28 abr 2019
Los sondeos dan la victoria en las elecciones generales al bloque de izquierdas por estrecho margen
El PP podría desplomarse hasta los 69 diputados aunque conservaría el liderazgo de las fuerzas de derecha, según la encuesta de TVE.
El Partido Socialista Obrero Español ganará las elecciones generales de este 28 de abril con entre 116 y 121 escaños en el Congreso de los Diputados, según la encuesta de GAD 3 para RTVE y las televisiones autonómicas agrupadas en la Forta y publicada al cierre de los colegios electorales, a las 20.00 (a falta de Canarias).
De cumplirse este sondeo, que combina un seguimiento de encuestas (tracking) durante la última semana y preguntas telefónicas a votantes este domingo, Pedro Sánchez necesitaría para gobernar, en las horquillas bajas, los votos de Podemos (42-45), Esquerra (13-14) y PNV (6).
Si se dieran los resultados más altos que pronostica el sondeo, el PSOE podría alcanzar la mayoría con Ciudadanos y el PNV.
El sondeo de las televisiones públicas confirma uno de los pronósticos de la jornada: la entrada de Vox con fuerza en el Congreso, en una jornada marcada por una notable participación. La formación de extrema derecha presidida por Santiago Abascal obtendrá, siempre según la encuesta, entre 36 y 38 diputados.Esta cifra le sitúa como tercera fuerza de la derecha, detrás del PP, que caería de los 137 actuales hasta los 69-73 diputados, y Ciudadanos, que oscila entre 48 y 49.
Por bloques ideológicos, la suma de los partidos de izquierda (PSOE, Podemos y Compromís) oscila entre los 159 y 167 parlamentarios.
La suma de los tres partidos conservadores oscilaría, según la empresa de encuestas dirigida por Narciso Michavila, entre 153 y 162 escaños (sumando los dos de Navarra Suma), lo que les impediría llegar juntos a La Moncloa.
En Cataluña, según la encuesta de GAD 3, Esquerra se convierte en la fuerza hegemónica entre los independentistas.
La formación presidida por Oriol Junqueras, en prisión acusado por rebelión, pasaría de los nueve diputados actuales a entre 13 y 14.
Junts per Catalunya, el partido del fugado Carles Puigdemont, cae de los ocho parlamentarios que obtuvo en junio de 2016 a un máximo de cinco.
En el País Vasco, el PNV subiría de cinco a seis diputados mientras que Bildu mantendría sus dos diputados.
La formación foralista Navarra Suma, que engloba a UPN, PP y Ciudadanos, repetiría los dos escaños que logró en 2016 cuando solo concurrieron juntos los dos primeros partidos.
La encuesta de GAD 3 otorga, también, un diputado a Compromís, la formación valenciana en la que Joan Baldoví repetiría como diputado.
Otro sondeo, elaborado por Sociométrica para el diario digital El Español, ofrece un panorama esencialmente similar.
El PSOE ganaría los comicios con entre 114 y 120 diputados, seguido del PP; con entre 74 y 79; Ciudadanos (49-55), Unidas Podemos (44-50) y Vox (29-34).
En esta encuesta, el bloque de derechas se quedaría, en el mejor de sus escenarios, con 170 diputados, incluidos los de Navarra Suma.
Una encuesta realizada por IMOP para la cadena radiofónica Cope es el único que plantea un escenario en el que las tres formaciones de derecha sumarían en la horquilla alta, 179 diputados en la horquilla alta.
Este sondeo arroja el resultado siguiente: PSOE, 105-120; PP, 67-77; Ciudadanos, 40-50; Unidas Podemos, 45-60 y Vox, 35-50.
Diferentes sondeos de seguimiento realizados por medios de comunicación y partidos políticos durante los últimos días coincidían en dos ideas: el PSOE era claramente la primera fuerza, pero no conseguía formar gobierno sin el concurso de las formaciones nacionalistas, ya que la suma del PSOE con Podemos o con Ciudadanos quedaba siempre por debajo de los 176 diputados que dan la mayoría absoluta.
La segunda idea es que ningún sondeo daba a los tres partidos de la derecha –PP, Cs y Vox- apoyos suficientes para llegar a La Moncloa sumando sus escaños.
‘Il sindaco’ Maragall............................... Daniel Verdú
Al entonces ex alcalde de Barcelona le recuerdan en Roma en 1997 curioso y dulce, pero capaz de bajar de un taxi para ordenar el tráfico.
