Alemania
se vuelca en las celebraciones del aniversario de la institución,
reparando el error histórico de hace un siglo, cuando los nazis forzaron
su cierre y provocaron el exilio de sus líderes.
Una
mujer posa en 1926 con una máscara de Oskar Schlemmer sobre la silla
Wassily, de Marcel Breuer. En vídeo, el centenario de la Bauhaus en dos
minutos.STEPHAN CONSEMÜLLER (ERICH CONSEMÜLLER)Vídeo: EPV
La Bauhaus
abrió sus puertas hace un siglo. El 1 de abril de 1919, los estudiantes
cruzaron por primera vez el umbral. Los profesores, todavía alojados en
hoteles, empezaron a trabajar en seminarios que alternaban la artesanía
y los saberes técnicos, con el objetivo de generar un arte adaptado a
las necesidades de la sociedad alemana de posguerra. Las facciones más
conservadoras de Weimar pusieron el grito en el cielo: en sus aulas
había mujeres y hasta extranjeros. El cataclismo bélico había dejado la
moral nacional por los suelos, pero también provocado la ilusión de un
nuevo comienzo. Cientos de jóvenes llegaron a la ciudad donde murieron
Goethe y Schiller para participar en la gran aventura de la escuela, que
terminaría cambiando el rumbo del arte. “Juntos, déjenos desear, concebir y crear la nueva estructura del
futuro, que un día se elevará hacia las alturas, como el símbolo de
cristal de una nueva fe”, rezaba su rimbombante manifiesto, escrito en
letra gótica y poco minimalista dirigiéndose al público.
Un siglo después, el poderoso mito de la Bauhaus ha terminado
imponiéndose respecto a la realidad, adornada casi desde el primer día
con una infinitud de leyendas apócrifas. Por ejemplo, la sede de la
escuela no siempre tuvo aspecto de fábrica: el primer edificio fue un
pabellón art nouveau heredado del siglo anterior. Y esa nueva
escuela tampoco brotó de la nada ni hizo tabula rasa con el pasado. En
realidad, empezó siendo la refundación de una escuela de arte fundada en
Weimar en 1860. El duque de Sajonia confió su liderazgo a Walter Gropius,
arquitecto visionario que había tenido una iluminación en las
trincheras de la Primera Guerra Mundial: el viejo mundo había
desaparecido y de poco servía aferrarse a sus certezas. En la modernidad
que adivinaba en el horizonte, se iban a volver inservibles. “Bauhaus
fue un nuevo nombre para una vieja escuela”, resume el rector de la
Bauhaus-Universidad de Weimar, Winfried Spielkamp, heredera de la
institución original, que sigue apostando por un programa
interdisciplinar en el que “la tecnología, la ciencia y el diseño suman
fuerzas para alcanzar nuevas ideas y formas de trabajar”.
El grupo The bauhauschapel, en 1930.BAUHAUS-ARCHIV BERLIN
En la ciudad donde todo empezó, los vecinos exhiben un orgullo ante
el centenario que contrasta con la furia que la escuela despertó entre
sus antepasados. Hasta el punto de provocar, en 1925, su traslado a
Dessau, enclave industrial situado a un centenar de kilómetros al
noroeste, donde la escuela alcanzó su plenitud de la mano de un claustro
donde había profesores como Mies van der Rohe,
Marcel Breuer, Josef Albers, László Moholy-Nagy, Paul Klee y Vasili
Kandisnki. Todos ellos convivieron en ese mítico renglón de viviendas
situado en un bosque cercano a la escuela. Como las dos ciudades que le
sirvieron de cuna, toda Alemania saca pecho, encadenando homenajes y
conmemoraciones, corrigiendo lo sucedido hace un siglo, cuando los nazis
forzaron el cierre de la escuela en 1933 y provocaron el exilio de sus
líderes.
En Weimar, se inaugura este sábado el nuevo Bauhaus Museum, a cargo
de la arquitecta Heike Hanada. En mayo, le sucederá la restauración de
la única huella arquitectónica de la escuela que queda en la ciudad: la
Haus am Horn, vivienda de ángulos rectos que fue decorada con muebles
diseñados por los estudiantes. En Dessau se abrirá otro museo en
septiembre, que acogerá una colección de 50.000 objetos de la Bauhaus,
proyectado por la agencia barcelonesa Addenda. Y en Berlín, a la espera
de la ampliación del Bauhaus-Archiv de cara a 2022, la Haus der Kulturen
der Welt acaba de inaugurar una exposición que rememora los vínculos
del movimiento con las culturas no occidentales. La muestra levanta la
sospecha de la socorrida apropiación cultural. La Bauhaus bebió de otras
tradiciones, pero luego estas se reapropiaron de sus máximas,
utilizándolas para afianzar el paso a la modernidad en arte y
arquitectura, como sucedió desde Brasil hasta China.
