Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 mar 2019

Cuando los padres de Gabo se dieron cuenta de que tenían un hijo mentiroso

Gustavo Tatis recorre el universo de García Márquez y sus secretos de familia, íntimamente ligados a la obra que Netflix adaptará a la pantalla.

El escritor Gabriel García Márquez, durante una entrevista en 1990. En vídeo, el teaser promocional de la serie 'Cien años de soledad'.

De pequeño, a doña Luisa y a don Gabriel les preocupaba que Gabito parpadeara tanto.
 Su padre llegó a darle unas gotas homeopáticas, pero apenas sirvieron. 
Años después, cuando aquel tic parecía habérsele evaporado, su madre se atrevió a preguntarle: “Me dijo que lo hacía para ver las cosas mejor”, contó ella.
 “Para recordar…”, puntualizó Gabriel García Márquez a quien lo trajo al mundo en Aracataca (Colombia) durante una de las visitas que le hizo Gustavo Tatis Guerra, periodista, escritor, amigo de la familia y autor de La flor amarilla del prestidigitador (Navona People).
El libro lo presenta este jueves en la Casa de América de Madrid junto a Dasso Saldivar, autor del prólogo, y Juan Cruz, justo cuando Netflix acaba de anunciar que rodará Cien años de soledad. En sus páginas, el autor desgrana secretos de familia y claves ocultas de su obra: todo un constante malabarismo entre realidad e invención a provecho del autor para crear uno de los mundos literarios propios más ricos de la literatura universal.
 Los testigos de todo aquello, sus padres, solían desnudar el imaginario de García Márquez con un chorro de realidad que colocaba la magia en su justo término. 

Algo que, por otra parte, engrandece su genialidad inventiva sobre bases muy firmes. 
“Era el embustero más grande del mundo”, le confesó don Gabriel Eligio García Martínez a Tatis.
 “Tenía una capacidad para inventar más allá de la realidad que veía. Siempre he dicho que tenía dos cerebros. A mí nadie me quita la idea de que Gabito es bicéfalo”, le confesó el padre al autor del estudio.
 También él unió a su oficio de telegrafista el de escritor. 
“Siempre sintió cierta competencia por eso hacia su hijo”, comenta Tatis.
Don Gabriel leyó con atención sus libros.
 No así su madre, que presumía más de tener en casa una hija monja que un vástago Nobel.
 Si dentro de su insobornable escepticismo, algún provecho quiso sacar del galardón de su hijo fue que con él esperaba que le arreglasen el teléfono de casa.
 Su mantra fue quitarle importancia.
 Así que Luisa Márquez repelía las entrevistas, entre otras cosas, porque los reporteros que pasaban por su casa se las daban de saber más que quienes debían contestar.
Pero con Gustavo Tatis, todo fue distinto.
 Le trataban como a alguien de la familia con quien le podía dar la hora de la cena contando historias.
 Una de esas fue la del germen de Remedios la bella, aquel personaje de Cien años de soledad, que se elevaba al cielo.

Está basado, según su madre, en una criada del mismo nombre que se fugó con su amante.
 Cuando un día le preguntaron a doña Luisa qué había pasado con ella respondió: “Se fue volando”. 
Y Gabito, presente, asoció los términos hasta convertir la explicación en literatura.
 Doña Luisa se ufanaba de no haber leído la novela porque todo eso lo había vivido.
 Tampoco se interesó por Crónica de una muerte anunciada, pero eso por una razón diametralmente opuesta: “Porque aquella la he sufrido”.

