Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 abr 2019

Antonio Soler gana el Premio Nacional de la Crítica por su libro ‘Sur’

El escritor malagueño ya obtuvo el mismo galardón en 1996 por ‘Las bailarinas muertas’. Raquel Lanseros gana con ‘Matria’ la categoría de poesía.

 
Antonio Soler, en su casa en Málaga.
Antonio Soler, en su casa en Málaga.
El escritor Antonio Soler (Málaga, 1956) ha sido galardonado con el Premio Nacional de la Crítica por su obra Sur (Galaxia Gutenberg).
 Soler ya había obtenido el galardón que otorga desde 1956 la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL) en 1996, por su novela Las bailarinas muertas.
 Los últimos ganadores del premio fueron Javier Marías en 2017 por Berta Isla y Fernando Aramburu en 2016 por Patria.
 En la categoría de poesía, el galardón ha recaído en Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973), por su libro Matria (Visor, 2019).
El presidente de la AECL, Ángel Basanta, ha sido el encargado de leer el acta del jurado, reunido desde ayer en la localidad leonesa de Villafranca del Bierzo, donde se ha hecho público el fallo este mediodía.
Antonio Soler ha acumulado durante su carrera literaria numerosos galardones, entre ellos el Premio Nadal de 2004 por El camino de los ingleses, o el Premio Herralde de 1996 por Las bailarinas muertas
La novela Sur había obtenido precisamente dos distinciones a lo largo de este último año, el Premio Francisco Umbral de 2019 y, en verano pasado, el Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo.
Sur es una novela monumental, de medio millar de páginas, y de enorme ambición literaria, en la que se relata un caluroso día de agosto de 2016 en la ciudad de Málaga a través de un mosaico de personajes variopintos y de sus vidas.
 En el reto de Antonio Soler de colocar su ciudad natal en el gran mapa de las ciudades literarias están claras influencias como el Ulises de James Joyce o Manhattan Transfer, de John Dos Passos, sin olvidar otros libros como Mrs. Dalloway, de Virgina Woolf, o Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, ni la huella de Faulkner.
 El escritor admite de buena gana lo que le ha marcado la peripecia de Leopold Bloom por Dublín, no en balde es miembro fundacional de la Orden del Finnegans que venera la novela de Joyce y celebra sacramentalmente el Bloomsday cada año.
 A Soler es fácil encontrártelo el 16 de junio en Dublín junto a Enrique Vila-Matas y demás fans joyceanos recorriendo el itinerario del moderno Ulises.

