Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 abr 2019

Avon vuelve a llamar a la puerta de las españolas



La compañía de productos cosméticos pelea por salir de pérdidas presionada por la dura competencia de las compañías de bajo coste.

Interior de la nave de distribución de Avon en Madrid. 
Interior de la nave de distribución de Avon en Madrid. 
Yolanda Fernández hizo un pedido a Avon hace un año
 Ofrecían muestras gratuitas en una página de Facebook. “Introduje mis datos y sin saberlo me había dado de alta como distribuidora. En ese momento tenía 46 años, no encontraba trabajo, pese a llevar toda la vida como dependienta.
 He sido comercial de tejidos, de productos de limpieza, hasta de la Thermomix”. El lote le encantó. 
“Era para mi consumo, me pareció superimportante que la empresa no testara en animales. Me gustó mucho la calidad”.
 Siguió haciendo encargos de entre 200 y 300 euros para vendérselos a personas cercanas de su pueblo, Alegría de Oria (1.700 habitantes), en Guipúzcoa. 
Ha extendido su labor comercial a toda la comarca: hace directos en Facebook, tiene su propio canal de Youtube y ha llegado a clientas en Asturias. 
“Hay meses en que me gano medio sueldo, pero ahora veo el momento de dedicar más tiempo para llegar a ingresar entre 1.000 y 1.500 euros al mes a final de año”.
Como Yolanda hay 35.000 vendedoras registradas en Avon, la mítica marca de cosméticos norteamericana que desembarcó en España en 1965 con la distribución puerta a puerta y que vive horas bajas.
Con unas ventas en declive, ingresó 5.571 millones de dólares (4.927 millones de euros) en 2018 y lleva cuatro años en pérdidas en el último lustro.
 En Europa, con un centro de producción en Polonia que sirve a todo el continente, sus ventas rondan los 1.800 millones.
 La filial española, que también exporta cosméticos a Portugal o a Marruecos, facturó 107 millones de euros en 2017 y perdió 3,6 (no ofrece cifras de 2018).
Para contrarrestar la tendencia, el grupo ha puesto en marcha un plan de reducción de costes con el objetivo de rebajar gastos globales en 400 millones de dólares de aquí a 2021 a través de eficiencias en la fabricación y el abastecimiento. 
Los recortes de plantilla se han sumado a la estrategia bautizada como Open Up: el pasado enero 2019 anunciaron que reducirían un 18% su fuerza laboral en el mundo, algo que en España ni se confirma ni se desmiente.
 “Estamos en una etapa de ajustes, de transformación, queremos colocar la empresa en el top 10 del grupo.
 Ahora estamos en el top 20”, sostiene Víctor Barrail, su nuevo responsable.
 “La empresa necesita actualizar sus productos, algo que está haciendo. 
Estamos adoptando nuevas plataformas y mejorando el soporte para las distribuidoras. 
Tenemos que atraer a nuevas generaciones”.
Como tantos negocios, no quieren ser arrastrados por la corriente digital, pero intentan adaptarse a los nuevos modos de consumo. La propia venta directa está cambiando, y ahora Whats­app sustituye en muchas ocasiones a las visitas a domicilio, y los vídeos en Youtube, a las sesiones de maquillaje con clientas. “Estamos viendo esa transición lenta que hace que la tecnología esté en el medio”, analiza Barrail.
Pero hay cosas que no cambian. 
Las vendedoras de la marca siguen siendo autónomas que compran con descuento (arranca en un 15% y puede llegar al 42%) productos Avon para distribuirlos normalmente entre personas de su ciudad y tener ingresos extra. 
Las más aplicadas forman a otras vendedoras y suman más comisiones por ello.
 La “academia Avon”, una plataforma web interactiva, ofrece formación en marketing y liderazgo. 
La compañía no vende directamente a terceros para no competir con sus asociadas (la práctica totalidad siguen siendo mujeres) ni tiene tiendas físicas, exceptuando una en Canarias. 
“Hay vendedoras séniores que crean su pequeña oficina. 
Tenemos casos de chicas que arrancan fuerte y reman rápidamente para tener un 35% o un 42% de descuento.
 Con eso, sus ingresos se hacen mucho más interesantes”, dice el director, que insiste en que desde la matriz trabajan para ofrecer “descuentos más interesantes” a sus comerciales.
 También les facilitan los folletos con los precios de venta recomendados y les ofrecen aplazar el pago de los pedidos hasta en 21 días, algo que, según admiten, no les genera apenas morosidad.

