La vivienda en la que el
colaborador de 'Sálvame' guarda sus enseres personales ha sido atacada.
Te mostramos cómo quedó la propiedad tras el robo y qué se llevaron los
ladrones.
Por
Diezminutos.es
Telecinco
Kiko Hernández no encuentra explicación al reciente robo en su casa. Hace unos días, una de sus propiedades,
una vivienda de tres plantas que el colaborador de 'Sálvame' adquirió
hace unos años y cuyo terreno unió a 'Villa Chatín', sufrió un extraño
robo por el que le sustrayeron material privado muy sensible suyo y de
muchos famosos.
"Me quedé atónito. No daba crédito. Porque la otra la
tengo alquilada, pero en ésta tenía un montón de enseres personales. La parte del sótano la tenía como almacén de mis cosas de un montón de mudanzas,
todo empaquetado en cajas para ir trayéndomelas a mi vivienda.
Al
principio me quedé en shock pero, poco a poco fui pensando “¡Madre mía
como me falte esto!” nos explicó, en exclusiva.
Los ladrones entraron por una ventana tras arrancar la
reja que la protegía.
Después, probaron un manojo de llaves que había
en la casa para intentar salir por la puerta. Según ha explicado el colaborador, la Policía le dijo que había sido un 'robo raro'.
"Comprobaron que había cosas de mucho valor que no se habían llevado.
Por ejemplo, al lado de la puerta de la entrada tenía una caja de vino
de una marca muy valiosa.
O unos altavoces de última tecnología
valorados en 600 euros.
Así te podría enumerar mil cosas,
electrodomésticos, equipos de música… cosas que valen bastante dinero y
que pueden venderse fácilmente.
En cambio sí que se han llevado
cosas personales mías como discos duros, cámaras de fotos, una cámara de
video desfasada del 2004, tarjetas de memorias, cds con fotografías…
Ahí tenía yo documentación de mi trabajo, mis viajes, mis fiestas familiares…. Todo eso se lo han llevado" dijo.
La modelo
rusa, que estuvo a punto de ser pianista, contaba con 40 euros semanales
en sus primeros años de carrera. Ahora su caché anual suma 65 millones.
Con Irina Shayk (Yemanzhelinsk, Rusia, 1986) se cumple aquello del veni, vidi, vici. La top modelrusa
lo ha demostrado en uno de los últimos eventos públicos en los que ha
participado en España, como imagen de la firma Porcelanosa. En Castellón
ha amadrinado su nueva tienda, la tercera de la que es musa tras las de
Nueva York y Londres. 2.000 metros cuadrados de glamour. Ese
mismo por el que el grupo cerámico la reclama y que ella identifica con
“la personalidad y la inteligencia”. Aquí ha desfilado de nuevo por la
alfombra roja. Un escenario común. Pero insiste: “Fuera de ella soy una
persona normal”. Ha hecho del carisma su bandera. Su fortín para blindarse de las inseguridades y complejos
que le asaltaron en el pasado. Su tez morena, sus labios gruesos, el
hecho de ser zurda o su forma de vestir fueron objeto de burla y acoso
en el colegio, y alimentaron sus inseguridades. Sus complejos. Llegó a
decir tras su ruptura con el futbolista Cristiano Ronaldoen 2015 después de un lustro de relación que una mujer se siente fea
“cuando tiene al hombre equivocado a su lado”. Apeló también entonces a
la falta de honestidad como otro de los posibles motivos del desenlace. Pero Shayk parece haber dejado atrás esa inseguridad. Más de una
década en el mundo de la moda —“un trabajo que amo y que me deja haber
estado al lado de leyendas como Riccardo Tisci, Donatella Versace,
[los fotógrafos] Mert y Marcus o Luigi Miano”— han contribuido a forjar
una base vital sólida. Trabajo, constancia y nuevos retos. “Soy
Capricornio y una perfeccionista. Nunca me detengo, siempre intento ir a
por el mejor resultado posible. Me encanta desafiarme. Me he hecho a mí
misma”, explica en una entrevista a EL PAÍS. Y tanto. Admira a quien, como ella, construye “literalmente de la nada” y a golpe de dedicación un proyecto exitoso.
Con Irina Shayk (Yemanzhelinsk, Rusia, 1986) se cumple aquello del veni, vidi, vici. La top modelrusa
lo ha demostrado en uno de los últimos eventos públicos en los que ha
participado en España, como imagen de la firma Porcelanosa. En Castellón
ha amadrinado su nueva tienda, la tercera de la que es musa tras las de
Nueva York y Londres. 2.000 metros cuadrados de glamour. Ese
mismo por el que el grupo cerámico la reclama y que ella identifica con
“la personalidad y la inteligencia”. Aquí ha desfilado de nuevo por la
alfombra roja. Un escenario común. Pero insiste: “Fuera de ella soy una
persona normal”.
