Las más de 100 piezas pertenecientes a la reina francesa y sus familiares han estado ocultas durante más de 200 años. Sotheby’s no desvela quién ha sido su último propietario.
Las joyas de la reina francesa María Antonieta (1755-1793), que han permanecido ocultas durante más de 200 años, ven la luz por primera vez ante el público y lo hacen para ser subastadas.
Se trata de una de las colecciones reales más importantes en salir a la venta y cuenta con el indudable atractivo de haber pertenecido a una de las monarcas más famosas de la historia europea, la reina destronada, ejecutada en 1793 en la guillotina al grito de “¡Viva la República!” ante un pueblo, azotado por el hambre, que no soportaba su despilfarro y opulencia.
La casa de subastas Sotheby’s ha anunciado que presentará más de 100 piezas históricas el próximo 14 de noviembre en Ginebra, en una jornada que anuncia batir todos los récords. Diez de ellas han pertenecido a María Antonieta y las demás son de sus familiares.
Sotheby’s subraya que las piezas “trazan la saga de una dinastía que conectó a las familias dominantes más poderosas de Europa”, incluyendo las de Francia, España, Italia y el Imperio austro-húngaro, todas ellas conectadas con María Antonieta.
La historia que arrastran supera cualquier ficción.
Fueron precisamente las perlas, rubíes y diamantes de la reina uno de los desencadenantes de la revolución y la caída de la opulenta monarquía.
Hasta ahora han estado en manos de la familia
Borbón-Parma y, aunque no han desvelado la identidad de los propietarios
actuales, al menos parte de la colección podría haber permanecido en
España las últimas décadas, en manos de Alicia de Borbón-Parma y Habsburgo-Lorena,
tía del rey emérito Juan Carlos, fallecida el año pasado, y sus hijos.
El misterio siempre ha rodeado esta colección.
La firma apunta que
fueron guardadas en una “noche frenética” de 1791 en el Palacio de las
Tullerías de París, mientras el rey Luis XVI y su mujer María Antonieta
se preparaban para escapar. Envueltas en algodones y embaladas dentro de
una caja de madera, fueron enviadas secretamente a Bruselas y después a
Viena.
Con el tiempo llegaron a María Teresa de Francia, conocida como
Madame Royale, la hija de María Antonieta, que las donó a su hija
adoptiva Luisa de Francia.
Siempre escondidas, terminaron en manos de su
hijo Roberto I, último duque de Parma, fallecido en 1907. Ahí se les
perdió la pista.
Todas ellas son símbolo del poder, del esplendor y
de la autoridad de las monarquías europeas de los siglos pasados y
tienen un significado, porque están relacionadas con nacimientos,
matrimonios y cumpleaños.
Para Daniela Mascetti, vicepresidenta de
Sotheby’s, la colección representa “una historia conmovedora”. “Nunca ha
sido mostrado al público, este extraordinario grupo de joyas ofrece una
mirada cautivadora en las vidas de sus dueños, yendo atrás cientos de
años”. Mascetti también destaca la belleza de las gemas, una “artesanía
excepcional” y el estilo del conjunto, que combina el diseño francés del
siglo XVIII y del XIX con la belle époque. En concreto, afirma
que un broche de diamantes con forma de lazo y un collar con tres filas
de perlas “podrían haber sido un modelo para el célebre estilo de las
guirnaldas de Cartier”.