Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 dic 2018

La aplaudida reflexión de Jordi Évole sobre el reproche de Serrat a un espectador

El presentador de 'Salvados' defiende al cantautor, que contestó a un hombre que le exigió que cantara en catalán.




El cantautor catalán Joan Manuel Serrat ha protagonizado una de las imágenes del fin de semana con su respuesta a un espectador que le recriminó, en pleno concierto en Barcelona, que no cantara en catalán.
"Mire, siempre hay alguien que viene despistado a un espectáculo", dijo el cantante, que pidió al público que no aplaudiera durante su respuesta y prosiguió:
"Perdonen, todos vamos despistados a muchos sitios, el despiste es general, es decir, que no aplaudan.

Siempre hay alguien que viene un poco distraído y no sabe exactamente dónde se mete.

Esto es un espectáculo, como le he dicho, señor, que se llama Mediterráneo Da Capo, en el cual, de entrada, estoy repasando las canciones de un disco escrito en el año 1971, titulado Mediterráneo, y que integra 10 canciones, todas en castellano.

Y las estoy haciendo una detrás de otra.
Entiendo que usted no lo entienda. No entender esto, realmente, en los tiempos que corren, sería realmente soberbio por parte de nadie. Pero déjeme hacer, el espectáculo va así. No es por saber que estoy en Barcelona, lo sé seguramente desde antes que usted. Y desde antes que usted estoy trabajando por esta ciudad y por hacer cosas.

Y, por tanto, le pido que me deje hacer mi espectáculo tal y como está diseñado.

Le aseguro que es la primera vez que este espectáculo, yendo por el mundo, encuentra a alguien que dice esto. Se lo digo para que se pueda sentirse orgulloso. Muchas gracias".

La respuesta de Serrat ha sido muy comentada en las redes sociales. En Twitter, el periodista y presentador del programa Salvados de LaSexta, Jordi Évole, ha alabado al cantautor y ha realizado la siguiente reflexión sobre la necesidad de escuchar sus palabras:
"Dos minutos de Serrat. 
Tomar cada 8 horas para combatir la intolerancia. Venga de donde venga", ha escrito Évole en un tuit que acumula en pocas horas casi 2.000 retuits y casi 5.000 'me gusta'.

 

23 dic 2018

¿Mentirijillas piadosas? ¿Complicidad general? Verdades y mentiras de la Navidad

mentiras navidad
Hacia los siete años afloran en los niños las suspicacias respecto a la procedencia de los regalos navideños. ¿Qué hacer? Quizá intentar que la verdad salga a la luz después de formularles preguntas, implicándolos en la revelación del secreto.

LA ATMÓSFERA de la Navidad, con su olor a mazapán, sus villancicos en bucle y su aire festivo, aviva la fantasía de todos, pero en especial la de los niños.
 Las calles iluminadas, los árboles adornados y las atiborradas cabalgatas contribuyen a dar verosimilitud a los relatos que rodean esta celebración; unas narraciones, por otra parte, que desafían flagrantemente las leyes de la física.
 Así, los adultos se confabulan para que los pequeños crean que, en una sola noche, los Reyes Magos logran repartir toneladas de regalos casa por casa, con un portentoso don de la ubicuidad, subidos a unos vehículos en absoluto supersónicos, pero muy ecológicos: los camellos. 
Estas fiestas, tan significativas y cargadas de nostalgia, conjugan tradiciones de varias culturas, tanto paganas como religiosas, y se han ido adaptando a las necesidades de cada generación para pervivir.
 Como otros mitos culturales, su verdad más esencial radica en el mensaje que transmiten, llámese generosidad, empatía o solidaridad, en el caso navideño.
Aunque consideramos que mentir es algo reprobable, la complicidad general con la que se camufla la identidad de los magos de Oriente no cuenta con grandes detractores.
 Se acepta como una mentirijilla sin más que, si bien no deja de ser una falsedad, está pintada, al fin y al cabo, con los colores del amor hogareño. 
Además, es inofensiva, y el niño, tarde o temprano, descubrirá el tinglado por sí solo. 
Por lo tanto, hasta que llegue el momento en que la venda se les caiga de los ojos, ¿qué tiene de malo prolongar ese “círculo mágico de la Navidad” del que hablaba Dickens? 
Todos los años, J. R. R. Tolkien escribía cartas a sus hijos haciéndose pasar por Papá Noel, cumpliendo así con una tradición familiar que se extendió a lo largo de más de dos décadas.
 En ellas, les contaba sus experiencias del año anterior en tierras nevadas, así como los preparativos para la entrega de los regalos: “Menos mal que no marcan la misma hora todos los relojes del mundo; si no, no sé cómo me las arreglaría; pero, en Navidad, cuando mi magia es más potente, puedo llenar hasta mil calcetines por minuto”. 