Walter Gropius.
A diferencia de otros movimientos, la Bauhaus ha envejecido bien.
“Gropius dijo una vez que no era un estilo, sino una actitud. Su
herencia consiste en permanecer abiertos y buscar otros enfoques en
todos los campos, de la arquitectura a la performance, para
lograr encontrar nuevas soluciones a los desafíos de hoy”, señala la
directora de Bauhaus Dessau, Claudia Perren, al frente de una fundación
creada en 1994 para preservar el legado de la escuela y seguir
propagando sus ideas. Junto al edificio histórico, con sus conocidos espacios funcionales,
paredes pintadas de colores básicos, escalinatas de estilo náutico y
talleres bañados en la luz, se ha renovado el antiguo edificio que
albergaba a los estudiantes, donde es posible pasar la noche a precio
asequible en habitaciones casi desnudas. En 1932, cuando la presión del poder se volvió inaguantable, la
escuela terminó parapetándose durante nueve meses en una antigua central
telefónica en Berlín. El exilio de sus profesores fue un brutal
desarraigo que, pese a todo, permitió que la escuela propagase su
filosofía en todo el mundo. En Estados Unidos, la Bauhaus logró
implantar su ideario en las grandes ciudades. Moholy-Nagy creó la Nueva
Bauhaus y logró alterar el paisaje de Chicago, mientras que Gropius
formó en Yale a arquitectos como I.M. Pei o Paul Rudolph, que luego
sería mentor de Richard Rogers y Norman Forster.
“Hoy vemos su huella por todas partes, aunque la nostalgia no sea un
sentimiento nada propio de la Bauhaus”, señala el director de la
Fundación Josef y Anni Albers, Nicholas Fox Weber. “Para mí, el objeto
que mejor simboliza su herencia es el iPhone: es funcional, fue diseñado
para resultar simple y lo vemos en todos los rincones del mundo”, añade
Weber, asegurando que Steve Jobs estaba “muy familiarizado” con el
legado de la escuela. Ese móvil parece inspirarse, de hecho, en el
trabajo del diseñador industrial Dieter Rams, que siempre ha sido
considerado un sucesor de la Bauhaus.
Los nazis no dudaron en meter a los artistas vinculados a esta
escuela en la categoría del arte degenerado, pese a que su trabajo
resultase bastante menos fiero que las cruentas caricaturas de la
llamada Nueva Objetividad, que retrataban sin concesiones la trágica
deriva de la sociedad alemana de entreguerras. Cuesta entender qué
peligro vieron en este diseño de línea blanca e interiores diáfanos, más
allá de la ideología de sus creadores. “Algunas de las figuras de la
Bauhaus tuvieron carreras que prosiguieron durante el III Reich. La
estética del modernismo podía ser desvinculada de la política que le
sirvió de impulso inicial, como sucedió en la Italia fascista”, confirma
el historiador Eric D. Weitz, autor de La Alemania de Weimar,
que acaba de reeditar Turner. “Sin embargo, el rápido cierre de la
Bauhaus y el exilio de sus astros demuestra que el régimen consideraba
que la escuela y sus practicantes eran un peligro. La Bauhaus
representaba una política abierta, democrática y socialista, lo que,
para los nazis, suponía una gran infracción”. Un siglo después, el
tiempo termina poniendo, como acostumbra, las cosas en su lugar.
Una de las fotografías de Instagram de la playa del Hierro, en Fuerteventura. En vídeo, el problema de 'popcorn beach'.INSTAGRAM | EPV
La fama tiene su precio, y la playa del Hierro, al norte de
Fuerteventura, lo está pagando desde hace algo más de un año, desde que la red social Instagram
la hizo viral. La playa en vez arena tiene pequeñas algas calcáreas que
parecen palomitas de maíz. Y los visitantes se están llevando unos diez
kilos al mes, según los expertos. Ese expolio ha hecho que se pongan en
marcha campañas de sensibilización por parte del Ayuntamiento de La Oliva, al que pertenece. A partir de ahí, el número de fotos subidas ha ido aumentando hasta
sumar más de 1.000. Incluso fue noticia a finales del año pasado en
medios de todo el mundo, desde la cadena estadounidense Fox News al diario británico Daily Mail.