Ha hecho del carisma su bandera. Su fortín para blindarse de las inseguridades y complejos
que le asaltaron en el pasado. Su tez morena, sus labios gruesos, el
hecho de ser zurda o su forma de vestir fueron objeto de burla y acoso
en el colegio, y alimentaron sus inseguridades. Sus complejos. Llegó a
decir tras su ruptura con el futbolista Cristiano Ronaldoen 2015 después de un lustro de relación que una mujer se siente fea
“cuando tiene al hombre equivocado a su lado”. Apeló también entonces a
la falta de honestidad como otro de los posibles motivos del desenlace.
Pero Shayk parece haber dejado atrás esa inseguridad. Más de una
década en el mundo de la moda —“un trabajo que amo y que me deja haber
estado al lado de leyendas como Riccardo Tisci, Donatella Versace,
[los fotógrafos] Mert y Marcus o Luigi Miano”— han contribuido a forjar
una base vital sólida. Trabajo, constancia y nuevos retos. “Soy
Capricornio y una perfeccionista. Nunca me detengo, siempre intento ir a
por el mejor resultado posible. Me encanta desafiarme. Me he hecho a mí
misma”, explica en una entrevista a EL PAÍS. Y tanto. Admira a quien, como ella, construye “literalmente de la nada” y a golpe de dedicación un proyecto exitoso.
Ella lo es. Llegó a vivir con 40 euros a la semana en sus primeros
años como modelo. Ahora factura 65 millones de euros en un año entre
contratos publicitarios y pasarela. Sobre ésta saltó casi de rebote,
después de que su hermana mayor, Tatiana, le rompiera un dedo y no
pudiera presentarse a los exámenes de piano. “Me alegré”. Iba para
pianista, como su madre. “Lo odiaba”. Así que probó suerte en París como
modelo, en plena adolescencia, para echar una mano en casa tras la
muerte de su padre.
Ella lo es. Llegó a vivir con 40 euros a la semana en sus primeros
años como modelo. Ahora factura 65 millones de euros en un año entre
contratos publicitarios y pasarela. Sobre ésta saltó casi de rebote,
después de que su hermana mayor, Tatiana, le rompiera un dedo y no
pudiera presentarse a los exámenes de piano. “Me alegré”. Iba para
pianista, como su madre. “Lo odiaba”. Así que probó suerte en París como
modelo, en plena adolescencia, para echar una mano en casa tras la
muerte de su padre.
Tanto en lo profesional como en lo personal, recorre el camino que ha
elegido. “Con las personas leales que me rodean, con familiares a
quienes amo, con amigos que son honestos, sinceros y en quienes confío.
Ellos son mi presente y serán mi futuro”, responde. Aquí, en este grupo
de leales, se cuelan su actual pareja, el actor estadounidense Bradley Cooper, y su hija Lea de Seine,
de casi dos años, con quienes vive en Nueva York. Con ellos ha vuelto
al anonimato selectivo y elegido. Lejos de la proyección mediática que
vivió junto al astro del fútbol en Madrid. Confirmó su embarazo sin
palabras, desfilando por primera vez para Victoria’s Secret en 2016. Shayk es una musa, aunque advierte: “No me considero un icono. Soy una
mujer como cualquier otra que trabaja constantemente para ser una mejor
persona”. Su filón publicitario es incuestionable. Hay quien dice que es
ya el relevo de toda una diva del mundillo como Isabel Presyler. La
modelo evita el tema. “Es una maravillosa mujer. Dulce, increíblemente
elegante y encantadora, inteligente y carismática. Es una de las mujeres
más glamurosas que he conocido”, afirma sobre Preysler. Porque una
mujer con glamour es, repite, una mujer “inteligente, con carisma y personalidad”. “Fuerte y femenina al mismo tiempo. Una mujer que no sigue la moda, sino que crea su propio estilo, un estilo único”.
El glamour, incide, va más allá de lo estético. “Puedo
sentirme glamurosa incluso con vaqueros y camiseta”. También, por
supuesto, con el vestido de terciopelo negro y brillantes de Fendi
valorado en más de 4.000 euros que eligió para su última puesta en
escena en España.
Irina Shayk reivindica la normalidad, pero sobre la alfombra roja
evoca mucho más que eso. Y marca tendencia, aunque rehúse de ello en sus
respuestas. Las pruebas: sus 11 millones de seguidores en Instagram.