Las mentiras son un elemento esencial de la comunicación humana. Algunas de ellas nos definen mejor como individuos y sociedad que nuestros denodados esfuerzos por decir la verdad.
 Da lo mismo cómo las etiquetemos para eludir su mala reputación: “inexactitudes terminológicas”, “distorsiones estratégicas”, “mentiras piadosas”, etcétera.
 Acabamos recurriendo a ellas para evitar el dolor ajeno y el propio, sortear situaciones incómodas o alcanzar un objetivo, por ejemplo. Y aunque en la educación se inculca el concepto de la honradez, en el día a día las mentiras viajan libremente con las alas del lenguaje. Al hablar, seleccionamos, omitimos y buscamos la versión que más nos satisfaga. George Steiner hablaba del poder creador de las mentiras.
 De ahí surge también la literatura, con títulos memorables como el clásico de estas fechas,La canción de Navidad, de Dickens, en el que un viejo misántropo de nombre Scrooge, después de pasar revista a su vida, excesivamente marcada por la codicia, se convierte de la noche a la mañana, tocado por el espíritu navideño, en un hombre bueno y sabio.
¿Mentirijillas piadosas? ¿Complicidad general? Verdades y mentiras de la Navidad
La exactitud y la veracidad no son siempre virtudes a las que demos prioridad cuando hablamos con un niño.
  Dado que son impresionables, evitamos utilizar un lenguaje demasiado directo y desnudo con ellos. 
Aun así, las mentiras desempeñan un papel primordial en el desarrollo infantil, pues, gracias a ellas, los niños exploran sus límites y su autonomía.
 A partir de los tres años, ya atribuyen pensamientos e intenciones a las personas de su entorno. 
 Cuando se sienten engañados, después de haberles asegurado que un jarabe no sabía mal, o que nuestro destino quedaba a la vuelta de la esquina, aunque todavía faltaba la mitad del trayecto, se enfadan, como es natural, pero al final entienden que deben desarrollar su paciencia y capacidad de aguante.
 También ellos van incorporando las mentiras a su repertorio comunicativo como para confirmar ese dicho según el cual aquellos que no mienten nunca maduran. 
Hacia los siete años afloran en los niños las primeras suspicacias respecto a la misteriosa procedencia de los regalos navideños.
 ¿Qué hacer? ¿Obviar sus recelos o confesar el artificio? Los progenitores se enfrentan a ese dilema.
 ¿Cuál es la mejor táctica, pues, ante el temido interrogante de si los padres son los Reyes?
Quizá evitar responder con un sí o un no.
 Es decir, recurrir al método socrático y que la verdad salga a la luz después de formularles preguntas nosotros a su vez, implicándolos así de forma activa en la revelación del secreto, apoyándonos en sus deducciones. 
A partir de sus sospechas, averiguaremos qué están preparados para oír.  

Marta Rebón es traductora, fotógrafa y crítica literaria.

Siete rasgos psicológicos del narcisismo que un narcisista nunca admitiría

Aprende a detectar cuándo el egocentrismo y la manipulación son fruto de una personalidad patológica.

narcisista

 Que no hagas terapia ni hayas pasado por la consulta de psicología no quiere decir que no tengas una personalidad narcisista, patológica a más no poder. 

Al fin y al cabo, ¿dónde ibas a encontrar un facultativo a tu nivel? 

"En algunos casos, cuando los narcisistas aceptan ir a terapia, la primera premisa es que el facultativo esté a la altura de sus expectativas, tiene que ser de reconocido prestigio y estar altamente capacitado para atenderlo", asiente el psicólogo sanitario José Elías Fernández.

