Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 nov 2018

Arcuri y la Fiscalía piden a la Audiencia que confirme la prisión para Juana Rivas

El abogado del padre dice que la condenada conocía las consecuencias de no devolver los niños a Italia.

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 Juana Rivas llega a los juzgados de Granada el pasado 2 de octubre.
Juana Rivas llega a los juzgados de Granada el pasado 2 de octubre.
La consideraba culpable de dos delitos de sustracción de menores. Ahora es el momento de los recursos y toca a la Audiencia Provincial ratificar o no esa condena.
 Hace unos días fue el abogado defensor de Rivas quien presentó su escrito.
 En él solicitaba la libre absolución de su defendida o, en su defecto, que se estableciera un único delito de sustracción, lo que podría suponer dos años de cárcel y, en su caso, la posibilidad de no entrar en prisión.
 Hoy, tanto la defensa de Francesco Arcuri como la Fiscalía han presentado sendos escritos insistiendo en que se mantenga la sentencia original.
El abogado de Arcuri, Enrique Zambrano, y la Fiscalía coinciden en que a la condena impuesta por el juez Manuel Piñar en julio no cabe quitarle ni un día. 
Además, ambos insisten en que el recurso de Juana Rivas no se mantiene en ninguno de sus puntos. 
La Fiscalía, no obstante, se muestra un poco más flexible en lo que respecta a la indemnización de 30.000 euros por dañar el honor de Francesco Arcuri y admite que “se podría moderar la cuantía inicialmente fijada”.
 La reducción la deja ya en manos de la Fiscalía. 

uana Rivas vivía en Italia con su expareja desde 2013 y hasta mayo de 2016, cuando volvió a España con sus hijos. Entonces presentó una denuncia por violencia de género contra Arcuri y durante un año y algunos meses mantuvo a sus hijos, de 4 y 11 años ahora, con ella en España. Su marido presentó una denuncia por sustracción. Los jueces ordenaron a Rivas que devolviera a los niños en varias ocasiones. En julio de 2017, ante un ultimátum judicial, Rivas desapareció durante un mes con los niños y, finalmente y por consejo de sus abogados, los entregó a final de agosto a su padre. Desde entonces los niños viven con él en Carloforte, una pequeña isla al sur de Cerdeña, en Italia.
El abogado de Arcuri insiste en que en todo momento Juana Rivas conocía las consecuencias de llevarse a los niños con ella, entre otras cosas, porque así se lo había advertido el propio Arcuri y la abogada de oficio que la representaba en aquel momento.
 La Fiscalía insiste en que “visto el despliegue de resoluciones judiciales claras, contundentes y debidamente notificadas" para que entregara a los niños, así como "el despliegue de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para garantizar su cumplimiento, cabe preguntarse "qué es exactamente lo que doña Juana no comprendía o qué labor profusa y compleja realizó su entorno asesor para desvirtuar esta realidad jurídica aplastante”. 
El abogado de Arcuri sostiene en su escrito que Rivas "ha sido dueña absoluta de su destino.
 Ella ha marcado en todo momento qué es lo que quería”.

En cinco o seis meses podría haber ya una resolución de la Audiencia Provincial, pero eso no agota el proceso, quedan instancias como el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional, etcétera antes de saber si, finalmente, Rivas entra en prisión.
Acto académico
La Universidad de Granada (UGR) ha celebrado este martes una jornada sobre el caso Juana Rivas, dirigida por Francisca Granados, directora del Centro de la Mujer de Maracena y profesora de la Facultad de Derecho de la UGR. 
En ella ha participado la vicerrectora de Responsabilidad Social de la institución así como diversos especialistas que han asesorado o ayudado en la defensa de Rivas como la propia Granados o el profesor Miguel Lorente.
 No lo ha hecho José Estanislao López, quien hasta hace una semana ha llevado la defensa de Juana Rivas.
 A media mañana del martes, Enrique Zambrano, abogado de Francesco Arcuri, ha presentado una queja formal a la rectora de la universidad por este acto al considerar que “mancilla su prestigio… permitiendo que varios participantes lo hagan como miembros de la comunidad docente de la misma para seguir denostando a la Justicia, a mi mandante y a sus hijos”.
 Un portavoz de la universidad ha dicho que “no toman partido” y que se trataba de una actividad académica “de carácter técnico” a la que la institución se limitaba a acoger.

 

El relato de Ana Julia: “Cogí a Gabriel de los bracitos y lo metí en el agujero”

La autora confesa del asesinato del niño relata ante el juez cómo entierra el cadáver y cómo va a buscarlo posteriormente.

