Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 nov 2018

Marie-Chantal Miller, princesa sin trono, empresaria y reina en las redes

Casada con Pablo de Grecia, ha creado una firma de moda infantil y lleva una vida de aristócrata millonaria acorde al apellido de su marido y a la fortuna de su padre.

 

Marie-Chantal Miller, en una fiesta en Londres en junio de 2015.
Marie-Chantal Miller, en una fiesta en Londres en junio de 2015. GETTY

No hay semana sin ‘show’............................. Elvira Lindo

¿De dónde surgen esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la política que hasta ahora desconocíamos?.

Gabriel Rufián en el Congreso el pasado 21 de noviembre.
Gabriel Rufián en el Congreso el pasado 21 de noviembre. REUTERS
Cualquiera de nosotros conoce a personas con inquietudes políticas. Hombres y mujeres a los que reconocemos capacidad de convicción, de liderazgo, capaces de articular un buen discurso, de apaciguar los ánimos en un equipo, seres que despiertan respeto y respetan, que negocian sin humillar al que lleva las de perder, sagaces, peleadores, convincentes.
 Cuando nos encontramos con alguien que posee este poderoso atractivo, pensamos, ¿y por qué no hay personas así en la política? Esta semana hemos tenido una vez más la respuesta.
La vida laboral de los ciudadanos que viven fuera de los focos obliga a una negociación continua. 
Cuántas veces no se ha de controlar el impulso de soltar algo desagradable, en cuántas ocasiones la buena educación vence al exabrupto, cuánto hemos reprimido (me incluyo) la parte desabrida de nuestro carácter para que nuestros hijos tuvieran un buen ejemplo en casa o nos hemos callado ante un chulo por no liarla; de qué manera la armonía familiar se mantiene gracias a que hacemos oídos sordos al ya célebre cuñado.
 Y esa actitud no nos hace menos auténticos, menos apasionados o valientes, porque echamos mano de recursos como la seducción para salirnos con la nuestra.
 Quien más educado está, quien más inteligente es, más capacidad muestra para convencer o vencer sin necesidad de herir.
 Como antídoto a lo que hemos visto esta semana en el Congreso de los Diputados yo propongo observar lo que ocurre en la calle, en el trabajo, en nuestro hogar:
 ¿podemos permitirnos el lujo de insultar a la mínima sin que eso tenga unas consecuencias lamentables? ¿Cuántas veces en la vida ha pronunciado usted una mala palabra para desacreditar al adversario? 
Fascista, golpista, indecente, indigno
. Jamás he utilizado estos términos en un cara a cara o en una discusión por más encendida que esta fuera. 
Si alguien las hubiera usado contra mí no concebiría la posibilidad de una reconciliación.
 ¿De dónde surgen entonces esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la política que hasta ahora desconocíamos? ¿Están calcadas de Twitter, de los shows televisivos?
 ¿Para qué público actúan los que convierten el oficio público en una de esas payasadas de lucha libre que tanto inspiran a Donald Trump?
 Deben saber quienes se dedican a la política que no todos los votantes estamos enzarzados a diario en peleas virtuales, y si alguna vez nos hemos revolcado en ellas (porque momentos de debilidad los tiene cualquiera) estamos empezando a evitarlas al ser conscientes de lo intoxicadoras y estériles que son. Sacan de nosotros el monstruo que tenemos encerrado en la vida real bajo siete llaves.
 Pero cada vez más distinguimos entre el acaloramiento natural de un debate y los números que se montan solo para sacudir el fango de esas redes que manipulan nuestra rabia y nuestro criterio.
Tan acostumbrados están algunos a reinar en lo virtual que ya no saben comportarse presencialmente. 
No podemos permitir que esa vulgaridad se nos contagie.
 Insisto, no son en absoluto un espejo de lo que sucede en la vida real, de la misma forma que no lo es Twitter.
 Son muchos los ciudadanos que cada día se enfrentan al mundo con espíritu de negociación, negocian, contienen sus más oscuras emociones, se censuran la burla o el desprecio.
 Precisamente porque no somos santos, concebimos la educación como una estrategia para la convivencia.
 Y hay grandes estrategas.
 Con qué dignidad ocuparían un asiento en el Congreso, pero ¿qué persona brillante y educada se expondría a semejante jauría? Nadie en su sano juicio.



