Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 ene 2019

El atragantamiento es la tercera causa de muerte no natural en España

En 2017 fallecieron 2.336 personas, más que en accidentes de tráfico.

   

Una persona practica con un maniquí una maniobra de reanimación.
La asfixia por atragantamiento es la tercera causa de muerte no natural en España por delante los accidentes de tráfico.
 En 2017, un total de 2.336 personas perdieron la vida porque un trozo de comida u otro objeto les impidió respirar y nadie logró ayudarles a expulsarlo, según recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE)
Solo se sitúan por encima el número suicidios (3.679) y el de muertes por caídas accidentales (3.057).
 “Las personas que hayan sufrido un íctus, padezcan ELA o enfermedades neurodegenerativas como el párkinson tienen muchas probabilidades de desarrollar problemas de deglución y por eso deben seguir una dieta adaptada a sus limitaciones”, comenta por teléfono.
 Sin embargo, los datos del INE indican que del total de muertes por asfixia, solo 212 se debieron a atragantamientos por alimentos. El resto las provocaron otros objetos.
 “Pastillas y fragmentos de dentadura son los más habituales”, asegura Gutiérrez, quien también es el jefe de la Unidad de Otorrinolaringología del Hospital Rey Juan Carlos. 
Y añade: “En el caso de los niños, juguetes y canicas son los elementos más comunes”.
“La edad es fundamental en estos casos, ya que los menores aún no han desarrollado la habilidad de deglutir, y los ancianos la van perdiendo”, comenta Antonio Guzmán, director de promoción Mapfre Salud. 
 La fundación de esta aseguradora puso en marcha en 2015 la campaña SOS Respira y desarrolló una aplicación móvil, disponible en iOS y Android, en la que se explica a través de vídeos cómo actuar para revertir un atragantamiento.
Para desarrollar esta software han contado con la colaboración de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes). 
 Además, han realizado cursos dirigidos a hosteleros para que conozcan la maniobra de Heimlich, que consiste en la compresión abdominal para liberar el conducto respiratorio. 
“Hemos llegado a más de 8.000 establecimientos hosteleros a los que hemos enseñado mediante un chaleco con un esófago y un estómago artificiales, cómo presionar el abdomen”, comenta Guzmán.

“Primeros auxilios en el cole”

La fundación Mapfre insta a las administraciones públicas a que promuevan la enseñanza de las técnicas de reanimación. 
“Los primeros auxilios deben formar parte del currículo escolar. Los esfuerzos de las autoridades educativas y sanitarias deben ir enfocados a que todo el mundo sepa cómo actuar cuando se produce una crisis de este tipo, porque salvar la vida depende de segundos”, sostiene Guzmán.
 También reclaman que los manipuladores de alimentos reciban este tipo de formación para poder poder obtener el certificado.
 
El facultativo advierte de que se producen casos de atragantamientos que, si bien no producen la muerte inmediata de quien lo sufre, devienen en neumonías aspirativas al desplazarse el objeto al pulmón y generar una infección que sí puede terminar con la muerte del paciente. 
“Y estas muertes no figuran en las estadísticas”, zanja.
 El año pasado murieron cuatro menores de 14 años atragantados por objetos y tres por alimentos.
 El último, Tiago, un niño de 3 años que se asfixió el pasado fin de año por culpa de una uva en Gijón (Asturias). 
El menor llegó al Hospital de Jove sin respiración y los intentos de reanimación fueron fallidos.

La mayoría de quienes murieron atragantados tenían más de 65 años (2.112).
 Algo que el secretario general de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, Raimundo Gutiérrez, achaca a la disfagia, es decir, a la dificultad para tragar que aparece como síntoma de muchas enfermedades. 


 

China sitúa la ‘Chang'e 4’ en la cara oculta de la Luna




El éxito de la misión supone un paso más en el ambicioso programa espacial del país asiático.