"Yo solo lo cogí de los dos bracitos y lo metí en el agujero", cuenta Ana Julia Quezada. 
 La autora confesa del asesinato del pequeño Gabriel Cruz ha narrado ante el juez, en un interrogatorio de hora y media, cómo acabó con la vida del niño de ocho años, hijo de su pareja, Ángel. La mujer pasó 12 días junto a su novio, acompañándolo en la búsqueda del crío.
 "Él estaba desesperado y yo no sabía qué hacer, no sabía cómo decirle...", afirma.
 Así que en ese periodo fingió no saber su paradero y pidió ante la opinión pública ayuda para localizarlo. 
Según confesó posteriormente, había acabado con la vida del niño el mismo día en que desapareció, el pasado 27 de febrero. 
"He perdido todo.
 He perdido a Gabriel. He perdido a mi hija. 
He perdido a Ángel", dice Quezada, entre lágrimas, ante el juez. Durante el interrogatorio, hay momentos en los que se derrumba y otros en los que se mantiene firme, como cuando describe cómo colocó la camiseta que vestía el pequeño en una zanja para despistar a los investigadores. 
 "Ángel subió un poco para arriba para mirar una ruina y me quedo en la zanja. 
Ahí es donde pongo la camiseta", cuenta la mujer, que se encuentra en prisión preventiva.
 Desde el instante en que apareció la prenda del niño, la policía sospechó de su implicación.
 Días después, ella misma cayó en su propia trampa al volver a la finca donde cometió el crimen. 
"Lo saqué del agujero, cogí a Gabriel y lo metí en el maletero", dice. 
Los investigadores, que seguían su pista, la detuvieron cuando trasladaba el cadáver del niño. 

 

Visto en Twitter La historia entre Pérez-Reverte e Ignatius que ha acabado con un bloqueo en Twitter La historia entre Pérez-Reverte e Ignatius que ha acabado con un bloqueo en Twitter 'Entreténme, payaso'. Así podríamos resumir cómo el escritor ha terminado por bloquear el cómico en Twitter.


La historia entre Pérez-Reverte e Ignatius que ha acabado con un bloqueo en Twitter

La historia entre Pérez-Reverte e Ignatius que ha acabado con un bloqueo en Twitter



Arturo Pérez-Reverte e Ignatius Farray son dos personajes que no dejan indiferente.
 El primero, bien porque lo sigas como escritor, o por sus comentarios ácidos y sin cortapisas sobre la sociedad española.
 El segundo, bien porque lo sigas como cómico, o por sus comentarios ácidos y sin cortapisas sobre la sociedad española (pero aliñados con un grito sordo y unas cuantas risas).
Sin embargo, parece que entre ellos dos no se llevan tan bien.
 En un programa de La Vida Moderna Ignatius contó un episodio en el que aseguraba que Reverte había confundido a una persona de la calle con él, y le había preguntado por qué lo llamaba 'facha' en el programa, un apelativo que han recibido varias personas de parte del cómico canario por aquello de la 'commedia'.
 Pero aún hay más. 
En el último programa de LVM, Ignatius se ha dedicado a enviar este mensaje al escritor, al que acusa ahora de suplantarle su labor de cómico por contar chistes.
Pero la historia no ha acabado ahí. Reverte publicó hace unos días en Twitter un chiste sobre los fans de Star Wars y la Guardia Civil. 
Un chiste que ha recibido esta respuesta de Ignatius.

Ese 'Entreténme, payaso' es una coletilla familiar que suele usar el cómico para referirse a su profesión, como si fuera un bufón dedicado a hacer reír o recibir toda la ira del público.
 Reverte al parecer se lo ha tomado mal, porque ha bloqueado a Ignatius en Twitter.

Cuando Alfonso XIII intentó salvar al zar........ Vicente G. Olaya

Una exposición en el Palacio Real recuerda que el monarca creó una oficina de rescate de prisioneros de la Primera Guerra Mundial y salvó a miles de civiles y militares.

Lanzamiento de granada desde la trinchera, 1915. 
Lanzamiento de granada desde la trinchera, 1915. Patrimonio Nacional. Madrid, Archivo General de Palacio

“Majestad, mamá llora a todas horas porque su hermano está prisionero.
 Acaba de recibir una postal que dice que morirá de hambre. Majestad, si quisierais enviarle a Suiza… porque mamá va a enfermar con seguridad.
 Majestad, os lo agradezco por adelantado. Vuestra servidora Sylviane [8 años, Francia, abril de 1917]”
 “Querida señorita, yo procuraré lo mejor que pueda hacer para que su mamá no llore; por lo tanto, tenga la bondad de darme precisas noticias de su tío para que yo pueda enterarme.  
Alfonso XIII, Rey”. 
 Achille Delmonte, soldado francés prisionero en Hannover (Alemania), fue así hallado y llevado finalmente a una comisión médica suiza. 
 “Resultado”, concluye el expediente que se ha guardado durante más de cien años en el Palacio Real de Madrid, “positivo”.
Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, emparentado con todos los reyes y reinas de Europa, los mismos cuyos ejércitos se enfrentaban (10 millones de vidas humanas perdidas) en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial medió diplomática y humanamente para evitar el desastre.
 Para ello creó la Oficina de Guerra Europea, que dependía directamente de su secretaría particular, y cuyo objetivo era socorrer a las víctimas. 
Sin distinciones: soldados, civiles o príncipes.
La oficina nació modestamente en 1915 con seis personas, pero la publicación en el periódico francés La Petit Gironda de una nota de agradecimiento por haber hallado al padre de una niña, provocó que miles de cartas reclamando ayuda de toda Europa llegaran a Madrid.
 Más de 200.000 (140.000 familiares de soldados) han encontrado los expertos que desde hace ocho años trabajan en el proyecto de recuperación de la memoria de uno de los hechos más espectaculares de la diplomacia española. 
La oficina real tuvo que ampliar su plantilla hasta las 48 personas a las que se les requería fundamentalmente el dominio de idiomas. Entre los traductores destacó el historiador Julián Juderías, que trabajó gravemente enfermo hasta el día de su muerte, que se manejaba en 15 lenguas.

