El éxito de la misión supone un paso más en el ambicioso programa espacial del país asiático.
Recreación de la nave 'Chang'e 4' en la Luna. En vídeo, animación de cómo fue el alunizaje.Administración Nacional Espacial; Vídeo: Atlas
China ha logrado por primera vez en la historia alunizar una nave en la cara oculta de la Luna. La sonda Chang'e 4,
que fue lanzada el 8 de diciembre, tocó el suelo del satélite este
jueves a las 10.26 hora local, según informó la Administración Nacional
del Espacio de China. El éxito del alunizaje, que no se anunció de forma
oficial hasta aproximadamente dos horas después de haberse producido,
supone un hito más para el ambicioso programa espacial del país
asiático, aún lejos del de Estados Unidos en financiación pero
convertido en una prioridad absoluta para las autoridades chinas. L a nave no tripulada ya había entrado en órbita lunar elíptica durante
el pasado domingo, con el punto más cercano al astro a unos 15
kilómetros de su superficie y el más lejano a unos 100 kilómetros, según
informó la Administración Nacional del Espacio de China. Desde entonces
se buscó el momento idóneo para posar la sonda en la superficie lunar,
porque la parte no visible del astro tiene periodos de día y noche que
duran unos 14 días terrestres y se necesitaba la luz solar para que
tanto el módulo de aterrizaje como el vehículo móvil de exploración
funcionaran como estaba previsto. Entretanto, los ingenieros verificaron el buen funcionamiento de la sonda y del satélite Queqiao,
que sirve de enlace para comunicar este vehículo explorador con la
Tierra. El hecho de que la comunicación con la sonda no pueda ser
directa —la propia masa de la Luna lo impide— es uno de los principales
obstáculos técnicos de la misión. Finalmente la sonda tocó superficie
sin problemas en el cráter Von Kárman, de 186 kilómetros de diámetro,
situado en la cuenca Aitken (en el Polo Sur), que a su vez es uno de los
mayores cráteres de impacto conocidos en el sistema solar y uno de los
más antiguos de la Luna. "Se ha abierto un nuevo capítulo en la
exploración lunar por parte del hombre", dijo la agencia espacial china
en un comunicado.
El objetivo de la sonda Chang'e 4 es principalmente analizar
la composición del terreno y el relieve de la zona, lo que podría dar
pistas sobre los orígenes y evolución del satélite.
Esa cara lunar,
invisible desde la Tierra, es muy distinta de la que sí conocemos.
Si la cara vista muestra "mares" llanos de basalto y relativamente
pocos cráteres, el otro lado está lleno de éstos y su composición parece
diferente. La misión china podría recabar datos sobre la evolución y la
geología de este área desconocida del satélite.
Recreación del vehículo lunar de la sonda 'Chang'e-4'.Administración Nacional Espacial
La nave china ha completado así un nuevo hito de la exploración espacial, que esta semana ha asistido a otros dos logros. La sonda Osiris-Rex de la NASA
descendió hasta el asteroide Bennu y lo orbitó a apenas un kilómetro y
medio de la superficie. Esta complicada maniobra depende de la fuerza de
microgravedad que ejerce la roca, de apenas 500 metros de diámetro.
El año arrancó con el paso de otra sonda estadounidense —New Horizons— junto a Ultima Thule, el cuerpo más lejano del Sistema Solar que se haya visitado. En la nueva carrera por la exploración lunar participan las seis
agencias espaciales de todo el mundo (China, Europa, India, Japón,
Estados Unidos y Rusia). Hace casi medio siglo que las misiones Apolo
pusieron a Neil Armstrong en la superficie de nuestro satélite. Las
muestras que se obtienen son un tesoro científico para entender el
origen del sistema solar y los principios generales de la formación de
los planetas.
La primera imagen tomada por la sonda Chang'e 4 en el momento del alunizaje en la cara oculta de la Luna.Administración Nacional del Espacio de ChinaAP
La nave es hermana de la Chang'e 3, que en 2013 aterrizó en la cara visible de la Luna con el explorador lunar Yutu a bordo. La misión se consideró un éxito, aunque Yutu (que significa liebre de jade en mandarín) apenas logró recorrer 110 metros antes de que sus sistemas fallaran sin reparación posible.