Y las probables cientos de cartas que viajarán esta Navidad rumbo a
Oriente con el aterciopelado vestido de la firma italiana encabezando la
lista de deseos.
El infarto sufrido por un hombre ante ‘El nacimiento de Venus’, de Botticelli, reabre el debate sobre el síndrome de Stendhal.
Galería de los Uffizi, el museo más visitado de Italia. Sala Botticelli. Un turista italiano de 70 años sufre un paro cardíaco mientras contempla El nacimiento de Venus y se desploma. A su derecha quedan las pinturas de La Primavera y La Adoración de los magos; a su izquierda, La Anunciación; a su espalda, el imponente Tríptico Portinari,
del pintor flamenco Hugo van der Goes. Ocurrió el pasado 15 de
diciembre en Florencia. Un grupo de médicos que también visitaba la
exposición consiguió reanimarlo con los desfibriladores de la
pinacoteca. Dadas las circunstancias del suceso, muchos pensaron en un posible caso de síndrome de Stendhal:
una especie de empacho artístico o sobredosis de belleza. Un éxtasis
que experimenta quien se siente sobrepasado por las emociones y que
puede producir reacciones psicosomáticas como taquicardia, mareos o
sofocos, aunque algunos expertos lo consideran un mito romántico. Florencia es la cuna del supuesto síndrome. Allí lo sintió el escritor francés Stendhal
en 1817, cuando entró en la basílica de la Santa Cruz y se sintió
abrumado por tanto esplendor. “Había alcanzado ese nivel de emoción en
el que las emociones celestiales de las artes y los sentimientos
apasionados se encuentran. Me dio un vuelco el corazón, caminaba
temiendo caer”, escribió. Desde entonces, esas sensaciones, entre la
patología y la sugestión, llevan su nombre y se han hecho un hueco en el
imaginario popular. Más allá del factor romántico de tan discutido síndrome, la doctora
Jessica De Santis, que atendió al turista en la sala, aporta un punto de
vista aséptico. “Es un síndrome psicosomático que induce taquicardia o
mareos frente a obras importantes como las de Botticelli, pero no me
atrevo a dar un diagnostico porque el paciente tenía problemas
coronarios importantes”, explica a este periódico. Era la primera vez
que De Santis, que trabaja en el hospital de Catania, visitaba los
Uffizi. La sala Botticelli fue para ella “una experiencia mística,
fantástica”.
Este caso es el más grave que han visto en el museo, pero no el
único. El director relata que hace un par de años un joven sufrió un
ataque epiléptico frente a la pintura de La primavera, de
Botticelli. “Nuestros asistentes de sala tienen formación en primeros
auxilios y uno de ellos lo atendió”, explica. Y agrega que están
prácticamente familiarizados con los desmayos de los visitantes. “Sucede
frente a las obras de arte más grandes, más famosas”, puntualiza. El
ejemplo más reciente se dio hace unos meses, durante la inauguración de
la nueva sala dedicada a Caravaggio. Allí se desvaneció un hombre frente
a La cabeza de Medusa, una de las obras más inquietantes del
genio del barroco. “Cuando se trata de simples desmayos es más fácil
teorizar que se pueda tratar de un síndrome de Stendhal”, señala. Para él, el arte es una medicina. “Tiene una función terapéutica,
curativa”, remarca. El museo exprime ese poder reconstituyente con
actividades especiales. Los lunes, día de cierre al público, organiza
visitas para personas con enfermedades psicoemocionales o trastornos
cognitivos. “Ahí vemos el gran efecto positivo para la salud”, apunta.
Hay estudios que lo prueban. Como el que se llevó a cabo en 2016 en el
santuario barroco de Vicoforte, al norte de Italia. Allí, un equipo de
científicos tomó muestras de saliva a más de cien visitantes antes de
que entraran en el monumento. El profesor Enzo Grossi explicó a La Repubblica
que a la salida comprobaron que los niveles de cortisol, la llamada
hormona del estrés, se habían reducido en un 60% en la mayoría de los
casos.
El director de la galería, Eike Schmidt, explica a EL PAÍS que es
consciente de que una visita a un museo así supone un esfuerzo que puede
causar estrés emocional, psicológico y también físico. “Yo nunca me
permitiría diagnosticar algo así en ningún caso concreto, no soy médico,
pero se puede suponer que se trate de un Stendhal”, dice y añade: “Hay
que destacar el efecto del arte, que como la música tiene una gran
fuerza psicológica en los seres humanos”.
