, Delon se mueve en la película adueñándose del escenario, algo que ha repetido a lo largo de su carrera:
     "Fue Clement, que me impulsó a hacer eso, a moverme como si el decorado fuera mío".
     Delon empezó a encadenar obras maestras.
     Luchino Visconti vio en Londres, donde estaba dirigiendo teatro, A pleno sol, y le llamó: 
    "Me fui a conocerle y me dijo que yo era Rocco y que no aceptaría un no. 
    Por cierto, nunca he tenido un agente. Otra cosa es que me rodeo de mi familia, pero en aquel entonces estaba solo, sin casi amigos por mi paso por el ejército".
     Durante la proyección de un fragmento de Rocco y sus hermanos -en la que encarna a un personaje que, como él, nació en los suburbios y en una familia de inmigrantes-, Delon se ha echado a llorar: 
    "Annie Girardot [su compañera de secuencia] ya no está entre nosotros. Yo me enamoré de ella, uno de mis hermanos también y me aparté".
     De El gatopardo, su siguiente trabajo con Visconti, habló maravillas y resumió: 
    "Cuando me llamaron para la Palma de Honor, dije que sí porque la acepto en nombre de todos los directores con los que trabajé y ya no están entre nosotros: 
    Losey, Visconti, Clement, Melville... Todos están muertos y por eso he venido yo".
    Delon recordó con cariño al actor Jean Gabin ("¡Cómo no iba a trabajar con él, si él me eligió!") y se detuvo en su trabajo en La muerte no deserta (1964): 
    "Fue mi primer trabajo con un director de mi generación, Alain Cavalier, y la primera película que produje.
    He producido unas 25.
     No soy autor, no sé cómo escribir, mi única manera de controlar una película era producirla y buscar al resto del equipo.
     Fue mi única manera de hacer lo que quería hacer". En ese momento llegó la Nouvelle Vague y Delon fue apartado de un plumazo del cine francés: 
    "Los creadores de la Nouvelle Vague no me querían, aunque luego he trabajado con Godard, y me fui a Hollywood, con Selznick.
     Después de tres películas y dos años de vida en Estados Unidos, me convencí de que aquello no era lo mío, y me volví a Francia". 

    A la vuelta en 1966 reconquistó su trono. Jean-Pierre Melville le llamó para contarle una historia, la de El silencio de un hombre (Le samuraï) y a mitad de la charla, sin leer el guion, acepté".
     Delon hizo tres películas con Melville, el primer cineasta francés que fundó un estudio para rodar en absoluta libertad, y asistió al incendio del edificio. 
    Tras ver la secuencia inicial de El silencio de un hombre, en la que su personaje se levanta de la cama y sale a la calle a robar un coche, Delon recordó: 
    "Una noche me llaman y me dicen que está ardiendo el estudio Jenner.
     Me fui disparado en mi coche, y llegué y allí estaba el edificio, completamente en llamas. 
    Melville, con su eterno sombrero y de la mano de su mujer, veía desaparecer toda su vida, sus papeles, libros, recuerdos... Todo [Delon llora]. 
    Se dio la vuelta y me dijo "Coco, me llamaba así, mi vida se ha ido, nuestra cama ha ardido". 
    Con el director rodó tres obras maestras. 
    "Íbamos a rodar un cuarto filme sobre Arsenio Lupin. 
    Pero Melville quedó a comer con el periodista Phillipe Labro. Labro quería trabajar con él, y le empezó a contar chistes. Melville siempre se reía muy fuerte, y en mitad de una de esas carcajadas cayó muerto.
     Un derrame cerebral fulminante. A los 55 años".
     Tras analizar La piscina, Delon acabó charlando sobre la película que se proyecta esta noche en el homenaje: El otro señor Klein (1976), de Joseph Losey. 
     Su entrevistador recordó que Losey era un estadounidense comunista que vivía en el exilio, y que la escribió Fernando Morandi, otro comunista. 
    "Gente que nada tenía que ver con tu ideología", dijo.
     A lo que Delon contestó: "Era una historia que había que contar, muy arriesgada, sobre el colaboracionismo francés con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y por eso la produje entonces, cuando era un tema tabú, y la he elegido hoy. 
    De la Segunda Guerra Mundial no tengo muchos recuerdos porque era un crío. 
    Se me quedaron grabadas, más que alguna imagen o hecho, las conversaciones que tenían los adultos a mi alrededor. 
    Con diez años grabas todo lo que escuchas, aunque no entiendes exactamente lo que pasa".
     En Cannes no consiguieron ningún premio, porque la Palma de Oro fue para Taxi Driver
    "A mejor actor ganó uno español [José Luis Gómez, con Pascual Duarte]. Pero no me importó, ya sabíamos que era una obra maestra".
     Dicho lo cual, Delon se levantó, volvió a recibir los aplausos y bajó al patio de butacas a darse un baño de masas