Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

28 abr 2019

Los hombres que marcaban a las mujeres

 
 

La policía descabeza en Málaga una violenta organización de gánsteres polacos dedicados a la trata de blancas.

trata de mujeres
Imagen cedida por la policía en la que se lee en polaco: "Entregada a mi maestro y mi hermano", con la firma de Lazek en el empeine.
Los hermanos Barwick, Leszek (26 años) y Aleksander (31) son unos gánsteres tan conocidos en Estepona (Málaga) como en Gdynia (Polonia), de donde provienen. 
En la Costa del Sol por sus escarceos con el tráfico de marihuana y hachís; y en su país de origen por ser los cabecillas de una organización criminal polaca dedicada al tráfico de mujeres y la prostitución en varios países de Europa: 
“Marcaban a sus mujeres como si fueran ganado”, asegura un agente polaco de la oficina central de investigación policial polaca (Centralne Biuro Sledcze Policji). “Propiedad de Pawel”, “Esclava del sr. Olek”, “Fiel a Leszek”, puede leerse en grandes tatuajes sobre sus piernas.
Leszel y Aleksander fueron detenidos el pasado 12 de marzo en Mijas (Málaga), junto a su “hombre de confianza y responsable del área de prostitución”, Mateusz A.W. (alias Pimpas), por agentes de los Grupos de Respuesta Especializada contra el Crimen Organizado (Greco) de la Brigada Central de Crimen Organizado, perteneciente a la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (Udyco)  Central y por agentes de Udyco-Costa del Sol.
Residentes en la ciudad de Gdansk, puerto y capital de la región polaca de Pomerania, al norte del país, funcionaban como una secta: 
 “Captaban a las mujeres en discotecas, pubs y gimnasios de ciudades limítrofes, principalmente Gdynia y Sopot”, señalan fuentes policiales polacas. 
“Buscaban mujeres jóvenes con problemas económicos, las seducían con un trato amable e invitándolas a copas, después las convencían de que podían prestarles dinero si lo necesitaban o les pagaban una operación de aumento de pecho o una cirugía plástica. Una vez endeudadas, las convertían en sus esclavas y las obligaban a saldar su deuda prestando servicios sexuales”, relata el investigador polaco. 
“Y no dudaban en hacer alarde de su violencia ante la más mínima resistencia”, señala.
Del mismo modo, y con similares técnicas de seducción, montaban “redes de protección”, es decir, captaban a hombres jóvenes en gimnasios y los convertían en obligados protectores de negocios, cuyos dueños se veían obligados a pagar una tasa por una supuesta protección nunca pedida, al más puro estilo de la mafia.
“Las autoridades polacas consideran a los detenidos muy activos en crimen especializado y violento, como eliminación de la competencia o protección de otros delincuentes empleando la violencia, siempre armados con cuchillos, machetes, hachas y bates”, señala un informe policial al que ha tenido acceso EL PAÍS. Otro informe de Europol señala, no obstante, que el tercero de los hermanos, Pawel Barwick (39 años), se encuentra aún en busca y captura con una orden internacional de detención, aunque el padre de los tres, y abogado de la organización, está ahora también en prisión en Polonia.
“El arresto de los principales jefes de este grupo supone un gran golpe para el crimen organizado polaco”, señala el investigador polaco que ha colaborado con los agentes españoles.
A los hermanos Leszek y Aleksander les sorprendieron con Pimpas en una vivienda de una urbanización de Mijas. 
Controlaban una nave industrial con 2.533 plantas de marihuana en Casares y les fueron incautados 220 kilos de hachís que, según las mismas fuentes, iban a distribuir a Europa.
 La investigación sobre su actividad había comenzado seis meses antes cuando los agentes de los Greco tuvieron conocimiento de sus “negocios” en Estepona.
 Enseguida, miembros de Udyco-Estepona les identificaron porque “les habían seguido la pista antes”.

Un prostíbulo incendiado

El cruce de sus datos con los ficheros de Europol puso en alerta a la policía polaca, que les seguía los pasos por una acusación de asesinato, además de por tráfico de drogas, trata con fines de explotación sexual y blanqueo de capitales:
 “En enero de 2017 prendieron fuego a un prostíbulo en Aalborg (Dinamarca) con una prostituta dentro, que murió abrasada junto con uno de los autores del incendio”, relatan fuentes de la investigación.
 “Aquello fue su manera de imponerse a otros clanes de la zona tras huir de Polonia”, aseguran fuentes policiales.
La organización “criminal y armada” funciona desde 2009, esta formada por decenas de personas y ha prostituido a numerosas mujeres en su red de prostíbulos del norte de Polonia, ampliada a otros países europeos. 
 Ahora pretendían asentarse en la Costa del Sol.


