Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

22 abr 2019

“Me gustaría repetir como ministro de Ciencia”

  • El número 1 por Alicante reconoce que es un "papá raro" y admite que no sabe si se aburrirá en el escaño si le toca ir a la oposición.

    El icono del grupo de WhatsApp de los colaboradores de Pedro Duque (Madrid, 56 años), ministro de Ciencia, es la mítica portada de Tintín en el espacio.
     El nombre, Astroduque, como el alias de Twitter del titular de la cartera. 
    Hasta la corbata que ha elegido hoy el jefe está cuajadita de planetas.
     Difícil resistirse a las metáforas espaciales con el candidato que va de número 1 por Alicante, la provincia autoproclamada como "la millor terreta del mon" por sus nativos. 
    Duque, el ministro astronauta, ha estado a 450 kilómetros más arriba en vertical de donde nos encontramos.
     Fue en 1998, con el difunto John Glenn, leyenda de la NASA. Glenn era el más viejo de la misión. 
    Duque, el más joven. Ha llovido desde entonces. Y el mundo ha dado unas cuantas vueltas. 
    Pero Duque sabe que somos un accidente.
     O esa es la sensación que transmite.
    ¿Conoce Alicante. ¿Le hace una horchata en la Explanada?
    He pasado por allí y tendré que ir, por supuesto. 
    En Alicante me han acogido muy bien y nadie me ha echado en cara no ser de allí, porque ya estoy muy puesto en casi todas sus problemáticas.
    ¿Ha leído el libro 'Lo que hay que tener', de Tom Wolfe?
    ¿Cuál? Ah, sí, The Right Stuff
    No, ni he visto la película ni he leído el libro porque a John Glenn le da muchísima rabia ese libro, no le gustaba nada cómo está planteado el tema.
    Wolfe habla de lo que hay que tener para ser astronauta. A toro pasado, ¿cree que tenía lo que hay que tener para ser ministro?
    Bueno, valor sí que había que tener para meterse a la velocidad que tuvimos que decidir si entrar o no.
     Y bueno, luego se ha ido viendo si teníamos o no lo que hay que tener para hacer de ministros.
     Creo que nos hemos adaptado más o menos bien todos. 
    Y yo me encuentro bastante satisfecho de cómo lo he hecho.
    ¿Se le ha hecho corto?

    Sí.
     Pero no porque me haya gustado esto tanto o más que ser astronauta, sino porque había muchas cosas que hacer y no nos ha dado tiempo. 
    Se ponen legislaturas de cuatro años por algo.
    O sea, que le gustaría repetir.
    Sí, me gustaría mucho, porque he visto que se pueden hacer muchas cosas.
     Estoy muy orgulloso de lo que hemos conseguido, por lo tanto, querríamos continuar porque creemos que estamos haciendo un servicio positivo al país, no por otra cosa.
    ¿Y si le toca ir a la oposición? ¿Se le hará larga la legislatura?
    No tengo experiencia en saber cómo se me iba a hacer o no de larga. 
     No he trabajado nunca con el máximo honor de una democracia, que es ser elegido por el pueblo.
     Como ministro, me han entrado muchas ideas de leyes que hay que cambiar en España.
     Mucha regulación que hay que simplificar para llegar a acuerdos, por ejemplo.
     Si me toca banquillo, lo voy a aprovechar, pero no le puedo decir si me voy a encontrar a gusto o no, porque no lo sé.
    Esa sinceridad no abunda entre políticos. No ha cogido vicio.
    Bueno, es que acabo de llegar.
    Es la primera vez que hace campaña. ¿Eso se estudia?
    Hay que entender que lo que la gente está esperando es que uno le arregle sus problemas, y es totalmente legítimo. 
    Los que hemos estado en el Gobierno tenemos la dificultad añadida de que no vamos a proponer nada que no sea factible dentro de las estructuras de España y del tiempo que tenemos.
    ¿No va a vender motos?
    No tenemos más remedio que prometer solo las cosas que sabemos que vamos a poder hacer.
    ¿A qué tiene vértigo alguien que ha estado a 450 kilómetros de altura?
    Bueno, el vértigo lo da la fuerza de la gravedad.
     Entonces, si te asomas a una barandilla, también tienes un poquito de aprensión. Una vez que sabes que la barandilla es dura, empujas, compruebas la flexibilidad y luego ya te asomas. 
    Tengo vértigo de ingeniero.
    Hablaba de vértigo en la vida.
    Esto me ha dado bastante impresión. 
    Sobre todo la responsabilidad tan grande de estar en el Congreso intentando que se refrende una ley en la que tú crees. Estar ahí, en el sitio de la verdad, donde están todos los representantes del pueblo, impresiona.
    ¿Cómo han sido sus 10 meses en el Gobierno?
    Han sido frenéticos de actividad. 
    Un beber de la manguera de incendios, que dicen los americanos, porque he tenido que aprender cantidades de cosas relativas a cómo se hacen las cosas, qué se puede y qué no se puede hacer. 
    Y también ha sido un poco frustrante ver cómo en el Congreso no se habla tanto de la sustancia de los asuntos como de meterse con la gente de forma tan burda.
     Espero que en el próximo haya otra gente más normal, más dialogante, con más respeto y más sentido de la responsabilidad.
    Astrofísico, astronauta, ministro. ¿Cómo llevan sus tres hijos su currículo?
    Esto último de ministro ha sido otra vuelta de tuerca del papá raro. 
    A lo de no poder estar mucho con la familia ya están acostumbrados.


