Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

27 mar 2019

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca...” Juan Cruz

Ahora tú le dices a un bachiller español si conoce el capítulo 7 de `Rayuela' o si saben algo de alguien que se llamó Cortázar y mueve la cabeza diciendo no.

Viñeta de 'Cortázar' (Nórdica), cómic de Marchamalo y Torices.
Viñeta de 'Cortázar' (Nórdica), cómic de Marchamalo y Torices.
Ese capítulo 7 de Rayuela es el más transitado de una historia que sucede en París y que revolucionó, en los sesenta, el modo de dibujar la boca con palabras.
 Julio Cortázar detuvo ahí su novela e hizo poema del arte de la caricia.
 Esa prosa justificaba ya el advenimiento de una literatura. 
Y ahora se sabe que la mitad de los estudiantes españoles del Bachillerato no van a ser beneficiados por esa alegría.
 Veamos qué se pierden.
Gabriel García Márquez rayó la perfección del relato con su cuento más prestigioso, El coronel no tiene quien le escriba.
 Onetti hizo de la noche que describe en El infierno tan temido una receta para mirar la venganza y el vicio.
 Carlos Fuentes fue capaz de hacer de ciudad de México un individuo. 
Vargas Llosa terminó en El Jute, un bar de Madrid, algo que sucedía en las sórdidas callejas de un colegio militar peruano, y lo hizo sobre un mármol que debajo tenía los nombres de los muertos. Juan Rulfo dejó en Pedro Páramo un breviario de lo que pasa cuando ya no hay nadie en el pueblo sino los muertos. 
Cabrera Infante, que ya estaba en el exilio de Londres, dio con Tres tristes tigres una lección de cómo hacer que las palabras suenen como la noche en el Caribe.

Luego vendrían otros hispanoamericanos, a revolucionar, a hacer explosión, pues fue un boom, la novela en lengua española. 
Fue una espiral infinita de gozo literario y de reinterpretación de la realidad.
 Los españoles creíamos que la novela que venía de allá se había detenido en Rómulo Gallegos y en Miguel Ángel Asturias. 
Estaba, en aquella nómina previa al susodicho boom, gente como José Lezama Lima o como Alejo Carpentier, ambos de la escritura crujiente o adormecida de Cuba.
Era, como se decía aquí, una gozada de literatura a la que acudían público y escritores, hasta hacer de aquella llegada de los bárbaros (feliz título de Jordi Gracia y Joaquín Marco) una intrusión feliz en la literatura española de España.

Muchos nos educamos, en los colegios mayores, leyendo aquel Toco tu boca del capítulo 7 de Rayuela, muchos rebuscamos en el célebre libro de Luis Harss Los nuestros (publicado en 1966, todos estaban vivos) lo que tenía que decir la explosión más celebre de nuestra reciente literatura.
 Y ahora tú le dices a un bachiller español si conoce ese capítulo 7 o si saben algo de alguien que se llamó Cortázar y mueve la cabeza diciendo no. 
Y esto que es una tragedia está pasando con Cortázar, ay, y con todos los otros, porque en los institutos de bachillerato no está programada esa gozada que es de nuestra lengua, que está en nuestra lengua y que mejoró para siempre nuestra literatura. 
Como diría José Hierro: “No he dicho a nadie que he estado a punto de llorar”.

 

 

La mayoría de las personas que tienen un aneurisma no lo sabe.

La mayoría de las personas que tienen un aneurisma no lo sabe... hasta que se rompe.

¿Qué es la malformación de los vasos sanguíneos que se ha asociado a Jorge Javier Vázquez, Luke Perry y Emilia Clarke? ¿Cómo se puede prevenir que nos afecte?.

 

aneurisma
 
 
Dos palabras han unido este mes al presentador de televisión Jorge Javier Vázquez con la actriz de Juego de tronos Emilia Clarke y el actor Luke Perry: aneurisma cerebral. 
El español ha salido con vida del episodio por el que fue ingresado el pasado 16 de marzo, y la actriz británica ha relatado en The New Yorker cómo superó la rotura de dos aneurismas, después de grabar la primera y la tercera temporada de la serie.
 El actor Luke Perry, una referencia de la televisión de los noventa con personajes como Dylan, de Sensación de vivir, no tuvo tanta suerte; falleció a principios de mes, cinco días después de sufrir un derrame cerebral en su casa.