 O lo que casi es peor. Quizá hay un narcisista a tu alrededor, haciéndote la vida imposible sin que puedas imaginarte cuál es la causa de sus delirios.

En ese caso, hasta que no aprenda a desarrollar la inteligencia emocional, consiga regular sus sentimientos y los de los demás, reconozca sus cualidades y capacidades en su justa medida, acepte las críticas, desarrolle una autoestima y tenga objetivos realistas, más vale que te andes con ojo.

 Los narcisistas pueden ser muy tóxicos.

 Pero les costará más esconderse si conoces todos los rasgos de una personalidad narcisista que los psicólogos han detallado para que no bajes la guardia.

Se creen superiores, pero no son nadie sin tu admiración

Los narcisistas son arrogantes y prepotentes, y no lo son por casualidad.
 Se creen únicos, especiales, dueños y señores de una existencia maravillosa que está muy lejos de la que los demás podrían siquiera imaginarse. 
"Este concepto grandioso de su personalidad y de su vida les lleva a pensar que no se pueden relacionar con cualquiera, que deben buscar personas de su categoría", explica Fernández, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid.
 "De ahí que la mayoría de las personas signifiquen muy poco para ellos", añade.
Curiosamente, sí son conscientes de sus defectos, y algunos incluso saben que exageran sus capacidades muy por encima de la realidad. "Por eso necesitan ser admirados constantemente", señala Fernández.
 Lo malo es que, en su afán por sobresalir, exageran sus logros hasta un límite tan estratosférico que se convierten en personas enojosamente competitivas.
 "Son los únicos que consiguen triunfos en la vida (otros los alcanzan y ni lo saben), los demás no están a su altura, y se fijan en lo negativo de las personas a su alrededor" para destacar por comparación, señala el psicólogo.
También piensan que sus experiencias tienen más valor que las de los demás, y sienten que deben constituir el ejemplo para aquellos que los rodean.
 No lo hacen por dar consejos sino para ser el centro del discurso. Eso provoca que sus relaciones sociales se deterioren y necesiten nuevos contactos que les admiren, aunque, con el tiempo, modulan el discurso al asumir que generan rechazo.

Tienen la misma capacidad de escuchar que las piedras

El mundo de los narcisistas es pequeño, se limita a lo que ellos piensan y hacen, en su cabeza solo caben ecos de sus propios pensamientos. "No escuchan a los demás porque no les importan nada. 
 La avidez de admiración les lleva a creer que todo en su vida es excepcional, no existen hechos normales, su existencia es maravillosa, está plagada de triunfos y notoriedad", describe Fernández.
La mentira es uno de los andamios de los narcisistas, pero sus historias son lejanas, difíciles de confirmar

Sin embargo, en sus relaciones personales y sociales impera la envidia, tanto la que sienten por los éxitos ajenos como por la que creen que los demás tienen por sus logros. 
 La cautela es la norma si un narcisista se acerca a ti, pues si tienen que apoyarse en sus compañeros para sobresalir, no dudarán en hacerlo.

Son los peores camaradas que uno pueda tener porque su falta de receptividad los hace incapaces de ayudar a los demás.
"En situaciones como ir de viaje, cuando se hace con alguien a quien no se conoce bien, hay que tener cuidado porque afloran muchas personalidades. Las narcisistas nos la pueden jugar en cualquier momento", advierte el experto.

El éxito ilimitado, esa fantasía sobre la que cabalgan

Formarse una realidad paralela también es uno de los rasgos identificativos de los narcisistas. 
"La mayor parte del tiempo no viven en la realidad. Sus conceptos erróneos sobre sus capacidades los introducen en un mundo de fantasías y de poder sobre los demás.
 Lo único que hacen, con la esperanza de alcanzar el éxito a toda costa, es engañarse a ellos mismos y a los demás", reflexiona Fernández.
Las personas narcisistas solo pueden alcanzar el objetivo con una imaginación desbordada.
 "Suelen mentir. Un clásico es que te hablen de cosas lejanas que nunca podrás comprobar, pero cuanto más se engañan a sí mismos, más se lo creen. 
 Con su fantasía ilimitada maximizan y rentabilizan lo bueno, que en buena parte se han atribuido de otros", destaca el psicólogo. Todos mentimos, pero no más de dos veces al día, la cifra que marca cuándo podría ser un problema. 
Por supuesto, no les hagas caso si te echan la culpa, en la vida del narcisista el fracaso siempre pertenece al mundo exterior.