“Sí, algo de eso ha influido en Sur, incluso creo recordar que la primera idea la tuve allí”, explica telefónicamente. 
“Sur es una novela con tantos personajes y tantas arterias que no tiene un único punto de arranque pero al ver aquellas placas en el suelo que marcan el trayecto me dije ¿y por qué no, por qué no intentarlo?
 Es otra novela, naturalmente, y a la medida de mis fuerzas.
 Sin embargo sí que hay ese intento de tomar una ciudad, mi ciudad, y convertirla en literatura. 
Ese fue uno de mis motivos. 
No hay una gran novela sobre Málaga, puede sonar pretencioso pero quise hacerla, esta ciudad ha sido muy generosa conmigo, y he intentado devolverle algo.
 En todo caso creo que la ambición tiene que estar en todo proyecto litearario, luego saldrá lo que sea, pero hay que tratar de dar lo mejor. Fui atleta y cuando competía nunca pensaba en legar el 14º"·.
Para Soler, “Joyce es una Biblia, en la que hay de todo, lo he leído desde muy joven y siempre me ronda”. Subraya que en Sur, no obstante, también ha pensado en no provocarle “dolor de cabeza“ al lector. 
“El mío es otro desafío, hago aparecer multitud de personajes y uso técnicas narrativas muy distintas, relato en primera, segunda y tercera persona, flujo de conciencia, publicidad, whatsapp... , pero trato de no avasallar, que el lector común pueda transitar bien por la historia sin tener que hacer un esfuerzo desmesurado”.
 Hay fragmentos sin puntuación. 
“Y en toda la novela un uso no ortodoxo de la misma. 
 Cuando envié la novela a la editorial advertí muy claramente a la correctora de que no me la cambiara porque era así”.
 El autor premiado recalca que Sur es producto “de una experiencia de 30 años escribiendo, en la que he acumulado ciertos conocimientos, y de mi concepción muy clara de la literatura”. Señala que decidió crearla como “un acto de absoluta libertad”, sin plegarse a ninguna estrategia comercial, haciendo lo que le apetecía y que fuera lo que Dios quisiera. 
“Sabía que en Galaxia no me iban a discutir un proyecto literario de estas características pero estaba dispuesto a que no se entendiera y apreciara al publicarla. 
Era lo que quería y ambicionaba hacer, y resulta que ha funcionado”.
Soler describe Sur como "un gran juego, en el que lo he pasado muy bien, una novela llena de juegos internos, algunos más explícitos, otros más privados. 
Es difícil de contar. Hay acciones múltiples y 230 personajes, de los que cerca de una veintena son protagonistas y los otros personas paralelas como las que existen en la vida. 
Mi idea tiene que ver también con El diablo cojuelo, de Luis Vélez de Guevara, el intento de levantar los tejados de la ciudad para ver cómo vive la que denominamos gente normal, la gente con la que nos encontramos, y sus fantasmas, sus deseos , lo que expresan y lo que se guardan, ese marasmo de emociones y sentimientos. 
La línea argumental camina por el desafío de mostrar todo lo que sucede en una ciudad moderna contemporánea. 
Como es una novela polifónica, las técnicas narrativas tienen que serlo también”. 
Se ha hablado de Pío Baroja como influencia. “En mi juventud me interesó mucho y hace unos años he vuelto a leer La busca y Aurora roja. 
 Puede que haya algo. Hay en Sur algunos personajes marginales, yonquis, gente que trapichea... 
Pero de ahí para arriba hay mucha clase media baja, que está poco reflejada en nuestra literatura y que choca al verla en una novela. Son personas con apuros y más en 2016, con el impacto de la crisis, no he buscado la fecha porque sí, pero no son gente marginal.
 En la novela también aparece clase media alta, profesionales liberales, empresarios”.
 Soler gana el premio de la crítica por segunda vez (ya lo hizo en 1996 con Las bailarinas muertas).
 “No es habitual, lo han ganado dos veces solo grandes escritores como Vargas Llosa, Juan Marsé o Javier Marías.
 Es un honor estar ahí”, concluye.

 

María José Carrasco estuvo 10 años esperando una residencia

 
 

Su marido pospuso tres veces una operación de espalda porque no consiguió que ella estuviera atendida mientras él pasaba la convalecencia.

 

María José Carrasco, en su casa en octubre pasado. En vídeo, la grabación en la que Carrasco confirmó que quería suicidarse.
María José Carrasco, la mujer con esclerosis múltiple en fase terminal que se suicidó el miércoles ingiriendo unos medicamentos que le había preparado su marido, Ángel Hernández, estuvo 10 años en lista de espera para ingresar en una residencia. 
.Finalmente, murió sin haber llegado a obtener una plaza, ni siquiera de forma temporal, como solicitaron para que él pudiera operarse de una hernia, según los documentos que presentaron a la Comunidad de Madrid el año pasado.

La "atención residencial", el nombre burocrático para definir una plaza en una residencia asistida, le fue concedida el 15 de septiembre de 2009 por Miguel Ángel García Martín, entonces director general de Coordinación de Dependencia de la Comunidad de Madrid. 
En la resolución, se le reconoce a Carrasco un grado de dependencia III, nivel 1, de los más altos de la escala y que, en teoría, deben recibir atención prioritaria.
 Pero la plaza de residencia nunca se hizo efectiva así que la mujer continuó en su casa.
Hasta entonces, según la documentación que la pareja facilitó a EL PAÍS, la habían cuidado su madre (fallecida en 2009 después de padecer párkinson) y Hernández.
 El marido, técnico de imagen, solicitó en 2010 la jubilación anticipada con 61 años para poder cuidarla, después de haber estado una larga temporada con reducción de jornada y un permiso extraordinario por el mismo motivo.
 Coincidiendo con la enfermedad de la madre, en 2007 la pareja pidió una plaza para Carrasco, que tenía reconocida la gran invalidez desde 1996, en el Centro para Esclerosis Múltiple Alicia Koplowitz de Madrid, que le fue denegada.