Chang'e 4 toma el nombre en honor a una diosa que, según la
mitología china, habita en la Luna. Tras el alunizaje, está planeado que
se despliegue un vehículo de exploración que empezará a recorrer este
desconocido paisaje lunar y a transmitir datos que permitan esclarecer
algunos de los principales interrogantes sobre la cara oculta del
satélite.
En este caso, ha precisado el responsable del programa de exploración
lunar chino, Wu Weiren, en una rueda de prensa en agosto, el vehículo
espacial se ha diseñado con una "mayor adaptabilidad" a los terrenos
abruptos. El artefacto, según Wu, es "el más ligero del mundo de su
tipo", con 140 kilos de peso. Aunque se había anunciado que su nombre se
decidiría por votación popular en octubre, hasta el momento no se ha
hecho público el apodo con el que se conocerá a este vehículo. Sí se ha
dado a conocer que tiene seis ruedas y está dotado de una cámara
panorámica, radar y un espectrómetro de imágenes infrarrojas, entre
otros equipos.
La misión, además de analizar los datos de la superficie lunar, también incluirá otros experimentos científicos. Chang'e 4
lleva a bordo huevos de gusano de seda, semillas de patata y de flores
para observar la germinación, crecimiento y respiración en las
condiciones de baja gravedad en la superficie lunar. El año próximo China tiene previsto enviar una nueva sonda a la Luna, Chang'e 5, que tendrá como misión recoger muestras del suelo y traerlas de regreso a la Tierra. El programa espacial chino ha logrado enormes progresos en la última
década. Aún está muy por detrás en cuanto a tecnología y presupuesto
respecto al de Estados Unidos: se calcula que está dotado con 6.000
millones de dólares, frente a los 40.000 de la agencia espacial
estadounidense. Pero cuenta con la ventaja de recibir el respaldo
inequívoco del Gobierno chino. Encaja perfectamente en la estrategia de
crecimiento económico que se ha fijado Pekín, que quiere primar la
innovación y el desarrollo tecnológico; contribuye a su seguridad
nacional y, por añadidura, sirve como herramienta diplomática y de soft power. Si ya ha dado los primeros pasos para construir una estación espacial, la Tiangong-3,
que se espera que pueda estar lista para 2022, para 2030 China se
plantea enviar una misión tripulada a la Luna, un objetivo al que EE UU
renunció con el fin del programa Apolo. La nave espacial, a su vez, cuenta también con cámaras para grabar el
alunizaje y las imágenes del terreno, y un espectrómetro de baja
frecuencia. La Administración del Espacio de China ya ha publicado las
primeras fotografías enviadas por la sonda durante el alunizaje. La misión, además de analizar los datos de la superficie lunar, también incluirá otros experimentos científicos. Chang'e 4
lleva a bordo huevos de gusano de seda, semillas de patata y de flores
para observar la germinación, crecimiento y respiración en las
condiciones de baja gravedad en la superficie lunar.
El expresidente ha superado a Donald Trump y la ex primera dama a Oprah Winfrey en la lista anual de Gallup.
Michelle y Barack Obama, durante la investidura de Donald Trump, en enero de 2017. CORDON PRESS
Casi dos años después de dejar la Casa Blanca, Barack y Michelle
Obama siguen figurando como dos de las personas más influyentes y
admiradas del mundo. De acuerdo a una encuesta elaborada por la firma Gallup
en Estados Unidos, los nombres del expresidente estadounidense y la
exprimera dama son los más repetidos ante la pregunta de "¿Cuál es la
mujer y el hombre que vive en la actualidad, que admiras más?". De esta forma Michelle Obama se estrena en el primer lugar de la lista con el 15 % de las menciones y pone fin a 16 años de reinado de Hillary Clinton. En 2018 la exsecretaria de Estado, quien se ha hecho con el título de
la mujer más admirada en total en 22 ocasiones, ha caído a la tercera
posición, con un 4 % que le sitúa empatada con la actual primera dama, Melania Trump, y por detrás de Oprah Winfrey. La presentadora y empresaria,
de 64 años, se posiciona en el segundo lugar, citada por el 5 % de las
1.025 personas encuestadas en los 50 estados norteamericanos, La lista de mujeres la completan figuras como Isabel II de Inglaterra; la canciller de Alemania, Angela Merkel; la juez Ruth Bader Ginsburg; la presentadora Ellen DeGeneres; la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley; la activista paquistaní y premio Nobel de la paz Malala Yousafzai; y la congresista Nancy Pelosi.