 

Recreación de la nave 'Chang'e 4' en la Luna. En vídeo, animación de cómo fue el alunizaje. Administración Nacional Espacial; Vídeo: Atlas
China ha logrado por primera vez en la historia alunizar una nave en la cara oculta de la Luna. La sonda Chang'e 4, que fue lanzada el 8 de diciembre, tocó el suelo del satélite este jueves a las 10.26 hora local, según informó la Administración Nacional del Espacio de China. 
El éxito del alunizaje, que no se anunció de forma oficial hasta aproximadamente dos horas después de haberse producido, supone un hito más para el ambicioso programa espacial del país asiático, aún lejos del de Estados Unidos en financiación pero convertido en una prioridad absoluta para las autoridades chinas.
L a nave no tripulada ya había entrado en órbita lunar elíptica durante el pasado domingo, con el punto más cercano al astro a unos 15 kilómetros de su superficie y el más lejano a unos 100 kilómetros, según informó la Administración Nacional del Espacio de China. Desde entonces se buscó el momento idóneo para posar la sonda en la superficie lunar, porque la parte no visible del astro tiene periodos de día y noche que duran unos 14 días terrestres y se necesitaba la luz solar para que tanto el módulo de aterrizaje como el vehículo móvil de exploración funcionaran como estaba previsto.
Entretanto, los ingenieros verificaron el buen funcionamiento de la sonda y del satélite Queqiao, que sirve de enlace para comunicar este vehículo explorador con la Tierra.
 El hecho de que la comunicación con la sonda no pueda ser directa —la propia masa de la Luna lo impide— es uno de los principales obstáculos técnicos de la misión.
 Finalmente la sonda tocó superficie sin problemas en el cráter Von Kárman, de 186 kilómetros de diámetro, situado en la cuenca Aitken (en el Polo Sur), que a su vez es uno de los mayores cráteres de impacto conocidos en el sistema solar y uno de los más antiguos de la Luna. 
"Se ha abierto un nuevo capítulo en la exploración lunar por parte del hombre", dijo la agencia espacial china en un comunicado.
El objetivo de la sonda Chang'e 4 es principalmente analizar la composición del terreno y el relieve de la zona, lo que podría dar pistas sobre los orígenes y evolución del satélite. 
Esa cara lunar, invisible desde la Tierra, es muy distinta de la que sí conocemos.
Si la cara vista muestra "mares" llanos de basalto y relativamente pocos cráteres, el otro lado está lleno de éstos y su composición parece diferente. La misión china podría recabar datos sobre la evolución y la geología de este área desconocida del satélite.
Recreación del vehículo lunar de la sonda 'Chang'e-4'.
Recreación del vehículo lunar de la sonda 'Chang'e-4'.
La nave china ha completado así un nuevo hito de la exploración espacial, que esta semana ha asistido a otros dos logros. 
La sonda Osiris-Rex de la NASA descendió hasta el asteroide Bennu y lo orbitó a apenas un kilómetro y medio de la superficie. Esta complicada maniobra depende de la fuerza de microgravedad que ejerce la roca, de apenas 500 metros de diámetro.

El año arrancó con el paso de otra sonda estadounidense New Horizons junto a Ultima Thule, el cuerpo más lejano del Sistema Solar que se haya visitado.
En la nueva carrera por la exploración lunar participan las seis agencias espaciales de todo el mundo (China, Europa, India, Japón, Estados Unidos y Rusia).
 Hace casi medio siglo que las misiones Apolo pusieron a Neil Armstrong en la superficie de nuestro satélite.
 Las muestras que se obtienen son un tesoro científico para entender el origen del sistema solar y los principios generales de la formación de los planetas.
La primera imagen tomada por la sonda Chang'e 4 en el momento del alunizaje en la cara oculta de la Luna.
La primera imagen tomada por la sonda Chang'e 4 en el momento del alunizaje en la cara oculta de la Luna. AP
La nave es hermana de la Chang'e 3, que en 2013 aterrizó en la cara visible de la Luna con el explorador lunar Yutu a bordo. 
La misión se consideró un éxito, aunque Yutu (que significa liebre de jade en mandarín) apenas logró recorrer 110 metros antes de que sus sistemas fallaran sin reparación posible.

Chang'e 4 toma el nombre en honor a una diosa que, según la mitología china, habita en la Luna. 
Tras el alunizaje, está planeado que se despliegue un vehículo de exploración que empezará a recorrer este desconocido paisaje lunar y a transmitir datos que permitan esclarecer algunos de los principales interrogantes sobre la cara oculta del satélite.
 