Y esta playa de 850 metros de largo —a la que se accede por una pista
de tierra tras varios kilómetros de recorrido desde la localidad
turística de Corralejo— y que hasta ese momento solo era frecuentada por
surfistas salió del anonimato. Estos rodolitos o algas calcáreas, un caso peculiar en el mundo por
la gran cantidad que acumula, se reproducen en el mar a unos 20 metros
de profundidad. El biólogo Francisco Otero, del Instituto Ecoaqua de la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, señala que su crecimiento es
muy lento, de aproximadamente un milímetro al año. “Algunos de ellos
llegan a medir hasta 25 centímetros, lo que significa que han vivido más
de 250 años. Durante su periodo vital combaten el cambio climático por
su absorción del dióxido de carbono del mar, a la vez que por sus formas
llenas de cavidades sirven de depósito para que otras especies pongan
sus huevos”. Con las grandes mareas son arrastrados hasta la superficie,
donde ya muertos, y después de miles de años de erosión, se convierten
en arena.
La primera publicación con la etiqueta #PopCornBeach, el sobrenombre con el que se la conoce en Instagram, data del 27 de junio de 2015.
La paleontóloga y conservadora del Museo de la Naturaleza de
Tenerife, Esther Martín, destaca que, a pesar de que la zona en la que
se encuentra la playa no está catalogada como espacio natural protegido,
“la Ley de Costas no permite llevarse los rodolitos, al igual que
ningún otro elemento como arena o piedras, y que hacerlo lleva aparejada
una sanción”. Señala que la mayoría de los esqueletos de algas de esta
playa tiene unos 4.000 años, aunque en determinadas zonas los hay en
estado fósil después de haber pasado a la intemperie más de 120.000
años. Calcula que, en una estimación conservadora, y solo por el
aeropuerto, los visitantes que abandonan la isla podrían estarse yendo
con diez kilos al mes, 120 kilos al año, más de una tonelada en una
década. Y lamenta que con ello están obstaculizando el proceso natural
de formación de la futura playa de arena. El alcalde de La Oliva, Isaí Blanco, explica que, desde siempre, la
población local ha cogido pequeñas cantidades de rodolitos para
utilizarlos como elemento decorativo en sus casas, pero en los últimos
años, con la paulatina afluencia de turistas se está “saliendo de
madre”. “Se los están llevando con cubos”, se queja.
El Ayuntamiento está desarrollando un campaña de sensibilización: Pasa sin huella por La Oliva,
dirigida a residentes y visitantes de un municipio que recibe medio
millón de turistas al año y donde más de la mitad de sus 25.000
habitantes son extranjeros. Con esta iniciativa imparten charlas en
centros educativos del municipio y también trabajan con turoperadores y
guías turísticos. Jaime Coello, jurista, divulgador ambiental y director de la
Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello, que colabora en la campaña de
concienciación, lamenta que muchas casas de Fuerteventura tengan
rodolitos en el jardín como elemento decorativo, o que hasta uno de los
hoteles del municipio exhiba jarrones llenos de ellos. “Es necesaria más
vigilancia y sanciones. Es ridículo que en Fuerteventura, una isla de
más de 1.500 kilómetros cuadrados, solo haya siete agentes del Cabildo
encargados del control de los espacios naturales”. Coello resalta que
los atentados contra el patrimonio natural, que están registrando “un
crecimiento exponencial”, se dan en no solo en la playa del Hierro sino
toda la isla, con daños como pintadas en yacimientos arqueológicos y
dunas fósiles o la construcción de montículos de piedra en espacios
protegidos. !!Ay los godos, realmente los necesitamos? aqui vienen muchos extrajeros de los de antes y Cruceros. De la Península vienen pocos y encima nos expolian con "piedritas" como ellos dicen!!!!
El representante del ministerio público le acusa de haber defraudado 336.417,89 euros.
