La consagrada actriz sigue peleando por la igualdad y la transparencia salarial en la industria de la que forma parte.
Emma Thompson es buena en todo lo que hace. Saltó a la fama como actriz, pasión que le otorgó el Oscar con Regreso a Howards End (1992).
También tiene un Oscar como escritora, adaptando a la pantalla la obra de Jane Austen Sentido y Sensibilidad (1995).
Y como activista no se calla nunca.
Pelea por la igualdad y la transparencia salarial en la industria de la que forma parte.
Además, asume de manera personal las causas en las que cree, como lo demuestra la adopción de Tindyebwa Agaba, antes un niño soldado de Ruanda.
La proximidad a los 60 no frena a esta londinense, atea declarada y defensora de Greenpeace que acudió en zapatillas a su nombramiento como dama y cuyo último trabajo, un anuncio navideño al que ha dado su voz, ha sido prohibido en la televisión en Islandia.
El spot cuenta la historia de un pequeño orangután de nombre Rang-tan que se adentra en el dormitorio de una niña tras escapar de la destrucción de la selva causada por los comerciantes de aceite de palma.
Thompson, casada con el también actor Greg Wise y madre de una niña, Gaia, estrena ahora El veredicto, película basada en la novela de Ian McEwan donde interpreta a una juez del Tribunal Superior británico que tiene que tomar importantes decisiones sobre su vida y la de un menor.