El cantante muestra su vida en familia en varias fotos en las redes sociales pero sigue sin hablar de Nacho Palau.
Hicieron falta años y una amenaza de chantaje para que Miguel Bosé
publicara una foto de sus hijos en un parque de atracciones pero de un
tiempo a esta parte es cada vez más frecuente que el cantante muestre su
aspecto más familiar. Con el mensaje de "tiempo de amores, de familia",
el artista ha mostrado fotos de dos de sus hijos a bordo de un barco. En una sostiene en brazos a uno de sus niños con el mensaje "amores". A
los pequeños no se les ve el rostro mientras el del cantante aparece muy
risueño. El despacho ha señalado que Palau pide "acciones de filiación paterna
no matrimonial", así como el establecimiento de medidas paternofiliales
de hijos no matrimoniales". También exige el reconocimiento y fijación
de un derecho de relación de allegados", y solicita "medidas cautelares
para el establecimiento urgente de visitas y alimentos". Es decir, que
Palau pueda ver a los hijos de Bosé gracias al término de "apego" que
contempla en Código Civil ya que los niños se crearon en un ambiente de
familia desde que nacieron. Desde que se separó de Palau y este inicio el proceso legal en
marcha, Bosé no ha hecho declaraciones sobre el asunto como tampoco
ninguno de sus familiares. Solo el artista ha alzado la voz solo cuando
se ha cuestionado su estado de salud. Bosé felicitó el inicio de 2019 en
un vídeo en el que aparece con una voz muy afónica y con el rostro
visiblemente cambiado
Bosé ha pasado la Navidad en el Caribe acompañado también su madre Lucía Bosé que reside largas temporadas con su hijo establecido ahora en México
desde el verano tras dejar Panamá a donde se mudó inicialmente con
Nacho Palau, su pareja durante 26 años y con quien ha criado cuatro
niños. Bosé se ha hecho cargo de dos y Palau de los otros dos.
La expansión frenética y la competencia feroz minan la rentabilidad y frenan las aperturas.
A la hora de hacer la compra,
Ana Belén Macías puede considerarse afortunada. O no, según se mire. Ella vive en una ciudad dormitorio aledaña a Madrid. En un radio de
cinco minutos andando de su casa, tiene un Mercadona, un Dia Maxi,
un Carrefour Market, un Lidl, un Aldi y un HiperUsera, todos ellos
supermercados de formato grande (más de 1.000 metros cuadrados). Y, más
pequeños, un establecimiento de la cadena Condis y otro de la granadina
Covirán, además de alguno independiente. En la zona residencial donde
vive con su marido y sus dos hijos, abundan las peluquerías, pero la
oferta para llenar la cesta de la compra es la que más ha proliferado,
mientras una galería con puestos de pescado, carne, fruta o pollo
languidece con una gran mayoría de sus persianas bajadas para siempre. El caso de Ana Belén ilustra muy bien un fenómeno que se produjo en España durante la crisis,
en parte como consecuencia de la misma. La explosión imparable del
formato supermercado, que no ha dejado desde entonces de ganar cuota de
mercado en detrimento de los hipermercados y de las tiendas
especializadas de toda la vida, las carnicerías, las pescaderías, las
fruterías: el canal tradicional o especialista, como se conoce en el
mundillo, que resiste como puede a la invasión la distribución moderna
(súper e híper). Es cierto que Ana y su familia tienen todas las
opciones abiertas para llenar la cesta de la compra, pero también es
cierto que con tanta abundancia de establecimientos, la rentabilidad de
alguno, por fuerza, tiene que resentirse. En ese punto, asomándose a la saturación, está hoy por hoy la
distribución en España, al menos a juicio de buena parte de los expertos
consultados para este reportaje. Y también según las cifras. A falta de
conocer los datos de 2018, a cierre de 2017, había en España 21.553
supermercados abiertos, con una superficie de venta de 11,4 millones de