“Tenemos cosméticos, fragancias, una nueva línea de cuidado para la piel, productos para el hogar, el baño”, y así hasta una lista de 4.000 referencias.
 Cada día un camión procedente de Polonia abastece al centro de distribución de Alcalá de Henares (Madrid) con nueva mercancía. “Controlamos todo el stock, podemos reaccionar rápidamente a la demanda”, explica María Iglesias, responsable de la distribución. La nave es capaz de despachar 1,5 millones de cajas al año (preparan unas 5.000 al día) con 43 millones de productos. “Buscamos ser más eficientes para concentrarnos en aquellos productos que más margen tienen”, explica el director.
 Por ejemplo, el Bubble Bath, un gel, lleva toda la vida en Avon, y otros cosméticos, en cambio, son concebidos con tiradas cortas. También tienen líneas específicas, según los segmentos de edad, tanto para hombres como para mujeres, y han incorporado a su catálogo textiles, fundamentalmente bolsos.
 Su última innovación está en productos para el cuidado de la piel con grandes concentraciones de vitamina C. 

En Avon saben que las nuevas generaciones no esperan ni tienen tanta paciencia como sus antecesoras. 
“Está bien, hay que respetarlo”, cree Barrail. 
Su desafío es mayúsculo: competir con la creciente oferta de cosméticos en la era de la distribución online. 
Una buena señal es que el número de vendedoras ha crecido en los últimos meses, y mercados como Argentina, México, Brasil o Turquía se recuperan. 
No temen a la desaceleración económica. “Son épocas donde la venta directa encuentra oportunidades”. 
En especial ahora, cuando constatan una tendencia en países avanzados a la desaparición de las tiendas.

 


 

Pancho Varona: “Tengo un poco de oído y mucha potra”

Sandra Barneda: “No existe una plataforma para que hablemos entre nosotras, las inquietas”

La periodista no presentará el debate de 'Supervivientes' pero sí un canal en YouTube dedicado a hablar de mujeres.

Sandra Barneda, en una cafeteria del centro dde Madrid.
Sandra Barneda, en una cafeteria del centro dde Madrid.

 

Esta semana algo paranormal ocurrirá en la parrilla de televisión y no es la Pantoja en Supervivientes, sino Sandra Barneda en YouTube.
 La periodista, presentadora y escritora culminará su segunda oleada de vídeos en la plataforma de Mediaset, con un canal para hablar de mujeres, sobre ellas, con ellas y para todas (las personas). Miren sus móviles y verán que hay un hueco para lo nunca visto (en las cadenas generalistas): feminismo.