En este caso, ha precisado el responsable del programa de exploración lunar chino, Wu Weiren, en una rueda de prensa en agosto, el vehículo espacial se ha diseñado con una "mayor adaptabilidad" a los terrenos abruptos.
 El artefacto, según Wu, es "el más ligero del mundo de su tipo", con 140 kilos de peso.
 Aunque se había anunciado que su nombre se decidiría por votación popular en octubre, hasta el momento no se ha hecho público el apodo con el que se conocerá a este vehículo. 
Sí se ha dado a conocer que tiene seis ruedas y está dotado de una cámara panorámica, radar y un espectrómetro de imágenes infrarrojas, entre otros equipos.

La misión, además de analizar los datos de la superficie lunar, también incluirá otros experimentos científicos.
 Chang'e 4 lleva a bordo huevos de gusano de seda, semillas de patata y de flores para observar la germinación, crecimiento y respiración en las condiciones de baja gravedad en la superficie lunar.
El año próximo China tiene previsto enviar una nueva sonda a la Luna, Chang'e 5, que tendrá como misión recoger muestras del suelo y traerlas de regreso a la Tierra.
El programa espacial chino ha logrado enormes progresos en la última década. 
Aún está muy por detrás en cuanto a tecnología y presupuesto respecto al de Estados Unidos: se calcula que está dotado con 6.000 millones de dólares, frente a los 40.000 de la agencia espacial estadounidense. 
Pero cuenta con la ventaja de recibir el respaldo inequívoco del Gobierno chino. 
Encaja perfectamente en la estrategia de crecimiento económico que se ha fijado Pekín, que quiere primar la innovación y el desarrollo tecnológico; contribuye a su seguridad nacional y, por añadidura, sirve como herramienta diplomática y de soft power.
Si ya ha dado los primeros pasos para construir una estación espacial, la Tiangong-3, que se espera que pueda estar lista para 2022, para 2030 China se plantea enviar una misión tripulada a la Luna, un objetivo al que EE UU renunció con el fin del programa Apolo.
La nave espacial, a su vez, cuenta también con cámaras para grabar el alunizaje y las imágenes del terreno, y un espectrómetro de baja frecuencia.
 La Administración del Espacio de China ya ha publicado las primeras fotografías enviadas por la sonda durante el alunizaje.
La misión, además de analizar los datos de la superficie lunar, también incluirá otros experimentos científicos.
 Chang'e 4 lleva a bordo huevos de gusano de seda, semillas de patata y de flores para observar la germinación, crecimiento y respiración en las condiciones de baja gravedad en la superficie lunar.


 

Los Obama, las personas más admiradas por los estadounidenses

El expresidente ha superado a Donald Trump y la ex primera dama a Oprah Winfrey en la lista anual de Gallup.

Michelle y Barack Obama, durante la investidura de Donald Trump, en enero de 2017.
Michelle y Barack Obama, durante la investidura de Donald Trump, en enero de 2017. CORDON PRESS

 