metros cuadrados, según las cifras de la publicación especializada Alimarket, avaladas por la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas). Esta patronal afirma representar a 19.500 establecimientos de marcas
como Mercadona, Dia o Covirán y aglutinar un 67,6% de la superficie. Por
su parte, la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados (ACES) afirma contar con otras 3.364 tiendas, de Lidl, Carrefour, Eroski, Auchan y Supercor. Como representantes del sector, Magarzo y Aurelio del Pino,
presidente de ACES, defienden que aún queda espacio para crecer en
ubicaciones. “Llevo 15 años oyendo que hay una burbuja de supermercados,
que estamos en el punto de saturación, pero desde entonces, se han
seguido abriendo”, afirma el primero. “Yo no diría saturado; yo diría
dinámico. Hay muchos formatos, cada establecimiento tiene su oferta y el
consumidor encuentra cosas distintas en cada uno”, sostiene, por su
parte, Del Pino. No obstante, ambos admiten la ralentización de la
apertura de nuevas superficies. “El saldo sigue siendo positivo. ¿Hasta
cuándo? No lo sé”, responde Magarzo. “No creo que estemos cerca del
techo”, afirma Ignacio Cobo, director de supermercados de Carrefour. Esa ralentización lleva a otros expertos a una visión algo más
sombría. “Yo diría que sí, que estamos llegando a un punto de
saturación”, afirma Juan Carlos Gázquez, profesor de Economía de la
Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Racionalización” es una palabra
frecuente. La usa, por ejemplo, José Antonio Lombardía, director de
Marketing Corporativo de Dia. “Durante la crisis, hubo una gran
proliferación de supermercados”, dice. Empujados por la recesión, los
españoles pasaron del híper y su amplia oferta paralela a la
alimentación a aprovisionarse en el supermercado al lado de casa. “Hubo
quizá una pasada de frenada en aperturas. Ahora llega la
racionalización. Aún no hay cierres netos de tiendas, pero no estamos
muy lejos”, explica. “Seguramente, las grandes cadenas estén en una
reflexión sobre si cerrar las tiendas no rentables, como han hecho ya
los comercios de moda”, tercia Javier Vello, socio responsable de retail de la consultora EY.
Charo Reyes y Mónica García, autoras de sendos informes sobre distribución y supermercados en Alimarket,
puntualizan que en algunas zonas hay más espacio que en otras. "Se ha
abierto mucha conveniencia [tiendas con aperturas muy flexibles todos
los días del año] en el centro de Madrid, por ejemplo, en los últimos
años, en calles muy transitadas, para el turismo y para residentes,
aprovechando locales de bancos o concesionarios de coches. Pero no creo
que haya muchas más calles así", apunta Reyes. "En algunas zonas
costeras, hay posibilidad de aperturas", afirma la segunda.
“Probablemente está empezando a haber una burbuja; la habrá en breve
al ritmo que vamos”, opina Florencio García, responsable de retail de la consultora Kantar, que sigue de cerca las tendencias en la distribución. “Una nueva tienda aún aporta crecimiento a una cadena, pero cada vez
menos y a costa del canal especialista”, explica García. El supermercado
aún gana cuota en alimentación —tiene un 60%— porque sigue restándosela
a las tiendas tradicionales, que aún se llevan uno de cada cinco euros
que se gastan en alimentación en España, un fenómeno que no se da en
otros países. En Portugal, la cuota del tendero de siempre es del 10% y
en Reino Unido, “insignificante”, relata García. “Pero cada vez es más
difícil robar esa cuota, por la especialización del canal tradicional
[véanse, por ejemplo, las panaderías gourmet] y porque tiene
aún un público afín”, explica. “En el momento en que ese trasvase se
frene, unos supermercados empezarán a robar ventas a otros y habrá una
burbuja y movimientos de concentración”, pronostica.
La rentabilidad es, obviamente, fundamental.