     

Por qué nos empeñamos en quedar con nuestros ex



¿Es buena idea? Una psicóloga y una sexóloga nos explican qué hay detrás de estos reencuentros cuando la relación ya ha terminado.

quedar con ex
El paso del tiempo terminada la relación es la clave para un reencuentro sin consecuencias negativas, aseguran las expertas. Foto: The Marvelous Mrs. Maisel (Amazon)
“Me pregunto por qué se empeña mi generación en volver a mantener el contacto con noviazgos ya difuntos”, escribe el periodista cultural Víctor Parkas en Game Boy (Caballo de Troya). La idea de reencontrarnos con aquella persona con la que compartimos tiempo e intimidad está extendida. 
Plantearse por qué y tratar de averiguar cómo nos afecta por mera prevención son ideas más impopulares.
 Los estudios dicen que no suele funcionar: “Las amistades entre ex son de peor calidad y con menor probabilidad de éxito que las que mantenemos con personas con las que no hemos estado en una relación, así se refleja en un estudio de la Universidad de San Louis”, cuenta Lara García,
 psicóloga especializada en terapias de parejas del centro El Prado, a S Moda.
 Pero no hay más que revisar de un vistazo la propia biografía para, en muchos casos, toparse con una situación así. 
“¿Es para sentir que el tiempo tirado a la basura junto al otro no ha sido completamente en balde?”, plantea Parkas. 
“¿Para demostrar que nos equivocamos, sí, pero que no nos equivocamos del todo? (…) ¿Por qué esa demostración de flexibilidad patrocinada por Moleskine?”.

 

Los esfuerzos por mantener algo más que la cordialidad son la norma general, siempre y cuando las circunstancias, tanto de la antigua relación como su final, lo propicien. 
Como explica Lara García, entran en juego factores como “el tiempo juntos, el que ha pasado desde la separación hasta hoy, si se trataba de una relación tóxica o sana, si el final llegó cuando alguna de las dos personas aún conservaba sentimientos amorosos, si fue de forma traumática o simplemente porque no había ya nada especial entre los dos”.
En función de la tesitura, varían los porqués: 
“Puede haber más o menos ganas de ver a esa persona y podemos sentirnos más o menos obligados a quedar”, plantea la médica de familia y sexóloga Elena Requena . 
“En otras ocasiones podemos incluso tener ese deseo, de una forma un tanto melancólica, que ayuda a recordar los buenos momentos o confirma nuestra decisión entonces, a veces incluso de una forma un tanto egoísta, va de intentar provocar deseo en la otra persona aunque nosotros tengamos claro que no queremos volver con ella. 
Es complejo y depende mucho de nuestro historial”.
 Las razones para convocar una quedada después de un tiempo van desde “la intención de volver, al cotilleo (qué es de su vida, cómo le va sin mí), por el interés real en mantener una relación pura de amistad, para sentirnos menos solos, por control  o una especie de ‘trabajo de mantenimiento’, tenerle cerca por si cambio de opinión o no encuentro una relación mejor”, explica la psicóloga.

quedar con ex
Cómo acabó la relación también es clave a la hora de afrontar una posible amistad con la ex pareja.