Por primera vez, en una plataforma vinculada a una gran cadena de televisión, las mujeres van a construir su propia narrativa, van a alzar la voz sin interrupciones. 
Es una propuesta ética y política, para conquistar el futuro de la emancipación y la igualdad en la televisión que está por venir. Barneda ha dado un paso arriesgado y Paolo Vasile ha tenido algo que ver en todo esto: 
“Un día me dijo: “Hemos dejado de ser una televisión, tenemos que ser un grupo audiovisual”.
 Y al ofrecerme este espacio está demostrando que apuesta por ello”, cuenta la presentadora, que cede su lugar a Jordi González en el debate de “Supervivientes”.
En su decisión hay voluntad y esfuerzo, compromiso: “No existe una plataforma donde podamos hablar entre nosotras y generar esa comunidad de gente inquieta, que quiere ir más allá de la superficie, más allá del puro entretenimiento”. 
¿Por qué nadie había dado ese paso? “No lo sé, quizá a nadie se le había ocurrido”, responde. 
¿Pero no hablan de esto entre ustedes?
 “Por supuesto, pero crear un espacio solo para mujeres no se le había ocurrido a nadie antes. 
Esta propuesta no tendría audiencia en una generalista”, añade. 
“La televisión está mutando y se abre a otros canales, que permiten avanzar en el feminismo. 
La tele muta, pero no tan rápido como me gustaría.
 Son grandes estructuras que se deben a unos presupuestos y el riesgo debe ser mínimo para seguir cumpliendo con los resultados”. Lo acepta con deportividad, pero reclama un poco de riesgo a fondo perdido, por si suena la campana.
La televisión será feminista o no será y Barneda ha tenido mano de hierro con los comportamientos cipotudos en directo.
 Ha aplacado y expulsado de platós a todo aquel que ha paseado su trogloditismo a granel.
 También ha empujado para derrumbar el imperio de los hombres que someten desde sus novelas (Las hijas del agua, en Suma de Letras). Y ha honrado a todas las que remaron antes para llevar el feminismo al centro del escenario, como las sinsombrero. 
De ellas recuerda que quisieron adelantar el reloj de su tiempo.
En YouTube se retirará el pinganillo para escuchar, ser altavoz y ayudar a crear un nuevo relato.
 “La tele mantiene una narrativa patriarcal. Y creo que igual que existe un horario infantil tendría que haber ciertas normas de inclusión”, asegura. 
Lucha por la diversidad, porque ahí está el “enriquecimiento” de la sociedad, porque la televisión no está al margen de la elegancia.
“¿Soy incómoda? Siempre lo he resultado.
 ¿Quizás ahora un poco más? Puede ser. Porque prefiero estar yo antes cómoda.
 Y si para estar cómoda resulto incómoda, prefiero estar cómoda”, explica.
Sandra Barneda no abandona la televisión, pero se mueve con ella a explorar nuevos territorios.
 Trabajaba en este proyecto con Mediaset desde diciembre y meses después le comunicaron que no presentaría el debate de Supervivientes
“Están muy contentos de que haga este proyecto en YouTube.
 Yo sigo en Mediaset dispuesta a lo que me digan que tengo que hacer”, explica por si había dudas de su situación. Incluso sueña con un late night, sin humor.
 La presentadora -y youtuber- explica su nuevo canal como un compromiso personal con una posición política.
Habla de su libertad de acción en YouTube.
 Habla de su conciencia de comunidad.
 Nunca se ha escondido.
 Está emocionada porque este canal le brinda la oportunidad de volver a sus orígenes y salir a la calle a preguntar al personal. Hacer reportajes y gastar mucho dinero (de su bolsillo), sin saber si funcionará, pero con la necesidad de conectar “con personas que quieren crear una sociedad más igualitaria y justa”. 
“El feminismo no es enemigo de nada.
 Es todo lo contrario: el feminismo es conciliación e igualdad.
 No me digas radical”, zanja rotunda y en titulares.

 La tele tradicional ha entrado en un test de estrés para ver cómo se comporta y qué nuevos formatos pueden surgir de todos estos experimentos. 
Ha publicado cuatro vídeos y desde Mediaset aseguran que la tasa de interacción en directo con los usuarios es “muy positiva”. 
La entrevista con Ágatha Ruiz de la Prada tuvo con 35.525 reproducciones y su charla con cuatro mujeres sobre cine, 17.498. Quiere ocupar el centro del debate feminista: aunque crea en la revolución, no quiere guerra.
 Quiere conciliación, no asustar a nadie.
 Es sutil en sus formas y muy cuidadosa en sus palabras.
 Habla de una posición feminista para todos, anhela un mundo sin desigualdades por razón de sexo y una voz construida por ellas. Esto es salir de la “zona de confort” de la tele, no abandonarla.