“Los empresarios del sector se quejan porque hay una competencia feroz y
baja la rentabilidad de las tiendas”, admite Magarzo. Y esa competencia
presiona a la baja en los precios, seis puntos más bajos en España que
la media de la UE, según datos de Asedas. La erosión de los márgenes ya
le ha pasado factura a Dia, por ejemplo. Pero más allá de los resultados
globales, explica Magarzo, “la competencia es muy local, se libra
barrio a barrio. Si abre un súper y le quita negocio a otro, éste
responde y se amolda, es un formato con gran capacidad de adaptación”,
concepto que ratifica el presidente de ACES: “Cada vez hay más formatos y
más híbridos”. Una de las vías para atender a la rentabilidad es el modelo de
franquicia, que crece a mayor ritmo que el número global de
establecimientos. En 2017, este modelo fue el que sostuvo el crecimiento
del parque de supermercados: las tiendas propias cayeron un 0,3%,
mientras las franquiciadas crecieron un 2,9% y representan ya un tercio
de los establecimientos. Para las cadenas, es ideal. La inversión es
reducida (el aspecto visual de la tienda y poco más) y el riesgo va a
cuenta del franquiciado, que compra el surtido a la matriz. “La marca no
le exige una rentabilidad determinada, es la que el franquiciado diga,
la que le parezca suficiente”, explica Javier Vello, responsable del
área de Retail y Consumer Products de la consultora EY. “Baja el nivel
de riesgo de la cadena”, razona. “Si el titular piensa que en su barrio
puede encajar, él decide”, abunda Aurelio del Pino. Aunque es un modelo que crece en todos los formatos de súper, se ha
dado fundamentalmente en las pequeñas tiendas. Entre los autoservicios,
los de menos de 400 metros cuadrados, más de la mitad de ellos son
franquicias, por apenas uno de cada diez de los grandes. Se ve en muchos
pueblos, pero en Madrid y Barcelona se ha dado un fenómeno llamativo:
ciudadanos chinos y paquistaníes han asociado sus tiendas de
ultramarinos a alguna gran empresa, como Dia o Covirán. Una forma de
profesionalizarse, centralizar el surtido y ganar en confianza del
consumidor. En el caso de Auchan, más de la mitad de los supermercados
en España son franquiciados, y en Dia, el 60%. Lombardía, su director de
marketing, explica que muchas de ellas son “tercerizadas”, es
decir, tiendas propias de Dia cuya gestión se cede a un franquiciado. Mercadona, sin embargo, ni tiene franquicias ni las contempla como
opción futura.
El presidente de ACES introduce otro vector. “El elemento
determinante no es el número de personas, sino de hogares”, afirma. Según el INE, la mitad de los hogares en España ya están compuestos solo
por una o dos personas. “Esto influye en la disposición de las personas
para ir a la compra, la renta, los horarios o el tamaño de las
raciones”, explica. “Vamos a ver una revolución en los formatos, el
tambor de Ariel de ocho kilos está en extinción”, ejemplifica Lombardía. “Con hogares cada vez más pequeños y más sénior, con cada vez menos
capacidad de almacenaje, cae el volumen de compra y la compra de
proximidad es una ventaja”, resume Ana Fernández, de la consultora
Nielsen. Esa abundancia de tiendas próximas —“un español, viva donde viva, tiene
un supermercado a 10 minutos andando de su casa como máximo”, afirma
Magarzo— es el factor determinante para que la venta online de alimentación apenas suponga el 1,6%, frente a cuotas cercanas al 10% en países como Reino Unido. Para qué pedir online,
si tengo una tienda debajo de casa y con horario amplio, razonan muchos
de los consultados. Por la parte empresarial, además, tiene riesgos,
que resume el director de Asedas. El económico, porque la logística es
muy cara (“todos los operadores pierden dinero”, asegura); el social,
porque en aras de la rentabilidad, el reparto no alcanzaría zonas
apartadas; y el ambiental (el súper, dice, es el formato más sostenible
porque se abastece fácilmente y la gente va andando). En cualquier caso, dejando aparte el mayor o menor nivel de
saturación, ponen el acento en la proximidad, la conveniencia y el
producto fresco como claves para que el formato siga adaptándose a los
cambios de hábito de los consumidores. La apuesta por la proximidad es
la razón de la proliferación de supermercados. Las grandes cadenas, en
mayor o menor medida, intentan acercarse al cliente, conquistando el
centro de la ciudad. Carrefour, que reina en el hipermercado, extiende
sus formatos urbanos Market (supermercado grande) y Express; Auchan se
ha enfocado en los Simply; Dia inició en 2018 el formato Dia&GO en
el centro de Madrid… Mercadona, por su parte, sostiene que el formato de
1.200-1.700 metros cuadrados es el que más convence al “jefe”, como
denomina a sus clientes, un formato que es también el favorito de Lidl. A lo que sí miran todos es a un factor clave para la evolución del
supermercado: el demográfico. No solo al estancamiento de la población,
incluso su descenso, como pronostica Kantar, sino también al
envejecimiento, que cambia hábitos y necesidades de los compradores, y a
la distribución de esa población. “Si no hay más bocas, no habrá más
ventas de alimentación”, razona Florencio García. “Es la única duda real
del sector”, puntualiza Magarzo, de Asedas. El envejecimiento de la población también traerá consecuencias a los
lineales. “Se necesitará una tienda más cómoda, con pasillos más amplios
y estanterías más bajas, para atender mejor a los mayores”, opina el
profesor Gázquez. “En Japón”, tercia Magarzo, con una población muy
envejecida, el súper es el centro del barrio. Tienen mesas para que se
sienten los mayores, atienden sus demandas y hasta les ayudan con los
recibos”.