Ocultan sus emociones, sobre todo su vulnerabilidad

"Si alguien cercano a un narcisista está pasando un mal momento, no le hará el mínimo caso.
 Pero cuando ellos se sienten mal sí buscan que los demás le brinden su apoyo", explica Fernández.
 Su problema es que, al pretender situarse en el centro de gravedad de sus relaciones, están despojados de empatía, y eso les impide ponerse en el lugar de los otros.
 Pero suelen ser vulnerables.
Lo que pasa es que los narcisistas sienten la necesidad de esconder sus defectos a toda costa, y convierten su inseguridad en una falsa fortaleza cuyo objetivo es que nadie pueda hacerles daño. 
"Para conseguir no mostrar su vulnerabilidad harán todo lo que sea necesario, como hablar excesivamente, reconducir las conversaciones, menospreciar a los demás, señalar sus defectos... todo con tal de no mostrarse débiles", recalca el profesional.

Son adictos al control... y no solo a eso

Los narcisistas no pueden mantener las manos lejos del timón. "Quieren que nadie pueda desvelar su inseguridad y su falta de autoestima", y por eso tratan por todos los medios de llevar cada situación a su terreno, señala Fernández.
Al contrario de lo que se piensa, los narcisistas huyen de las redes sociales porque no tienen control sobre ellas
Suele decirse que las redes sociales son un campo abonado para el narcisismo, pero la afirmación no es del todo correcta.
 El carácter visual y estético de estas plataformas puede intensificar su conducta, pero no es un escenario cómodo para ellos porque es un mundo que no pueden controlar.
 "Su personalidad no tolera las críticas, y al final salen de la red social porque no la aguantan", añade el psicólogo clínico Jorge Barraca. 
Además, son incapaces de asumir la cruda realiad, que los selfies que se publican en las redes no le interesan a nadie.
Una vía frecuente para compensar los sentimientos de dolor o frustración son las adicciones, ya sea hacia las compras, el alcohol, otras drogas, el deporte, el sexo o el juego.
 "La adicción, que interfiere en su vida personal, laboral y social se relaciona con la necesidad de sentir euforia constantemente y amortiguar el malestar, porque la persona narcisista no puede consentir que en su vida haya dolor, siente intolerancia al apagamiento y la tristeza", explica Barraca.

Si se hacen contigo serás su marioneta

Si mirásemos los contactos de la agenda de un narcisista, apunta el psicólogo clínico Barraca, veríamos que el criterio para clasificarlos distingue a quienes les pueden servir de los que no. "Los narcisistas suelen aprovecharse de los demás.
 Lo hacen, por ejemplo, con personas bien posicionadas para ganarse su confianza. Esto suele pasar mucho en política.
 Echan mano de asesores que les ayudan a ascender y se apropian de los aciertos de los que le rodean para ascender", describe el profesional.
Y es que los narcisistas dominan el sutil arte de llevar a su terreno tanto a las personas como las situaciones, impidiendo el libre fluir de los acontecimientos. 
Siempre están al acecho, prestos a reconducir a quienes intenten decir o hacer algo que no les guste, o que no les permita manifestar su grandiosidad y poder frente a los demás.
 Amigos de este tipo solo traen problemas, todos los días, pues siempre se sitúan por encima de ti, constantemente quieren rebajarte e intentan que sirvas a sus propósitos.

Un narcisista nunca se identifica como tal

Si tras leer todas estas características piensas que lo mejor que puedes hacer es llamar a la consulta del psicólogo más caro de tu agenda, puedes estar tranquilo.
 Un auténtico narcisista nunca se identificará con estos rasgos. "Para la persona narcisista, las aspiraciones nunca son desmedidas. Si son el centro de atención, es porque lo merecen. 
Para esas personas es ridículo intentar identificarse con estos puntos", indica Barraca.


 

Tiene su gracia.............................................. Elvira Lindo...

La vida da muchos motivos para llorar pero las razones para reír las estamos empezando a elegir nosotras.