Casi dos años después de dejar la Casa Blanca, Barack y Michelle Obama siguen figurando como dos de las personas más influyentes y admiradas del mundo. 
De acuerdo a una encuesta elaborada por la firma Gallup en Estados Unidos, los nombres del expresidente estadounidense y la exprimera dama son los más repetidos ante la pregunta de "¿Cuál es la mujer y el hombre que vive en la actualidad, que admiras más?".  
De esta forma Michelle Obama se estrena en el primer lugar de la lista con el 15 % de las menciones y pone fin a 16 años de reinado de Hillary Clinton
 En 2018 la exsecretaria de Estado, quien se ha hecho con el título de la mujer más admirada en total en 22 ocasiones, ha caído a la tercera posición, con un 4 % que le sitúa empatada con la actual primera dama, Melania Trump, y por detrás de Oprah Winfrey.
 La presentadora y empresaria, de 64 años, se posiciona en el segundo lugar, citada por el 5 % de las 1.025 personas encuestadas en los 50 estados norteamericanos,
La lista de mujeres la completan figuras como Isabel II de Inglaterra; la canciller de Alemania, Angela Merkel; la juez Ruth Bader Ginsburg; la presentadora Ellen DeGeneres; la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley; la activista paquistaní y premio Nobel de la paz Malala Yousafzai; y la congresista Nancy Pelosi.
Donald y Melania Trump, a su llegada a la Casa Blanca, la pasada semana. 
Donald y Melania Trump, a su llegada a la Casa Blanca, la pasada semana. Cordon Press
Michelle Obama forjó su propia leyenda mientras estuvo en la Casa Blanca porque su estilo, su carisma y su compromiso fueron más allá de su papel de consorte.
 Pero a diferencia de otras mujeres que ocuparon el mismo puesto, la exprimera dama, de 54 años, incluso ha aumentado su popularidad tras mudarse a los suburbios de Washington D.C. Prueba de ello es que su libro autobiográfico, Becoming, se convirtió en menos de 15 días en el libro más vendido de 2018. Solo en Estados Unidos se vendieron 2 millones de copias en las primeras dos semanas, y las altas ventas en Europa la posicionaron en el primer lugar en países como España, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Holanda, Dinamarca, Noruega, Finlandia y Grecia.
Oprah Winfrey, en febrero de 2018. rn . 
Oprah Winfrey, en febrero de 2018. . Cordon Press
Pero las cerca de 400 páginas de las memorias de Obama no fueron lo único que causaron sensación en 2018.
 La gira de promoción del libro causó tanto revuelo que muchos medios locales la compararon con la de grandes artistas musicales. Durante su paso por diez ciudades en Estados Unidos, la exprimera dama se presentó ante grandes multitudes de personas que pagaban cientos e incluso miles de dólares por conocerla.
 Uno de los eventos más destacados fue una aparición en Dallas (Texas) el pasado 17 de diciembre, donde los pases VIP en las primeras filas del pabellón superaron los 10.000 dólares (8.700 euros).
Barack Obama, por su parte, ha visto su nombre en el podio de la lista masculina en diez ocasiones anteriores, lo que lo acerca al récord de Dwight Eisenhower —presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961— que fue considerado por Gallup como el hombre más admirado durante doce años seguidos.
 La mayoría de Obama con el 19 % de las menciones, va en contra de una tendencia en la que el mandatario activo de Estados Unidos consigue el primer lugar en la lista. 
Solo en 13 de las 72 ocasiones en que se ha publicado la encuesta, el número uno no ha estado ocupado por el inquilino de la Casa Blanca.
 
El papa Francisco, el pasado 21 de diciembre en el Vaticano. 
El papa Francisco, el pasado 21 de diciembre en el Vaticano. Cordon Press
En esta ocasión, el actual presidente estadounidense, Donald Trump, ha quedado segundo en la encuesta, con el 13 % de las menciones. 
El neoyorquino se estrenó por primera vez en la lista en 2004, pero ha ganado una mayor cantidad de menciones desde 2016.
 El expresidente George W. Bush y el Papa Francisco han empatado en el tercer puesto con un 2 %, seguidos del empresario Bill Gates, el senador Bernie Sanders, el expresidente Bill Clinton, el Dalai Lama, el exvicepresidente Joe Biden, el magnate Elon Musk y el actual vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence.
Tras algunos meses de bajo perfil, Barack Obama retornó a la escena política el pasado año, al hacer campaña para las elecciones legislativas de noviembre, en las que el Partido Demócrata recuperó el control de la Cámara de Representantes después de ocho años de mayoría republicana. 
En el ámbito más personal, el exmandatario se ha dedicado a dar charlas en varias partes del mundo, donde una foto con el expresidente llegó a costar hasta 3.300 euros.

2 ene 2019

La mejor hostia de la historia Publicado por Pedro Torrijos Joan Crawford y Bette Davis en What Ever Happened to Baby Jane?, 1962. Fotografía: Getty. En una silla de ruedas está sentada una mujer de cincuenta y seis años. Lleva el pelo recogido en un moño de mujer de cincuenta y seis años y viste una bata larga y gruesa de algodón color burdeos que le cubre de los hombros a los pies mientras se tapa el cuello con un pañuelo de seda igualmente oscuro. Parece cansada, pero sus ojos están atentos. Mira hacia arriba. Enfrente, de pie, hay una mujer de cincuenta y cuatro años. Lleva una peluca rubia con tirabuzones, como el pelo de una niña de siete años, y un vestido bordado blanco de falda cancán justo bajo la rodilla con un lazo rojo en la cintura y un clavel de papel en el pecho. Es el vestido de una niña de siete años.