 

La amarga vida de las hijas de Marx

Marx
Karl Marx (derecha) y Friedrich Engels, junto a las hijas del primero. De izquierda a derecha, Jenny, Laura y Eleanor.
ÉRASE UNA VEZ vez tres hermanas, las únicas que llegaron a la edad adulta de los siete hijos que tuvieron sus padres.
 Érase tres hermanas, Jenny, Laura y Eleanor.
 La primera murió de cáncer a los 38 años, las otras dos se suicidaron; Laura junto con su marido, Paul Lafargue, uno de los introductores del marxismo en España y autor del famoso El derecho a la pereza. 
 La pareja había llegado a la conclusión de que la vida no merecía la pena a partir de esa edad en la que no puedes disfrutar de los placeres de la existencia y te conviertes en una carga para los demás.
La más joven, Eleanor, se envenenó a los 43 quizá asqueada y descorazonada por los engaños de su compañero, el socialista Edward Aveling, a quien había cuidado durante una larga enfermedad, aunque sabía de sus infidelidades.

 Al parecer no pudo soportar el descubrimiento de que Aveling se había casado en secreto con una amante.
Ay!!!! Los Hombres Marxistas anarquistas son ignorantes sobre las mujeres.....y así ellas se quitan de enmedio....¿Qué les transmitiria tener como padre a Marx? viendo la revolución mundial rebatiendo a los burguese no supo darles el lugar a sus propias hijas ni a las mujeres...claro..Engels como sombra de Marx terminó el Manifiesto Comunista y aportaba a la economía de Carlos Marx....no pensaban en que las mujeres fueramos revolucionarias y cuando eso te hacía estar mal te suicidabas.....vaya lecturas sacamos todas las que luego estaríamos en la lucha final como parias de la tierra.

Raphael: la voz que siempre estuvo allí.................. Rubén Amón.

raphael
MIGUEL RAFAEL Martos Sánchez (Linares, 1943), alias Raphael, cree haber llegado al límite con el “experimento” de RESinphónico, un híbrido entre la música orquestal y la electrónica que le ha permitido revistar sus mayores éxitos —Mi gran noche, Yo soy aquel, Volveré a nacer— como si los descubriera por primera vez. 
Y como si recurriera al patrimonio de su carrera —la alianza con Manuel Alejandro— para proyectarse en el futuro en un nuevo estímulo a su proceso evolutivo.

“Y enfatizo la evolución porque yo no cambio, ­evoluciono. Necesito reinventarme.
 Y este disco ha sido sin duda el más extremo. 
No sé qué haré después de haber llegado tan lejos en mi música y mi carrera. 
Tengo la impresión de haber llegado más que nunca al extremo”.

El extremo no es la retirada, sino la certeza de haber colocado un jalón que predispone un concierto en el Teatro Real de Madrid (17 de diciembre) y una gira que se sobrepone a la anterior, de tal forma que Raphael todavía tiene “agendados” conciertos hasta 2021.
Habrá cumplido entonces 78 años.
 No los aparenta, menos aún con la indumentaria de vaqueros y chupa de cuero con la que nos recibe en su imponente mansión madrileña.

 Y quien dice madrileña dice ibicenca, pues la arquitectura mediterránea de la villa, las paredes encaladas y las palmeras contradicen la impresión de encontrarnos en la opulencia de los casoplones ­circundantes. 
Debería existir una fórmula intermedia entre el usted y el tú para tratar a Raphael.
 Demasiado solemne el usted para un personaje tan afable en la corta distancia. 
Y demasiado cordial el tuteo para las formalidades de un señor tan importante al que acabas de conocer. 

Tan importante que entre los altares paganos del salón y los retratos de los lienzos impresionan las fotos dedicadas por Juan Pablo II, Marcel Marceau o Richard Nixon, aunque ninguna de ellas destaca más que la de Enrique Moreno, el médico que le intervino hace 15 años para trasplantarle el hígado.



















Raphael: la voz que siempre estuvo allí
“Una experiencia tan dura como esa te convierte en mejor persona y en mejor artista. Ha sacado lo mejor de mí. 
Y me ha llevado a un estado de percepción de las cosas mucho más profundo. 
Escucho la música como no la escuchaba antes.
 Puedo decir que estoy cantando mejor que nunca. Que me siento mejor que nunca”.
Se confía o se confiesa Raphael al abrigo de una sugestiva, sugerente, colección de iconos rusos. 
Por devoción a ellos. Y por la devoción de la madre Rusia a Raphael.
 La visitó por primera vez en 1969, cuando no había siquiera relaciones diplomáticas entre Madrid y Moscú.
 Y regresará en marzo, no ya para jalonar la gira internacional, sino para confirmarse como incentivo de matriculación de castellano en el Instituto Cervantes.
 “Es verdad que muchos rusos han aprendido español con mis canciones. 
Y que a veces ellos mismos me reprochan en mis conciertos los cambios de palabras que hago.
 Porque cometo gazapos. O porque me gusta alterar las letras espontáneamente. 
El escenario es un lugar de vitalidad y de inspiración.
Un hábitat donde tu olor artístico te va llevando por donde puedes ir o donde no puedes hacerlo.
 Creo que RESinphónico va a provocar un gran impacto. 
Es un re-salto de mi carrera. Una re-invención”. 