 

 

Luis Rojas Marcos: “Hay que decir más ‘cuéntame’, ‘perdona’ y ‘te quiero”




El veterano psiquiatra confiesa que habla mucho solo y recomienda seguir su ejemplo para mantenerse cuerdo.

Luis Rojas Marcos, psiquiatra.
Son las siete de una gélida tarde de primavera.
 Este señor que aparenta una década menos de sus 75 años lleva todo el día hablando de su libro y, con la excusa de que esta es su última entrevista y me ve llegar destemplada, me arrastra al bar del hotel Palace de Madrid para invitarme a un café y, de paso, regalarse un “cubalibre como está mandado" como premio de fin de jornada.
 Se lo sirve, solícito, su camarero, un profesional que, a base de atenderle en sus cuatro o cinco visitas anuales a España desde Nueva York, donde reside desde hace medio siglo, se ha convertido en un amigo. 
Barman y psiquiatra. 
Difícil encontrar dos oficios donde se escuche más al otro. Estoy de suerte.
Si “somos como hablamos”, ¿cómo es usted, doctor?
Hablador. 
Me hablo mucho a mí mismo, a veces en voz alta, a veces en voz baja, pero me ayuda a gestionarme, a animarme, a ponerme límites. Hablarme es fundamental en mi día a día. Todos deberíamos hablar más solos.
¿No era eso cosa de locos?
Ese es el problema.
 Se ha estigmatizado. Los niños, desde los 2 o 3 años, se hablan a sí mismos, se animan, se acunan, se consuelan.
 Luego, nos da vergüenza, porque se identifica a la persona que habla sola con el enfermo que oye voces. 
Nos reprimimos, y es un gran error.
 Igual que nos enseñan a hablar, y a pedir las cosas por favor, deberían enseñarnos a hablar con nosotros mismos.
Hoy se ve a mucha gente hablando sola, pero al móvil.
Si están hablando con alguien, bien. Lo malo de la tecnología es cuando interfiere en tu capacidad de hablarte a ti mismo, o hablar con los demás, o tener relaciones reales: es un problema muy serio.
Canarias va a hacer obligatoria la educación emocional en los colegios. ¿Qué le parece la idea?

Una maravilla. 
Ponerle palabras a lo que sientes. Hablar. Si tienes ganas de llorar, saber que eso se llama estar triste.
 Si tienes ganas de insultar a alguien, es estar enfadado. 
Es una educación muy útil para la vida y la salud de los niños, que luego serán adultos.
Le van a quitar el trabajo.
Has dado en el clavo. 
Pero no hacerlo sería antihumano. Esa sería una buena causa, buscar otro trabajo, con la satisfacción de haber podido ayudar al grupo.

O sea, que "charlatán" para usted no es ningún insulto.
Si te lo dicen como insulto, tendrán que explicártelo, porque, en general, las personas parlanchinas tienen mucha suerte de serlo.
¿Por qué?
Las personas extrovertidas, que hablan más, que conectan con los demás, están más satisfechas de su vida en general.
 La razón es sencilla: al conectar con los demás, tenemos relaciones afectivas, nos ayudamos, compartimos y nos apoyamos en situaciones difíciles, y también nos quejamos y pedimos ayuda si la necesitamos...
¿Las mujeres hablamos más o es una puyita de los hombres?
La mayoría de los estudios demuestran que las mujeres hablan de promedio 15.000 palabras más que los hombres.
 Y eso es porque tienen la parte del cerebro que controla el lenguaje más desarrollada.
 Y porque los padres les hablan más a las hijas que a los hijos, sobre todo de temas emocionales.
 Estoy convencido de que las mujeres viven más porque hablan más. Y las españolas, más.
Pero se nos dice que calladitas estamos más monas. ¿Cuándo hay que morderse la lengua?
Cuando vayamos a desbarrar. Cuando sabemos que lo que diremos va a crear un conflicto o a herir a alguien, mejor callarse.
¿Merece la pena insultar?
No. El insulto ataca la autoestima, la identidad y el valor de la persona.
 No aporta nada. Las palabras no se las lleva el viento.
Lleva medio siglo escuchando penas. ¿Son siempre las mismas?
Lo que nos pasa, lo que oigo en consulta es básicamente lo mismo. O miedo, o tristeza, o angustia, o necesidad de que nos orienten en un momento de la vida.
¿Y tenemos remedio?
Muchos, para empezar, hablar, contar lo que nos pasa.
 Hablar es fundamental para entender lo que nos pasa y pedir ayuda.
¿Qué palabras hay en su botiquín?
Para mí la palabra más importante, profesional y personalmente, es “cuéntame”, pero para eso, tienes que estar dispuesto a escuchar, y eso no siempre sucede.
 Otra es “perdona”: pedir perdón es fundamental, porque sin perdón no hay futuro en la vida.
¿Y si no perdonas?
Enfermas. El perdón es fundamental para sobrevivir. Para reinventarse.
 La víctima perpetua es una persona muy limitada por su herida abierta. El duelo no se puede eternizar. Pasar más de tres años de víctima no es saludable. 
Te encierra en el papel de traumatizado. 
Evita abrir otro capítulo de tu vida con ilusión, esperanza y creatividad.
¿El dolor nos alcanza a todos?
Sin excepción. Pérdidas, traumas, divorcios. Según los epidemiólogos tocamos a dos adversidades serias por persona y vida. Unos tienen 4; otros, 1. Pero las horas bajas nos llegan a todos.
En lo de las palabras mágicas se ha olvidado de “te quiero”.
Decir te quiero es fantástico, sobre todo si es verdad y tienes a alguien a quién decírselo. Lo decimos, pero lo decimos por dentro. Y es bueno verbalizarlo.
 Pero no solo al otro, sino a nosotros mismos. Decirte: “mira, Luis, te quiero mucho” es muy útil, sé que no se nos enseña de pequeños, pero yo lo recomiendo.
O sea, que se ama usted.

