En 2017 fallecieron 2.336 personas, más que en accidentes de tráfico.
Javier Portillo
La asfixia por atragantamiento es la tercera causa de muerte no natural en España por delante los accidentes de tráfico.
En 2017, un total de 2.336 personas perdieron la vida porque un trozo de comida u otro objeto les impidió respirar y nadie logró ayudarles a expulsarlo, según recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Solo se sitúan por encima el número suicidios (3.679) y el de muertes por caídas accidentales (3.057).
“Las personas que hayan sufrido un íctus, padezcan ELA o enfermedades neurodegenerativas como el párkinson tienen muchas probabilidades de desarrollar problemas de deglución y por eso deben seguir una dieta adaptada a sus limitaciones”, comenta por teléfono.
Sin embargo, los datos del INE indican que del total de muertes por asfixia, solo 212 se debieron a atragantamientos por alimentos. El resto las provocaron otros objetos.
“Pastillas y fragmentos de dentadura son los más habituales”, asegura Gutiérrez, quien también es el jefe de la Unidad de Otorrinolaringología del Hospital Rey Juan Carlos.
Y añade: “En el caso de los niños, juguetes y canicas son los elementos más comunes”.
“La edad es fundamental en estos casos, ya que los menores aún no han desarrollado la habilidad de deglutir, y los ancianos la van perdiendo”, comenta Antonio Guzmán, director de promoción Mapfre Salud.
La fundación de esta aseguradora puso en marcha en 2015 la campaña SOS Respira y desarrolló una aplicación móvil, disponible en iOS y Android, en la que se explica a través de vídeos cómo actuar para revertir un atragantamiento.
Para desarrollar esta software han contado con la colaboración de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes).
Además, han realizado cursos dirigidos a hosteleros para que conozcan la maniobra de Heimlich, que consiste en la compresión abdominal para liberar el conducto respiratorio.
“Hemos llegado a más de 8.000 establecimientos hosteleros a los que hemos enseñado mediante un chaleco con un esófago y un estómago artificiales, cómo presionar el abdomen”, comenta Guzmán.
“Los primeros auxilios deben formar parte del currículo escolar. Los esfuerzos de las autoridades educativas y sanitarias deben ir enfocados a que todo el mundo sepa cómo actuar cuando se produce una crisis de este tipo, porque salvar la vida depende de segundos”, sostiene Guzmán.
También reclaman que los manipuladores de alimentos reciban este tipo de formación para poder poder obtener el certificado.
El facultativo advierte de que se producen casos de atragantamientos que, si bien no producen la muerte inmediata de quien lo sufre, devienen en neumonías aspirativas al desplazarse el objeto al pulmón y generar una infección que sí puede terminar con la muerte del paciente.
“Y estas muertes no figuran en las estadísticas”, zanja.
El año pasado murieron cuatro menores de 14 años atragantados por objetos y tres por alimentos.
El último, Tiago, un niño de 3 años que se asfixió el pasado fin de año por culpa de una uva en Gijón (Asturias).
El menor llegó al Hospital de Jove sin respiración y los intentos de reanimación fueron fallidos.
La mayoría de quienes murieron atragantados tenían más de 65 años
(2.112).
Algo que el secretario general de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, Raimundo Gutiérrez, achaca a la disfagia, es decir, a la dificultad para tragar que aparece como síntoma de muchas enfermedades.
En 2017, un total de 2.336 personas perdieron la vida porque un trozo de comida u otro objeto les impidió respirar y nadie logró ayudarles a expulsarlo, según recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Solo se sitúan por encima el número suicidios (3.679) y el de muertes por caídas accidentales (3.057).
“Las personas que hayan sufrido un íctus, padezcan ELA o enfermedades neurodegenerativas como el párkinson tienen muchas probabilidades de desarrollar problemas de deglución y por eso deben seguir una dieta adaptada a sus limitaciones”, comenta por teléfono.
Sin embargo, los datos del INE indican que del total de muertes por asfixia, solo 212 se debieron a atragantamientos por alimentos. El resto las provocaron otros objetos.
“Pastillas y fragmentos de dentadura son los más habituales”, asegura Gutiérrez, quien también es el jefe de la Unidad de Otorrinolaringología del Hospital Rey Juan Carlos.
Y añade: “En el caso de los niños, juguetes y canicas son los elementos más comunes”.
“La edad es fundamental en estos casos, ya que los menores aún no han desarrollado la habilidad de deglutir, y los ancianos la van perdiendo”, comenta Antonio Guzmán, director de promoción Mapfre Salud.
La fundación de esta aseguradora puso en marcha en 2015 la campaña SOS Respira y desarrolló una aplicación móvil, disponible en iOS y Android, en la que se explica a través de vídeos cómo actuar para revertir un atragantamiento.
Para desarrollar esta software han contado con la colaboración de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes).
Además, han realizado cursos dirigidos a hosteleros para que conozcan la maniobra de Heimlich, que consiste en la compresión abdominal para liberar el conducto respiratorio.
“Hemos llegado a más de 8.000 establecimientos hosteleros a los que hemos enseñado mediante un chaleco con un esófago y un estómago artificiales, cómo presionar el abdomen”, comenta Guzmán.
“Primeros auxilios en el cole”
La fundación Mapfre insta a las administraciones públicas a que promuevan la enseñanza de las técnicas de reanimación.“Los primeros auxilios deben formar parte del currículo escolar. Los esfuerzos de las autoridades educativas y sanitarias deben ir enfocados a que todo el mundo sepa cómo actuar cuando se produce una crisis de este tipo, porque salvar la vida depende de segundos”, sostiene Guzmán.
También reclaman que los manipuladores de alimentos reciban este tipo de formación para poder poder obtener el certificado.
El facultativo advierte de que se producen casos de atragantamientos que, si bien no producen la muerte inmediata de quien lo sufre, devienen en neumonías aspirativas al desplazarse el objeto al pulmón y generar una infección que sí puede terminar con la muerte del paciente.
“Y estas muertes no figuran en las estadísticas”, zanja.
El año pasado murieron cuatro menores de 14 años atragantados por objetos y tres por alimentos.
El último, Tiago, un niño de 3 años que se asfixió el pasado fin de año por culpa de una uva en Gijón (Asturias).
El menor llegó al Hospital de Jove sin respiración y los intentos de reanimación fueron fallidos.
Algo que el secretario general de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, Raimundo Gutiérrez, achaca a la disfagia, es decir, a la dificultad para tragar que aparece como síntoma de muchas enfermedades.