Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

2 ene 2019

La mejor hostia de la historia Publicado por Pedro Torrijos Joan Crawford y Bette Davis en What Ever Happened to Baby Jane?, 1962. Fotografía: Getty. En una silla de ruedas está sentada una mujer de cincuenta y seis años. Lleva el pelo recogido en un moño de mujer de cincuenta y seis años y viste una bata larga y gruesa de algodón color burdeos que le cubre de los hombros a los pies mientras se tapa el cuello con un pañuelo de seda igualmente oscuro. Parece cansada, pero sus ojos están atentos. Mira hacia arriba. Enfrente, de pie, hay una mujer de cincuenta y cuatro años. Lleva una peluca rubia con tirabuzones, como el pelo de una niña de siete años, y un vestido bordado blanco de falda cancán justo bajo la rodilla con un lazo rojo en la cintura y un clavel de papel en el pecho. Es el vestido de una niña de siete años.

La mejor hostia de la historia

Publicado por
Joan Crawford y Bette Davis en What Ever Happened to Baby Jane?, 1962. Fotografía: Getty.
En una silla de ruedas está sentada una mujer de cincuenta y seis años. 
Lleva el pelo recogido en un moño de mujer de cincuenta y seis años y viste una bata larga y gruesa de algodón color burdeos que le cubre de los hombros a los pies mientras se tapa el cuello con un pañuelo de seda igualmente oscuro. 
Parece cansada, pero sus ojos están atentos. 
Mira hacia arriba. Enfrente, de pie, hay una mujer de cincuenta y cuatro años.
 Lleva una peluca rubia con tirabuzones, como el pelo de una niña de siete años, y un vestido bordado blanco de falda cancán justo bajo la rodilla con un lazo rojo en la cintura y un clavel de papel en el pecho.
 Es el vestido de una niña de siete años. 
 Tiene tanto maquillaje en la cara que se diría que nunca se la ha lavado; solo ha ido añadiendo capa tras capa tras capa hasta que ha perdido todo el color y ahora es blanca.
 Como la de una niña de siete años.
La mujer de la silla de ruedas se llama Lucille Fay Le Sueur, pero el mundo la conoce como Joan Crawford
Su ropa forma parte de una historia. 
La mujer con el traje de niña se llama Ruth Elizabeth Davis, aunque siempre ha sido Bette.
 Ella misma ha elegido su vestuario. Al otro lado del set que la Warner ha montado en uno de sus estudios de Hollywood, Robert Aldrich respira hondo, se ajusta sus gruesas gafas de pasta y grita: «Acción».
Hay un momento en Feud —la serie de Ryan Murphy que en su primera temporada narraba el rodaje y posterior estreno de ¿Qué fue de Baby Jane?—  en el que Susan Sarandon, en la piel de Bette Davis, le dice a una Joan Crawford interpretada por Jessica Lange: «Bien, vamos a dejarnos de chorradas. 
Yo no te caigo bien y tú no me caes bien a mí, pero necesitamos que esta película funcione.
 Las dos lo necesitamos.
 Tan solo te pido que des lo mejor de ti. Inténtalo. Porque cuando eres buena, Joan, eres jodidamente buena». 
Estas frases definen en una pincelada el choque de trenes que fue la película tanto para sus estrellas como para todos los demás agentes implicados, pero también resume lo que suponía el Hollywood de la época para dos mujeres ya maduras, aunque fuesen (o hubiesen sido) las estrellas más fulgurantes de su firmamento.
 Más aún cuando estas dos estrellas, como mujeres, habían pasado la mitad de su carrera alimentando una inquina mutua, ese intraducible feud que duraba ya tres décadas. 

Joan Crawford nació en San Antonio, Texas, en 1906 y nunca conoció a su padre.
 Durante la década de los diez vivió con su madre y su hermano mayor en Lawton, Oklahoma, y después en Kansas City, Missouri, hasta que, todavía como Lucille, se enroló en un par de compañías ambulantes de variedades. 
Llegó a Broadway como corista de primera fila en 1924 y, desde allí, fichó por la Metro-Goldwyn-Mayer a razón de setenta y cinco dólares por semana.
 Pese a su experiencia en el teatro, cuando llegó a Hollywood en el 25 era casi el prototipo de southern belle, la chica guapa del sur.
 La diferencia es que Crawford no pertenecía a la clase adinerada, sino que había salido a flote desde la miseria y por sus propios medios.
 Medios que incluían una capacidad de trabajo solo comparable a su competitividad y, sí, también a su belleza. Porque Crawford era guapa, y mucho.

