Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 abr 2019

El controvertido heredero de la baronesa Thyssen

Borja, el primogénito de Carmen Cervera, afronta otro problema con Hacienda que se une a su polémica residencia en Andorra.

Blanca Cuesta y Borja Thyssen, en una exposición de cuadros de ella.
Blanca Cuesta y Borja Thyssen, en una exposición de cuadros de ella. Getty Images
Hace unas semanas, durante la Feria Arco en Madrid, Carmen Cervera saludaba a algunos periodistas y contaba cómo le iba la vida, esa que discurre desde hace tiempo en Andorra: “Allí estamos Borja y yo”. 
El primogénito de la baronesa Thyssen, siempre huidizo con la prensa, acompañaba a su madre pero evitó dar algún dato de cómo transcurren sus días.
En los últimos años, Borja Thyssen, de 39 años, ha afirmado vivir primero en Andorra; luego en Londres, en 2016; y otra vez en Andorra, desde principios de 2017, fecha en la que su esposa, Blanca Cuesta, y sus cuatro hijos fijaron su residencia en una lujosa casa de la exclusiva urbanización La Finca de Madrid.
 Ella, más proclive a hablar con los medios de comunicación, sobre todo cuando se trata de promocionar su reciente carrera como pintora, ha contado lo “duro y difícil” que le resulta a la familia estar separados.

Los kilómetros que les separan están motivados porque Borja Thyssen ha decidido instalarse en el Principado por motivos fiscales.
 Para mantener residencia en el extranjero, cualquier contribuyente debe demostrar que permanece en ese país más de la mitad del año: 183 días. 
En 2016, Hacienda pidió tres años de cárcel para él al creer que fingía vivir allí para eludir el pago de impuestos de la renta y de patrimonio del ejercicio 2007.
 El domicilio fiscal de Thyssen es motivo de controversia con el fisco desde junio de 2013, cuando Hacienda le denunció por evasión fiscal. 
Esta semana de nuevo Hacienda se ha fijado en él y esta vez también en su esposa, con la que lleva más de 20 años.
 

Hace unas semanas, durante la Feria Arco en Madrid, Carmen Cervera saludaba a algunos periodistas y contaba cómo le iba la vida, esa que discurre desde hace tiempo en Andorra: 
“Allí estamos Borja y yo”. 
El primogénito de la baronesa Thyssen, siempre huidizo con la prensa, acompañaba a su madre pero evitó dar algún dato de cómo transcurren sus días.
En los últimos años, Borja Thyssen, de 39 años, ha afirmado vivir primero en Andorra; luego en Londres, en 2016; y otra vez en Andorra, desde principios de 2017, fecha en la que su esposa, Blanca Cuesta, y sus cuatro hijos fijaron su residencia en una lujosa casa de la exclusiva urbanización La Finca de Madrid. 
Ella, más proclive a hablar con los medios de comunicación, sobre todo cuando se trata de promocionar su reciente carrera como pintora, ha contado lo “duro y difícil” que le resulta a la familia estar separados.
Los kilómetros que les separan están motivados porque Borja Thyssen ha decidido instalarse en el Principado por motivos fiscales.
 Para mantener residencia en el extranjero, cualquier contribuyente debe demostrar que permanece en ese país más de la mitad del año: 183 días.
 En 2016, Hacienda pidió tres años de cárcel para él al creer que fingía vivir allí para eludir el pago de impuestos de la renta y de patrimonio del ejercicio 2007.
 El domicilio fiscal de Thyssen es motivo de controversia con el fisco desde junio de 2013, cuando Hacienda le denunció por evasión fiscal.
 Esta semana de nuevo Hacienda se ha fijado en él y esta vez también en su esposa, con la que lleva más de 20 años.
La Fiscalía de Madrid ha solicitado tres años de prisión y el pago de una multa de un millón de euros por un delito de fraude fiscal. La pareja está acusada de defraudar 336.417,89 euros en 2010. Thyssen y su mujer presentaron la declaración de la renta correspondiente a ese año de manera conjunta, y declararon una ganancia patrimonial de 2.206.527,50 euros por la venta de las participaciones de Cas Capetó SL. cuando en realidad, los beneficios ascendieron a 3.792.564,92 euros, según la nota de la Fiscalía.
 Poca cosa si se compara con otras batallas que libra el hijo de Carmen Cervera desde hace años pero evidencia la situación límite en la que vive y el futuro sin aclarar que le espera.
Carmen Cervera, con su hijo Borja, en la última edicción de Arco.
Carmen Cervera, con su hijo Borja, en la última edicción de Arco. GTRESONLINE