 
La exposición Cartas al Rey. La mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra. Monografía 2018, que se prolongará en el Palacio Real hasta el 31 de marzo de 2019, cuenta la historia de un hombre atrapado entre dos mundos enfrentados a muerte: el de Austria-Hungría, que representaba su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, y el británico, el de su esposa, Victoria Eugenia de Battenberg.
“En nombre de Jesús, le suplico que interceda ante el Emperador para que pueda volver mi papá”.
 “Era mi único hijo, mi único consuelo, mi única esperanza ante la vejez”. 
“Era el mejor de los maridos, pero si ha dado la vida por mi Vieja, la Vieja Inglaterra, creo que seré capaz de soportarlo”.
 Y así miles de cartas que eran leídas tras abrir un expediente para intentar resolverlas. 
Llegaban con fotos adjuntas (“la foto les ayudará a encontrarlo, es su tatuaje"), con mensajes desgarradores (“si pudiera encontrar a mi querido papá..." "o era el mejor hombre, mi vida") y todas eran respondidas gracias a lo que Juan José Alonso Martín, director del Archivo General de Palacio, describe como “un primitivo sistema de computadoras”. 
“Se ordenaban y clasifican por colores según los motivos de la carta y la nacionalidad, se etiquetaban, se hacían copias y se enviaba la respuesta a los remitentes y a las autoridades correspondientes. 
Se les imprimía, además, un sello según la importancia del mensaje…”, describe el experto.
Y es que todo podía ser tratado en aquella oficina del Palacio Real: incluso la liberación del zar de Rusia Nicolás II y su familia, que habían sido apresados por los bolcheviques en Ekaterimburgo.
 En uno de los expedientes hallados en los anaqueles del palacio —compuesto por 90 documentos— se guardaban dos telegramas enviados al plenipotenciario de San Petersburgo intentando negociar una visita a los zares (los enviados de la oficina visitaron durante la Primera Guerra Mundial a más de 4.000 prisioneros por toda Europa).
 Alfonso XIII ofrecía, además, que se pudieran exiliar a España.
 El rey español fue uno de los primeros en enterarse del asesinato del zar y de su hijo varón, no así de la zarina y de sus hijas.
 Por eso, volvió a insistir, pensando que las mujeres vivían, en traerlas a España.
 Pero el expediente acaba abruptamente, sin más detalles.

Los prisioneros de guerra fueron una de las principales preocupaciones del Rey Alfonso XIII.
 Propuso suspender las condenas a muerte de los soldados alemanes y franceses. 
Se calcula que sus suplicas salvaron a casi un centenar de personas y al 5% de los que se buscó. 
Hay constancia de que telegrafió a los embajadores de París, Viena, Londres, Berlín, Roma, Petrogrado, Constantinopla, Bucarest, Sofia y La Haya reclamando canje de prisioneros.
Y constancia quedó también de que su mediación fue fundamental para levantar el cerco de alimentos a Bélgica, donde nueve millones personas pudieron ser alimentadas porque el rey intercedió para que las provisiones de Estados Unidos pudiesen llegar a la población.
Cuando la guerra acabó, “la labor humanitaria de España fue reconocida internacionalmente”, recuerda Antonio Escámez Torres, presidente de la Fundación Banco Santander que ha financiado junto a Patrimonio Nacional las investigaciones. El personal diplomático de aquella epopeya recibió la medalla Reconnaissance Française, las mujeres la de la Cruz Roja, el resto de los trabajadores, la de Plata de Isabel la Católica.
 Y Alfonso XIII, el agradecimiento de los pueblos belga e italiano en 1923.
La historia —con sus fotografías, películas y cartas— se puede ver desde este miércoles en el Palacio Real de Madrid. 
En sus paredes se representan, además, los archivos metálicos donde se guardaban los expedientes y donde se puede leer: De Rabiere A. M. a Lucien Rocer, Alfred; de Vojtech, Vladimir a Vorus, Janus... 
Y así cientos y cientos de cajas.
 Más de 200.000 historias llenas de esperanzas de seres humanos y de un rey que los quería ayudar.