Los caprichos arqueológicos del mercado inmobiliario romano -cada
periodo tiene los suyos desde hace más de 2.700 años, no crean-
quisieron que un enamorado del Mediterráneo como Pasqual Maragall
acabase viviendo donde comenzaba la Via Aurelia.
Justo ahí, en la via Titta Scarpa número 2, junto a la isla que forma el Tíber a la altura del Trastevere, pasó un año de su vida con su esposa Diana y su hijo Guim.
Su rastro, los recuerdos del periodo que cimentó su salto hacia la Generalitat, permanecen entre las callejuelas del centro, en el papel amarillo manchado de aceite de las frituras de sesos y alcachofas de la hostaria Dar Buttero.
También en las lecturas de aquellos días, desde Semprún a Thomas Mann pasando por Edgar Morin, y en el dietario que publicó en La Vanguardia anticipando ideas que vendrían.
Pero, sobre todo, es fácil reavivar su recuerdo en la admiración que despertaba en la socialdemocracia italiana, fascinada entonces con su obra en Barcelona y puesta en pie a su llegada.
Maragall aterrizó en Roma en septiembre de 1997, poco después de la Diada de aquel año.
Pasó también un breve tiempo en un hotel en el Aventino, justo donde la Via Marmorata abre las puertas del Testaccio.
Luego vivió un tiempo en un ático prestado en la Villa Borghese, un espectáculo con vistas a los jardines del Príncipe por encima de las posibilidades estéticas de casi cualquiera.
Él había llegado con un Ford Escort familiar plateado que conservó años después –“el romano” lo llamaba- y con el que recorrió todo el Lazio con su familia.
En aquellos días explotaba el furor los telefonini en la calle -ningún país se dio un golpe en la cabeza tan fuerte con el asunto- y el Inter de Milán acababa de birlarle a Ronaldo al Barça.
Sucedió cuando las gradas del calcio todavía hacían más ruido que las de la política en Italia, donde un discreto Romano Prodi inhalaba los últimos vapores de finezza que quedaban en el Palazzo Chigi.
Roma, en pleno prejubileo, soñaba todavía con ser una estrella en una moderna constelación europea desde que había ayudado a fundar.
Francesco Rutelli, valor en alza de la socialdemocracia, la dirigía desde lo alto del Campidoglio, justo donde se había firmado el Tratado 40 años atrás.
Una ciudad entonces en plena efervescencia cultural y urbana, convertida en una pesadilla ingobernable años más tarde (aunque los atascos fueran los mismos, como el propio Maragall sufrió e intentó poner orden él mismo bajándose de un taxi camino a Fimuicino).
Pero el coche obliga en Roma.
Y los miércoles conducía pacientemente también a través de la Via Ostiense para llegar a sus clases en la Universidad Roma-Tre: un curso creado especialmente para Maragall que llamaron Europa Prossima.
El 10 de diciembre, el día que se estrenó como professore, le escuchaban en la primera fila las principales ramas de L’Ulivo, el artefacto electoral que había echado a rodar año antes.
No se lo perdieron el filósofo y entonces alcalde de Venecia, Massimo Cacciari, o el propio Prodi, que según contaba en la crónica de aquel día Enric González, tuvo que hacer equilibrismos vaticanos para ensalzar al mismo tiempo a su amigo Jordi Pujol y al propio Maragall.
También estuvo, por supuesto, Rutelli, tan incapaz entonces como hoy de ocultar su admiración por “Pasqual”. “Es el alcalde contemporáneo más grande de Europa.
Así le presenté una vez en un mitin y se quedó de piedra.
Era una mezcla entre intelectual y administrador, algo rarísimo en la política.
En Barcelona fue capaz de implicar la energía de la liberación del franquismo en un proyecto colectivo.
No era un líder arrogante, era el jefe de un equipo”, señala Rutelli al teléfono.
Diez años después, recibió la llamada de su amigo hablándole de Eisenhower, esa manera que tenía Maragall de ironizar con su enfermedad, y sobre cómo pensaba combatirla.