Hace unas semanas, durante la Feria Arco en Madrid, Carmen Cervera saludaba a algunos periodistas y contaba cómo le iba la vida, esa que discurre desde hace tiempo en Andorra: “Allí estamos Borja y yo”. El primogénito de la baronesa Thyssen, siempre huidizo con la prensa, acompañaba a su madre pero evitó dar algún dato de cómo transcurren sus días.
En los últimos años, Borja Thyssen, de 39 años, ha afirmado vivir primero en Andorra; luego en Londres, en 2016; y otra vez en Andorra, desde principios de 2017, fecha en la que su esposa, Blanca Cuesta, y sus cuatro hijos fijaron su residencia en una lujosa casa de la exclusiva urbanización La Finca de Madrid. Ella, más proclive a hablar con los medios de comunicación, sobre todo cuando se trata de promocionar su reciente carrera como pintora, ha contado lo “duro y difícil” que le resulta a la familia estar separados.
Los kilómetros que les separan están motivados porque Borja Thyssen ha decidido instalarse en el Principado por motivos fiscales. Para mantener residencia en el extranjero, cualquier contribuyente debe demostrar que permanece en ese país más de la mitad del año: 183 días. En 2016, Hacienda pidió tres años de cárcel para él al creer que fingía vivir allí para eludir el pago de impuestos de la renta y de patrimonio del ejercicio 2007. El domicilio fiscal de Thyssen es motivo de controversia con el fisco desde junio de 2013, cuando Hacienda le denunció por evasión fiscal. Esta semana de nuevo Hacienda se ha fijado en él y esta vez también en su esposa, con la que lleva más de 20 años.
La Fiscalía de Madrid ha solicitado tres años de prisión y el pago de una multa de un millón de euros por un delito de fraude fiscal. La pareja está acusada de defraudar 336.417,89 euros en 2010. Thyssen y su mujer presentaron la declaración de la renta correspondiente a ese año de manera conjunta, y declararon una ganancia patrimonial de 2.206.527,50 euros por la venta de las participaciones de Cas Capetó SL. cuando en realidad, los beneficios ascendieron a 3.792.564,92 euros, según la nota de la Fiscalía. Poca cosa si se compara con otras batallas que libra el hijo de Carmen Cervera desde hace años pero evidencia la situación límite en la que vive y el futuro sin aclarar que le espera.
Carmen Cervera, con su hijo Borja, en la última edicción de Arco.
Carmen Cervera, con su hijo Borja, en la última edicción de Arco. GTRESONLINE
En una de las escasas declaraciones realizadas por Borja Thyssen aseguró que era “ley de vida” que poco a poco fuera familiarizándose con la valiosa colección de pintura de su madre. Pero de momento no tiene ningún papel oficial dentro de la estructura de la pinacoteca aunque, por lógica, se da por hecho que una vez que Pilar de Borbón se jubile del patronato su madre le colocará en el puesto.
 La relación de Borja Thyssen con el arte actual es un horizonte de niebla. Se saben pocas cosas con seguridad.
 Sí que compró en Arco una obra del artista británico Julian Opie, uno de los nombres habituales del mercado del arte, que es famoso por sus pinturas digitales en movimiento con una estética de cómic. Un trabajo cuyas obras rondan los 80.000 euros. Un presupuesto bajo para el talonario de la familia Thyssen.