La situación empeoró el año pasado. 
Entonces Hernández tenía 69 años y su espalda se resintió ("esponditolistesis discopatía degenerativa") y tuvo una hernia umbilical.
 Los documentos médicos que posee, lo achacan a "los esfuerzos físicos de esa ayuda [que presta a su mujer], unidos a su edad avanzada".  
 Diagnosticaron que la espalda tenía que ser operada, así que la pareja pidió una residencia temporal para Carrasco mientras él se sometía a la intervención y se recuperaba, ya que no tienen "familiar alguno para su sustitución".
 Enviaron la solicitud el 2 de febrero de 2018, un día después de que él reciba las indicaciones médicas en la Fundación Jiménez Díaz.
 Esta se registró en la oficina de Moncloa-Aravaca el 6 de febrero.
El 20 del mismo mes, el hospital comunicó a Hernández que la fecha de su operación sería el día 27. 
Como la pareja aún no había recibido respuesta de la Comunidad de Madrid sobre el ingreso de ella, pidieron que se retrasase la intervención, que se pospuso un mes, para el 20 de marzo.
Tres días después, el 23 de febrero, llegó la respuesta oficial para Carrasco:
 "No podrá disfrutarse de un nuevo ingreso temporal hasta transcurrido un año desde la finalización del anterior, salvo en circunstancias excepcionales que así lo exijan".
 El Gobierno regional considera en ese documento que ya disponen de la plaza concedida en 2009, aunque esa plaza nunca se hizo efectiva.

El matrimonio aún manifestaba su indignación e incredulidad en octubre del año pasado, cuando recibieron a EL PAÍS.
 "Después de 10 años en lista de espera, nos niegan la ayuda porque dicen que ya la hemos recibido", contaba Hernández.
 "Tampoco consideraron que esta era una circunstancia excepcional".


Culebrón burocrático

A partir de esa fecha, el culebrón burocrático se enreda. 
El matrimonio presenta un recurso de alzada y la Administración reconoce el error y ofrece una plaza, pero solo si retiran el recurso. Mientras tanto, la segunda fecha para la operación de él, el 20 de marzo, ya ha pasado. 
Ellos deciden mantener el recurso, confiando en que les sea concedida la plaza permanente a la que tienen derecho desde hace 10 años.
En mayo pasado parece que se acerca la solución. El 11 reciben una llamada de la Comunidad.
 El 14 compran una silla de ruedas que esperan que le sirva a Carrasco para estar mejor en la residencia a la que creen que va a ir, con un "gasto cercano a 1.000 euros". 
Y el 17 llega la decepción: para tener acceso a la residencia temporal, tienen que renunciar a pedir la permanente, y esperar a que acabe una prestación para solicitar la otra.
 Se niegan.
El 24 de mayo, la Fundación Jiménez Díaz notifica a Hernández que no puede seguir postergando la operación.
 Pasados tres meses desde que le ofrecieron la cita, deben sacarle de la lista de espera. 
El 10 de junio, sin haber recibido respuesta de la Comunidad, el recurso decae por silencio administrativo.
 Queda en vigor la negativa de conceder la atención por el supuesto disfrute de una plaza anterior.

Olatz Alberdi, la abogada de Hernández, afirma que el proceso acabó ahí porque a la pareja le ofrecieron cuidados paliativos. 
Ellos lo confirman, pero en su día dijeron a EL PAÍS que renunciaron a ello —y de esto no hay base documental— porque les negaron la sedación que ella quería, y que a cambio les ofrecían más calmantes o incluso intubarla para alimentarla.
Fue cuando Carrasco dijo: "Yo no quiero dormirme, quiero morirme". Tampoco tuvieron atención paliativa a domicilio. En aquella entrevista de octubre, negaron que la decisión de que ella se suicidara con la ayuda de Hernández estuviera motivada por la falta de paliativos.
 Ya tenían los productos que iban a usar, contaron. "Como ateos, no creemos que haya algo después.
 Esto se acaba cuando se acaba. 
 Lo que ella quiere es decidir cuándo", dijo él.
La decisión llegó el miércoles. Carrasco tomó la medicina que le había preparado su marido. 
Él quedó libre la noche del jueves. Ahora podrá volver a pedir que le operen.