Tras unos cuantos papeles secundarios e incluso como doble de cuerpo, Crawford inició un proceso de autopromoción como no se había visto nunca en Hollywood.
 La guionista Frederica Sagor diría: «Nadie convirtió a Joan Crawford en una estrella. Joan Crawford fue una estrella porque Joan Crawford decidió ser una estrella». 
Para cuando llegó el cine sonoro en 1927, Joan era uno de los reclamos más poderosos del estudio. 
A principios de los treinta era una superestrella con legiones de admiradores y, sobre todo, admiradoras, que veían en su belleza desafiante un modelo de nueva feminidad.
 A finales de esa década sufrió su primer encontronazo con la industria cuando Harry Brandt, presidente de la Asociación Independiente de Propietarios de Salas de Cine, la incluyó en una lista de intérpretes a los que consideraba «veneno para la taquilla». 
Sus películas seguían siendo bien recibidas por la crítica pero fracasaban entre el público, algo que Joan achacaba al estudio, así que en 1943 terminó su contrato con la MGM y firmó por Warner Brothers. 
Bajo Jack Warner cosechó sus mayores éxitos:
 Óscar en el 45 por Mildred Pierce, dos nominaciones, una en el 48 y otra en el 53, y el papel de Vienna en Johnny Guitar en el 54, por el que no recibió ningún premio pese a ser su mejor interpretación. Joan seguía siendo una estrella casi en la cincuentena, pero el trabajo era cada vez más escaso.
¿Qué fue de Bette?
Joan Crawford tenía una confianza adamantina en su trabajo, pero, cada cierto tiempo, la insegura Lucille Le Sueur reflotaba entre el oropel para decirle que, sin su belleza, no era nadie.
 Siempre entendió que la vida era dependiente del atractivo. 
Era guapa y estaba en la cima; era guapa y, por tanto, no era tan buena actriz. 
Bette Davis no era guapa.
 Nunca lo había sido. Belleza extraña o mirada enigmática eran un par de rodeos para decir que Davis era fea; al menos, todo lo fea que podía ser una de las figuras más rutilantes de la industria del cine.

Murphy exponía en Feud una tesis difícilmente cuestionable: en el Hollywood de entonces —probablemente también en el de ahora— era imposible ser esposa y madre y estrella de la pantalla. 
Los hombres podían estar ausentes, podían reservar un resto de su tiempo a la familia, podían ser un modelo distante; las mujeres, no. Bette Davis no podía dedicar a sus hijos el tiempo y el esfuerzo que tenía que emplear en demostrar, constantemente, que era la mejor actriz de su generación.
Porque Davis se consideraba la mejor. 
Miraba con desdén a todas las demás; lo tenían más fácil, podían seducir con una sonrisa y una mirada.
 Ella era actriz y solo actriz y, por eso, veía a Crawford como una usurpadora. 
 Joan no merecía hacer de mujer fuerte y empoderada, no lo necesitaba. 
Era una afrenta que hubiese aceptado el papel de Possessed, era una afrenta que hubiese interpretado la Mildred Pierce que Davis había rechazado, pero, sobre todo, era una afrenta que hubiese manipulado a la Academia para que nominasen a Anne Baxter en Eva al desnudo
 Para Bette, que Baxter también estuviese nominada por la misma película dividió los votos, privándola del que debería haber sido su tercer Óscar. 
Todo por culpa de Joan Crawford. Aunque, como dice Lange a Sarandon en Feud: «La Academia no te robó nada.
 ¡Todos saben que a quien robaron fue a Gloria Swanson, zorra!». En efecto, el Óscar a mejor actriz de 1950 no fue ni para la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses ni para la Margo Channing de Eva al desnudo.
 Quizá esto nos haga entender la calidad, y también la competitividad, que había en el Hollywood dorado.
Bette Davis recibió otra nominación en el 52, pero diez años más tarde ya solo tenía ofertas para papeles de vieja, a menudo secundarios.
 Vivía en Nueva York y trabajaba sobre todo en televisión y teatro. Hasta que recibió una llamada de Robert Aldrich.
Davis fue una estrella desde que firmó por Universal en 1930 hasta que murió de cáncer en 1989. 
Copas Volpi, Globos de Oro, dos Óscar a mejor actriz y la primera persona (hombre o mujer) en recibir diez nominaciones a interpretación. Trabajó con todos los directores, con todos los actores y con todas las actrices.
 Actuó en Broadway y en televisión. 
Tras el ataque a Pearl Harbor vendió dos millones de dólares en bonos de guerra y, quince años después, llegó a participar en la Convención Demócrata de 1960 para apoyar la candidatura presidencial de John F. Kennedy
 Para Davis, su carrera era lo primero porque, de hecho, su carrera era lo único.
 Si no puedes encandilar al público ni a los cineastas ni a los productores con tu cara bonita, tienes que probar lo que vales cuando la cámara se pone a rodar.
 Como Crawford, Davis también se casó cuatro veces y las cuatro fracasaron.
 Como Crawford, Davis no supo tener una relación con sus hijos, hasta el punto de que su hija menor, B. D. Hyman, escribió en 1985 un libro contando lo tóxico que era tener por madre a una estrella de Hollywood.
 Algo que también había hecho Christina Crawford en 1978 cuando publicó Mommy Dearest.