Por qué nos empeñamos en quedar con nuestros ex

¿Es buena idea? Una psicóloga y una sexóloga nos explican qué hay detrás de estos reencuentros cuando la relación ya ha terminado.

quedar con ex
El paso del tiempo terminada la relación es la clave para un reencuentro sin consecuencias negativas, aseguran las expertas. Foto: The Marvelous Mrs. Maisel (Amazon)
“Me pregunto por qué se empeña mi generación en volver a mantener el contacto con noviazgos ya difuntos”, escribe el periodista cultural Víctor Parkas en Game Boy (Caballo de Troya). La idea de reencontrarnos con aquella persona con la que compartimos tiempo e intimidad está extendida. Plantearse por qué y tratar de averiguar cómo nos afecta por mera prevención son ideas más impopulares. Los estudios dicen que no suele funcionar: “Las amistades entre ex son de peor calidad y con menor probabilidad de éxito que las que mantenemos con personas con las que no hemos estado en una relación, así se refleja en un estudio de la Universidad de San Louis”, cuenta Lara García, psicóloga especializada en terapias de parejas del centro El Prado, a S Moda. Pero no hay más que revisar de un vistazo la propia biografía para, en muchos casos, toparse con una situación así. “¿Es para sentir que el tiempo tirado a la basura junto al otro no ha sido completamente en balde?”, plantea Parkas. “¿Para demostrar que nos equivocamos, sí, pero que no nos equivocamos del todo? (…) ¿Por qué esa demostración de flexibilidad patrocinada por Moleskine?”.
Los esfuerzos por mantener algo más que la cordialidad son la norma general, siempre y cuando las circunstancias, tanto de la antigua relación como su final, lo propicien. Como explica Lara García, entran en juego factores como “el tiempo juntos, el que ha pasado desde la separación hasta hoy, si se trataba de una relación tóxica o sana, si el final llegó cuando alguna de las dos personas aún conservaba sentimientos amorosos, si fue de forma traumática o simplemente porque no había ya nada especial entre los dos”.
En función de la tesitura, varían los porqués: “Puede haber más o menos ganas de ver a esa persona y podemos sentirnos más o menos obligados a quedar”, plantea la médica de familia y sexóloga Elena Requena . “En otras ocasiones podemos incluso tener ese deseo, de una forma un tanto melancólica, que ayuda a recordar los buenos momentos o confirma nuestra decisión entonces, a veces incluso de una forma un tanto egoísta, va de intentar provocar deseo en la otra persona aunque nosotros tengamos claro que no queremos volver con ella. Es complejo y depende mucho de nuestro historial”. Las razones para convocar una quedada después de un tiempo van desde “la intención de volver, al cotilleo (qué es de su vida, cómo le va sin mí), por el interés real en mantener una relación pura de amistad, para sentirnos menos solos, por control  o una especie de ‘trabajo de mantenimiento’, tenerle cerca por si cambio de opinión o no encuentro una relación mejor”, explica la psicóloga.
quedar con ex
Cómo acabó la relación también es clave a la hora de afrontar una posible amistad con la ex pareja.