Sí. Mucho, además. Gracias.

 

 

Orgullo pijoprogre..................................... Sergio del Molino

Escribo desde mi casa como el canario canta en la mina: mientras pueda hacerlo aquí, podrán decir que hay una democracia en España.

Orgullo pijoprogre
Como he escrito la mayoría de las columnas de esta serie campañesca muy lejos de mi domicilio, me voy a permitir componer la última desde mi casa, unas horas antes de votar.
 La casa es un tema importante en mi literatura porque no la concibo como un refugio ni como una protección frente al mundo. Estar en casa es para mí la forma más genuina de estar en sociedad, y tal vez se deba a que vivo en el centro de la ciudad, no apartado en una colina ni rodeado de bosque.
 Las ventanas, como la piel de una persona, son barrera y contacto al mismo tiempo.
  Asumo la caricatura: ejerzo una profesión de señoritos pese a venir de un origen obrero con el que ya no me identifico; pertenezco, por ello, a una élite que compensa su debilidad económica con el prestigio de lo que, desde el eufemismo, se llama capital cultural, que no sirve para pagar coches caros, pero sí para estar en la pomada. 
Hay muchísimas cosas que me distancian del arquetipo (entre otras razones, porque nadie encaja en ninguno), pero de lejos no se ven.
Mi casa es un reflejo de lo que soy.
 Un piso reformado en el centro de una ciudad, una vivienda burguesa de techos altos diseñada para médicos o abogados de otros tiempos.
 Edificios que eran demostraciones de poder pequeñoburgués, hoy convertidos en miradores de una sociedad a medio descomponer. Vivir aquí, desde donde escribo, es en sí mismo una declaración política: nos gusta la ciudad, la sentimos nuestra y no queremos contemplarla desde lejos ni acudir a ella los fines de semana a comprar, sino que entendemos sus calles como una extensión del domicilio.
 Escribo desde mi casa como el canario canta en la mina: mientras pueda hacerlo aquí, podrán decir que hay una democracia en España.
 El día en que solo tengan voz los señores serios que aportan mucho a la sociedad, que arreglan tuberías, que construyen puentes, que trasplantan riñones, que limpian aceras y que producen energía, pero no son capaces de desperdiciar una columna de un diario importante hablando de su propia e insignificante casa, tiemblen por la democracia que han perdido.
A menudo reivindico la inutilidad de lo que soy y de lo que hago. No aporto a la sociedad nada urgente ni necesario: no arreglo tuberías, no construyo puentes, no trasplanto riñones, no limpio las aceras, no produzco energía. 
Y, sin embargo, aquí estoy, ocupando un lugar que muchos creen relevante.
 Vindico esa inutilidad que me convierte en objeto del odio de ciertas masas enfurecidas (que confío en que esta noche se conviertan en masillas cabreadas sin poder político), no para autoinculparme, sino porque el diletantismo, la pérdida de tiempo y la banalidad son atributos de una democracia fuerte. 
No hay pijoprogres ni bobos en Corea del Norte.
 Apenas hay alguno en China.
Supongo que pertenezco, grosso modo, a esa pseudoclase social que los franceses llaman bobos (bourgeois-bohème) y que el columnismo derechón y populachero español llama, con mucha menos sutileza, pijoprogres.