Jordi Pujol había ya consumido la mitad de su penúltima legislatura y Maragall, que ese año le mandó una felicitación navideña desde la sede de la Prensa Extranjera con un grupo periodistas gamberros y el propio Romano Prodi, repetía a todo el mundo que no tenía intención de probar suerte al otro lado de la Plaza de Sant Jaume. Roma era solo un balón de oxígeno, una cámara hiperbárica tras 15 años al frente de la alcaldía de Barcelona.
Hasta que le visitó Felipe González para convencerle de lo contrario, según él mismo explicó en un mitin en L’Hospitalet en 2006 junto al expresidente del Gobierno.
Enric Juliana, entonces corresponsal en Roma de La Vanguardia, comió y charló algunas veces con él durante aquel curso. “Es difícil saber qué pensaba.
Pero buscaba verificar realmente si quería dar el paso.
Y aquello pasaba por ver si se lo pedían y con qué argumentos. Comprobar si se creaba un cierto deseo de que fuera candidato. Entendió que la mejor manera era desaparecer un tiempo”.
El camino, al fin y al cabo, parecía lógico.
Sus amigos en los ayuntamientos de Italia también habían dado pasos.
Las ciudades eran entonces el mejor esquema para regenerar la política nacional, justo lo que intenta hoy de nuevo tímidamente Italia. Walter Veltroni, que sucedería tres años después a Rutelli, se convertiría en secretario general del nuevo artefacto socialdemócrata en el país una década después.
“Nos vimos muchas veces, en Roma y en España.
Siempre me han impresionado dos cosas que no son frecuentes en nosotros: la curiosidad y la dulzura.
Siempre me pareció que tenía esa doble característica que, en el fondo, es hija de la misma mirada hacia la vida.
Él era curioso por todo lo nuevo: cultural, social, político.
Per también muy acogedor, sin esa violencia de las certezas que lamentablemente nos asfixian hoy.
Era un hombre más atravesado por las dudas que por las certidumbres”.
Una manera proyectar el mundo en las antípodas de la que recorre Europa, como recuerda su amigo Cacciari con cierta amargura. “Demostró unas ideas muy claras sobre la exigencia de un verdadero federalismo, especialmente a nivel europeo.
Un pensamiento que compartíamos los alcaldes de los años 90 que ha sido traicionado en todas partes.
Fuimos machacados por las pulsiones secesionistas y los centralismos burocráticos a la madrileña y a la romana.
La última vez que le vi, hace unos diez años estaba completamente desconsolado por el naufragio de nuestras ideas, que ha traído el desastre a nuestros países, también en la Unión Europea.
Fueron derrotadas y se impuso lo que vemos hoy, empezando en Roma”.
Una anécdota, y eso aquí siempre consuela, si uno piensa que tras 28 siglos esta ciudad todavía funciona.
Justo ahí, en la via Titta Scarpa número 2, junto a la isla que forma el Tíber a la altura del Trastevere, pasó un año de su vida con su esposa Diana y su hijo Guim.
Su rastro, los recuerdos del periodo que cimentó su salto hacia la Generalitat, permanecen entre las callejuelas del centro, en el papel amarillo manchado de aceite de las frituras de sesos y alcachofas de la hostaria Dar Buttero.
También en las lecturas de aquellos días, desde Semprún a Thomas Mann pasando por Edgar Morin, y en el dietario que publicó en La Vanguardia anticipando ideas que vendrían.
Pero, sobre todo, es fácil reavivar su recuerdo en la admiración que despertaba en la socialdemocracia italiana, fascinada entonces con su obra en Barcelona y puesta en pie a su llegada.
Maragall aterrizó en Roma en septiembre de 1997, poco después de la Diada de aquel año.
Pasó también un breve tiempo en un hotel en el Aventino, justo donde la Via Marmorata abre las puertas del Testaccio.
Luego vivió un tiempo en un ático prestado en la Villa Borghese, un espectáculo con vistas a los jardines del Príncipe por encima de las posibilidades estéticas de casi cualquiera.
Él había llegado con un Ford Escort familiar plateado que conservó años después –“el romano” lo llamaba- y con el que recorrió todo el Lazio con su familia.
En aquellos días explotaba el furor los telefonini en la calle -ningún país se dio un golpe en la cabeza tan fuerte con el asunto- y el Inter de Milán acababa de birlarle a Ronaldo al Barça.
Sucedió cuando las gradas del calcio todavía hacían más ruido que las de la política en Italia, donde un discreto Romano Prodi inhalaba los últimos vapores de finezza que quedaban en el Palazzo Chigi.
