La hija de Carolina de Mónaco se había comprometido con Dimitri Rassam y tenía fecha de boda. Se repite la misma historia que con Gad Elmaleh.
En los cuentos de princesas la historia suele acabar con un final reglamentario, esos en el que los protagonistas se casan y son felices para siempre. Carlota Casiraghi, la hija de la princesa Carolina de Mónaco, no logra firmar un guion así.
Por segunda vez la sobrina de Alberto de Mónaco ha roto un compromiso.
Esta vez ha sido con Dimitri Rassam, el padre de su segundo hijo nacido el otoño pasado.
Carlota y el productor de cine —hijo de Carole Bouquet— habían puesto fecha a su boda pero al final han decidido seguir caminos separados, según cuentan algunos medios, entre ellos la revista ¡Hola!, que debido a "diferencias irreconciliables". Estas tienen que ver con su diferente forma de entender la vida y con su fuerte carácter, según cuenta su círculo de amigos más próximo.
Las últimas fotos de la pareja se tomaron el pasado mes de noviembre cuando la pareja la pareja acudió a una fiesta en el palacio de Montecarlo.
Luego solo se han podido captar imágenes de Carlota paseando sola con su bebé.
Hace tres años Carlota Casiraghi protagonizaba una historia similar con el padre de su primer hijo Gad Elmaleh.Comenzaron a salir a finales de 2011 y en diciembre de 2013 nació su hijo Raphaël, el primero para la princesa de Mónaco y segundo del humorista.
Carlota, que no habla nunca de su vida privada, fue vista sola en el Principado con su hijo Raphael tras abandonar el piso que compartía con el actor en París.
El actor entonces comenzaba una larga gira de actuaciones por todo el mundo.
Atrás quedaban sus planes de boda.
Pese a que ella no habla de su vida privada, la historia personal de Carlota Casiraghi ocupa portadas desde que nació por la fama de sus padres: la glamurosa princesa y el Stefano Casiraghi, el millonario italiano muerto en un accidente náutico.
La hija de Carolina está tan obsesionada por preservar su intimidad que incluso recurrió a los abogados de lady Di para denunciar en los tribunales franceses que estaba siendo víctima de una persecución mediática que ponía en riesgo su vida.
Fue allá por el año 2011. Carlota Casiraghi Grimaldi acababa de comenzar a salir con Gad Elmaleh tras romper un largo noviazgo con Alex Dellal, un rico heredero.
La historia parecía repetirse.
Recordaba al sonado romance que su madre, la princesa Carolina de Mónaco, inició con Vicent Lindon poco tiempo después de quedarse viuda.
De ella ha heredado su carácter independiente.
Con Carlota se cumple la máxima de que los Grimaldi son una familia aristocrática de lo más atípica. No solo no siguen las reglas, presumen de romperlas.
Los tres Casiraghi-Grimaldi pertenecen a ese club de famosos-bohemios-pijos que disfrutan de permanentes vacaciones, que disponen de todos los lujos a su alcance y que solo se acercan a la prensa cuando les interesa para hacer caja.
Eso sí, para mantener su estatus acuden al balcón del palacio de Mónaco cuando su tío les reclama.
Todos saben que el Principado se mantiene, entre otras cosas, gracias a su presencia en el papel cuché y en él.
Carlota es la que más brilla por eso las firmas de lujo se la rifan como imagen.
Haciendo una excepción a su norma de no hablar de su vida, sorprendió hace meses charlando de filosofía.
Licenciada por la Soborna presidió unas jornadas en Montecarlo sobre esta materia, y allí dijo cosas como: “Creo que la clave de una relación amorosa duradera es que ambos compartan pasión por lo verdadero, por la vida. El diálogo entre dos amantes es un diálogo filosófico.
Puede que este tipo de pasión no sea la pasión en el sentido estricto de la palabra, pero para mí es la que permite que el amor dure”.
Fue su último año de bachillerato en el liceo François-Couperin de Fontainebleau el que la introdujo al mundo de la filosofía. Su profesor, Robert Maggiori, crítico del diario Libération, le transmitió el gusto por la reflexión sobre las ideas y de los conceptos.
El propio Maggiori asegura que Carlota fue su mejor alumna en sus 40 años de carrera.
"Gracias a la filosofía lo veía todo más claro, tenía la sensación de ser más consciente", señala la antigua alumna.
Carlota admite que sintió una "soledad" desde la adolescencia por la cultivó un gusto por la introspección y el análisis, aunque descarta que tenga nada que ver con la "familia un tanto peculiar" a la que pertenece.
"La inquietud y la angustia existencial forman parte de la vida de cada uno.
Mi experiencia personal está marcada por acontecimientos tristes, como la muerte prematura de mi padre, pero son cosas que le pasan a todo el mundo, independientemente de su origen", señala.
"La compañía de los filósofos me daba la impresión de que no estaba sola", concluye.
De momento la princesa no encuentra un compañero para protagonizar ese final de cuento ni para filosofar.