Saturación o no, lo cierto es que en el panorama español se han
producido algunos avisos. En la última presentación de resultados, Juan
Roig, presidente de Mercadona, líder indiscutido del sector con una
cuota del 25,1% según Kantar —del 19,4%, según Alimarket—, ya
afirmó que la cadena valenciana estaba llegando al número “óptimo” de
tiendas en España. Su apuesta ahora es modernizar este parque y
extenderse en Portugal. Dia, inmersa en una grave crisis, lleva años
cerrando locales. Para sanear ahora unas cuentas maltrechas, sus planes
apuntan a la clausura de un número indeterminado de tiendas, las que no
sean rentables. La cooperativa vasca Eroski, que absorbió la cadena catalana Caprabo, también ha tenido problemas financieros.
Según las cifras de Alimarket, el número de supermercados ha
crecido un 13,7% desde 2007. Con pequeños pasos atrás en 2009 y 2012,
el formato no ha parado de crecer. “Incluso en la crisis, con la caída
del consumo, con la marcha de inmigrantes o la salida de miles de
jóvenes, el formato siguió creciendo”, recuerda Ignacio García Magarzo,
director general de Asedas. Pero esos años locos parecen tocar a su fin.
Las cifras de Alimarket indican que en 2017 apenas se ganaron
72 tiendas, un 0,33%, por un 0,4% en 2016. Cifras mucho más modestas que
en años anteriores. La expansión deja paso a las reformas de tiendas.
En ese punto, asomándose a la saturación, está hoy por hoy la
distribución en España, al menos a juicio de buena parte de los expertos
consultados para este reportaje. Y también según las cifras. A falta de
conocer los datos de 2018, a cierre de 2017, había en España 21.553
supermercados abiertos, con una superficie de venta de 11,4 millones de
metros cuadrados, según las cifras de la publicación especializada Alimarket, avaladas por la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas).
Nos parece
que nos acercamos a Portugal porque se ha convertido en un habitual
destino turístico, pero aún nos falta corresponder al interés que ellos
muestran por nuestra lengua y lo que nos ocurre.
Volver a España tras un viaje a América hace tan solo dos décadas te
llevaba a constatar cómo nuestro país había estado vivido ajeno y
refractario al mundo exterior. Ya desde el aeropuerto se percibía la
uniformidad física que nos convertía a todos en personajes de una misma
familia, acostumbrados a una cultura autorreferencial, no expuestos a la
mezcla. Si bien somos un país diverso en su cultura interior cuánto se
echa de menos no haber sido moldeados por el impacto de lo desconocido. He leído estos días, con admiración y asombro, Elretorno, de la escritora portuguesa Dulce María Cardoso. La novela fue publicada y recibida con entusiasmo en 2011 pero es ahora
cuando, con mucho retraso, se publica en español; retraso
injustificado, no solo por la maestría literaria de sus páginas sino
porque lo que cuenta sucedió a unos pocos kilómetros de casa. con entusiasmo en 2011 pero es ahora cuando, con mucho retraso, se
publica en español; retraso injustificado, no solo por la maestría
literaria de sus páginas sino porque lo que cuenta sucedió a unos pocos
kilómetros de casa. Nos parece que nos acercamos a Portugal porque se ha
convertido en un habitual destino turístico, pero aún nos falta
corresponder con cortesía al interés que ellos muestran por nuestra
lengua y lo que nos ocurre. El retornose enmarca dentro de la odisea
de los que fueron nombrados con muy distintos apelativos: africanistas,
colonos, ultramarinos, repatriados, desalojados, refugiados o
fugitivos. Finalmente, el Gobierno de aquel país naciente de la revolución de los claveles
optó por llamar retornados a los que, tras la declaración de
independencia de las últimas colonias portuguesas en 1975, fueron