Donald y Melania Trump, a su llegada a la Casa Blanca, la pasada semana.Cordon Press
Michelle Obama forjó su propia leyenda mientras estuvo en la Casa
Blanca porque su estilo, su carisma y su compromiso fueron más allá de
su papel de consorte. Pero a diferencia de otras mujeres que ocuparon el
mismo puesto, la exprimera dama, de 54 años, incluso ha aumentado su
popularidad tras mudarse a los suburbios de Washington D.C. Prueba de
ello es que su libro autobiográfico, Becoming, se convirtió en menos de 15 días en el libro más vendido de 2018.
Solo en Estados Unidos se vendieron 2 millones de copias en las
primeras dos semanas, y las altas ventas en Europa la posicionaron en el
primer lugar en países como España, Reino Unido, Alemania, Francia,
Italia, Holanda, Dinamarca, Noruega, Finlandia y Grecia.
Oprah Winfrey, en febrero de 2018.
.Cordon Press
Pero las cerca de 400 páginas de las memorias de Obama no fueron lo
único que causaron sensación en 2018. La gira de promoción del libro
causó tanto revuelo que muchos medios locales la compararon con la de
grandes artistas musicales. Durante su paso por diez ciudades en Estados
Unidos, la exprimera dama se presentó ante grandes multitudes
de personas que pagaban cientos e incluso miles de dólares por
conocerla. Uno de los eventos más destacados fue una aparición en Dallas
(Texas) el pasado 17 de diciembre, donde los pases VIP en las primeras
filas del pabellón superaron los 10.000 dólares (8.700 euros). Barack Obama,
por su parte, ha visto su nombre en el podio de la lista masculina en
diez ocasiones anteriores, lo que lo acerca al récord de Dwight Eisenhower
—presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961— que fue considerado
por Gallup como el hombre más admirado durante doce años seguidos. La
mayoría de Obama con el 19 % de las menciones, va en contra de una
tendencia en la que el mandatario activo de Estados Unidos consigue el
primer lugar en la lista. Solo en 13 de las 72 ocasiones en que se ha
publicado la encuesta, el número uno no ha estado ocupado por el
inquilino de la Casa Blanca.
El papa Francisco, el pasado 21 de diciembre en el Vaticano.Cordon Press
En esta ocasión, el actual presidente estadounidense, Donald Trump, ha quedado segundo en la encuesta, con el 13 % de las menciones. El neoyorquino se estrenó por primera vez en la lista en 2004, pero ha ganado una mayor cantidad de menciones desde 2016. El expresidente George W. Bush
y el Papa Francisco han empatado en el tercer puesto con un 2 %,
seguidos del empresario Bill Gates, el senador Bernie Sanders, el
expresidente Bill Clinton, el Dalai Lama, el exvicepresidente Joe Biden,
el magnate Elon Musk y el actual vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence. Tras algunos meses de bajo perfil, Barack Obama retornó a la escena política el pasado año, al hacer campaña para las elecciones legislativas de noviembre, en las que el Partido Demócrata recuperó el control de la Cámara de Representantes
después de ocho años de mayoría republicana. En el ámbito más personal,
el exmandatario se ha dedicado a dar charlas en varias partes del
mundo, donde una foto con el expresidente llegó a costar hasta 3.300 euros.
