Jayme Closs, de 13 años, fue secuestrada supuestamente por un hombre al que no conocía pero que irrumpió en su casa y mató a su familia para llevársela.
“Es Jayme Closs. Llama al 911”.
Peter Kasinskas estaba
limpiando pescado en la cocina cuando una vecina empezó a llamar
frenéticamente a su puerta y se presentó en su casa, acompañada de la
niña más buscada de Wisconsin, en el norte de EE UU.
La reconoció al instante.
Cualquier habitante del condado, diría después el sheriff
local embargado por la emoción, habría reconocido a la pelirroja de 13
años cuyo rostro ilustraba los carteles pegados por todas las esquinas
desde hacía tres meses.
“El mismo pelo, la misma cara, aunque estaba más
delgada, despeinada, y parecía no haber podido bañarse ni cuidarse”,
explicó Kasinskas en Fox News.
La vecina, Jeanne Nutter, trabajadora social que se dedicó
durante años a la protección de menores, estaba paseando a su perro por
un camino rural cuando una niña la llamó a gritos, la agarró, le dijo su
nombre, le contó que no sabía dónde estaba y le pidió por favor que la
ayudara.
“Me sentí aterrada”, explicó Nutter a Associated Press, “pero no quería que ella lo notara”.
Nutter acudió a casa de los Kasinskas, allí al lado, y enseguida llamaron a la autoridades.
Jayme estaba muy callada, como en shock.
“Queríamos que se sintiera cómoda.
Tenemos un cachorrito y mi mujer le
preguntó a Jayme si quería jugar con él. Ella dijo que sí, se lo
trajimos y se relajó.
Ya sabe, los perros hacen esos milagros”, explicó
Kasinskas.
Poco a poco Jayme les fue contando cosas.
No sabía nada de
Gordon, el pueblo maderero de 636 habitantes, rodeado de frondosos
bosques, donde se encontraba.
Pero resultó que había pasado los últimos
tres meses allí. Encerrada en la remota cabaña de Jake Thomas Patterson,
el hombre de 21 años que, según la policía, el pasado 15 de octubre
irrumpió en el domicilio de Jayme, mató a tiros a sus padres y huyó de
la escena del crimen secuestrando a la joven.
Jayme les dijo el nombre de su captor.
Les contó que no lo conocía de
nada.
Pudo describir el coche de Patterson, gracias a lo cual la policía
lo localizó y lo arrestó a las pocas horas, cuando había salido a
buscar a la chica, que había logrado escapar de su cautiverio tras
ausentarse él.
Se le acusa de doble homicidio y secuestro.
En su casa
guardaba una escopeta, que concuerda con la que mató a los padres de
Jayme en Barron, otro pueblo algo más grande, a apenas cien kilómetros
el sur de Gordon.
Habían buscado a Jayme hasta en Florida.
Aquel suceso
conmovió al país.
Una misteriosa llamada al 911, a la una de la
madrugada del 15 de octubre, permitió a la policía hallar los cadáveres
de Denise y James Closs.
No está claro si quien llamó pronunció la
palabra ayuda, pero había un considerable alboroto que llevó a la
policía a localizar la llamada y acudir.
Los Closs habían celebrado una
reunión familiar esa tarde, en la que había estado Jayme.
Pero ya no
estaba.
En ningún momento se la consideró sospechosa del crimen. “No
sabemos lo lejos que puede haber ido o si alguien se la llevó. No
tenemos la respuesta a eso.
Solo sabemos que tenemos una escena de un
crimen violento y una niña de 13 años desaparecida”, dijo entonces el sheriff del condado de Barron, Chris Fitzgerald.
Cuando, tres meses después, le comunicaron por teléfono que
Jayme había aparecido viva, Fitzgerald, un hombre corpulento y maduro,
se echó a llorar.
“Me temblaban las piernas. El estrés, el alivio. Era
increíble”, explicó el viernes en conferencia de prensa.
Patterson no se lo había puesto fácil.
Se esmeró en no dejar rastro, asegura el sheriff.
Incluso se rapó la cabeza antes de actuar por si se le caía algún pelo que ayudara a seguir su pista.
El condado se volcó en el caso.
Dos mil voluntarios, dos
terceras partes de la población de Barron, se unieron a una masiva
batida el 22 de octubre.
Los cazadores buscaban el rastro de Jayme en el
bosque.
Jennifer Smith, la tía de Jayme, puso un mensaje dirigido a su
sobrina:
“Te necesitamos de vuelta para llenar el agujero que tenemos en
nuestros corazones.
Todos te queremos hasta la Luna y vuelta.
Nunca
dejaremos de buscarte. Tu perrita, Molly, te espera. Duerme con una de
tus camisetas”.
El FBI
ofreció una recompensa de 25.000 dólares (21.800 euros), luego la
dobló.
La policía recibió 3.500 pistas. Ninguna condujo a Patterson.
Un
joven de 21 años sin antecedentes penales, fuera del radar de la
policía.
Desempleado. No parece haber tenido ninguna relación con Jayme
ni había contactado con ella por las redes sociales.
Hace tres años, el
joven trabajó durante un día o dos en la misma fábrica de productos de
pavo donde trabajaban los Closs, pero las autoridades ni siquiera creen
que llegaran a conocerse.
“Nada en este caso muestra que el sospechoso conociera a
nadie en la casa de los Closs o que hubiera tenido contacto alguno con
la familia en el pasado”, aseguró el sheriff Fitzgerald.
“Sin embargo, tenía la intención específica de secuestrar a Jayme y se esforzó mucho en prepararse para hacerlo”.
La policía trata ahora de averiguar cómo se fijó en Jayme.
“Ni siquiera yo lo entiendo”, dijo el sheriff Fitzgerald.
“Es la pregunta del millón de dólares”.
La chica está al fin a salvo
. Patterson, por su parte,
comparecerá el lunes ante el juez. En Barron, los carteles de “Recemos
por Jayme” se han cambiado por otros que dicen: “Bienvenida a casa,
Jayme”.
“Durante 88 días he dicho que trabajaríamos sin descanso
para traer a Jayme Closs viva. Eso justo es lo que hemos hecho”, dijo el
sheriff Fitzgerald, visiblemente emocionado.
“Jayme ha sido la
heroína en este caso.
Ha sido la campeona que al final dijo que ya
estaba bien.
No podemos estar más orgullosos de Jayme”.
Ahora necesita espacio.
Tiempo para curar las heridas.
“Va a
tener que pasar el duelo por la pérdida de sus padres y también
convivir con el hecho de que fue secuestrada, se fugó, y lo que sea que
haya vivido allí dentro”, explicó Katie Beers, una neoyorquina que hace
26 años, cuando tenía 10, fue secuestrada por un vecino durante dos
semanas.
Jayme pasó la noche del jueves en el hospital.
Aseguran que
ya está hablando con los investigadores.
El viernes volvió a Barron,
donde se reunió con su tía Jennifer. Distribuyeron una foto de las dos
junto a su perrita Molly.
Se ve a Jayme sonriendo.