¿Qué esperamos en realidad cuando quedamos con un ex? Como señalan ambas expertas, la expectativas sobre el encuentro van ligadas en ocasiones a la fantasía sobre aquello que no salió bien. Por ejemplo, la esperanza de que haya cambiado de opinión respecto a algún motivo que fue determinante en la relación como tener hijos, vivir en determinada ciudad o casarse.
 Pensar que el reencuentro dará pie a una segunda vuelta o en casos en los que se tengan hijos o vivienda en común, aparece como telón de fondo el anhelo de volver a ser una familia. 
Como explica Lara García, claro que “existe la idea y la intención de mantener una amistad, pero la realidad es que esta solo puede darse cuando ambos miembros de la ex pareja ha superado el duelo post ruptura.
 Y más específicamente, solo considero que pueda ser verdaderamente posible una vez que ha pasado el tiempo y cuando las dos personas marcaron el final de mutuo acuerdo ya sin sentimientos de pareja”.
Cuando la cosa va más de lidiar con una atracción que permanece, la sexóloga Elena Requena apunta a que lo ideal es “ser consecuente, tener en mente por se acabó la relación y respetar a la otra persona -ya sea una ruptura consensuada o unilateral- y a nosotros mismos”, explica a S Moda.
 Si seguimos sintiendo deseo, debemos pensar acerca de por qué esto ocurre, y valorar realmente qué queremos de esa persona. En el caso de querer seguir con él o ella, dejarlo claro es la mejor opción”. 
Es normal que esto ocurra. Como cuenta Requena, “muchos tenemos una tendencia melancólica en la forma de vivirnos y vivir las relaciones.
 Esto tiene mucho que ver con esa idea de que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. Somos animalitos de costumbres,  nuestros ex son terreno conocido en el que nos sentimos cómodos y, si decidimos quedar o mantener una relación amistosa y cordial, significa que esto se da por ambas partes.
 A todos nos gusta sentirnos cómodos, queridos, entendidos y comprendidos con nuestra historia y nuestras peculiaridades. 
Todo esto se da con las personas con las que hemos compartido un periodo de nuestra vida”.
 Quedar o no quedar.
 Además de respetar el tiempo y el duelo en el que tanto García como Requena insisten -variable según las circunstancias de la ex pareja-, la sexóloga recomienda que “las dos partes estén en sintonía y, si es posible, hablen de ello con claridad, para evitar malentendidos o salir heridos”. 
“Tras ese periodo de detox y contacto cero, hay otra serie de situaciones que resultaría mejor evitar al encontrarse”, explica García.
 Lo primero, “mejor quedar para u café, en un lugar público y a pleno día que para una cena
 Evitar la noche y la ingesta de alcohol u otras sustancias para no distorsionar el encuentro. No hablar de lo bonito que era el pasado juntos.
 Y quedar solo si se tiene un motivo de fuerza mayor: decidir verse para devolver unas sábanas de Ikea es, sin duda, una excusa”, concluye la psicóloga.
Artículo actualizado el 22 abril, 2019 | 13:21 h

Pesadita la Psicologa....

César Manrique: cien años de un visionario.................Juan Cruz

Se cumple un siglo del nacimiento de un creador polifacético, que transformó para siempre la isla de Lanzarote con sus intervenciones artísticas y su lucha contra la depredación turística.

César Manrique, en su casa de Tahíche.
César Manrique, en su casa de Tahíche.
Famara, la playa más abierta de Lanzarote, donde corría "como una cabra loca", fue la luz de su infancia. 
Y la última luz fue a mediodía, el 25 de septiembre de 1992, a los 72 años.
 Salía de su fundación en Tahíche, su casa más célebre, hecha entre lavas.
 Ese mediodía otro coche arremetió contra el que él conducía. Murió César Manrique.
 Fue el día más oscuro de la isla.
 Pues él la iluminó con su genio.
 Este miércoles, 24 de abril, es el centenario de este visionario que convirtió Lanzarote en su mayor obra de arte.