Al menos don Gabriel pudo comprobar sobre las obras de su hijo la escala de su transmutación.
 Ese mecanismo que le llevaba de la realidad a la invención de una mentira que a su vez reflejaba una gran verdad. 
“Nada de lo que cuenta García Márquez en sus novelas es falso, todo está sacado de aquel mundo”, asegura Tatis.
Las razones de Luisa quizás molestaran a su hijo. 
Pero, como él había descrito a Úrsula según sus parámetros, como una mujer más que en sumisión a Dios, con actitud de combate hacia él, debió entenderlo.
 Con las historias que cazaba al vuelo, García Márquez empezó a construir sus métodos bandera: “La clave está en saber atornillar las mentiras”, le confesó al escritor a Tatis Guerra.
Lo mismo había ocurrido con Melquiades.
 Era el vivo retrato de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, militar entre alquimista y curandero, aficionado a diseñar peces de colores en su taller y a fundar pueblos. 
Melquiades tiene dos bases: “Su abuelo y Nostradamus”, comenta Tatis. "Me lo contó en 1992 durante la primera entrevista que le hice", añade. 
Se habían conocido antes de que diera la vuelta al mundo con su premio en Estocolmo.
 Pero luego llegaron varias que completaron aquel primer encuentro. “Te he dado para un libro”, le comentó el escritor.
Una obra que Tatis lleva escribiendo desde que lo conoció la primera vez. 
Ahora está hecho. Eso es La flor amarilla del prestidigitador. El retrato de un hombre que supo sacar partido a su genio natural de novelista entre el impulso poético y la precisión del periodista. 
Un mentiroso eminente que al recibir la noticia de su concesión del Nobel no tuvo reparos en exclamar: “¡Mierda, se lo creyeron!”.

 

No soy perfecta.................................. Luz Sánchez-Mellado

Para mí, el lenguaje inclusivo no es imprescindible, ni la prohibición de los piropos, ni la censura o veto de productos culturales por supuesto sexismo.

Concentración del pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en la puerta del Sol de Madrid.
Concentración del pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en la puerta del Sol de Madrid.
Este año he dudado si hacer o no la huelga feminista y, de hecho, voy a hacerla no tanto porque quiera, sino porque puedo, y porque me sentiría peor trabajando cuando mis compañeras han decidido secundarla por mayoría.
 Claro que hay motivos, y seguirá habiéndolos mientras haya una asesinada por violencia machista, una diferencia de salario y oportunidades basada en el género, o un baboso que no acepta un no por respuesta.
 Otra cosa es que una huelga anual que solo podemos permitirnos algunas me parezca el modo de denunciarlos y pedir igualdad efectiva. 
Ni todas las mujeres pensamos lo mismo, ni todos los hombres, ni todas las feministas.
 Ni somos un rebaño ni queremos serlo. 
Para mí, el lenguaje inclusivo no es imprescindible, ni la prohibición de los piropos, ni la censura o veto de productos culturales por supuesto sexismo.
 Pero igual que no renuncio a expresar mis diferencias sobre lo accesorio, tampoco acepto lecciones sobre lo fundamental: exigir la igualdad real en todos los campos.
En días en que se acota el feminismo entre bueno o malo, liberal o radical, amable o furioso, opino que no necesita ningún apellido. Pero también que no hace falta haber leído a santa Virginia Woolf, ni estudiado los orígenes del patriarcado, ni abjurar de Maluma, para pasar ningún análisis de limpieza de sangre feminista. 
Están lloviendo feministas súbitos que quieren nuestro voto. 
Ellos, que son tan de reconquistar España, han de saber que no cederemos un milímetro de terreno conquistado. 
Dicen que nada erotiza más a ciertos señores que ver mujeres luchando en el barro. 
Ya están estas tirándose del moño, piensan, mientras aspiran a seguir manejando el cotarro.
 Conmigo que no cuenten. Voy a la huelga.
 Ahora, igual aprovecho para asfaltarme las canas. Mi peluquera va a abrir de todos modos y así voy a la manifestación peinada. ¿Contradicciones? Todas. Nadie es perfecta.

 

4 mar 2019

Karmele Marchante: “No perdono a Carmen Maura"....Noelia Ramírez

Karmele Marchante: “No perdono a Carmen Maura, al final es una pijoburguesa que perjudica a las mujeres”.

Charlamos con la periodista sobre su libro 'Puta no se nace', la huelga del 8-M o cómo fue militar desde el periodismo en el feminismo de los 70. 