Roma, en pleno prejubileo, soñaba todavía con ser una estrella en una moderna constelación europea desde que había ayudado a fundar.
Francesco Rutelli, valor en alza de la socialdemocracia, la dirigía desde lo alto del Campidoglio, justo donde se había firmado el Tratado 40 años atrás.
Una ciudad entonces en plena efervescencia cultural y urbana, convertida en una pesadilla ingobernable años más tarde (aunque los atascos fueran los mismos, como el propio Maragall sufrió e intentó poner orden él mismo bajándose de un taxi camino a Fimuicino).
Pero el coche obliga en Roma.
Y los miércoles conducía pacientemente también a través de la Via Ostiense para llegar a sus clases en la Universidad Roma-Tre: un curso creado especialmente para Maragall que llamaron Europa Prossima.
El 10 de diciembre, el día que se estrenó como professore, le escuchaban en la primera fila las principales ramas de L’Ulivo, el artefacto electoral que había echado a rodar año antes.
No se lo perdieron el filósofo y entonces alcalde de Venecia, Massimo Cacciari, o el propio Prodi, que según contaba en la crónica de aquel día Enric González, tuvo que hacer equilibrismos vaticanos para ensalzar al mismo tiempo a su amigo Jordi Pujol y al propio Maragall.
También estuvo, por supuesto, Rutelli, tan incapaz entonces como hoy de ocultar su admiración por “Pasqual”. “Es el alcalde contemporáneo más grande de Europa.
Así le presenté una vez en un mitin y se quedó de piedra.
Era una mezcla entre intelectual y administrador, algo rarísimo en la política.
En Barcelona fue capaz de implicar la energía de la liberación del franquismo en un proyecto colectivo.
No era un líder arrogante, era el jefe de un equipo”, señala Rutelli al teléfono.
Diez años después, recibió la llamada de su amigo hablándole de Eisenhower, esa manera que tenía Maragall de ironizar con su enfermedad, y sobre cómo pensaba combatirla.
Jordi Pujol había ya consumido la mitad de su penúltima legislatura y Maragall, que ese año le mandó una felicitación navideña desde la sede de la Prensa Extranjera con un grupo periodistas gamberros y el propio Romano Prodi, repetía a todo el mundo que no tenía intención de probar suerte al otro lado de la Plaza de Sant Jaume. Roma era solo un balón de oxígeno, una cámara hiperbárica tras 15 años al frente de la alcaldía de Barcelona.
Hasta que le visitó Felipe González para convencerle de lo contrario, según él mismo explicó en un mitin en L’Hospitalet en 2006 junto al expresidente del Gobierno.
Enric Juliana, entonces corresponsal en Roma de La Vanguardia, comió y charló algunas veces con él durante aquel curso. “Es difícil saber qué pensaba.
Pero buscaba verificar realmente si quería dar el paso.
Y aquello pasaba por ver si se lo pedían y con qué argumentos. Comprobar si se creaba un cierto deseo de que fuera candidato. Entendió que la mejor manera era desaparecer un tiempo”.
El camino, al fin y al cabo, parecía lógico.
Sus amigos en los ayuntamientos de Italia también habían dado pasos.
Las ciudades eran entonces el mejor esquema para regenerar la política nacional, justo lo que intenta hoy de nuevo tímidamente Italia. Walter Veltroni, que sucedería tres años después a Rutelli, se convertiría en secretario general del nuevo artefacto socialdemócrata en el país una década después.
“Nos vimos muchas veces, en Roma y en España.
Siempre me han impresionado dos cosas que no son frecuentes en nosotros: la curiosidad y la dulzura.
Siempre me pareció que tenía esa doble característica que, en el fondo, es hija de la misma mirada hacia la vida.
Él era curioso por todo lo nuevo: cultural, social, político.
Per también muy acogedor, sin esa violencia de las certezas que lamentablemente nos asfixian hoy.
Era un hombre más atravesado por las dudas que por las certidumbres”.
Una manera proyectar el mundo en las antípodas de la que recorre Europa, como recuerda su amigo Cacciari con cierta amargura. “Demostró unas ideas muy claras sobre la exigencia de un verdadero federalismo, especialmente a nivel europeo.
Un pensamiento que compartíamos los alcaldes de los años 90 que ha sido traicionado en todas partes.