En los treinta protagonizó veintisiete películas; en los cincuenta apareció en doce. 
En 1962, Joan Crawford llevaba tres años sin salir en ningún filme. Vivía sola junto a su fiel criada Mamacita —inmigrante alemana pese a su peculiar apodo— en una mansión de Beverly Hills. Viuda de su cuarto marido, Al Steele, a la sazón presidente de Pepsi Cola, pasaba los días entre muebles forrados de plástico mientras rememoraba viejas glorias con la columnista de farándula Hedda Hopper
Hablaba de sus películas, de sus papeles, de sus maridos, y cuchicheaban juntas sobre las jovenzuelas que ocupaban el star system, rivales a las que no se veía capaz de destronar. 
Porque Crawford siempre necesitó rivales a las que compararse y contra las que competir.
 Primero fue Norma Shearer, después, Greta Garbo, Ingrid Bergman y hasta Marilyn Monroe
Y durante treinta años odió y envidió a Bette Davis.

La mejor hostia de la historia
Contra todo pronóstico, ¿Qué fue de Baby Jane? fue un éxito. Arrasó en taquilla y lanzó un curioso subgénero al que llamaron hagsploitation o Grand Dame Guignol.
 Pero el triunfo del filme no se limitó al público; la Academia lo premió con cinco nominaciones: mejor sonido, mejor vestuario, mejor fotografía, mejor actor secundario y mejor actriz protagonista para Bette Davis.
 Pero no para Joan Crawford.
Joan lo sufrió como un puñetazo en el centro del ego. 
El ultraje definitivo, que, para mayor insolencia, se despachaba en una película que no existiría sin que ella hubiese leído la novela, sin que ella hubiese convencido a Aldrich, sin que ella hubiese propuesto el papel para Bette.
 Sin ella. Así que se cobró la venganza definitiva cuando convenció a Anne Bancroft de que, si no podía asistir a la ceremonia, ella se encargaría de recoger la estatuilla en su nombre en caso de que le concedieran el premio. 
Y lo hizo. Empapada de purpurina plateada y con una sonrisa de oreja a oreja, Joan Crawford recibió el Óscar a mejor actriz protagonista de 1962.
 Era para Bancroft por El milagro de Ana Sullivan, pero Crawford se pavoneó con él delante de Bette Davis, delante de todos los miembros de la Academia y delante de millones de telespectadores. Fue el golpe más exuberante de una rivalidad llena de agravios, ofensas y hostilidades, pero no fue el mejor. 
El mejor se produjo un día de rodaje.
En un set de los estudios que la Warner tenía en Hollywood, Robert Aldrich intentaba rodar una de las escenas más importantes de la película que le haría brillar como director. 
Ya había repetido la toma nueve, tal vez diez veces; primero con un maniquí en la silla de ruedas y luego con Crawford ocupando su sitio.
 No funcionaba. Era demasiado actuado, demasiado falso incluso para una escena tan grotesca. 
Joan apartaba la cara demasiado pronto, Bette gesticulaba demasiado incluso en un papel tan gesticulante.
 No estaban dando lo mejor de sí mismas.
 Tras un breve descanso, Aldrich respiró hondo, se ajustó sus gruesas gafas de pasta y gritó «Acción» por novena, tal vez décima vez. 
Es sabido que los mejores golpes, como los mejores bailes, son fingidos.
 Nada puede superar una delicada coreografía que se ensaya para que otros la vean. 
Los boxeadores profesionales están demasiado pendientes de no encajar y una pelea callejera es un tumulto sucio y caótico.
 Una buena bofetada, una bofetada cinematográfica, tiene que estar prevista por el ejecutante y por el receptor, y convenientemente encuadrada para que la cámara no note que la mano nunca llega a tocar la cara.
Davis se adelantó unos centímetros de su marca y alargó unos centímetros su brazo.
 Crawford comenzó a girar la cabeza unos centímetros tarde. «Solo la he rozado», diría Davis después.
 Quizás solo la rozó. Quizá impactó con todo el rencor. Porque en esa bofetada viajaban Baby Jane y su hermana Blanche Hudson, pero, sobre todo, esa era la mano de Ruth Elizabeth «Bette» Davis y esa era la cara de Lucille Fay Le Sueur, aunque todo el mundo la conocía como Joan Crawford. 
Fue la toma perfecta. Porque había sido la hostia perfecta.