Karmele Marchante: “No perdono a Carmen Maura, al final es una pijoburguesa que perjudica a las mujeres”
Karmele Marchante, durante la presentación de su libro en Madrid, en diciembre. Foto: Getty
Karmele Marchante descubrió que era feminista gracias a Lidia Falcón. “Leí un libro suyo que me cambió la vida. 
Busqué su teléfono en el listín, vi que vivíamos cerquísima en Barcelona y la llamé.
 Luego tuvimos visiones distintas sobre el movimiento porque ella era marxista, pero fue mi revelación personal”. 
Marchante ha vuelto unos días a la capital catalana para ofrecer una charla sobre Puta no se nace (Lo que no existe, 2018), un libro denuncia contra la explotación sexual de mujeres y niñas a través de la prostitución.
 Un retorno a su faceta periodística de investigación –para documentarse siguió el rastro de la trata por Nigeria y por Europa– tras unos años muy mediáticos en Telecinco. 
Sin ánimo de borrar esta última etapa que la desvió de la comunicación feminista, una de las pioneras del periodismo contracultural en España durante la Transición, fundadora de El Club de las 25 y masona miembro de la legión de Clara Campoamor (“no puedo hablarte de esa faceta, lo siento”), charla con S Moda sobre la huelga del 8-M, su posición frente a las mediáticas “feministas de salón” o por qué el activismo debería tener más sentido del humor.
¿Por qué la necesidad de escribir Puta no se nace?
Porque en el movimiento feminista se ha abierto un debate que no está en la sociedad, especialmente sobre la prostitución y la trata. Yo soy abolicionista, es decir, entiendo que la prostitución y la trata no existirían si no hubieran putómanos
 (Marchante aclara que prefiere ese término al de ‘puteros’ porque “suena mejor en mi cabeza”) que se deciden a comprar los cuerpos de las mujeres en situación de vulnerabilidad.
¿Por qué al feminismo le cuesta tanto llegar a un acuerdo en el debate sobre la prostitución?
Está dividido en el sentido de abolir o legalizar. Las que quieren legalizar yo las llamo sindicalistas, porque, desde mi punto de vista están equivocadas y pagadas por los proxenetas o explotadores.
 ¿A quién van a sindicar? ¿A las mujeres de 27 nacionalidades, que prácticamente no saben leer ni escribir, que las han captado vendidas por sus familias y las mafias?
 Es imposible, es una locura.
 La industria del sexo quiere hacer entender que esto son los mundos de Yupi, y no es así. 
Ninguna de las mujeres que he entrevistado me lo ha retratado como un mundo ideal.
En el libro apuntas que son las propias prostitutas las que tienen que “tener voz para legalizarse, abolir o tener derechos”. Entonces, ¿planteas una tercera vía entre estas dos posiciones tan enfrentadas?
Yo me he hecho una corriente, sí.
 Para abolir la prostitución hay que hablar con ellas y no por ellas. Es muy fácil posicionarse desde una atalaya académica pero si no hablas con ellas, entonces nunca sabrás lo que quieren. 
Es una lógica de manual.

¿Has conocido a muchos ‘putómanos’ trabajando como periodista?
Sí, desde directivos a redactores rasos. No hay límite de edad ni barrera en la condición social.

Dedicas una parte del libro al 8-M. Explicas tu “cabreo” por La Manada y las cifras de abusos y violaciones. ¿Cómo vivirás el próximo 8-M?
Pues fenomenal, secundaré la huelga, obviamente. 
Para mí es un 8 de marzo más de todos los 8 de marzos de mi vida. Yo quiero que las calles se tiñan de violeta de nuevo y la clase política se entere de que las mujeres tenemos peso y voz en la sociedad.
Los hombres, ¿qué posición deben adoptar respecto a la huelga?
La huelga es de las mujeres, que somos las cuidadoras y las que no disfrutamos las oportunidades que tienen ellos.
 Si ellos quieren unirse a nosotras, que cubran los huecos de sus compañeras, que cuiden, hagan su trabajo ese día y se vayan a la manifestación, pero a los espacios mixtos, no a los espacios de mujeres como hacen muchos.
 Que trabajen, pero para nosotras.