 

5 abr 2019

LEONARD COHEN - Take this waltz - TVRIP - 1988 - Subtitulado inglés y es...

LEONARD COHEN - Take this waltz - TVRIP - 1988 - Subtitulado inglés y es...

Jane Fonda desvela que ha sufrido varios episodios graves de cáncer

La actriz, de 81 años, se toma con un humor sus problemas de salud que también incluyen osteoporosis.

Jane Fonda en el pasado Festival de Cannes en mayo.
Jane Fonda en el pasado Festival de Cannes en mayo. GTRES
Jane Fonda ha desvelado que en el pasado ha sufrido varios episodios de cáncer. 
"He tenido mucho cáncer", ha contado a la edicción británica de la revista Vogue del mes de abril.
 La actriz, de 81 años, recordó, por ejemplo, que en los Globos de Oro de 2016 la elección de su vestido fue estratégica para cubrir cualquier evidencia de recuperación de una mastectomía.
“¿Salí del auto con un extraño vestido blanco con volantes? Eso era porque acababa de hacerme una mastectomía y tuve que cubrir mis vendajes ", dijo.
 Sin especificar su diagnóstico a día de hoy, reflexionó: "Es un proceso continuo ... Así que eso es todo".
Jane Fonda con un consolador en la mano en una escena de la serie 'Grace y Frankie'.
Jane Fonda con un consolador en la mano en una escena de la serie 'Grace y Frankie'.
También señaló que ser una "adoradora del sol" ha dado como resultado visitas frecuentes a su médico para que elimine los tumores. 
"Cuando tengo un día libre, con frecuencia voy a mi médico de la piel y un cirujano me corta las cosas", dijo. 
Hace un año en al programa Build Series al que llegó para promocionar la cuarta temporada de la serie que protagoniza en Netflix, Grace and Frankie sorprendió a todos los asistentes cuando apareció con un vendaje en el labio inferior. 
Antes de su intervención, la veterana intérprete decidió aclarar el motivo de la herida en su boca y explicó que se había visto obligada a pasar por quirófano para eliminar un tumor.
 "Quiero explicar lo de la tirita. Me acaban de extirpar un tumor cancerígeno del labio. 
Pensé que se iba a curar a tiempo antes de venir aquí, pero está bien. 
Solo quiero explicarlo, normalmente no voy así", reveló con calma y normalidad.
Fonda, que ha capitalizado el envejecimiento con gracia tanto dentro como fuera de la pantalla, también mencionó que sufre osteoporosis.
 "Es hereditaria", dijo a la vez que contó que se ha sometido a varias operaciones de reemplazo de cadera y rodilla. 
"El cartílago desaparece y luego es hueso sobre hueso, y luego uy...", dijo.
 "Pero vivimos en una época en la que puedes obtener uno nuevo". Y contó que fue feliz al tener su primer reemplazo de rodilla: "Estaba comenzando una nueva relación y tenía que ser capaz de arrodillarme".

En 2012, cuando mantenía su relación con Richard Perry, cuatro años menor que ella, afirmó en una entrevista que desde hacía tres años tomaba testosterona y que le ayudaba a llevar una vida sexual extraordinaria. 
La hormona masculina también se produce para mujeres en pastillas y parches y Fonda afirmó que suponían "una enorme diferencia si se pretende mantener una actividad sexual cuando la libido ha bajado".
Pero a pesar de su falta de interés por encontrar un nuevo novio, Jane Fonda sabe de qué habla y no se corta en tratar lo que algunos denominan sexo geriátrico: 
"He escrito un libro sobre el tema. Trataba sobre todo sobre el proceso de envejecer pero tenía capítulos sobre sexo.
 Entrevisté a mucha gente de noventa años, incluso a una pareja en la que ambos tenían más de 100.
 A esa edad todo es diferente y puedo hablar de ello porque tengo más de 80.
 Uno pierde ciertas cosas, como la espontaneidad, especialmente si el hombre también es mayor. 
Pero planificar puede ser muy erótico.
 Y a la vez para las mujeres es mejor a esta edad, porque conocemos mejor nuestros cuerpos y ya no tenemos miedo a pedir lo que nos gusta".