Tampoco están muy documentadas las obras que posee el primogénito de la baronesa. Eso sí, aún se acuerdan en el Museo Thyssen de su entrada en 2009 acompañado por un notario para exigir dos cuadros pequeños pero muy interesantes. 
El primero Una mujer y dos niños junto a una fuente de Francisco de Goya y El bautismo de Cristo, del italiano Corrado Giaquinto. El primero fue un regalo del barón a Borja Thyssen por su bautizo y adopción en Nueva York en 1984.
 No hubo letras, solo palabras. Lo compró en la propia ciudad por la simbología que el agua y el niño tiene con el rito cristiano. Pasados los años, y tras recuperar su propiedad, lo sacó en 2016 a subasta en Christie's Londres pero en el último momento retiró la obra y renunció a los casi seis millones de euros que podría haber alcanzado.

Cuando el 15 de febrero de 2002 Borja Thyssen-Bornemisza aceptó el acuerdo de reparto de la fortuna de su padre tenía 21 años y cualquiera podría pensar que sus problemas se habían acabado para siempre.
 El conocido como pacto de Basilea distribuía entre sus herederos —incluidos sus cinco hijos, Georg, Francesca, Lorne, Alexander y Borja— un patrimonio estimado en más de 3.000 millones de euros, aunque su valor real fuera incalculable, a tenor de las obras de arte que incluía y los récords de venta que este tipo de bienes siguen batiendo cada año en las subastas más selectas. Pero no ha sido así.
 Borja es objetivo de Hacienda.
Lo único que ha conseguido es mantener la relación con su madre tras la reconciliación que llegó a través de abogados en el verano de 2014, tras siete años de desavenencias.

 

Miguel Bosé contra todos................................... Elena Reina ...

Un cordón de seguridad rodea al cantante e impide que la prensa mexicana se le acerque.

Miguel Bosé, en junio de 2017 en Madrid. En vídeo, el cantante arremete contra Michelle Bachelet en el concierto Venezuela Aid Live.

 

Un día de 2006 Miguel Bosé le cantaba a la entonces candidata a presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que la amaría "como no está permitido". 
La acompañaba a sus actos de campaña, se declaraba "fan" de ella e incluso reconocía que cada vez que se la encontraba le decía "lo guapa que estaba". 
Pero ese Bosé, es otro.
El pasado 22 de febrero, el cantante, vestido con guayabera blanca —como muchos de los demás colegas que se subieron ese día a cantar en un concierto benéfico por Venezuela, en apoyo a Juan Guaidó y contra Nicolás Maduro—, sacó a relucir el nuevo Bosé, que llevaba meses gestándose entre polémicas en España, y estalló: "Mueve tus nalgas aquí y haz valer la autoridad que tienes, o si no, para esto no sirves, fuera Michelle".
 Unos días más tarde y sin entrar a la discusión con el cantante, la ahora alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, denunciaba torturas y ejecuciones en el Gobierno de Maduro.
 No le importó, se dirigió nuevamente a ella como "cobarde" y "cómplice". 
Unas declaraciones por las que tuvo que emitir dos comunicados pidiendo perdón a la expresidenta y al pueblo chileno.

Contra Nicolás Maduro llegó a decir: "Maduro, pedazo de malnacido, sabíamos que eres incompetente, ignorante, farsante, dictador, marioneta, corrupto, narco, cobarde, criminal, pero ahora ya sabemos que eres el asesino criminal del pueblo venezolano. Que Dios te maldiga y te fulmine. Y pronto!!!".
No era la primera vez que el público veía a ese Bosé enfurecido. Desde que abandonara España y se mudara a México, tras su escandalosa ruptura con el escultor Nacho Palau, y un enfrentamiento legal con él por la custodia de sus cuatro hijos (dos de ellos se han mudado con el artista a México), Bosé, referente internacional para América Latina, ha mostrado una imagen dura, hermética y muy distinta a la calidez a la que había acostumbrado al público latinoamericano.
 Las críticas entre la prensa mexicana solo tardaron unas semanas en llegar.