En el libro también hablas sobre el impacto que supuso que las que tú denominas como “gurusas” mediáticas –líderes femeninas de los programas matinales y de las radios– hiciesen huelga. ¿Crees que se repetirá este año?
Mira, hasta donde yo sé, Ana Rosa Quintana ya ha dicho que va a trabajar este 8-M. 
Al final, han demostrado que son feministas de palo, de salón, nada más.
 No nos sirven, no quiero a esas mujeres en el feminismo.
Cargas contra la RAE y su falta de voluntad por el lenguaje inclusivo, ¿por qué?
Porque son unos machirulos que no aceptan que la mitad de la población somos mujeres.  
Yo a la RAE la quemaba con todos los académicos dentro. Hubo uno que no quiero ni nombrar (se refiere a Arturo Pérez Reverte) que decía que si se aceptaba el lenguaje inclusivo, que se iba de la RAE.
 Pues mira, que se vaya, con todos. Además, las mujeres feministas hace tiempo que ya pasamos de la RAE, no nos importa lo que digan.
 Utilizamos el lenguaje inclusivo desde hace muchísimos años. Nos da igual.

Marchante en la redacción de ‘Ajoblanco’. Foto: Pep Ribas

¿Te molesta que tu última etapa en la televisión haya eclipsado el perfil de periodista feminista y contracultural?
Ha sucedido, sí, y sigue sucediendo en ciertos ambientes.
 Pero quien me conoce y quien me quiere sabe ya sabe qué he hecho en mi vida y cómo soy. 
Yo por supuesto que lucho por recordar mi labor como periodista, pero convivo con esa última etapa y no la considero algo vergonzante.
 Es parte de mi vida. Ahí está mi currículo y quien quiera que lo lea. No tengo problema con ello.
Pepe Ribas contó en esta revista que gracias a ti Ajoblanco “contrarrestó la ola pornográfica de Interviú” y que instruías a todo el equipo en “el pensamiento del feminismo radical”. ¿Era difícil hacerse oír en las redacciones supuestamente progresistas y revolucionarias?
Entonces no. 
Era facilísimo, te escuchaban más. Ahora es más complicado porque estamos retrocediendo por culpa de la derechona del poder.

¿Cómo se vivió la liberación de la mujer en las redacciones?
Con euforia, con alegría y con satisfacción, porque la hicimos nosotras, no ellos.
¿Cómo reaccionaban los hombres de las redacciones cuando os hacíais valer?
Ellos estaban muy politizados, algunos te escuchaban. Otros lo aceptaban a regañadientes porque, al fin y al cabo, eran tíos pero lo aceptaban en su mayoría.
Aquí explicaste que en las míticas jornadas libertarias de Barcelona te enfrentaste a Dany El Rojo por ser “un machista que iba de gurú”.
 Eso fue en 1977 y en 2019 se viralizan pintadas en las que se puede leer ‘El Che en la calle y en casa Pinochet’. ¿Qué pasa con el machismo en la izquierda?

Pues que de boquilla mucho y a la hora de la verdad, nada. Mira, la liberación sexual la hicimos nos la curramos nosotras. Ellos gritaban: ‘Follem, follem, que el món s’acaba’ (follemos, follemos, que el mundo se acaba) y nosotras les dijimos: 
‘Muy bien, fenomenal, pero follaréis siempre con preservativo y si nosotras queremos follar y os atenéis a una serie de circunstancias. El ‘No es no’ no es nuevo, ya lo acuñamos las feministas a finales de los 70.
¿Qué opinas de que actrices como Carmen Maura o Loles León, afines al sector progresista, últimamente hagan declaraciones en contra del #MeToo o de las feministas “que quiere enfrentarnos a los hombres”?
A Loles León, que es sindicalista de la prostitución y hemos discutido muchísimo por este tema durante muchos años, se lo perdono porque es muy amiga mía y porque sé que se posiciona así con el feminismo por motivos personales de su vida privada. A Carmen Maura, no. 
 Maura que siempre ha sido de la progresía dorada, en el fondo es una pijoburguesa, otra feminista de salón.
 Y ha dicho unas tonterías que perjudican mucho a las mujeres, porque ella sabe que la escuchan con atención.
Karmele que fantasiosa eres de Ajoblanco podría decir como cansabas a todos con tus tonterías inclusive a Mujeres.