Cerca del yacimiento arqueológico de Cenobio de Valerón, en
una región escabrosa al norte de la isla de Gran Canaria, científicos
españoles han encontrado una formación de rocas singular.
En el llamado
barranco de Calabozo, existe un conjunto de sedimentos de calcita
depositados en un pequeño sistema de piscinas y cascadas.
Ahora está
seco, pero antaño fue similar a las formaciones de Pamukkale, en Turquía, o lagunas de Ruidera,
en la península Ibérica.
Sin embargo, la creación de esas estructuras
tardó miles o cientos de miles de años, mientras que los sedimentos del
barranco de Calabozo surgieron en tan solo dos o tres décadas.
A finales del siglo pasado, en las islas Canarias se
regaban las plantaciones de plátanos con aguas procedentes de pozos y
galerías subterráneas.
Cuando no se transportaba por tuberías, el agua
se extraía en las zonas altas de los cerros para derramar por las
laderas hasta las regiones de plantación más bajas.
En estas islas
volcánicas, el agua del subsuelo es rica en bicarbonato, calcio,
magnesio, sodio, sílice y gas dióxido de carbono.
Por eso, allá por
donde fluye en superficie, precipitan sedimentos de calcita y otros
minerales carbonáticos.
Fue este proceso geológico, acelerado por los
regadíos humanos, el causante de la formación ultrarrápida del sistema de Calabozo, que ocupa unos veinte metros de alto por diez de ancho.
“Yo soy muy entusiasta. Cuando lo vi por primera vez, en 2011, pensé:
‘Es como un pequeño Pamukkale’.
Pero esto es más bonito, porque en
Pamukkale no hay plantas calcificadas”, dice Alonso, que también es
investigadora de la UCM y del Instituto de Geociencias.
El sistema de
Calabozo es distintivo por las rocas que se han formado en torno a los
tallos enmarañados de la vegetación que poblaba la ladera.
Este tipo de
sedimento se conoce como toba.
Las plantas mueren y se descomponen, pero
las cubiertas rígidas de calcita perduran, formando barreras verticales
escalonadas que antiguamente retenían remansos de agua en las
depresiones de uno a dos metros de diámetro que todavía se aprecian por
la ladera.
Los científicos estiman que el sistema de Calabozo estuvo
activo entre los años cincuenta y ochenta del siglo pasado.
Para llegar a
esta conclusión, se han tenido que basar en sistemas de datación poco
ortodoxos, ya que la geología suele tratar con rocas y formaciones
milenarias.
Entre la toba, el equipo dio con una piedra pequeña, con
forma de patata, que albergaba una bola de poliestireno en su interior.
Este residuo antiguo, que sirvió como otro núcleo más para el proceso de
calcificación, ha delatado tanto el origen humano
como la antigüedad de toda la formación.
“Hemos mirado cuándo se empezó
a fabricar el poliestireno en España.
Fue 1951, así que el sistema de
Calabozo tuvo que venir después”, explica Alonso.
Su análisis del
material de construcción empleado en las antiguas tuberías de riego
corrobora la datación.
El equipo de investigación, integrado por cuatro geólogos
de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), el Instituto de
Geociencias (UCM-CSIC) y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria,
lleva siete años estudiando la formación, descrita ahora en la revista científica Sedimentology, que dedica la portada de su último número
al trabajo.
En realidad no fue un científico quién descubrió el sistema
de Calabozo, según cuenta Ana María Alonso, presidenta de la Sociedad
Geológica de España y una de las autoras del estudio. La sociedad que
Alonso preside organiza una jornada de divulgación anual conocida como
el Geolodía.
Durante una excursión guiada en 2010, un asistente al evento de Gran
Canaria alertó a los organizadores de la presencia de “unas piedras muy
raras”, recuerda la geóloga.
Como los minerales solo se forman cuando fluye el agua, la
discontinuidad histórica del riego ha creado diferentes órdenes de
laminación carbonática en el barranco.
Los geólogos aprecian en la toba
cristales de diferentes tamaños que se corresponden a interrupciones del
riego en el pasado, a veces por un período de unas horas o unos días y
otras por grandes cambios estacionales o incluso a lo largo de varios
años.
“Nos ha costado hacernos a la idea, porque estamos acostumbrados a
trabajar en depósitos de cien o miles de años, pero ahora que sabemos
que funciona así, podemos buscar estos procesos en otros sistemas
naturales”, dice Alonso.
Desde que ha concluido la investigación en el
barranco de Calabozo, su equipo ya ha encontrado otros sedimentos
parecidos en la isla de Tenerife y sospechan que habrá más.