Fuimos machacados por las pulsiones secesionistas y los centralismos burocráticos a la madrileña y a la romana.
La última vez que le vi, hace unos diez años estaba completamente desconsolado por el naufragio de nuestras ideas, que ha traído el desastre a nuestros países, también en la Unión Europea.
Fueron derrotadas y se impuso lo que vemos hoy, empezando en Roma”.
Una anécdota, y eso aquí siempre consuela, si uno piensa que tras 28 siglos esta ciudad todavía funciona.
A pedradas contra su padre y su asesino
Los hijos de Thomas Handrick intentaron defender a su madre en la cueva de Adeje donde este mató a su mujer y primogénito. La huida del pequeño dejó un cabo suelto en su macabro plan.
Hace días que Jonas guarda golosinas para su hermano.
Vive en una casa oculta, a la espera de que vengan a recogerlo, rodeado de otros niños con los que juega pero a los que no entiende.
El pequeño Jonas, que cumplirá ocho años en apenas dos semanas, apareció el martes entre unos matorrales.
Llegó desorientado a La Quinta, un barrio de casas desperdigadas ubicado en lo alto del municipio de Adeje (Tenerife) con vistas espectaculares al océano y al Teide.
Al verlo, Rosi Pérez, la vecina que lo encontró “asustadito y coloradito” junto a la carretera, pensó que era un niño alemán perdido en el monte.
Sin más.
En realidad, el pequeño acababa de torcer el macabro plan de su padre, Thomas Handrick, de 43 años, que había planeado matar a su familia pero se dejó un cabo suelto corriendo por el monte: su propio hijo.
“Menos mal que no supo explicarnos donde vivía su padre”, reflexiona ahora Rosi, que acabó llamando a la Policía Local. Handrick vive en el casco urbano de Adeje, a nueve kilómetros cuesta abajo de donde encontraron al pequeño.
Los investigadores sospechan que fue en su casa, a la que se mudó hace dos meses, donde planeó meticulosamente cómo dar muerte a su mujer, la gestora Silvia Handrick, de 39 años, y a sus dos hijos: el mayor, Jakob, de 10, y el pequeño Jonas.
“No pensaba dejar vivo a nadie”, explican fuentes judiciales.
El padre reside en el municipio canario, de 47.280 habitantes censados, desde hace dos años, según los investigadores.
No está empadronado ni consta que tuviera un trabajo en la isla. Sus vecinas, con las que apenas ha tratado, lo describen como un hombre reservado.
Apenas chapurrea el español. Pasaba los días leyendo en la terraza de su casa.
Handrick alquiló una furgoneta azul oscuro para la excursión que había planeado el martes.
Subieron con el vehículo a la zona de Ifonche y les engañó con un señuelo infantil.
Les dijo que había escondido huevos de Pascua en una cueva y que irían juntos a buscarlos.
Tenían unas tres horas de camino por delante.
Los investigadores creen que el padre “les empujó a entrar en la cueva” y que, teniendo en cuenta el recóndito lugar elegido, “lo más probable es que hubiera ido allí antes, incluso que hubiera dejado allí las piedras con las que les agredió”, según fuentes próximas al caso.
La hipótesis que barajan es que mató primero a Silvia mientras los niños intentaban protegerla.
Jakob y Jonas tiraron piedras a su padre para intentar defenderla. Después Jonas salió corriendo y anduvo solo más de cuatro kilómetros hasta aparecer en La Quinta con las manitas sucias y la cara quemada por el sol.
Le contó a la holandesa Annelies B., la primera persona que le habló en alemán, que evitó la carretera para no cruzarse con su padre.
“Los cuerpos de la madre y de su hijo mayor fueron encontrados separados en la cueva.
Estaban muy desfigurados, por lo que ha sido necesario confirmar sus identidades con una prueba de ADN”, explican fuentes de la Guardia Civil cercanas la investigación.
“Ella tenía la mayor parte de los golpes, muy contundentes, en la cabeza y en la laringe; el hijo tenía muchos en la cabeza y uno en la espalda, y ambos presentaban signos de haberse defendido”, según las mismas fuentes.
Los resultados preliminares de la autopsia confirman una muerte violenta por fractura múltiple craneoencefálica, según fuentes judiciales.
Los investigadores han solicitado datos a Alemania para conocer si Thomas tenía antecedentes y reclaman su expediente médico.