Publicado por
Pedro TorrijosJoan Crawford y Bette Davis en What Ever Happened to Baby Jane?, 1962. Fotografía: Getty.En una
silla de ruedas está sentada una mujer de cincuenta y seis años. Lleva
el pelo recogido en un moño de mujer de cincuenta y seis años y viste
una bata larga y gruesa de algodón color burdeos que le cubre de los
hombros a los pies mientras se tapa el cuello con un pañuelo de seda
igualmente oscuro. Parece cansada, pero sus ojos están atentos. Mira
hacia arriba. Enfrente, de pie, hay una mujer de cincuenta y cuatro
años. Lleva una peluca rubia con tirabuzones, como el pelo de una niña
de siete años, y un vestido bordado blanco de falda cancán justo bajo la
rodilla con un lazo rojo en la cintura y un clavel de papel en el
pecho. Es el vestido de una niña de siete años. Tiene
tanto maquillaje en la cara que se diría que nunca se la ha lavado; solo
ha ido añadiendo capa tras capa tras capa hasta que ha perdido todo el
color y ahora es blanca. Como la de una niña de siete años.
La mujer de la silla de ruedas se llama Lucille Fay Le Sueur, pero el mundo la conoce como Joan Crawford.
Su ropa forma parte de una historia.
La mujer con el traje de niña se llama Ruth Elizabeth Davis, aunque siempre ha sido Bette.
Ella misma ha elegido su vestuario. Al otro lado del set que la Warner ha montado en uno de sus estudios de Hollywood, Robert Aldrich respira hondo, se ajusta sus gruesas gafas de pasta y grita: «Acción».
Hay un momento en Feud —la serie de Ryan Murphy que en su primera temporada narraba el rodaje y posterior estreno de ¿Qué fue de Baby Jane?— en el que Susan Sarandon, en la piel de Bette Davis, le dice a una Joan Crawford interpretada por Jessica Lange:
«Bien, vamos a dejarnos de chorradas.
Yo no te caigo bien y tú no me
caes bien a mí, pero necesitamos que esta película funcione.
Las dos lo
necesitamos.
Tan solo te pido que des lo mejor de ti. Inténtalo. Porque
cuando eres buena, Joan, eres jodidamente buena».
Estas frases definen
en una pincelada el choque de trenes que fue la película tanto para sus
estrellas como para todos los demás agentes implicados, pero también
resume lo que suponía el Hollywood de la época para dos mujeres ya
maduras, aunque fuesen (o hubiesen sido) las estrellas más fulgurantes
de su firmamento.
Más aún cuando estas dos estrellas, como mujeres,
habían pasado la mitad de su carrera alimentando una inquina mutua, ese
intraducible feud que duraba ya tres décadas.
Joan
Crawford nació en San Antonio, Texas, en 1906 y nunca conoció a su
padre.
Durante la década de los diez vivió con su madre y su hermano
mayor en Lawton, Oklahoma, y después en Kansas City, Missouri, hasta
que, todavía como Lucille, se enroló en un par de compañías ambulantes
de variedades.
Llegó a Broadway como corista de primera fila en 1924 y,
desde allí, fichó por la Metro-Goldwyn-Mayer a razón de setenta y cinco
dólares por semana.
Pese a su experiencia en el teatro, cuando llegó a
Hollywood en el 25 era casi el prototipo de southern belle,
la chica guapa del sur.
La diferencia es que Crawford no pertenecía a
la clase adinerada, sino que había salido a flote desde la miseria y por
sus propios medios.
Medios que incluían una capacidad de trabajo solo
comparable a su competitividad y, sí, también a su belleza. Porque
Crawford era guapa, y mucho.
Tras
unos cuantos papeles secundarios e incluso como doble de cuerpo,
Crawford inició un proceso de autopromoción como no se había visto nunca
en Hollywood.
La guionista Frederica Sagor
diría: «Nadie convirtió a Joan Crawford en una estrella. Joan Crawford
fue una estrella porque Joan Crawford decidió ser una estrella».
Para
cuando llegó el cine sonoro en 1927, Joan era uno de los reclamos más
poderosos del estudio.
A principios de los treinta era una superestrella
con legiones de admiradores y, sobre todo, admiradoras, que veían en su
belleza desafiante un modelo de nueva feminidad.