Angelina Jolie reconoce que planea una carrera en la política

"Si me hubieras preguntado hace 20 años, me hubiera reído", ha dicho en una entrevista con la cadena británica BBC.

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La actriz Angelina Jolie. AP

 Angelina Jolie ha admitido que algún día podría dedicarse a la política y ha instado a líderes globales a hacer más para ayudar a los refugiados y a las mujeres en conflicto.

 "Iré donde me necesiten", ha dicho la actriz al ser consultada sobre si estaba preparando su carrera política. 

"Si me hubieras preguntado hace 20 años, me hubiera reído", ha explicado en una entrevista con la cadena británica BBC este fin de semana. 

"No sé si estoy calificada para la política, pero también he bromeado que no sé si tengo un cadáver en mi armario", agregó. 

No sería la primera intérprete en dejar el cine por la política. En el pasado ya lo hicieron Arnold Swarzenegger, que fue gobernador de California, y Ronald Reagan, que antes de ser presidente de Estados Unidos (el número 40) fue actor. 

También Glenda Jackson ganó dos Oscar antes de ser ministra de Transportes en el Reino Unido con Tony Blair y Clint Eastwood fue alcalde de Camel by the sea. 

También la actriz de Sexo en Nueva York, Cynthia Nixon, optó a ser gobernadora de Nueva York.

La intérprete cuenta con varias personas que podrían apoyarla y asesorarla a conciencia para su posible incursión en el gobierno estadounidense, como su amiga y miembro de la británica Cámara de los Lores, la baronesa Arminka Helic, a quién conoció en 2012 durante su campaña para poner fin a la violencia sexual durante los conflictos bélicos. 

"Honestamente haré lo que sea que piense que realmente pueda hacer un cambio y, en este momento, puedo trabajar con una agencia de la ONU (...) para hacer mucho trabajo directamente con las personas necesitadas", ha admitido ahora la intérprete tras meses de especulaciones.

 "También puedo trabajar con gobiernos y también puedo trabajar con los militares. 

Estoy en un lugar muy interesante para poder lograr que se hagan muchas cosas sin un título, sin que sea sobre mí o mis ideas políticas. 

Así que por ahora me quedaré tranquila", agregó. 

Como enviada de la agencia de refugiados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la actriz ha visitado en los últimos años campos de refugiados para subrayar la dura situación de los desplazados por la guerra, y amplió sus esfuerzos internacionales para proteger a las mujeres, trabajando con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y los gobiernos para ayudar a detener el uso de la violación como un arma de guerra.

Con 68,5 millones de personas desplazadas globalmente, Jolie dijo que se necesitaba hacer más para apoyar a los refugiados y albergar a las comunidades en los países en desarrollo. 
"El foco debería estar en ¿qué le está pasando a esa gente? ¿Por qué está pasando esto? ¿Cómo tenemos tanta gente desplazada y cuáles son las causas?", añadió la protagonista de Maléfica.
Esta intención de entrar a formar parte de la política llega en un momento personal complicado para la actriz desde que hace dos años y medio se separó del también actor, Brad Pitt, con quien comparte seis hijos.
 Antes de acabar el año, Jolie llegó a un acuerdo con Brad Pitt sobre la custodia de sus hijos.
 La abogada de la actriz, Samantha Bley DeJean, manifestó en un comunicado que el acuerdo sobre la custodia de los hijos que ha sido firmado por ambas partes y que evita el juicio.