A finales de marzo la periodista mexicana del corazón Shanik Berman denunció que el español la había agredido en una cena con comunicadores. 
Se encontraban en un evento organizado por Televisa para presentar el nuevo programa Pequeños Gigantes, un concurso infantil de baile donde Bosé forma parte del jurado junto a la estrella de las telenovelas mexicanas, Verónica Castro. 
Los organizadores habían avisado a la prensa de que estaba prohibido grabar con el móvil dentro de la cena: 
"Miguel Bosé odia que lo estén grabando, no lo hagan", cuenta a este diario otro de los asistentes a aquella cita, que prefiere no dar su nombre, sobre la advertencia que recibieron. 
"Ella no hizo caso y grabó, lo que enfadó mucho a Miguel", añade el testigo, que aunque estaba cerca de aquella escena, asegura que no vio ninguna agresión explícita por parte del cantante.
Miguel Bose, en una imagen de 'Pequeños Gigantes', junto a Verónica Castro. 
Miguel Bose, en una imagen de 'Pequeños Gigantes', junto a Verónica Castro. CORDON PRESS
Esa noche el artista se levantó y se fue. 
Para la mayoría de los asistentes, aquel gesto supuso un desplante a la prensa de México.
 Una afrenta que no sorprendió a tantos, pues se había mostrado reacio a tratar con los medios también en este país.
 Apenas daba ruedas de prensa, ni siquiera en los eventos con fundaciones, poco o nada se sabe de su vida privada en México y la cadena de televisión para la que trabaja (Televisa) lo tiene blindado. Ningún asistente de un medio de comunicación tiene permitido hacer fotos o vídeo durante las grabaciones del programa Pequeños Gigantes, y mucho menos acercarse a él.
Desde este lado del océano no entienden de dónde viene esta nueva hostilidad. 
"Aquí es lo que llamamos un personaje clásico, que forma parte de la cultura popular. Sería como nuestro Emmanuel o Manuel Mijares. 
No es la gran estrella, pero sí sigue siendo un referente internacional", señala Gilberto Barrera, responsable de Espectáculos en Televisa. 
Un "personaje clásico", en la jerga de la prensa rosa quiere decir que tampoco tiene una horda de paparazis persiguiéndolo por la calle.
 La única foto que le robaron fue para la revista TvNotas, y en el sector se habla de que no costó más de 20.000 pesos comprarla (unos 935 euros), un precio razonable para lo que suele desembolsar por una estrella el papel couché.
 Y la imagen ni siquiera ocupó las portadas de ese número.
Su presentación en los Grammy Latinos en noviembre hizo que se encendieran algunas alarmas. 
"Miguel Bosé no está bien", "¿Qué le pasa en la voz", "No se le entiende nada", comentaban algunos asistentes a aquella ceremonia de premios.
 También, resurgieron muchos comentarios en redes que llegaron a hacer viral la preocupación por la salud del cantante. 
En enero, después de dos meses de silencio absoluto, el propio artista respondía a las críticas en su cuenta de Instagram: "Estoy de vacaciones, estoy tranquilo, estoy feliz y no voy a contestar a ninguna tontería, ¿vale? Feliz año".
A excepción de que a principios de octubre apareció en el photocall de una exposición en Madrid, donde apenas hizo declaraciones, hace más de seis meses que Miguel Bosé no visita España.
 Su presencia en el juicio de su madre en marzo —por la por la supuesta apropiación indebida de una obra de Picasso— la solventó con una videoconferencia desde México.
 Su asistencia más esperada, no obstante, era la gala contra el sida, celebrada el pasado 20 de noviembre por la fundación Lucha contra el Sida para recaudar fondos destinados a la investigación de esta enfermedad.
 Tradicional maestro de ceremonias de las ediciones anteriores, el cantante fue la gran ausencia de la noche.
 En su puesto de presentador estuvo Jesús Vázquez.
Esta semana ha cumplido 63 años de nuevo envuelto en polémica. La última publicación en sus redes sociales este jueves ha apuntado otra vez contra Bachelet.
 En un vídeo corto, aparece Bosé en una habitación a oscuras; prende una vela y susurra: "Michelle, Michelle...".
 Está haciendo referencia al apagón que vive Venezuela desde hace casi un mes, pero por si quedaba alguna duda, añade:
 "No está. Se fue...- Pa Caracas? -Noooo!!!! Pa México!!! -A qué, si pa dónde tié que ir es pa Caracas!!! - Pues no lo sé. #BacheletDóndeEstás".




Antonio Soler gana el Premio Nacional de la Crítica por su libro ‘Sur’

El escritor malagueño ya obtuvo el mismo galardón en 1996 por ‘Las bailarinas muertas’. Raquel Lanseros gana con ‘Matria’ la categoría de poesía.