La mejor hostia de la historia

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Joan Crawford y Bette Davis en What Ever Happened to Baby Jane?, 1962. Fotografía: Getty.
En una silla de ruedas está sentada una mujer de cincuenta y seis años. 
Lleva el pelo recogido en un moño de mujer de cincuenta y seis años y viste una bata larga y gruesa de algodón color burdeos que le cubre de los hombros a los pies mientras se tapa el cuello con un pañuelo de seda igualmente oscuro. 
Parece cansada, pero sus ojos están atentos. 
Mira hacia arriba. Enfrente, de pie, hay una mujer de cincuenta y cuatro años.
 Lleva una peluca rubia con tirabuzones, como el pelo de una niña de siete años, y un vestido bordado blanco de falda cancán justo bajo la rodilla con un lazo rojo en la cintura y un clavel de papel en el pecho.
 Es el vestido de una niña de siete años. 
 Tiene tanto maquillaje en la cara que se diría que nunca se la ha lavado; solo ha ido añadiendo capa tras capa tras capa hasta que ha perdido todo el color y ahora es blanca.
 Como la de una niña de siete años.
La mujer de la silla de ruedas se llama Lucille Fay Le Sueur, pero el mundo la conoce como Joan Crawford
Su ropa forma parte de una historia. 
La mujer con el traje de niña se llama Ruth Elizabeth Davis, aunque siempre ha sido Bette.
 Ella misma ha elegido su vestuario. Al otro lado del set que la Warner ha montado en uno de sus estudios de Hollywood, Robert Aldrich respira hondo, se ajusta sus gruesas gafas de pasta y grita: «Acción».
Hay un momento en Feud —la serie de Ryan Murphy que en su primera temporada narraba el rodaje y posterior estreno de ¿Qué fue de Baby Jane?—  en el que Susan Sarandon, en la piel de Bette Davis, le dice a una Joan Crawford interpretada por Jessica Lange: «Bien, vamos a dejarnos de chorradas. 
Yo no te caigo bien y tú no me caes bien a mí, pero necesitamos que esta película funcione.
 Las dos lo necesitamos.
 Tan solo te pido que des lo mejor de ti. Inténtalo. Porque cuando eres buena, Joan, eres jodidamente buena». 
Estas frases definen en una pincelada el choque de trenes que fue la película tanto para sus estrellas como para todos los demás agentes implicados, pero también resume lo que suponía el Hollywood de la época para dos mujeres ya maduras, aunque fuesen (o hubiesen sido) las estrellas más fulgurantes de su firmamento.
 Más aún cuando estas dos estrellas, como mujeres, habían pasado la mitad de su carrera alimentando una inquina mutua, ese intraducible feud que duraba ya tres décadas. 

Joan Crawford nació en San Antonio, Texas, en 1906 y nunca conoció a su padre.
 Durante la década de los diez vivió con su madre y su hermano mayor en Lawton, Oklahoma, y después en Kansas City, Missouri, hasta que, todavía como Lucille, se enroló en un par de compañías ambulantes de variedades. 
Llegó a Broadway como corista de primera fila en 1924 y, desde allí, fichó por la Metro-Goldwyn-Mayer a razón de setenta y cinco dólares por semana.
 Pese a su experiencia en el teatro, cuando llegó a Hollywood en el 25 era casi el prototipo de southern belle, la chica guapa del sur.
 La diferencia es que Crawford no pertenecía a la clase adinerada, sino que había salido a flote desde la miseria y por sus propios medios.
 Medios que incluían una capacidad de trabajo solo comparable a su competitividad y, sí, también a su belleza. Porque Crawford era guapa, y mucho.