Y un ejercicio de re-incidencia al que se ha adherido Lucas Vidal, compositor madrileño laureado en Hollywood (Afterparty, Fast and Furious 6, Anna) y cómplice de un disco que Raphael va a “proclamar” a sus feligreses sin restricción de generaciones ni de fronteras.
“Me siguen personas mayores, sus hijos y sus nietos. ¿La razón? La vitalidad de mi música”
“Siempre he sido un artista internacional.
 Y siempre he tenido un público heterogéneo. 
Creo que mi música es transversal, transgeneracional, pero no porque pretenda satisfacer a todos los públicos. 
No es una estrategia. 
Hago las cosas según las siento.
 No hay una finalidad táctica.
 A mis conciertos van personas mayores, sus hijos y sus nietos. 
Y la razón creo que tiene que ver con la vitalidad de mi música. Y con la capacidad de renovarme. 
No soy el que era, ni soy ahora el que seré. 
Permanece una personalidad, una profesionalidad, una carrera, pero el motivo de mi vigencia durante años y décadas estriba precisamente en la capacidad de evolucionar.
 Soy un fenómeno de la cultura española, pero también una referencia internacional”.

Los conciertos programados en Rusia lo demuestran. 
Tiene recitales previstos en San Petersburgo y en Moscú, aunque la gira planetaria aloja dos teatros míticos de la idiosincrasia musical europea: la sala Olympia de París (10 de marzo) y el Royal Albert Hall de Londres (7 de julio). 
“Terminas desmitificando los teatros como desmitificas los grandes hoteles. 
Y no estoy frivolizando.
 Algunos, como la Zarzuela, los llevo en el corazón, pero muchos otros dejan de impresionarte cuando los has conquistado.
 El que más vértigo me dio fue el Radio City Hall. Y no en sentido metafórico.
 Empecé a subir una escalera que se proyectaba hacia la cima de un escenario y me di cuenta de que empezaba a temblar. Disimulé todo lo posible mientras me agarraba a la barandilla para ir bajando. Eso sí que fue vertiginoso”.

Se divierte Raphael con la anécdota. 
Y se pone serio cuando le mencionamos el contratiempo de las muertes de Montserrat Caballé y Charles Aznavour. 
Trabajó con los dos. Compartió escenario con ambos. 
“Aznavour era un artista genial. Nos teníamos mucho aprecio. Un artista sabe oler a otro artista.
Y creo que a Montserrat le di su primera aparición en TVE.
 Tenía un programa de musicales.
 Y le propuse que hiciéramos La verbena de la Paloma. Era una cantante inmensa, un prodigio vocal. Una mujer extraordinaria, en el plano humano. Aprendí mucho de ella”.

“Nunca me he dejado llevar por los abrazos y las felicitaciones. Yo soy mi mayor juez”
Palabra de un perfeccionista enfermizo. 
Raphael ya no vuelve a escuchar sus discos después de haberlos grabado.
 “Porque solo escucho los fallos y los errores. Nunca estoy completamente satisfecho con lo que hago. 
Siempre creo que podía haber hecho las cosas mejor. Me parece que es una manera de estar en guardia, atento, pero a veces disfruto menos de lo que debería. 
Soy más crítico conmigo de cuanto pueda serlo nadie.
 Nunca me he dejado llevar por los abrazos y las felicitaciones del camerino. 
  El mayor juez de Raphael es Raphael”.
Se antoja la política una manera de retomar la conversación lejos de las emociones. 
Desconcierta a Raphael la pujanza del soberanismo. Le cuesta entender que haya prosperado tanto la escisión territorial e ideológica.
 “Tendríamos que volver a los tiempos de antes. 
Tranquilidad, no estoy hablando del franquismo, ni mucho menos, sino de solo unos años atrás, cuando había un mejor espíritu de convivencia y de entusiasmo.
 El público de Barcelona me ha querido siempre mucho. Me gusta que sean tan españoles como yo. 
Hacemos mejor las cosas juntos que separados”.
Raphael: la voz que siempre estuvo allí
Proliferan las fotos dedicadas de la Familia Real entre los recuerdos de Raphael. 
Y destaca una imagen en la que aparece muerto de risa junto a Felipe González, pese a tratarse de una recepción oficial que mantiene boquiabiertos a los testigos de la ceremonia. 
Hay alguna que otra imagen de José Bono, su consuegro. Y no hay rastro del caudillo.
“Su mujer venía a mis conciertos, pero a Franco solo lo conocí una vez, con ocasión de un concierto que se celebró en La Granja. 
Y por allí estuvimos todos. Gades, Lina Morgan, Sara Montiel, Concha Velasco.
 Y cuando digo que todos, es que también anduvieron por ahí los que niegan haber estado. 
Había que estar, pero eso no quiere decir simpatizar”.