 
Antonio Soler, en su casa en Málaga.
Antonio Soler, en su casa en Málaga.
El escritor Antonio Soler (Málaga, 1956) ha sido galardonado con el Premio Nacional de la Crítica por su obra Sur (Galaxia Gutenberg).
 Soler ya había obtenido el galardón que otorga desde 1956 la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL) en 1996, por su novela Las bailarinas muertas.
 Los últimos ganadores del premio fueron Javier Marías en 2017 por Berta Isla y Fernando Aramburu en 2016 por Patria.
 En la categoría de poesía, el galardón ha recaído en Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973), por su libro Matria (Visor, 2019).
El presidente de la AECL, Ángel Basanta, ha sido el encargado de leer el acta del jurado, reunido desde ayer en la localidad leonesa de Villafranca del Bierzo, donde se ha hecho público el fallo este mediodía.
Antonio Soler ha acumulado durante su carrera literaria numerosos galardones, entre ellos el Premio Nadal de 2004 por El camino de los ingleses, o el Premio Herralde de 1996 por Las bailarinas muertas
La novela Sur había obtenido precisamente dos distinciones a lo largo de este último año, el Premio Francisco Umbral de 2019 y, en verano pasado, el Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo.
Sur es una novela monumental, de medio millar de páginas, y de enorme ambición literaria, en la que se relata un caluroso día de agosto de 2016 en la ciudad de Málaga a través de un mosaico de personajes variopintos y de sus vidas.
 En el reto de Antonio Soler de colocar su ciudad natal en el gran mapa de las ciudades literarias están claras influencias como el Ulises de James Joyce o Manhattan Transfer, de John Dos Passos, sin olvidar otros libros como Mrs. Dalloway, de Virgina Woolf, o Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, ni la huella de Faulkner.
 El escritor admite de buena gana lo que le ha marcado la peripecia de Leopold Bloom por Dublín, no en balde es miembro fundacional de la Orden del Finnegans que venera la novela de Joyce y celebra sacramentalmente el Bloomsday cada año.
 A Soler es fácil encontrártelo el 16 de junio en Dublín junto a Enrique Vila-Matas y demás fans joyceanos recorriendo el itinerario del moderno Ulises.

