El arquitecto inglés Norman Foster y otros seis expertos reflexionan para ICON Design sobre los límites entre lo nuevo y lo histórico, el imaginario colectivo y las posibilidades que ofrece una nueva catedral.
Después de la catástrofe llegó el triunfalismo:
"Reconstruiremos Notre Dame aún más hermosa, y quiero que se complete en cinco años. Nosotros podemos".
Esta muestra de voluntariosa grandeur debida a Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, se produjo al cabo de 24 horas de extinguirse el incendio que se ensañó con la cubierta y otros elementos de la catedral parisina, y posiblemente sirvió para consolar a muchos de los que habían mostrado su desgarro ante la pérdida.
Pero, ¿qué es lo que procede reconstruir, y cómo?
Lo primero que hay que advertir es que en realidad Notre Dame ya es ante todo una gran reconstrucción.
Debido a los ataques sufridos durante la Revolución Francesa y al mero paso del tiempo, el monumento había llegado al siglo XIX en tal estado de ruina que se planteó seriamente el derribo total.
Hizo falta que en 1831 el novelista Victor Hugo publicara su best seller Nuestra Señora de París (ya saben: el jorobado Quasimodo, Esmeralda la zíngara y el malvado Frollo entre las gárgolas y los arcos apuntados de la catedral) para que se generara una nueva conciencia proclive a salvar el edificio.
A esto se sumó el nacionalismo de unos gobiernos que, desde Napoleón, estaban interesados en utilizar los tesoros arquitectónicos franceses como espejo de una imagen idealizada del espíritu nacional.
"Reconstruiremos Notre Dame aún más hermosa, y quiero que se complete en cinco años. Nosotros podemos".
Esta muestra de voluntariosa grandeur debida a Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, se produjo al cabo de 24 horas de extinguirse el incendio que se ensañó con la cubierta y otros elementos de la catedral parisina, y posiblemente sirvió para consolar a muchos de los que habían mostrado su desgarro ante la pérdida.
Pero, ¿qué es lo que procede reconstruir, y cómo?
Lo primero que hay que advertir es que en realidad Notre Dame ya es ante todo una gran reconstrucción.
Debido a los ataques sufridos durante la Revolución Francesa y al mero paso del tiempo, el monumento había llegado al siglo XIX en tal estado de ruina que se planteó seriamente el derribo total.
Hizo falta que en 1831 el novelista Victor Hugo publicara su best seller Nuestra Señora de París (ya saben: el jorobado Quasimodo, Esmeralda la zíngara y el malvado Frollo entre las gárgolas y los arcos apuntados de la catedral) para que se generara una nueva conciencia proclive a salvar el edificio.
A esto se sumó el nacionalismo de unos gobiernos que, desde Napoleón, estaban interesados en utilizar los tesoros arquitectónicos franceses como espejo de una imagen idealizada del espíritu nacional.
Abandonando en el camino todo rigor histórico y apego a la verdad si hacía falta.
Y la hizo, al parecer: por eso entre 1844 y 1864 –desde la muerte de Lassus en 1857, Viollet-le-Duc continuó en solitario– se dedicaron a rehacer agujas, pináculos, rosetones, vitrales, gabletes y secciones enteras del edificio, y recrearon gárgolas y esculturas copiándolas de otras catedrales francesas como Chartres o Amiens.
El resultado de esto es que lo que han contemplado los aproximadamente 12 millones de visitantes que cada año se acercan a este icono creyendo encontrarse ante un documento original de la Edad Media es, en gran medida, una fantasía neomedieval producto del idealismo romántico más arrebatado.
Lo mejor de lo nuevo para conservar lo viejo
Desde que Macron hizo su anuncio, y a la espera de que se resuelva el correspondiente concurso público, se han publicado varias alternativas de restauración.La más difundida es la que se atribuía al arquitecto británico Norman Foster la idea de levantar una cubierta de cristal por encima de las densas bóvedas de crucería que coronan las naves del edificio.
En realidad, según explican a ICON Design desde el estudio Foster + Partners, Lord Foster no ha emitido de momento ninguna propuesta pública para la restauración de Notre Dame.
Pero el arquitecto británico sí desea puntualizar ahora algunas cuestiones sobre el asunto.
"Notre Dame de París es el monumento de alta tecnología más importante de su época en términos de ingeniería gótica", afirma Foster.
"Como muchas catedrales, su historia es de cambio y renovación. A lo largo de los siglos, los techos de las catedrales medievales han sido devastados por incendios y reemplazados (por ejemplo, Chartres en 1194 y 1836, Metz en 1877).
En todos los casos, el reemplazo utilizó la tecnología de construcción más avanzada de la época; nunca replicó el original. En Chartres, las maderas del siglo XII fueron reemplazadas en el siglo XIX por una nueva estructura de hierro fundido y cobre".