obligados de un día para otro a abandonar sus casas en Angola,
Mozambique o Guinea-Bisáu. Esta historia es sin duda conocida por los
entonces jóvenes politizados que seguían con entusiasmo el devenir de
aquella revolución que se saldó sin un muerto, pero no sé qué puede
llegar hoy a los jóvenes de aquel transitadísimo puente aéreo que dejó
en la metrópoli, como así era llamado Portugal, a cerca de 700.000
personas. Familias enteras que el Gobierno alojó en hoteles durante casi
un año. Imaginar el impacto que sobre un país de poco más de siete
millones de habitantes supuso la llegada de aquellos familiares de
ultramar, con los que solo se habían relacionado carteándose en fechas
señaladas, es difícil de entender. Puede que solo la ficción, valiéndose
de su virtud de elegir una vida individual en el devenir colectivo,
pueda mostrarnos cómo la historia en mayúsculas puede alterar nuestro
destino. Aquí, en esta novela, seguimos los pasos de un muchacho, Rui,
que junto a su madre y su hermana salen huyendo de Angola y son
albergados en un hotel de lujo en Estoril. La novelista sabe de lo que
escribe: ella misma vivió su infancia en el país africano y experimentó
en carne propia lo que supuso para todos aquellos expatriados que venían
de países abiertos en costumbres, donde la mujer podía moverse con libertad, la naturaleza era generosa y los colores
adornaban la vestimenta de la gente, llegar a un pequeño país de
inviernos húmedos y fríos, melancólico y, a pesar de la reciente
revolución, muy conservador.
Eran observados por los portugueses con desconfianza, juzgados como
colonos explotadores. No se comprendía tampoco su constante añoranza de
África, una añoranza que hoy forma parte de la esencia del país; porque a
pesar del trauma de unos y otros se puede afirmar que los retornados
avivaron la cultura portuguesa, la renovaron. La literatura va narrando
una experiencia que no debe perderse, porque si hablamos de movimientos
migratorios tenemos que contemplar este capítulo fascinante que nos
interpela ahora más que nunca. No quisiera que la novela de Cardoso pasara inadvertida. Tenemos que conocernos mejor.
HE AQUÍ UN DIBUJO realista a la par que abstracto. He aquí un híbrido
entre lo sustantivo y lo adjetivo, entre la esencia y la existencia. He
aquí la hazaña de mostrar el todo con la parte antes de la invención de
la retórica, del descubrimiento de la sinécdoque o la metonimia. He aquí
una obra cuyo autor podría ser indistintamente un hombre o una mujer,
un niño o un adulto. He aquí un esquema y su desarrollo, un proyecto y
su realización. He aquí una obra antigua y moderna, tan antigua que
tiene 17.000 años y tan moderna que podría ser de esta misma mañana. Pertenece a una serie hallada en la cueva de Ekain (Gipuzkoa) y fue
grabada sobre arcilla con unos dedos idénticos a los de nuestras manos. ¡Qué versátiles, los dedos! Sirven para mecer la cuna y para cerrar el
ataúd, para manipular la estilográfica y el bisturí, para coser la ropa y
las heridas, para sujetar el clavo y el martillo. Con sus yemas nos
extendemos por el rostro la crema para después del afeitado o la leche
hidratante posterior a la ducha. Con los dedos nos atamos los cordones
de los zapatos y tocamos el piano o la guitarra, y con los dedos
acariciamos y coordinamos los movimientos del cuchillo y el tenedor. Son
frágiles y duros a la vez, nerviosos y tranquilos. Saben moverse en las
zonas más sabrosas del cuerpo propio y del ajeno, en las más delicadas,
pero también en las más ásperas . Con esos mismos dedos con los que nos
arreglamos el pelo en los días de viento, dibujaron nuestros abuelos
este enigmático caballo en el interior de una oscura galería desde la
que fuimos alumbrados usted y yo. Nosotros