“Sí, algo de eso ha influido en Sur, incluso creo recordar que la primera idea la tuve allí”, explica telefónicamente. 
“Sur es una novela con tantos personajes y tantas arterias que no tiene un único punto de arranque pero al ver aquellas placas en el suelo que marcan el trayecto me dije ¿y por qué no, por qué no intentarlo?
 Es otra novela, naturalmente, y a la medida de mis fuerzas.
 Sin embargo sí que hay ese intento de tomar una ciudad, mi ciudad, y convertirla en literatura. 
Ese fue uno de mis motivos. 
No hay una gran novela sobre Málaga, puede sonar pretencioso pero quise hacerla, esta ciudad ha sido muy generosa conmigo, y he intentado devolverle algo.
 En todo caso creo que la ambición tiene que estar en todo proyecto litearario, luego saldrá lo que sea, pero hay que tratar de dar lo mejor. Fui atleta y cuando competía nunca pensaba en legar el 14º"·.
Para Soler, “Joyce es una Biblia, en la que hay de todo, lo he leído desde muy joven y siempre me ronda”. Subraya que en Sur, no obstante, también ha pensado en no provocarle “dolor de cabeza“ al lector. 
“El mío es otro desafío, hago aparecer multitud de personajes y uso técnicas narrativas muy distintas, relato en primera, segunda y tercera persona, flujo de conciencia, publicidad, whatsapp... , pero trato de no avasallar, que el lector común pueda transitar bien por la historia sin tener que hacer un esfuerzo desmesurado”.
 Hay fragmentos sin puntuación. 
“Y en toda la novela un uso no ortodoxo de la misma. 
 Cuando envié la novela a la editorial advertí muy claramente a la correctora de que no me la cambiara porque era así”.
 El autor premiado recalca que Sur es producto “de una experiencia de 30 años escribiendo, en la que he acumulado ciertos conocimientos, y de mi concepción muy clara de la literatura”. Señala que decidió crearla como “un acto de absoluta libertad”, sin plegarse a ninguna estrategia comercial, haciendo lo que le apetecía y que fuera lo que Dios quisiera. 
“Sabía que en Galaxia no me iban a discutir un proyecto literario de estas características pero estaba dispuesto a que no se entendiera y apreciara al publicarla. 
Era lo que quería y ambicionaba hacer, y resulta que ha funcionado”.
Soler describe Sur como "un gran juego, en el que lo he pasado muy bien, una novela llena de juegos internos, algunos más explícitos, otros más privados. 
Es difícil de contar. Hay acciones múltiples y 230 personajes, de los que cerca de una veintena son protagonistas y los otros personas paralelas como las que existen en la vida. 
Mi idea tiene que ver también con El diablo cojuelo, de Luis Vélez de Guevara, el intento de levantar los tejados de la ciudad para ver cómo vive la que denominamos gente normal, la gente con la que nos encontramos, y sus fantasmas, sus deseos , lo que expresan y lo que se guardan, ese marasmo de emociones y sentimientos. 
La línea argumental camina por el desafío de mostrar todo lo que sucede en una ciudad moderna contemporánea. 
Como es una novela polifónica, las técnicas narrativas tienen que serlo también”. 
Se ha hablado de Pío Baroja como influencia. “En mi juventud me interesó mucho y hace unos años he vuelto a leer La busca y Aurora roja. 
 Puede que haya algo. Hay en Sur algunos personajes marginales, yonquis, gente que trapichea... 
Pero de ahí para arriba hay mucha clase media baja, que está poco reflejada en nuestra literatura y que choca al verla en una novela. Son personas con apuros y más en 2016, con el impacto de la crisis, no he buscado la fecha porque sí, pero no son gente marginal.
 En la novela también aparece clase media alta, profesionales liberales, empresarios”.
 Soler gana el premio de la crítica por segunda vez (ya lo hizo en 1996 con Las bailarinas muertas).
 “No es habitual, lo han ganado dos veces solo grandes escritores como Vargas Llosa, Juan Marsé o Javier Marías.
 Es un honor estar ahí”, concluye.

 

María José Carrasco estuvo 10 años esperando una residencia

 
 

Su marido pospuso tres veces una operación de espalda porque no consiguió que ella estuviera atendida mientras él pasaba la convalecencia.

 

María José Carrasco, en su casa en octubre pasado. En vídeo, la grabación en la que Carrasco confirmó que quería suicidarse.
María José Carrasco, la mujer con esclerosis múltiple en fase terminal que se suicidó el miércoles ingiriendo unos medicamentos que le había preparado su marido, Ángel Hernández, estuvo 10 años en lista de espera para ingresar en una residencia. 
.Finalmente, murió sin haber llegado a obtener una plaza, ni siquiera de forma temporal, como solicitaron para que él pudiera operarse de una hernia, según los documentos que presentaron a la Comunidad de Madrid el año pasado.

La "atención residencial", el nombre burocrático para definir una plaza en una residencia asistida, le fue concedida el 15 de septiembre de 2009 por Miguel Ángel García Martín, entonces director general de Coordinación de Dependencia de la Comunidad de Madrid. 
En la resolución, se le reconoce a Carrasco un grado de dependencia III, nivel 1, de los más altos de la escala y que, en teoría, deben recibir atención prioritaria.
 Pero la plaza de residencia nunca se hizo efectiva así que la mujer continuó en su casa.
Hasta entonces, según la documentación que la pareja facilitó a EL PAÍS, la habían cuidado su madre (fallecida en 2009 después de padecer párkinson) y Hernández.
 El marido, técnico de imagen, solicitó en 2010 la jubilación anticipada con 61 años para poder cuidarla, después de haber estado una larga temporada con reducción de jornada y un permiso extraordinario por el mismo motivo.
 Coincidiendo con la enfermedad de la madre, en 2007 la pareja pidió una plaza para Carrasco, que tenía reconocida la gran invalidez desde 1996, en el Centro para Esclerosis Múltiple Alicia Koplowitz de Madrid, que le fue denegada.