Tras unos cuantos papeles secundarios e incluso como doble de cuerpo, Crawford inició un proceso de autopromoción como no se había visto nunca en Hollywood.
 La guionista Frederica Sagor diría: «Nadie convirtió a Joan Crawford en una estrella. Joan Crawford fue una estrella porque Joan Crawford decidió ser una estrella». 
Para cuando llegó el cine sonoro en 1927, Joan era uno de los reclamos más poderosos del estudio. 
A principios de los treinta era una superestrella con legiones de admiradores y, sobre todo, admiradoras, que veían en su belleza desafiante un modelo de nueva feminidad.
 A finales de esa década sufrió su primer encontronazo con la industria cuando Harry Brandt, presidente de la Asociación Independiente de Propietarios de Salas de Cine, la incluyó en una lista de intérpretes a los que consideraba «veneno para la taquilla». 
Sus películas seguían siendo bien recibidas por la crítica pero fracasaban entre el público, algo que Joan achacaba al estudio, así que en 1943 terminó su contrato con la MGM y firmó por Warner Brothers. 
Bajo Jack Warner cosechó sus mayores éxitos:
 Óscar en el 45 por Mildred Pierce, dos nominaciones, una en el 48 y otra en el 53, y el papel de Vienna en Johnny Guitar en el 54, por el que no recibió ningún premio pese a ser su mejor interpretación. Joan seguía siendo una estrella casi en la cincuentena, pero el trabajo era cada vez más escaso.
¿Qué fue de Bette?
Joan Crawford tenía una confianza adamantina en su trabajo, pero, cada cierto tiempo, la insegura Lucille Le Sueur reflotaba entre el oropel para decirle que, sin su belleza, no era nadie.
 Siempre entendió que la vida era dependiente del atractivo. 
Era guapa y estaba en la cima; era guapa y, por tanto, no era tan buena actriz. 
Bette Davis no era guapa.
 Nunca lo había sido. Belleza extraña o mirada enigmática eran un par de rodeos para decir que Davis era fea; al menos, todo lo fea que podía ser una de las figuras más rutilantes de la industria del cine.

Murphy exponía en Feud una tesis difícilmente cuestionable: en el Hollywood de entonces —probablemente también en el de ahora— era imposible ser esposa y madre y estrella de la pantalla. 
Los hombres podían estar ausentes, podían reservar un resto de su tiempo a la familia, podían ser un modelo distante; las mujeres, no. Bette Davis no podía dedicar a sus hijos el tiempo y el esfuerzo que tenía que emplear en demostrar, constantemente, que era la mejor actriz de su generación.
Porque Davis se consideraba la mejor. 
Miraba con desdén a todas las demás; lo tenían más fácil, podían seducir con una sonrisa y una mirada.
 Ella era actriz y solo actriz y, por eso, veía a Crawford como una usurpadora. 
 Joan no merecía hacer de mujer fuerte y empoderada, no lo necesitaba. 
Era una afrenta que hubiese aceptado el papel de Possessed, era una afrenta que hubiese interpretado la Mildred Pierce que Davis había rechazado, pero, sobre todo, era una afrenta que hubiese manipulado a la Academia para que nominasen a Anne Baxter en Eva al desnudo
 Para Bette, que Baxter también estuviese nominada por la misma película dividió los votos, privándola del que debería haber sido su tercer Óscar. 
Todo por culpa de Joan Crawford. Aunque, como dice Lange a Sarandon en Feud: «La Academia no te robó nada.
 ¡Todos saben que a quien robaron fue a Gloria Swanson, zorra!». En efecto, el Óscar a mejor actriz de 1950 no fue ni para la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses ni para la Margo Channing de Eva al desnudo.
 Quizá esto nos haga entender la calidad, y también la competitividad, que había en el Hollywood dorado.
Bette Davis recibió otra nominación en el 52, pero diez años más tarde ya solo tenía ofertas para papeles de vieja, a menudo secundarios.
 Vivía en Nueva York y trabajaba sobre todo en televisión y teatro. Hasta que recibió una llamada de Robert Aldrich.
Davis fue una estrella desde que firmó por Universal en 1930 hasta que murió de cáncer en 1989. 
Copas Volpi, Globos de Oro, dos Óscar a mejor actriz y la primera persona (hombre o mujer) en recibir diez nominaciones a interpretación. Trabajó con todos los directores, con todos los actores y con todas las actrices.
 Actuó en Broadway y en televisión. 
Tras el ataque a Pearl Harbor vendió dos millones de dólares en bonos de guerra y, quince años después, llegó a participar en la Convención Demócrata de 1960 para apoyar la candidatura presidencial de John F. Kennedy
 Para Davis, su carrera era lo primero porque, de hecho, su carrera era lo único.
 Si no puedes encandilar al público ni a los cineastas ni a los productores con tu cara bonita, tienes que probar lo que vales cuando la cámara se pone a rodar.
 Como Crawford, Davis también se casó cuatro veces y las cuatro fracasaron.
 Como Crawford, Davis no supo tener una relación con sus hijos, hasta el punto de que su hija menor, B. D. Hyman, escribió en 1985 un libro contando lo tóxico que era tener por madre a una estrella de Hollywood.
 Algo que también había hecho Christina Crawford en 1978 cuando publicó Mommy Dearest.