Borja Thyssen y su mujer Blanca Cuesta en 2016.GTRESOLINE
La Fiscalía provincial de Madrid ha solicitado tres años de prisión y el pago de una multa de un millón de euros para Alejandro Borja Thyssen-Bornemisza Cervera y su mujer Blanca Cuesta Unkhoff
por un delito de fraude fiscal. El representante del ministerio público
acusa a la pareja de haber defraudado a Hacienda 336.417,89 euros del
ejercicio fiscal del año 2010. El escrito de acusación se remonta a una operación realizada hace
casi una década, en 2010. Entonces se realizó la transmisión de las
participaciones sociales de la empresa Cas Capetó S.L., de la que era
administradora única Blanca Cuesta Unkhoff, en virtud de
tres escrituras públicas de compraventa otorgadas por cada uno de los
tres partícipes en la mencionada sociedad. Estos eran Borja
Thyssen-Bornemisza Cervera, titular del 50% de las participaciones,
Blanca Cuesta Unkhoff, con un 40%, y la sociedad Caribean Breeze S.L.,
titular del 10%. Las transmisiones se hicieron en favor de otras tres
sociedades holandesas: Princess Four BV, Hermosa Beach Holding BV y
Martínez Investments BV. La Fiscalía destaca que el activo de Cas Capetó S.L. estaba
constituido por una casa en Ibiza, por el cual se desembolsaron
9.700.000 euros, ingresados en una cuenta bancaria a nombre de Borja Thyssen-Bornemisza. De esa cifra, 4.197.345,63 euros se correspondían con la venta de las
participaciones de las que era titular Thyssen-Bornemisza; 3.357.881,78
euros a la venta de las participaciones de las que era titular su mujer;
y 839.463,85 euros a la venta de las participaciones de Caribean Breeze
S.L. Los restantes 1.305.308,81 euros procedían de la cesión onerosa de
un crédito del que manifestaba ser titular Borja Thyssen-Bornemisza
frente a la sociedad Cas Capetó S.L. Thyssen-Bornemisza y su mujer presentaron la declaración de la renta
correspondiente al año 2010 en su modalidad de tributación conjunta, y
declararon una ganancia patrimonial de 2.206.527,50 euros por la venta
de las participaciones de Cas Capetó S.L. En realidad, la ganancia
obtenida por el matrimonio ascendió a 3.792.564,92 euros, “ocultando por
tanto a la Hacienda Pública la cantidad de 1.586.037,39 euros”, reza la
nota de la Fiscalía, que señala que parte de esta cifra procede también
de la venta de participaciones realizada a través de Caribean Breeze S.
L. y que en realidad se trata de una operación “simulada”. No es la primera vez que el millonario intenta esquivar el pago de impuestos
y acaba teniendo problemas con Hacienda. Borja Thyssen (70% de las
participaciones) y Blanca Cuesta (30%) eran titulares de Caribean Breeze
S. L., de la cual también figuraban como administradores. Pese a ello,
la Fiscalía destaca que no conste en ninguna base de datos la existencia
de trabajadores u operaciones con terceros de la sociedad. Tampoco se
encuentran depositadas las cuentas anuales de ningún ejercicio en el
registro mercantil y o las declaraciones del impuesto sobre sociedades,
que no se presentó salvo en el año 2005, tras el inicio de actuaciones
inspectoras. Esta sociedad “inactiva” fue interpuesta por los acusados
en el momento de la adquisición de las participaciones sociales de Cas
Capetó S.L., según la Fiscalía.
Rafael Sánchez Ferlosio ha muerto en Madrid a los 91 años. Poco amigo de hablar de sí mismo y de su obra, tituló La forja de un plumífero
el que acaso sea su único texto autobiográfico. Ahí queda resumida su
historia entera. “Plumífero: persona que tiene por oficio escribir”. No
hizo otra cosa, y el resultado difícilmente tenga paragón en la
literatura escrita en español en el último siglo. Llevaba siempre
consigo unas pequeñas libretas donde apuntaba lo que se le iba
ocurriendo. De ahí, de esas notas dispersas sobre sus lecturas y sobre
sus observaciones y ocurrencias e ideas, fueron surgiendo sus novelas,
sus ensayos, sus pecios. Trabajaba la escritura con la mayor dedicación y
cariño, como quien cultiva una criatura viva, pero jamás quiso darse la
menor importancia. Así que, pasado un tiempo, despotricaba de algunos
de sus mayores logros literarios como si hubieran sido una gran
equivocación. Le ocurrió conEl Jarama, la novela con la que ganó el Premio Nadal en 1955, y que se convirtió en un clásico indiscutible. “En El Jarama está muy cuidado el lenguaje”
comentó en una entrevista de 1986, “muy escuchada el habla popular,
pero no tiene ni pies ni cabeza. No me gusta nada. Sería un libro que si
lo hubiera escrito otro diría: ¡pero qué pelmazo!”. Hijo del escritor y periodista Rafael Sánchez Mazas, nació en Roma el
4 de diciembre de 1927, cuando su padre vivía allí como corresponsal
del diario Abc. Estudió en los jesuitas del colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz). Recordando sus años como interno comentó alguna vez:
“Los jesuitas nos decían que un niño puro puede condenarse si comete un
acto impuro. Lo decían para que no nos tocáramos la pilila”. Quiso
dedicarse a la arquitectura, pero pronto abandonó la carrera para cursar
Filología semítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Complutense de Madrid. Estuvo vinculado a la llamada
generación de los cincuenta, y tuvo un trato muy estrecho con otros
escritores como Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín
Gaite, con la que se casó y con la que tuvo una hija, que moriría muy
joven. Tras su separación vivió con Demetria Chamorro, que lo ha
acompañado hasta el último minuto.