A finales de esa
década sufrió su primer encontronazo con la industria cuando Harry Brandt,
presidente de la Asociación Independiente de Propietarios de Salas de
Cine, la incluyó en una lista de intérpretes a los que consideraba
«veneno para la taquilla».
Sus películas seguían siendo bien recibidas
por la crítica pero fracasaban entre el público, algo que Joan achacaba
al estudio, así que en 1943 terminó su contrato con la MGM y firmó por
Warner Brothers.
Bajo Jack Warner cosechó sus mayores éxitos:
Óscar en el 45 por Mildred Pierce, dos nominaciones, una en el 48 y otra en el 53, y el papel de Vienna en Johnny Guitar
en el 54, por el que no recibió ningún premio pese a ser su mejor
interpretación. Joan seguía siendo una estrella casi en la cincuentena,
pero el trabajo era cada vez más escaso.
¿Qué fue de Bette?
Joan
Crawford tenía una confianza adamantina en su trabajo, pero, cada cierto
tiempo, la insegura Lucille Le Sueur reflotaba entre el oropel para
decirle que, sin su belleza, no era nadie.
Siempre entendió que la vida
era dependiente del atractivo.
Era guapa y estaba en la cima; era guapa
y, por tanto, no era tan buena actriz.
Bette Davis no era guapa.
Nunca
lo había sido. Belleza extraña o mirada enigmática eran un par de rodeos
para decir que Davis era fea; al menos, todo lo fea que podía ser una
de las figuras más rutilantes de la industria del cine.
Murphy exponía en Feud
una tesis difícilmente cuestionable: en el Hollywood de entonces
—probablemente también en el de ahora— era imposible ser esposa y madre y
estrella de la pantalla.
Los hombres podían estar ausentes, podían
reservar un resto de su tiempo a la familia, podían ser un modelo
distante; las mujeres, no. Bette Davis no podía dedicar a sus hijos el
tiempo y el esfuerzo que tenía que emplear en demostrar, constantemente,
que era la mejor actriz de su generación.
Porque
Davis se consideraba la mejor.
Miraba con desdén a todas las demás; lo
tenían más fácil, podían seducir con una sonrisa y una mirada.
Ella era
actriz y solo actriz y, por eso, veía a Crawford como una usurpadora.
Joan no merecía hacer de mujer fuerte y empoderada, no lo necesitaba.
Era una afrenta que hubiese aceptado el papel de Possessed, era una afrenta que hubiese interpretado la Mildred Pierce que Davis había rechazado, pero, sobre todo, era una afrenta que hubiese manipulado a la Academia para que nominasen a Anne Baxter en Eva al desnudo.
Para Bette, que Baxter también estuviese nominada por la misma película
dividió los votos, privándola del que debería haber sido su tercer
Óscar.
Todo por culpa de Joan Crawford. Aunque, como dice Lange a
Sarandon en Feud: «La Academia no te robó nada.
¡Todos saben que a quien robaron fue a Gloria Swanson, zorra!». En efecto, el Óscar a mejor actriz de 1950 no fue ni para la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses ni para la Margo Channing de Eva al desnudo.
Quizá esto nos haga entender la calidad, y también la competitividad, que había en el Hollywood dorado.
Bette
Davis recibió otra nominación en el 52, pero diez años más tarde ya solo
tenía ofertas para papeles de vieja, a menudo secundarios.
Vivía en
Nueva York y trabajaba sobre todo en televisión y teatro. Hasta que
recibió una llamada de Robert Aldrich.