Carlota Casiraghi, sin un feliz final: cancela la boda con el padre de su segundo hijo

La hija de Carolina de Mónaco se había comprometido con Dimitri Rassam y tenía fecha de boda. Se repite la misma historia que con Gad Elmaleh.

Carlota Casirahi, con su tío Alberto de Mónaco.
Carlota Casirahi, con su tío Alberto de Mónaco. GTRES

 En los cuentos de princesas la historia suele acabar con un final reglamentario, esos en el que los protagonistas se casan y son felices para siempre. Carlota Casiraghi, la hija de la princesa Carolina de Mónaco, no logra firmar un guion así.

 Por segunda vez la sobrina de Alberto de Mónaco ha roto un compromiso. 

Esta vez ha sido con Dimitri Rassam, el padre de su segundo hijo nacido el otoño pasado.

 Carlota y el productor de cine —hijo de Carole Bouquet— habían puesto fecha a su boda pero al final han decidido seguir caminos separados, según cuentan algunos medios, entre ellos la revista ¡Hola!, que debido a "diferencias irreconciliables". Estas tienen que ver con su diferente forma de entender la vida y con su fuerte carácter, según cuenta su círculo de amigos más próximo. 

Las últimas fotos de la pareja se tomaron el pasado mes de noviembre cuando la pareja la pareja acudió a una fiesta en el palacio de Montecarlo. 

Luego solo se han podido captar imágenes de Carlota paseando sola con su bebé.

Hace tres años Carlota Casiraghi protagonizaba una historia similar con el padre de su primer hijo Gad Elmaleh
 Comenzaron a salir a finales de 2011 y en diciembre de 2013 nació su hijo Raphaël, el primero para la princesa de Mónaco y segundo del humorista.
 Carlota, que no habla nunca de su vida privada, fue vista sola en el Principado con su hijo Raphael tras abandonar el piso que compartía con el actor en París. 
El actor entonces comenzaba una larga gira de actuaciones por todo el mundo. 
Atrás quedaban sus planes de boda.

Pese a que ella no habla de su vida privada, la historia personal de Carlota Casiraghi ocupa portadas desde que nació por la fama de sus padres: la glamurosa princesa y el Stefano Casiraghi, el millonario italiano muerto en un accidente náutico.
 La hija de Carolina está tan obsesionada por preservar su intimidad que incluso recurrió a los abogados de lady Di para denunciar en los tribunales franceses que estaba siendo víctima de una persecución mediática que ponía en riesgo su vida. 
Fue allá por el año 2011. Carlota Casiraghi Grimaldi acababa de comenzar a salir con  Gad Elmaleh tras romper un largo noviazgo con Alex Dellal, un rico heredero.
 La historia parecía repetirse. 
Recordaba al sonado romance que su madre, la princesa Carolina de Mónaco, inició con Vicent Lindon poco tiempo después de quedarse viuda.
Carlota Casiraghi con Dimitri Rassam, el pasado verano antes de nacer su prmer hijo juntos.
Carlota Casiraghi con Dimitri Rassam, el pasado verano antes de nacer su prmer hijo juntos. GTRESONLINE
Carlota se parece a su madre, incluso muchos dicen que es más guapa. 
 De ella ha heredado su carácter independiente.
 Con Carlota se cumple la máxima de que los Grimaldi son una familia aristocrática de lo más atípica. No solo no siguen las reglas, presumen de romperlas.
 Los tres Casiraghi-Grimaldi pertenecen a ese club de famosos-bohemios-pijos que disfrutan de permanentes vacaciones, que disponen de todos los lujos a su alcance y que solo se acercan a la prensa cuando les interesa para hacer caja. 
Eso sí, para mantener su estatus acuden al balcón del palacio de Mónaco cuando su tío les reclama. 
Todos saben que el Principado se mantiene, entre otras cosas, gracias a su presencia en el papel cuché y en él.
 Carlota es la que más brilla por eso las firmas de lujo se la rifan como imagen.
 Haciendo una excepción a su norma de no hablar de su vida, sorprendió hace meses charlando de filosofía. 
 Licenciada por la Soborna presidió unas jornadas en Montecarlo sobre esta materia, y allí dijo cosas como: “Creo que la clave de una relación amorosa duradera es que ambos compartan pasión por lo verdadero, por la vida. El diálogo entre dos amantes es un diálogo filosófico.
 Puede que este tipo de pasión no sea la pasión en el sentido estricto de la palabra, pero para mí es la que permite que el amor dure”.
 Fue su último año de bachillerato en el liceo François-Couperin de Fontainebleau el que la introdujo al mundo de la filosofía. Su profesor, Robert Maggiori, crítico del diario Libération, le transmitió el gusto por la reflexión sobre las ideas y de los conceptos. 
El propio Maggiori asegura que Carlota fue su mejor alumna en sus 40 años de carrera.
 "Gracias a la filosofía lo veía todo más claro, tenía la sensación de ser más consciente", señala la antigua alumna.
 Carlota admite que sintió una "soledad" desde la adolescencia por la cultivó un gusto por la introspección y el análisis, aunque descarta que tenga nada que ver con la "familia un tanto peculiar" a la que pertenece.
 "La inquietud y la angustia existencial forman parte de la vida de cada uno.
 Mi experiencia personal está marcada por acontecimientos tristes, como la muerte prematura de mi padre, pero son cosas que le pasan a todo el mundo, independientemente de su origen", señala.
 "La compañía de los filósofos me daba la impresión de que no estaba sola", concluye.
 De momento la princesa no encuentra un compañero para protagonizar ese final de cuento ni para filosofar.