Hasta ahora solo ha abierto la boca para pedir medicinas.
La titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Arona ordenó el viernes por la tarde el ingreso de Handrick en prisión provisional y sin fianza, imputado por dos delitos de asesinato u homicidio —esto está aún por concretar—, y uno de tentativa en el caso de Jonas.
La Fiscalía quiere pedir para él prisión permanente revisable.
Se ha negado a declarar y no ha preguntado por su hijo vivo.
Solo se ha pronunciado para pedir un medicamento porque le duele la pierna, según fuentes de la investigación.
Fue recibido por los gritos de los vecinos: “¡Asesino!”. Aún se le notan las magulladuras en el pómulo derecho.
El hecho de que no se haya derrumbado en ningún momento es señal, para los investigadores, de que se trata de un acto muy premeditado y no de un impulso repentino: “Cuando alguien mata sin premeditación lo más habitual es que confiese”, señalan los expertos.
Desde el viernes duerme en la cárcel Tenerife II, al norte de la isla.
No está claro cuándo podrá abandonar Jonas la casa de acogida en la que vive tras el horror.
Le ha llamado su tía desde Alemania pero no está previsto que venga a por él su familia.
Están muy afectados y les han recomendado no viajar. Un sacerdote alemán amigo de la familia, que ya le ha visitado, será previsiblemente quien se quede a su cargo para que vuele al país donde nació, según indican fuentes de la Consejería de Política Social.
Antes de eso, previsiblemente el miércoles, deberá prestar declaración, en lo que se llama una prueba preconstituida, ideada para que no tenga que repetir su declaración nunca más.
Le asistirán psicólogos e intérpretes y se grabará.
Le preguntarán por lo que vio en la cueva antes de salir corriendo y cambiar parte de los oscuros planes de su padre.
No sabe aún que su madre y su hermano, para el que guarda las golosinas, están muertos.
Cuando Jonas era más pequeño habló para la revista corporativa de la empresa de su madre. La publicación explica los esfuerzos de Silvia Handrick para compaginar el trabajo con el cuidado de los menores. Eran otros tiempos. El niño posó sonriente con un balón. Y describió a qué se dedican sus padres: “Trabajan en el ordenador y ganan dinero para que podamos ir de vacaciones”.
Antes de eso, previsiblemente el miércoles, deberá prestar declaración, en lo que se llama una prueba preconstituida, ideada para que no tenga que repetir su declaración nunca más.
Vive en una casa oculta, a la espera de que vengan a recogerlo, rodeado de otros niños con los que juega pero a los que no entiende.
El pequeño Jonas, que cumplirá ocho años en apenas dos semanas, apareció el martes entre unos matorrales.
Llegó desorientado a La Quinta, un barrio de casas desperdigadas ubicado en lo alto del municipio de Adeje (Tenerife) con vistas espectaculares al océano y al Teide.
Al verlo, Rosi Pérez, la vecina que lo encontró “asustadito y coloradito” junto a la carretera, pensó que era un niño alemán perdido en el monte.
Sin más.
En realidad, el pequeño acababa de torcer el macabro plan de su padre, Thomas Handrick, de 43 años, que había planeado matar a su familia pero se dejó un cabo suelto corriendo por el monte: su propio hijo.
“Menos mal que no supo explicarnos donde vivía su padre”, reflexiona ahora Rosi, que acabó llamando a la Policía Local. Handrick vive en el casco urbano de Adeje, a nueve kilómetros cuesta abajo de donde encontraron al pequeño.
Los investigadores sospechan que fue en su casa, a la que se mudó hace dos meses, donde planeó meticulosamente cómo dar muerte a su mujer, la gestora Silvia Handrick, de 39 años, y a sus dos hijos: el mayor, Jakob, de 10, y el pequeño Jonas.
“No pensaba dejar vivo a nadie”, explican fuentes judiciales.
Leyendo en la terraza
La madre y los niños, que vivían en la ciudad de Halle, al noreste de Alemania, viajaron el lunes por la mañana a Adeje.El padre reside en el municipio canario, de 47.280 habitantes censados, desde hace dos años, según los investigadores.
No está empadronado ni consta que tuviera un trabajo en la isla. Sus vecinas, con las que apenas ha tratado, lo describen como un hombre reservado.
Apenas chapurrea el español. Pasaba los días leyendo en la terraza de su casa.