Davis
fue una estrella desde que firmó por Universal en 1930 hasta que murió
de cáncer en 1989. Copas Volpi, Globos de Oro, dos Óscar a mejor actriz y
la primera persona (hombre o mujer) en recibir diez nominaciones a
interpretación. Trabajó con todos los directores, con todos los actores y
con todas las actrices. Actuó en Broadway y en televisión. Tras el
ataque a Pearl Harbor vendió dos millones de dólares en bonos de guerra
y, quince años después, llegó a participar en la Convención Demócrata de
1960 para apoyar la candidatura presidencial de John F. Kennedy. Para Davis, su carrera era lo primero porque, de hecho, su carrera era
lo único. Si no puedes encandilar al público ni a los cineastas ni a los
productores con tu cara bonita, tienes que probar lo que vales cuando
la cámara se pone a rodar. Como Crawford, Davis también se casó cuatro
veces y las cuatro fracasaron. Como Crawford, Davis no supo tener una
relación con sus hijos, hasta el punto de que su hija menor, B. D. Hyman,
escribió en 1985 un libro contando lo tóxico que era tener por madre a
una estrella de Hollywood. Algo que también había hecho Christina Crawford en 1978 cuando publicó Mommy Dearest.
En los
treinta protagonizó veintisiete películas; en los cincuenta apareció en
doce.
En 1962, Joan Crawford llevaba tres años sin salir en ningún
filme. Vivía sola junto a su fiel criada Mamacita —inmigrante alemana pese a su peculiar apodo— en una mansión de Beverly Hills. Viuda de su cuarto marido, Al Steele,
a la sazón presidente de Pepsi Cola, pasaba los días entre muebles
forrados de plástico mientras rememoraba viejas glorias con la
columnista de farándula Hedda Hopper.
Hablaba de sus películas, de sus papeles, de sus maridos, y cuchicheaban juntas sobre las jovenzuelas que ocupaban el star system,
rivales a las que no se veía capaz de destronar.
Porque Crawford
siempre necesitó rivales a las que compararse y contra las que competir.
Primero fue Norma Shearer, después, Greta Garbo, Ingrid Bergman y hasta Marilyn Monroe.
Y durante treinta años odió y envidió a Bette Davis.
La mejor hostia de la historia
Contra todo pronóstico, ¿Qué fue de Baby Jane? fue un éxito. Arrasó en taquilla y lanzó un curioso subgénero al que llamaron hagsploitation o Grand Dame Guignol.
Pero el triunfo del filme no se limitó al público; la Academia lo
premió con cinco nominaciones: mejor sonido, mejor vestuario, mejor
fotografía, mejor actor secundario y mejor actriz protagonista para
Bette Davis.
Pero no para Joan Crawford.
Joan lo
sufrió como un puñetazo en el centro del ego.
El ultraje definitivo,
que, para mayor insolencia, se despachaba en una película que no
existiría sin que ella hubiese leído la novela, sin que ella hubiese
convencido a Aldrich, sin que ella hubiese propuesto el papel para
Bette.
Sin ella. Así que se cobró la venganza definitiva cuando
convenció a Anne Bancroft
de que, si no podía asistir a la ceremonia, ella se encargaría de
recoger la estatuilla en su nombre en caso de que le concedieran el
premio.
Y lo hizo. Empapada de purpurina plateada y con una sonrisa de
oreja a oreja, Joan Crawford recibió el Óscar a mejor actriz
protagonista de 1962.
Era para Bancroft por El milagro de Ana Sullivan,
pero Crawford se pavoneó con él delante de Bette Davis, delante de
todos los miembros de la Academia y delante de millones de
telespectadores. Fue el golpe más exuberante de una rivalidad llena de
agravios, ofensas y hostilidades, pero no fue el mejor.
El mejor se
produjo un día de rodaje.
En un
set de los estudios que la Warner tenía en Hollywood, Robert Aldrich
intentaba rodar una de las escenas más importantes de la película que le
haría brillar como director.
Ya había repetido la toma nueve, tal vez
diez veces; primero con un maniquí en la silla de ruedas y luego con
Crawford ocupando su sitio.
No funcionaba. Era demasiado actuado,
demasiado falso incluso para una escena tan grotesca.
Joan apartaba la
cara demasiado pronto, Bette gesticulaba demasiado incluso en un papel
tan gesticulante.
No estaban dando lo mejor de sí mismas.
Tras un breve
descanso, Aldrich respiró hondo, se ajustó sus gruesas gafas de pasta y
gritó «Acción» por novena, tal vez décima vez.
Es
sabido que los mejores golpes, como los mejores bailes, son fingidos.
Nada puede superar una delicada coreografía que se ensaya para que otros
la vean.