 

‘Caperucita y el Lobo’ a la hora de misa en Santa Cruz

 

El descontento recorre la espina dorsal de los que esperan con las papeletas.

elecciones generales
Votantes esperan a ejercer el sufragio en el colegio Los Gladiolos, en Santa Cruz de Tenerife.
El hombre de Vox se encontró con la representante del PSOE en el colegio electoral que les adjudicaron sus partidos. El de Vox saludó:
-¡Caperucita y el Lobo!
Eso pasó en el colegio electoral de Enrique Wolfson, la zona acomodada de Santa Cruz.
 Luego allí votaron monjas (una me dijo: “A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César”). Una señora llevaba las papeletas.
 Dispuesta a decirle al periodista el ánimo con el que venía a votar, el marido le instó, desde lo alto de la escalinata: “¡Tenemos prisa, hay que ir a misa”.
 Otra monja me había dicho: “Para que salga lo que voto ahora me voy a rezar”.
Del mismo colegio salía de votar la poeta Cecilia Domínguez Luis, premio Canarias de Literatura. 
¿Una metáfora para este tiempo? “La mariposa de la incertidumbre. La inseguridad absoluta, también ante lo que le pase a Europa”. ¿Y para qué vota? “Para que en España sigan la democracia y la libertad. ¡Ah, y la igualdad!”
En Los Gladiolos hay de todo: obreros, desempleados, clase media, drogas, estudio, malas noticias, esperanza. 
Manuel, 83 años, mecánico de barcos, espera a que su hijo lo lleve al colegio electoral.
 Tiene cinco hijos, diez nietos. Jamás dejó de votar. “Yo ahora voto por otro”. 
Genoveva se acelera; después de buscar argumentos para votar (“que mejore la vida de la tercera edad”) exclama: “¡Todos van a mamar!”
 Ha sido enfermera. “Y lo que tenemos que aguantar”.
Ese descontento recorre la espina dorsal de los que esperan con las papeletas. 
José María Garrido, catedrático, enseña Dibujo. “¿Un dibujo de este momento? Sería un boceto temporal: la legislatura durará poco. 
 Sea cual sea el resultado, a favor de la izquierda o la derecha, los socios respectivos exigirán condiciones que no se podrán cumplir. Y se acabará la historia tarde o temprano”.
Su hijo Javier es músico, maestro de escuela.
 El padre le ayuda a calificar, musicalmente, el instante de España: “Presto allegreto”. Él elabora más: “Dodecafonía multitudinaria de músicas que no llegan a completar una melodía que exprese una idea concreta”. 
¿Qué desafina? “La incapacidad de ponerse de acuerdo entre las distintas familias políticas. 
El viento no afina con la percusión, la cuerda no afina con el viento… Tendrían que afinar entre todos para que podamos escuchar una melodía que complazca”.
 
elecciones generales
Votantes esperan a ejercer el sufragio en el colegio Los Gladiolos, en Santa Cruz de Tenerife.

Elena es funcionaria; los escucha. Está rabiosa. Los políticos no se hermanan.
 Vota sin esperanza, “pero hay que votar”. Los debates habidos la han llenado de estupor, “y me han quitado las ganas”. 
Chelo, que fue enfermera clínica, comparte el desánimo, “no lanzan sino porquería por la boca, no puedo tener seguridad en ellos. Y tengo claro por quién voy a votar. Pero lo haré con rabia”. Vicente Luis, relaciones públicas, avisa: “¡Te puedo vender cualquier cosa si me dejas hablar!” 
Los políticos no saben qué pasa en la calle. No limpian la suciedad. No buscan la honestidad, no trabajan por el pueblo.
 Nada se hace por vocación, “todo está choteado”. Los contratos no sirven. Las casas se hacen por el techo.
José Espejo, administrativo, resume las razones del desánimo que se escucha: 
“Lo han desorganizado todo, hasta el consenso”.
 Maricarmen y Moneiba van “confusas”, a buscar papeletas. “A ver si un día salta la luz. Ahora todo es mentira”. 
La palabra mierda entra también en el vocabulario del descontento en Los Gladiolos.
 Al irnos de allí tres hombres caminan hacia las urnas. Fernando Martorell, operario, Héctor Domínguez, parado (trabaja en mantenimiento), Jorge García, vigilante. 
“Ningún ánimo, hay que venir”. “Promesas falsas”. “Nada va a cambiar”.
Irma Cervino, periodista, 50 años. 
“La moral me la da estar ante la urna, depositar yo misma la papeleta”. Antes de ir al colegio del parque de La Granja “una señora me dio el pan despotricando contra la política. 
Espero que el pan no estuviera duro”. 
Ante el colegio, el historiador universitario José Ramón Landazábal Sabugo.
 Tiene ilusión, ve el partido “muy igualado”. ¿Una definición del instante? “Crisis de ideologías”. 
Su madre, Mary Luz, maestra, va “con interés y con ganas”. Un camarero joven, Eric Milles, iba con este ánimo: “Todo mejora siempre”.
 Ni en ese colegio ni en otros dejaban entrar a los periodistas, de modo que fue imposible ver en persona más encuentros entre Caperucita y el Lobo.