Concentración en Pamplona por el asesinato de Laura Luelmo.
Concentración en Pamplona por el asesinato de Laura Luelmo. EFE
El viernes por la mañana, convaleciente aún de unas jornadas en las que se sobrepasaron todos los límites del buen gusto y la pura humanidad en los comentarios públicos sobre la muerte de Laura Luelmo, me encontré en la columna Codazos, de Jorge M. Reverte, con una frase que me llenó de esperanza:
 “Algo hay que hacer, supongo que sobre todo en la educación. Pero también en los bares, donde los viriles codazos cómplices con los chistes sobre mujeres deberían ser sustituidos por codazos igual de viriles en la boca de los emisores de las gracietas”. 
Sé, porque lo he leído, que Reverte es especialmente sensible a los anhelos de igualdad, pero en estos días rebosantes de furia y crueldad, que contrastan con el exquisito comunicado de la familia que pedía mesura y respeto apelando a la dignidad de su hija, se echaban en falta voces masculinas que velaran de una forma respetuosa un duelo. 
En la época de la incontinencia verbal no hay silencio ni para los muertos.
Por lo que se puede ver a diario, dándose un paseíllo por las redes, no hay ningún peligro en hacer un chistecillo sobre mujeres, señor Campofrío.
 Sale bastante más barato de lo que reza el anuncio, de hecho la marca se aprovecha de un hábito muy trillado; en cuanto a las gracietas sobre la desgracia específicamente femenina, siguen siendo un clásico que algunos se resisten a perder, como si con la pérdida de ese género se les fuera por el sumidero parte de su masculinidad.
 Nadie te llevará ante un tribunal si exhibes tu ingenio a costa de niñas muertas.
 Al parecer, eso se llama humor negro; eso sí, te encontrarás ante el juez si la emprendes con Dios o con la patria. 
El viejo catálogo del humor español sigue intacto.
 Arévalo se nos presenta ahora con patillas hipster.
 Lo único que puede ocurrir es que se te enfaden algunas mujeres, pero, a fin de cuentas, ¿no se trata de transgredir y provocar?
 Pues apúntate un éxito, muchacho, estás en la onda, porque el periodismo lleva camino de quedarse en el chasis de la provocación.
 ¿Hemos perdido el humor? ¿Estamos de verdad tan enfermos de humor? Menuda estupidez. 
Al contrario, somos unos resistentes.
 A pesar de la suciedad del ambiente político y del tono soez que empaña el discurso público yo veo que la gente aguanta el tipo y hace por divertirse hasta en las comidas familiares y de trabajo de estos entrañables días. 
Puede suceder, desde luego, que decida no reír los chistes que hacen sangre, porque la vida le va estableciendo a cada uno sus propios límites, relacionados con la compasión, la piedad o la empatía (esa palabra que, aunque empiece a estar mal vista no entiendo por qué, posee un significado psicológico muy concreto que la hace necesaria). 
Somos unas resistentes, nosotras en concreto, permítaseme el plural: nuestras penalidades, inseguridades y miedos han sido bien reseñados en esos chistes de bar de los que habla Reverte.
 Tal vez el cambio notable que ha habido en los últimos tiempos es que estamos perdiendo, no el sentido del humor, sino la tendencia a contemporizar con aquello que no nos hace gracia.
 Sí, hemos reído muchas bromas que no nos hacían ni puta gracia por no quedar como estrechas o puritanas.
 La vida da muchos motivos para llorar, pero las razones para reír las estamos empezando a elegir nosotras.
 Esa es la diferencia.
 Solo los tipos que deciden caminar a nuestro lado son capaces de entender esto, que tiene su gracia.
¿Hemos perdido el humor? ¿Estamos de verdad tan enfermos de humor? Menuda estupidez.
 Al contrario, somos unos resistentes.
 A pesar de la suciedad del ambiente político y del tono soez que empaña el discurso público yo veo que la gente aguanta el tipo y hace por divertirse hasta en las comidas familiares y de trabajo de estos entrañables días.
 Puede suceder, desde luego, que decida no reír los chistes que hacen sangre, porque la vida le va estableciendo a cada uno sus propios límites, relacionados con la compasión, la piedad o la empatía (esa palabra que, aunque empiece a estar mal vista no entiendo por qué, posee un significado psicológico muy concreto que la hace necesaria).