Ahí, en Taro de Tahíche, acababa de inaugurar la fundación que lleva su nombre, en la casa de su plenitud.
 Volvía a Haría, la casa que se construyó "en el pueblo de las mil palmeras", para estar en la sombra del sosiego.
 La disfrutó poco, cuatro años. En el estudio que se hizo allí, el infatigable pintor cosmopolita, el creador más impetuoso que dieron las islas, dejó en el tablero, a medias, su interpretación de lo que guarda el subsuelo de Lanzarote. 
De lava era su naturaleza, de fuego y de tierra. 
Era un visionario, creyó que la isla tenía salvación y él fue su salvador.
Cuando nació Manrique, en 1919, asegura el economista Mario Alberto Perdomo, "Lanzarote no estaba ni en el mapa de Canarias". No había agua ni otros recursos. 
"El sol no era aún un activo de la isla". 
No había nada. Dibujante, pintor desde muy pronto, fue a Madrid, a Nueva York, y tuvo un sueño. 
Se lo contó a finales de los años cincuenta a su amigo Pepín Ramírez, presidente del Cabildo isleño: "Se puede salir de la pobreza.
 La belleza es la clave. Esta cueva, por ejemplo, llena de rastrojos, inútil, es el punto de partida". 
Ramírez le creyó. Aquella era la Cueva de la Cazuela, habitada por lagartos e inmundicia.
 En 1969 ya la isla tenía esa cueva hecha como un cuadro de Manrique, arrancada con delicadeza a la tierra. La Cueva de los Verdes.
 Vinieron después los Jameos del Agua, el Monumento al Campesino, el Mirador del Río.
 Se armó de argumentos la isla de Pepín y de César para exigir inmunidad ante las amenazas masivas del turismo.
"Cambió la mirada y cambió el futuro", explica Perdomo.
 A partir de entonces Lanzarote fue la isla del turismo sostenible, Reserva de la biosfera.
 Se hizo su casa bajo la lava, marcó su exigencia para que no fuera una isla de tráfico y ruido, impidió que las carreteras fueran de los anunciantes. 
Se hizo antipático a "la mafia especuladora": "La desprecio desde lo más profundo de mi alma".
 Fue don Quijote y Sancho a la vez.
 Pero no había molinos de viento, eran depredadores reales que reaparecieron, tras una tregua, y ahora amenazan todavía con matar la ilusión de belleza que Manrique había concebido para Lanzarote.
2019.
 En la antológica Universo Manrique, abierta en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), en Las Palmas, una pareja de artistas que firma PSJM ha trazado un balance gráfico en relieve que resume lo ocurrido con el paisaje desde el 25 de septiembre en que murió el genio hasta estos días del centenario.
 Es un epitafio tétrico que rompe el alma de lo que hizo. "Los mismos que intentaron acabar con él, anularlo, tergiversarlo", dice Perdomo, "son los que mandan".
 Unos paletos, hubiera dicho él. 
"César nos sacó de la miseria, nos dio orgullo de Lanzarote, donde se llegó a decir que las cabras comían piedras", agrega el economista.
Una de las esculturas móviles que se puede ver en la exposición de Las Palmas.
Una de las esculturas móviles que se puede ver en la exposición de Las Palmas.
Esa casa de Tahíche, donde está la fundación desde 1992, fue un faro, su laboratorio de pruebas para explicar lo que quería hacer de Lanzarote.
 Reivindicó el color blanco de las casas campesinas, "actuó en la longitud de onda de la naturaleza, no la violentó", como cuenta Fernando Gómez Aguilera, profesor, director de esa entidad que figura ahora como el séptimo museo más apreciado en España. Juntó Nueva York con Tahíche, "hizo que este fuera ejemplo de que lo local y lo cosmopolita pueden conspirar para conseguir belleza". Esa casa, dice Aguilera, "no podía ser realidad fuera de aquí".

El lugar recibió el elogio poético de Rafael Alberti, fue celebrado por estadistas y mises, fue centro de la exposición permanente que fue su obra en la isla, mientras seguía labrando su pintura de lava y surrealismo, anclada en la tierra y en la modernidad, como se aprecia en la muestra más diversa de su arte contenida en esa exposición del CAAM.
 Fue hedonista, aprendiz de Platón, que dijo que "la belleza es el esplendor de la verdad". 
Desnudó la isla y él se bañó en esa desnudez, como si fuera "una cabra loca" en las aguas de Famara.