Son finales diferentes para tres historias que comenzaron en el mismo lugar, un vaso sanguíneo que conduce la sangre hasta el cerebro.
  En algún punto de sus paredes, una malformación provocó que los tabiques circulatorios fueran demasiado finos, lo que hizo que se hincharan como un balón y se formara lo que técnicamente se conoce como aneurisma.
 La mayoría de las personas que tienen esta malformación vivirán con ella y nunca lo sabrán, pero hay casos en los que la presión es demasiado alta, hace que los vasos dilatados se rompan y que un compartimento que separa el cerebro de una membrana que lo protege, llamada aracnoides, se inunde de la sangre que mana por la rotura.
 Puede suceder por un pico de tensión o por una razón diferente, no siempre controlable, pero el efecto siempre es el mismo.
"Cuando se rompe un aneurisma, lo típico es que se produzca una hemorragia subaracnoidea -el nombre indica que la rotura se localiza bajo la membrana aracnoides-, un tipo de ictus que supone alrededor del 5% de todos los casos", explica el vocal del grupo de estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Óscar Ayo.
Las consecuencias pueden ser devastadoras, pero el problema también puede superarse sin sufrir ninguna secuela, como ilustran los casos de los famosos. "La diferencia con otros ictus es que casi es un todo o nada. Otros dejan algún tipo de secuela habitualmente, mientras que las hemorragias subaracnoideas tienen una alta mortalidad en la fase aguda y en los meses que siguen a la rotura". Lo importante es que si pasa el tiempo suficiente desde el terrible episodio, todo puede quedarse en una experiencia aterradora sin consecuencias de por vida. Nada más... y nada menos. Todo o nada.
Según los datos del Hospital General de Albacete, donde ejerce Ayo, alrededor del 13% de las personas que sufren este tipo de hemorragia fallece, el 60% sigue vivo y sin síntomas, y el 27% restante queda con alguna secuela.
  Por mucho que se pueda mejorar, esta estadística es todo un logro teniendo en cuenta que hace no demasiado tiempo, solo unas dos décadas, la mitad de las personas fallecía, relata el especialista.
La clave del éxito está en la rapidez.
 El tratamiento, que se administra entre las primeras 24 y 72 horas después del derrame, pasa por sellar la rotura con técnicas avanzadas que pueden ponerse en práctica muy deprisa gracias a la coordinación de los distintos servicios de los hospitales. 
También la capacidad para detectar el problema ha ayudado, gracias a técnicas como la resonancia magnética que detectó el primer aneurisma de Emilia Clarke y avisó de que había una segunda malformación que podía romperse en cualquier momento. "Muchos de los pacientes que antes fallecían era porque el aneurisma que se había roto y había sangrado los primeros días se volvía romper y volvía a sangrar, ahora lo hacemos mucho mejor", resume Ayo.
Pero los médicos no son los únicos que tienen que actuar con rapidez; los enfermos también deben hacerlo, y para eso necesitan conocer bien los síntomas.

Como si te dieran un hachazo en la cabeza

Una vez que se abre la brecha en el vaso sanguíneo, la presión en el cerebro comienza a aumentar y la sangre deja de llegar a su destino, lo que puede causar daños irreparables en el órgano maestro del organismo.
 Comienza la cuenta atrás y las historias empiezan a divergir, como lo hicieron las que se han hecho públicas este mes.
 El testimonio de Clarke incluye un dolor de cabeza insoportable, vómitos y cómo todo se volvió borroso mientras los servicios de urgencias la trasladaban al hospital.
 El presentador español, por su parte, ha relatado que los dolores se repitieron durante días antes de requerir el ingreso hospitalario, un aviso que pocos pacientes llegan a tener.
A diferencia de los síntomas de los casos más numerosos de ictus, en los que el dolor de cabeza está acompañado de señales específicas, Ayo subraya que el dolor de cabeza es el síntoma central de la rotura de un aneurisma. 
Sin embargo, estos derrames también pueden causar vómitos y la visión borrosa que sufrió Clarke, la pérdida de conocimiento que relató Vázquez, convulsiones, rigidez en el cuello, la caída del párpado y la confusión.
 En algunos casos, incluso los aneurismas que no se rompen pueden ejercer presión sobre los nervios y el tejido del cerebro, según la página web de la clínica Mayo. 
 En estos casos, el dolor encima y detrás de un ojo, la dilatación de las pupilas, la alteración de la visión y el entumecimiento de un lado del rostro pueden poner a los médicos sobre la pista del problema.
"A las personas deportistas les tiende a bajar la tensión arterial y eso probablemente tenga cierto componente protector, ya no solo por eso sino porque sus arterias están más sanas y son resistentes a cualquier tipo de anomalía, incluidas las roturas de aneurisma", opina Ayo.
 Eso sí, como demostró el derrame cerebral que el ciclista Alberto Contador sufrió en 2004, el deporte no te librará del peligro.
De hecho, el vocal de la SEN indica que por mucho que la mayoría de los casos se produzcan aproximadamente entre los 30 y los 60 años, y sean más frecuentes en mujeres, no es nada sorprendente que sucedan en otros rangos de edad y la diferencia de sexo es muy pequeña. 
En España se dan entre 10 y 15 casos por cada 100.000 habitantes, y cualquiera puede estar entre ellos.
 La diferencia es que ahora tú ya sabes qué hay que hacer para prevenirlo y, si no lo consigues, detectarlo a tiempo.

Hipertensión y sustancias tóxicas, los mayores riesgos

Los aneurismas pueden tener causas genéticas, como fue el caso de Jorge Javier Vázquez, según contó el presentador en el programa Sálvame. 
 Incluso hay familias que acumulan casos de aneurismas con hemorragias subaracnoideas, "pero es algo extrañísimo", dice Ayo. En realidad, "los orígenes son múltiples, y en la mayoría de los casos no sabemos la causa por la que suceden, simplemente que hay un porcentaje de la población que los tiene", explica.
 Lo que sí se sabe es que hay factores de riesgo para la rotura.
"Los principales son la hipertensión arterial -cuanto más descontrolada esté, mayor es el riesgo de que se rompa el aneurisma- y prácticamente todos los tóxicos, aunque los que aparecen con más frecuencia son el tabaco y el alcohol", enumera Ayo.
 Por otra parte, hacer deporte podría ser una buena estrategia de prevención.
"Unas tres cuartas partes de los pacientes vive completamente asintomática hasta que tienen la hemorragia, entonces los síntomas son explosivos, muy llamativos y claramente identificables", dice Ayo.
 El resto tiene dolores similares a los que provoca la hemorragia, durante unas dos semanas antes de que se produzca. 
"Son dolores que se presentan de forma súbita y que los pacientes describen como si les pegaran un hachazo en la cabeza, como el peor dolor que han tenido en su vida", añade.
 No es un dolor de cabeza normal.
 
 

 

El importante mensaje de Jesús Calleja ................ ..Alfredo Pascual.