 

Un desmejorado Miguel Bosé presume de un “espléndido 2018”

El cantante, de 62 años, obvia en un mensaje en las redes sociales su separación de Nacho Palau y de dos de sus hijos.

Miguel Bose, durante los Grammy Latinos en noviembre pasado GTRESonline
Miguel Bosé vive de cara al público como si nada hubiera cambiado en su intimidad. 
El cantante, de 62 años, ha difundido en las redes sociales un vídeo en el que desea a sus seguidores todo lo mejor para el año que acaba de comenzar y califica como "espléndido" el 2018. 
De esta manera, obvia su separación de Nacho Palau, su pareja durante 26 años, y la pérdida de contacto diario con dos de sus hijos. 
Bosé, además, se muestra en el vídeo con un aspecto muy desmejorado y con la voz rota, algo que ya se notó en sus últimas intervenciones públicas.
Fue el 17 de noviembre, durante los Grammy Latinos, cuando se pudo ver el deterioro físico del cantante. 
De la aparición de Bosé ese día sorprendieron dos cosas. 
Por un lado, su aspecto físico —vestido completamente de negro con pantalón, jersey de cuello vuelto, botas y abrigo levita del mismo color— destacaba su delgadez y sus rasgos, más afilados que en anteriores ocasiones. 
Pero, sobre todo, llamó la atención por su voz, una voz rota y quebrada que preocupó a sus seguidores.
Bosé, con los cuatro hijos que crió con Palau. 
Bosé, con los cuatro hijos que crió con Palau. GTRESONLINE
 No hay noticias de que Bosé haya estado en España desde que se hizo pública su crisis personal. 
Según ha informado el despacho de abogados valenciano Ortolá Dinnbier, especializado en asuntos de familia, el pasado 17 de octubre Nacho Palau presentó una demanda ante la jurisdicción civil "en defensa de los derechos e intereses de sus hijos". 
En la reclamación se pide que Palau pueda tener contacto con los niños que cría ahora solo Bosé.
 Para ello se solicita "el establecimiento de medidas paternofiliales de hijos no matrimoniales". 
También se exige una "acción subsidiaria para el reconocimiento y fijación de un derecho de relación de allegados", y solicita "medidas cautelares para el establecimiento urgente de visitas y alimentos".
 Es decir, que Palau pueda ver a los hijos de Bosé gracias al término de "apego" que contempla en Código Civil, ya que los niños se criaron en un ambiente de familia desde que nacieron. 
Asimismo, los abogados indican que se ha iniciado una reclamación para obtener "el reconocimiento y la determinación" de los derechos que le correspondan a Palau a causa de su contratación en "sociedades participadas y administradas" por Miguel Bosé.
Pese a que ha transcurrido un mes desde que se conoció el contenido de la demanda, el cantante no se ha pronunciado.
 Eso sí, se mantiene muy activo en las redes sociales en las que envía mensajes a sus seguidores y promociona las tareas solidarias en las que participa.