Embrión de la utopía

Lanzarote fue "mi verdad", decía. 
La ruta básica de su arte hecho isla está en el Mirador del Río, que junta la mirada de Lanzarote con La Graciosa de enfrente, siendo el Mar de las Calmas el azul de una pintura insólita que se ve desde el abismo.
 Subrayó el sitio, que ya existía, con su arte de piedra y riesgo. "Puso en acción", relata Aguilera, "el gran mecanismo de la mirada".
 En los Jameos "está el origen de todo, el embrión de la utopía". César puso la imaginación y Pepín puso la realidad, durante sus 14 años al frente del Cabildo.
 Resumió Manrique: 
"Si a nuestras bellezas naturales les pudiéramos encontrar un complemento este sería nuestro porvenir".

Le puso, decía él mismo, "un paspartú a la isla". Convencía: "Lanzarote era un paisaje abstracto que no era comprendido, al que le da sentido el arte de vanguardia"
La Fundación César Manrique, que preside el hijo de Pepín, José Juan Ramírez, fiel ahijado de César, ha sido un dique que ha favorecido las ideas del artista contra los depredadores que le siguen arrancando a la isla belleza a ladrillazos.
 Pepe Juan recuerda la alegría del visionario, "su disponibilidad para estar con la gente del pueblo, del mar, fiel a la tierra, capaz de arrostrar sin inmutarse los insultos que le valieron sus múltiples apuestas".
 Era apasionado de la música: "Cuando entraba en nuestra casa ya venía con ella".
En 1992 ya vivía en Haría, su refugio final, como el Vauvenargues de Picasso. 
Al llegar te encuentras con "las mil palmeras" del valle más verde de la isla y, en la casa, una planta reconstruida sobre las huellas de una casa vieja; coexisten sus palmeras con el olivo que allí plantó Saramago, el vecino que aquí vino con Pilar del Río y con el que no pudo coincidir. 
José y Pilar se instalaron sobre estas tierras negras en 1993, cuando ya estaba vacía la casa en la que César esperaba ser un solitario feliz y centenario, como sus hermanos sobrevivientes, Carlos y Juana, cada uno con más de 90 años.
 Ahora la casa es cada día museo habitado, lo visitan 80.000 personas al año que contemplan la vida intacta que acompañó hasta el fin a este hombre que hizo de la felicidad una manera de comunicarse con la vida.
 Ahí están sus baños, abiertos a la naturaleza, sus ropas que parecen sus cuadros, la alegría del color, los higos de pico que siguen estando, como en su vida, sobre la mesa de la cocina, los cuadros, las esculturas conseguidas a partir de maderas inservibles y otros desperdicios con los que él hacía belleza.
"Yo soy un artista que no puede callar", decía.
 Su firma es la isla. Él murió volviendo a esta casa, desde la casa que fue su emblema, en Tahíche.
 Ahora el aeropuerto lleva su nombre.
 Famara, Tahíche, Haría, capitales de una isla entera que también se llama César Manrique. 

Una exposición de lava y poesía

César Manrique se levantaba al amanecer.
 Bajo las estrellas de Tahíche, prolongaba la tarea de ser feliz creando.
 La exposición Universo Manrique, que estará en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Gran Canaria hasta el 29 de septiembre, muestra el resultado de esa ingente tarea: no sólo hizo de la isla una obra de arte.
 Él mismo, su entorno, su casa, su estudio, todo lo que tocó, la amistad incluso, forma parte del enorme cuadro que pintó con su vida.
Uno de los pósteres de esa exposición tiene a Manrique como parte del paisaje que constituye el Mirador del Río, piedra de Lanzarote ante La Graciosa.
 Él forma parte de la lava, del paisaje de la isla. Y eso lo hace eterno como las piedras.
En la exposición están sus cuadros, lava, imaginación y tierra, sus conversaciones alocadas con su amigo Pepe Dámaso, sus ocurrencias y sus ideas, el diseño poético de la isla que quiso, sus murales, los lugares que habitó como si acariciara edificios para la eternidad, como los viejos faraones.
El diseño de la exposición es de la historiadora suiza Katrin Steffen, que ha conseguido hacer, más que una muestra de arte, un retrato del hombre, pues César Manrique era, en sí mismo, una naturaleza viva, lava de Lanzarote, poeta mayor de las islas.
Se le ve hablando como un torrente, en las excelentes creaciones audiovisuales de Miguel García Morales, y se le ve rabioso, sabiendo que la depredación acecha siempre la belleza para disminuirla. 
Y se le ve feliz como los colores de sus móviles.
Él dijo: "Ya sabemos sencillamente del bien y del mal. Todo es demasiado simple.
 Hacer bien es crear felicidad. Hacer mal es crear dolor". Él vivió para crear felicidad, y eso se ve en esta exposición. Él era el artista de la felicidad.