¿No pasarán?................................................... Elvira Lindo

Me espanta observar cómo el estilo agresivo, faltón, arrogante, despreciativo es el que hoy se celebra.

El presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. rn
El presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. Europa Press
Cuando se enfrentaron Trump y Clinton en la campaña de 2106 hubo un célebre debate en el que se traspasó la peligrosa barrera de la grosería.
 Trump zascandileaba a espaldas de Hillary cuando ésta tomaba la palabra; en uno de estos paseos payasescos, más propios de su reality show que de un debate político, Trump exclamó, “¡qué señora tan desagradable!”. 
Disgusting, el adjetivo que empleó, tiene un recorrido amplio, entre aborrecible y repulsiva.
 Una vez que los resultados de las elecciones mostraron que no sólo no se castigó su zafiedad sino que resultó premiado, deberíamos estar avisados de que de un ambiente descalificatorio y bronco no se sale fácilmente.
Dejarse caer por la rampa de la vulgaridad puede resultar tentador, incluso estimulante, pero tiene consecuencias negras para la convivencia de los ciudadanos que luego esperas gobernar. Dice la Unión Europea que teme por la futura estabilidad de España tras unos resultados demasiado ajustados entre los bloques. ¿Somos los españoles ingobernables? No lo creo, dadas las barbaridades que sueltan por su boca los políticos en campaña, yo diría que la mayoría contemplamos la jugada con una deportividad pasmosa, y que los que están absolutamente desmadrados y con ansias de destrozarse son ellos.
Aunque aliviados los votantes por la providencial Semana Santa, que entrega a unos a la fe procesionaria y a otros al sagrado solaz, el móvil nos sigue soltando balas, más que perlas, de lo que por esos mítines de Dios se va gritando.
 La pregunta que nos asalta a algunos observando el nivel es si, de vuelta a casa, vamos a reunir suficiente ánimo como para enfrentar los debates u optaremos por seguir viviendo en este casi limbo informativo vacacional.
Se viene acusando a la izquierda de hacer uso del pasado a beneficio del presente, con ese poquito de burla que a veces se dedica al dolor de los que no pudieron enterrar a sus muertos.
 Por eso sorprende que habiendo sostenido con firmeza que Franco y su dictadura deberían desaparecer del debate político, se haga uso con inusitada frecuencia de un lenguaje guerracivilesco.
 Casado, por ejemplo, que cuando considera que se ha topado con un hallazgo verbal lo repite como sorprendido de su propio ingenio, suele nombrar al “Frente Popular” para referirse al posible Gobierno de coalición liderado por Sánchez. 
Sin decirlo a las claras, responsabiliza al histórico Frente Popular de liarla parda y advierte del parecido entre una situación y otra.
 Es desasosegante. De igual manera, al presidente de su partido en Cataluña, Alejandro Fernández, no le tembló la voz cuando aludió al mítico “No pasarán” que animaba al pueblo de Madrid en su defensa de la ciudad sitiada por las tropas de Franco. Mitineaba Fernández recordando aquellos tiempos: “Empezaron a cantar ‘No pasarán’. Y vaya si pasamos. 
Y volveremos a pasar: esa es la libertad”. 
Yo me pregunto, ¿fue consciente de lo que decía o se trató de un acto fallido? Porque resulta ilógico andar quejándose del abuso de las palabras fascista o franquista, ciertamente abaratadas en el combate político, y luego recurrir sin pudor a una victoria franquista, glosada por Celia Gámez tras la guerra, para describir un posible futuro triunfo en unas elecciones democráticas: “Ya hemos pasao, decimos los facciosos/ ya hemos pasao, gritamos los rebeldes”. 
No estaría de más recurrir a ejemplos más democráticos.
Me espanta observar cómo el estilo agresivo, antipático, faltón, arrogante, despreciativo es el que hoy se celebra.
 ¿Cuánto tiempo hace falta para que esas maneras burlescas y revanchistas se nos contagien? ¿O estamos ya en ello?