Los boxeadores profesionales están demasiado pendientes de no
encajar y una pelea callejera es un tumulto sucio y caótico.
Una buena
bofetada, una bofetada cinematográfica, tiene que estar prevista por el
ejecutante y por el receptor, y convenientemente encuadrada para que la
cámara no note que la mano nunca llega a tocar la cara.
Davis se
adelantó unos centímetros de su marca y alargó unos centímetros su
brazo.
Crawford comenzó a girar la cabeza unos centímetros tarde. «Solo
la he rozado», diría Davis después.
Quizás solo la rozó. Quizá impactó
con todo el rencor. Porque en esa bofetada viajaban Baby Jane y su
hermana Blanche Hudson, pero, sobre todo, esa era la mano de Ruth
Elizabeth «Bette» Davis y esa era la cara de Lucille Fay Le Sueur,
aunque todo el mundo la conocía como Joan Crawford.
Fue la toma
perfecta. Porque había sido la hostia perfecta.
"Si me hubieras preguntado hace 20 años, me hubiera reído", ha dicho en una entrevista con la cadena británica BBC.
La actriz Angelina Jolie.Geert Vanden WijngaertAP
Angelina Jolie
ha admitido que algún día podría dedicarse a la política y ha instado a
líderes globales a hacer más para ayudar a los refugiados y a las
mujeres en conflicto.
"Iré donde me necesiten", ha dicho la actriz al
ser consultada sobre si estaba preparando su carrera política.
"Si me
hubieras preguntado hace 20 años, me hubiera reído", ha explicado en una
entrevista con la cadena británica BBC este fin de semana.
"No sé si
estoy calificada para la política, pero también he bromeado que no sé si
tengo un cadáver en mi armario", agregó.
También Glenda
Jackson ganó dos Oscar antes de ser ministra de Transportes en el Reino
Unido con Tony Blair y Clint Eastwood fue alcalde de Camel by the sea.
La intérprete cuenta con varias personas que podrían apoyarla y
asesorarla a conciencia para su posible incursión en el gobierno
estadounidense, como su amiga y miembro de la británica Cámara de los
Lores, la baronesa Arminka Helic, a quién conoció en 2012 durante su
campaña para poner fin a la violencia sexual durante los conflictos
bélicos.
"Honestamente haré lo que sea que piense que realmente pueda
hacer un cambio y, en este momento, puedo trabajar con una agencia de la
ONU (...) para hacer mucho trabajo directamente con las personas
necesitadas", ha admitido ahora la intérprete tras meses de
especulaciones.
"También puedo trabajar con gobiernos y también puedo
trabajar con los militares.
Estoy en un lugar muy interesante para poder
lograr que se hagan muchas cosas sin un título, sin que sea sobre mí o
mis ideas políticas.
Así que por ahora me quedaré tranquila", agregó.
Como enviada de la agencia de refugiados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
la actriz ha visitado en los últimos años campos de refugiados para
subrayar la dura situación de los desplazados por la guerra, y amplió
sus esfuerzos internacionales para proteger a las mujeres, trabajando
con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y los
gobiernos para ayudar a detener el uso de la violación como un arma de
guerra.
Con 68,5 millones de personas desplazadas globalmente, Jolie dijo que
se necesitaba hacer más para apoyar a los refugiados y albergar a las
comunidades en los países en desarrollo. "El foco debería estar en ¿qué
le está pasando a esa gente? ¿Por qué está pasando esto? ¿Cómo tenemos
tanta gente desplazada y cuáles son las causas?", añadió la protagonista
de Maléfica. Esta intención de entrar a formar parte de la política llega en un
momento personal complicado para la actriz desde que hace dos años y
medio se separó del también actor, Brad Pitt, con quien comparte seis
hijos. Antes de acabar el año, Jolie llegó a un acuerdo
con Brad Pitt sobre la custodia de sus hijos. La abogada de la actriz,
Samantha Bley DeJean, manifestó en un comunicado que el acuerdo sobre la custodia de los hijos que ha sido firmado por ambas partes y que evita el juicio.