 

21 abr 2019

Una parábola contemporánea

En las fechas más profundas del cristianismo, el dinero que dejó de estar disponible para los necesitados fluye hacia el templo.

Incendio en Notre Dame
El humo consume Notre Dame el 15 de abril ante la mirada de parisinos y turistas.

 Las noches de Buenos Aires son todavía cálidas en este otoño austral. 

 Los cartoneros hacen su trabajo dentro de los contenedores de basura, un ejército de miserables se acuesta sobre las aceras, millones de argentinos duermen el sueño inquieto de quien no sabe cómo se las arreglará mañana. 

Este país atraviesa tiempos oscuros. Pero las cosas no son muy distintas en otros lugares con mejor perfil macroeconómico. Estamos habituados a mirar la pobreza sin verla;

 a ocuparnos de nuestros propios problemas, que no son pocos; a pensar que el mundo siempre ha sido más o menos así y que, en lo esencial, nunca cambiará.

 

Asumimos como naturales fenómenos incomprensibles. 
El mundo lleva más de un siglo en una supuesta guerra contra el narcotráfico y apenas nos preguntamos por qué el enemigo es cada vez más fuerte, ni qué porcentaje de sus colosales ganancias alimenta los mercados financieros, ni si hay connivencia entre nuestros generales y los suyos para mantener el gran negocio de esta guerra. 
Nos parece mal que existan paraísos fiscales donde las grandes y pequeñas fortunas se protegen de los impuestos, pero no solemos preguntar por qué existen.
 ¿De verdad los Gobiernos quieren acabar con ellos? ¿Tan difícil sería hacerlo si existiera realmente la intención?
El incendio de Notre Dame de París ofrece una instructiva parábola.
 La visión de la catedral en llamas encogió los corazones en todo el planeta porque ardía un símbolo múltiple: del cristianismo, de la historia cultural europea, de la belleza arquitectónica, del turismo de masas, de un pasado que el viejo continente parece añorar cada día con más fuerza.
 Extinguido el incendio, cuando aún no se han evaluado por completo los daños y partes de la estructura se mantienen en precario, se plantea el asunto de la reconstrucción.

Y surgen los Epulones de hoy, los Arnault y los Pinault, ofreciendo toneladas de dinero.
 Eso está bien. Por fin sabemos para qué servían los paraísos fiscales, las reducciones de impuestos sobre las grandes fortunas, las desgravaciones por obra cultural y, en general, las políticas económicas contemporáneas: los multimillonarios fueron los primeros en dar un paso adelante para rescatar un valioso pedazo del patrimonio cultural y religioso de la humanidad.
Por decirlo de otro modo: los grandes mercaderes corren a salvar el templo. 
Se trata de un buen gesto, al margen de cualquier consideración sobre si lo que hay tras él es una operación de relaciones públicas o blanqueo de imagen.
 Sí, es un buen gesto. 
Y es normal que hablemos de ellos, los nuevos Epulones, mucho más que de los pequeños donantes anónimos.
 Ellos ofrecen cantidades asombrosas.
Hay algo esencialmente obsceno en esta historia.
 En las fechas más profundas del cristianismo, cuando se conmemora un fenómeno teológico tan misterioso como la muerte y resurrección del dios del amor y la compasión, el dinero que dejó de estar disponible para los necesitados (inmigrantes, estudiantes, desempleados, familias con enfermos crónicos o ancianos, y cortemos aquí porque la lista sería interminable) fluye hacia el templo.
 El patrimonio de la humanidad, antes que la humanidad misma.
 Y lo asumimos de forma natural.