En 1951 publicó su primera pieza literaria, Industrias y andanzas de Alfanhuí. “Será que solo me quedo con elAlfanhuí”,
dijo en una entrevista.
“Yo vivía entonces en casa y se lo iba leyendo a
mi padre y a mi madre conforme lo escribía.
No me acuerdo qué edad
tenía.
Eran incondicionales de lo que escribía.Mi madre pagó la edición. Costó 13.000 pesetas, 1.500 ejemplares. Fue un negocio particular. Alfanhuí tuvo una crítica decisiva.
Estaba en el copito, en el auge, y Camilo José Cela me hizo una crítica
muy buena. Le gustó. Y eso le dio un empujón imponente”.
En vídeo, entrevista a Sánchez Ferlosio en diciembre de 2017, cunado cumplió 90 años.CARLOS ROSILLO / VÍDEO EPV
Fueron sus lecturas de gramática, sobre todo de la obra de Karl
Bühler, las que a finales de los cincuenta vendrían a cambiarlo todo.
Su
interés por el lenguaje lo arrastró hacia el ensayo, un género que ya
no abandonaría más y en el que alcanzó acaso sus mayores logros.
No
tardó en convertirse en uno de los más lúcidos observadores de cuanto ha
ocurrido en la historia y la política de España y de buena parte del
mundo.
Sus artículos, la mayoría de ellos publicados en EL PAÍS, son
probablemente la mejor radiografía de las vicisitudes de este país en
las últimas décadas.
Fue un obsesivo lector de periódicos. Su carta de presentación como ensayista fue Las semanas del jardín (1974) y, hace no mucho, Debate reunió en cuatro volúmenes indispensables toda su trabajo en este género: Altos estudios eclesiásticos; Gastos, disgustos y tiempo perdido; Babel contra Babel y Qwertyuiop. En Vendrán más años malos y nos harán más ciegos,
publicado en 1993, reunió por primera vez sus pecios —brillantes
iluminaciones, frágiles piezas cargadas de belleza y lucidez— que luego,
en Campo de retamas, seleccionaría de forma definitiva.
Ferlosio fue galardonado con el Premio Cervantes en 2004
en reconocimiento a “su espíritu libre y su trabajo como narrador y
ensayista”. En 2009 recibió el premio Nacional de las Letras Españolas y
en 2015 la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes. En Gog & gun,
otro de sus ensayos, escribió: “El que patina va y viene como quiere, a
la velocidad que quiere y todo el tiempo que quiere sin ir a parte
alguna, pero, sobre todo, gozando corporalmente a cada instante durante
el ejercicio”. Si hubiera que resumir cómo fue en realidad este
plumífero, quizá esa imagen del hombre que patina sea la que más se
ajuste a Ferlosio. Fue de un sitio a otro, y gozó permanentemente de su
oficio, la escritura. Hace pocos dias lo nombré con una amiga, me pasa que a veces hablo de alguien y muy pronto me entero que se murió. Pero de Sánchez Ferlosio lo nombré por haber estado casado con Carmen Martín Gaite, a la que he leído y presenciado en una entrevista sobre un libro que había publicado. Muy risueña y con ganas de contarnos cosas con ese estilo tan suyo y su sombrerito tan gracioso y siempre con una sonrisa nos habló de su hija que murió y ella la cuidó sola hasta el instante muy triste cuando su muerte, ahí mencionó al padre Sánchez Ferlosio que las abandonó cuando más lo necesitaban, y lo dijo sin rencor nii amargura , fue generosa con ese hombre que huyó de la realidad que le tocaba pero yo que admiraba a ese escritor, se me cayó al suelo de golpe y le comentaba a mi amiga que si, muy buen escritor pero muy mal como padre y como hombre , las dejó en la estacada porque no supo enfrentarse al dolor.....Carmen lo hizo como mejor pudo y escribia mucho para poder soportar la muerte de su hija. Dicho por ella y solo de forma muy breve se le notó la tristeza.