En los treinta protagonizó veintisiete películas; en los cincuenta apareció en doce. 
En 1962, Joan Crawford llevaba tres años sin salir en ningún filme. Vivía sola junto a su fiel criada Mamacita —inmigrante alemana pese a su peculiar apodo— en una mansión de Beverly Hills. Viuda de su cuarto marido, Al Steele, a la sazón presidente de Pepsi Cola, pasaba los días entre muebles forrados de plástico mientras rememoraba viejas glorias con la columnista de farándula Hedda Hopper
Hablaba de sus películas, de sus papeles, de sus maridos, y cuchicheaban juntas sobre las jovenzuelas que ocupaban el star system, rivales a las que no se veía capaz de destronar. 
Porque Crawford siempre necesitó rivales a las que compararse y contra las que competir.
 Primero fue Norma Shearer, después, Greta Garbo, Ingrid Bergman y hasta Marilyn Monroe
Y durante treinta años odió y envidió a Bette Davis.

La mejor hostia de la historia
Contra todo pronóstico, ¿Qué fue de Baby Jane? fue un éxito. Arrasó en taquilla y lanzó un curioso subgénero al que llamaron hagsploitation o Grand Dame Guignol.
 Pero el triunfo del filme no se limitó al público; la Academia lo premió con cinco nominaciones: mejor sonido, mejor vestuario, mejor fotografía, mejor actor secundario y mejor actriz protagonista para Bette Davis.
 Pero no para Joan Crawford.
Joan lo sufrió como un puñetazo en el centro del ego. 
El ultraje definitivo, que, para mayor insolencia, se despachaba en una película que no existiría sin que ella hubiese leído la novela, sin que ella hubiese convencido a Aldrich, sin que ella hubiese propuesto el papel para Bette.
 Sin ella. Así que se cobró la venganza definitiva cuando convenció a Anne Bancroft de que, si no podía asistir a la ceremonia, ella se encargaría de recoger la estatuilla en su nombre en caso de que le concedieran el premio. 
Y lo hizo. Empapada de purpurina plateada y con una sonrisa de oreja a oreja, Joan Crawford recibió el Óscar a mejor actriz protagonista de 1962.
 Era para Bancroft por El milagro de Ana Sullivan, pero Crawford se pavoneó con él delante de Bette Davis, delante de todos los miembros de la Academia y delante de millones de telespectadores. Fue el golpe más exuberante de una rivalidad llena de agravios, ofensas y hostilidades, pero no fue el mejor. 
El mejor se produjo un día de rodaje.
En un set de los estudios que la Warner tenía en Hollywood, Robert Aldrich intentaba rodar una de las escenas más importantes de la película que le haría brillar como director. 
Ya había repetido la toma nueve, tal vez diez veces; primero con un maniquí en la silla de ruedas y luego con Crawford ocupando su sitio.
 No funcionaba. Era demasiado actuado, demasiado falso incluso para una escena tan grotesca. 
Joan apartaba la cara demasiado pronto, Bette gesticulaba demasiado incluso en un papel tan gesticulante.
 No estaban dando lo mejor de sí mismas.
 Tras un breve descanso, Aldrich respiró hondo, se ajustó sus gruesas gafas de pasta y gritó «Acción» por novena, tal vez décima vez. 
Es sabido que los mejores golpes, como los mejores bailes, son fingidos.
 Nada puede superar una delicada coreografía que se ensaya para que otros la vean. 
Los boxeadores profesionales están demasiado pendientes de no encajar y una pelea callejera es un tumulto sucio y caótico.
 Una buena bofetada, una bofetada cinematográfica, tiene que estar prevista por el ejecutante y por el receptor, y convenientemente encuadrada para que la cámara no note que la mano nunca llega a tocar la cara.
Davis se adelantó unos centímetros de su marca y alargó unos centímetros su brazo.
 Crawford comenzó a girar la cabeza unos centímetros tarde. «Solo la he rozado», diría Davis después.
 Quizás solo la rozó. Quizá impactó con todo el rencor. Porque en esa bofetada viajaban Baby Jane y su hermana Blanche Hudson, pero, sobre todo, esa era la mano de Ruth Elizabeth «Bette» Davis y esa era la cara de Lucille Fay Le Sueur, aunque todo el mundo la conocía como Joan Crawford. 
Fue la toma perfecta. Porque había sido la hostia perfecta.