Handrick alquiló una furgoneta azul oscuro para la excursión que había planeado el martes.
Subieron con el vehículo a la zona de Ifonche y les engañó con un señuelo infantil.
Les dijo que había escondido huevos de Pascua en una cueva y que irían juntos a buscarlos.
Tenían unas tres horas de camino por delante.
Los investigadores creen que el padre “les empujó a entrar en la cueva” y que, teniendo en cuenta el recóndito lugar elegido, “lo más probable es que hubiera ido allí antes, incluso que hubiera dejado allí las piedras con las que les agredió”, según fuentes próximas al caso.
La hipótesis que barajan es que mató primero a Silvia mientras los niños intentaban protegerla.
Jakob y Jonas tiraron piedras a su padre para intentar defenderla. Después Jonas salió corriendo y anduvo solo más de cuatro kilómetros hasta aparecer en La Quinta con las manitas sucias y la cara quemada por el sol.
Le contó a la holandesa Annelies B., la primera persona que le habló en alemán, que evitó la carretera para no cruzarse con su padre.
“Los cuerpos de la madre y de su hijo mayor fueron encontrados separados en la cueva.
Estaban muy desfigurados, por lo que ha sido necesario confirmar sus identidades con una prueba de ADN”, explican fuentes de la Guardia Civil cercanas la investigación.
“Ella tenía la mayor parte de los golpes, muy contundentes, en la cabeza y en la laringe; el hijo tenía muchos en la cabeza y uno en la espalda, y ambos presentaban signos de haberse defendido”, según las mismas fuentes.
Los resultados preliminares de la autopsia confirman una muerte violenta por fractura múltiple craneoencefálica, según fuentes judiciales.
Los investigadores han solicitado datos a Alemania para conocer si Thomas tenía antecedentes y reclaman su expediente médico.
Hasta ahora solo ha abierto la boca para pedir medicinas.
La titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Arona ordenó el viernes por la tarde el ingreso de Handrick en prisión provisional y sin fianza, imputado por dos delitos de asesinato u homicidio —esto está aún por concretar—, y uno de tentativa en el caso de Jonas.
La Fiscalía quiere pedir para él prisión permanente revisable.
Se ha negado a declarar y no ha preguntado por su hijo vivo.
Solo se ha pronunciado para pedir un medicamento porque le duele la pierna, según fuentes de la investigación.
Premeditación
El viernes la Guardia Civil volvió con él a su casa para buscar las medicinas.Fue recibido por los gritos de los vecinos: “¡Asesino!”. Aún se le notan las magulladuras en el pómulo derecho.
El hecho de que no se haya derrumbado en ningún momento es señal, para los investigadores, de que se trata de un acto muy premeditado y no de un impulso repentino: “Cuando alguien mata sin premeditación lo más habitual es que confiese”, señalan los expertos.
Desde el viernes duerme en la cárcel Tenerife II, al norte de la isla.
No está claro cuándo podrá abandonar Jonas la casa de acogida en la que vive tras el horror.
Le ha llamado su tía desde Alemania pero no está previsto que venga a por él su familia.
Están muy afectados y les han recomendado no viajar. Un sacerdote alemán amigo de la familia, que ya le ha visitado, será previsiblemente quien se quede a su cargo para que vuele al país donde nació, según indican fuentes de la Consejería de Política Social.
Antes de eso, previsiblemente el miércoles, deberá prestar declaración, en lo que se llama una prueba preconstituida, ideada para que no tenga que repetir su declaración nunca más.
Le asistirán psicólogos e intérpretes y se grabará.
Le preguntarán por lo que vio en la cueva antes de salir corriendo y cambiar parte de los oscuros planes de su padre.
No sabe aún que su madre y su hermano, para el que guarda las golosinas, están muertos.
Cuando Jonas era más pequeño habló para la revista corporativa de la empresa de su madre. La publicación explica los esfuerzos de Silvia Handrick para compaginar el trabajo con el cuidado de los menores. Eran otros tiempos. El niño posó sonriente con un balón. Y describió a qué se dedican sus padres: “Trabajan en el ordenador y ganan dinero para que podamos ir de vacaciones”.
Antes de eso, previsiblemente el miércoles, deberá prestar declaración, en lo que se llama una prueba preconstituida, ideada para que no tenga que repetir su declaración nunca más.
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