La situación empeoró el año pasado. 
Entonces Hernández tenía 69 años y su espalda se resintió ("esponditolistesis discopatía degenerativa") y tuvo una hernia umbilical.
 Los documentos médicos que posee, lo achacan a "los esfuerzos físicos de esa ayuda [que presta a su mujer], unidos a su edad avanzada".  
 Diagnosticaron que la espalda tenía que ser operada, así que la pareja pidió una residencia temporal para Carrasco mientras él se sometía a la intervención y se recuperaba, ya que no tienen "familiar alguno para su sustitución".
 Enviaron la solicitud el 2 de febrero de 2018, un día después de que él reciba las indicaciones médicas en la Fundación Jiménez Díaz.
 Esta se registró en la oficina de Moncloa-Aravaca el 6 de febrero.
El 20 del mismo mes, el hospital comunicó a Hernández que la fecha de su operación sería el día 27. 
Como la pareja aún no había recibido respuesta de la Comunidad de Madrid sobre el ingreso de ella, pidieron que se retrasase la intervención, que se pospuso un mes, para el 20 de marzo.
Tres días después, el 23 de febrero, llegó la respuesta oficial para Carrasco:
 "No podrá disfrutarse de un nuevo ingreso temporal hasta transcurrido un año desde la finalización del anterior, salvo en circunstancias excepcionales que así lo exijan".
 El Gobierno regional considera en ese documento que ya disponen de la plaza concedida en 2009, aunque esa plaza nunca se hizo efectiva.

El matrimonio aún manifestaba su indignación e incredulidad en octubre del año pasado, cuando recibieron a EL PAÍS.
 "Después de 10 años en lista de espera, nos niegan la ayuda porque dicen que ya la hemos recibido", contaba Hernández.
 "Tampoco consideraron que esta era una circunstancia excepcional".


Culebrón burocrático

A partir de esa fecha, el culebrón burocrático se enreda. 
El matrimonio presenta un recurso de alzada y la Administración reconoce el error y ofrece una plaza, pero solo si retiran el recurso. Mientras tanto, la segunda fecha para la operación de él, el 20 de marzo, ya ha pasado. 
Ellos deciden mantener el recurso, confiando en que les sea concedida la plaza permanente a la que tienen derecho desde hace 10 años.
En mayo pasado parece que se acerca la solución. El 11 reciben una llamada de la Comunidad.
 El 14 compran una silla de ruedas que esperan que le sirva a Carrasco para estar mejor en la residencia a la que creen que va a ir, con un "gasto cercano a 1.000 euros". 
Y el 17 llega la decepción: para tener acceso a la residencia temporal, tienen que renunciar a pedir la permanente, y esperar a que acabe una prestación para solicitar la otra.
 Se niegan.
El 24 de mayo, la Fundación Jiménez Díaz notifica a Hernández que no puede seguir postergando la operación.
 Pasados tres meses desde que le ofrecieron la cita, deben sacarle de la lista de espera. 
El 10 de junio, sin haber recibido respuesta de la Comunidad, el recurso decae por silencio administrativo.
 Queda en vigor la negativa de conceder la atención por el supuesto disfrute de una plaza anterior.

Olatz Alberdi, la abogada de Hernández, afirma que el proceso acabó ahí porque a la pareja le ofrecieron cuidados paliativos. 
Ellos lo confirman, pero en su día dijeron a EL PAÍS que renunciaron a ello —y de esto no hay base documental— porque les negaron la sedación que ella quería, y que a cambio les ofrecían más calmantes o incluso intubarla para alimentarla.
Fue cuando Carrasco dijo: "Yo no quiero dormirme, quiero morirme". Tampoco tuvieron atención paliativa a domicilio. En aquella entrevista de octubre, negaron que la decisión de que ella se suicidara con la ayuda de Hernández estuviera motivada por la falta de paliativos.
 Ya tenían los productos que iban a usar, contaron. "Como ateos, no creemos que haya algo después.
 Esto se acaba cuando se acaba. 
 Lo que ella quiere es decidir cuándo", dijo él.
La decisión llegó el miércoles. Carrasco tomó la medicina que le había preparado su marido. 
Él quedó libre la noche del jueves. Ahora podrá volver a pedir que le operen.