Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 oct 2018

La enésima reinvención de Jesús Vázquez

Tras dejar 'La Voz' le acechaba el ostracismo que ya conoce y le da pánico.

 A los 53 años se abre una nueva etapa para el eterno rostro joven que lleva tres décadas enamorando a la cámara.

 

Jesús Vázquez, el pasado mes de septiembre.
Jesús Vázquez, el pasado mes de septiembre. GTRES

Ni torpes ni sumisos................................... Elvira Lindo...

Los políticos jamás deberían utilizar a una parte de la población para atacar al adversario.

Isabel García Tejerina declaró que en Andalucía lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe un niño de ocho en Castilla y León.rn
Isabel García Tejerina declaró que en Andalucía lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe un niño de ocho en Castilla y León. Europa Press
Cuando Teresa Rodriguez, la líder de Podemos en Andalucía, declaró en septiembre que “Canal Sur es una rémora para el desarrollo andaluz, una losa que no nos merecemos”, me sorprendió gratamente.
 Pensé, al fin alguien establecía una relación entre el populacherismo televisado y la condena que supone para un pueblo ser aleccionado por un folclorismo constante que no define en absoluto la riqueza cultural del sur, y actúa sobre los andaluces como si fueran incapaces de producir algo que no sea artisteo baratuno.
 Y es radicalmente incierto, aunque criticar a Canal Sur sea un tabú, como lo es cuestionar a qué responde la agenda pública referida a la cultura y de qué manera aleccionar al pueblo a que responda al estereotipo acaba por reforzarlo.
 Los cínicos solían responsabilizar al espectador de dejarse arrastrar por el camino de la incultura, pero ese tipo de cinismo ha de ser reprobado: sabemos muy bien que hay pobre gente que no posee otro medio de entretenimiento o compañía que el que se le ofrece.
 Que la libre elección ya es en sí un privilegio.
 Las declaraciones de Isabel García Tejerina sobre el atraso escolar de los niños andaluces ponían el acento de nuevo en quienes reciben la educación y no en quienes la proyectan. 
No debiéramos extrañarnos de la extrema sensibilidad con la que han sido recibidas sus palabras porque si hay algo de lo que pueden estar hartos los andaluces es de su eterna caricatura: vagos, incapaces de progresar y regodeándose felizmente en su atraso.
Los políticos, que son los obligados a hacer uso de la corrección política (aunque estos tiempos dicten lo contrario), jamás deberían utilizar a una parte de la población para atacar al adversario.
 Es perfectamente comprensible que los padres y las madres enfurezcan si sus niños son situados en el batallón de los torpes. Así no.
 Ni es cierto, ni esa táctica ha funcionado jamás. Lo único que ha conseguido Tejerina es que Susana Díaz, una vez más, se haya envuelto en la bandera andaluza y haya defendido a “sus niños”.
 Yo me revuelvo ante esa apropiación abusiva de la infancia: los niños no son de nadie, de nadie, y a un tiempo representan un bien común. 
De la misma forma que no es legítimo usarlos contra un partido en campaña, tampoco han de convertirse en escudo protector de quien ha de rendir cuentas de asignaturas pendientes. 

La educación es otro de los tabúes de la comunidad andaluza.
 Si alguien osa hacer una crítica sobre el funcionamiento de su sistema educativo es definido de inmediato como enemigo del pueblo.
 Pero el amor no se manifiesta con la complacencia y la docilidad. Es más, el sentido crítico hacia lo propio es una muestra de compromiso.
 Por Dios, no es necesario decir que los niños andaluces son de 10 y los profesores también. 
Qué estúpida idea es esa de la educación: ¿Las notas? ¿La adulación? Lo que hace falta es investigar los fallos del sistema, entre los que confluyen el recorte de recursos, el paro lacerante que genera zonas de exclusión, el elevado abandono escolar, y la necesidad urgente de una agitación social que prestigie la educación, que la convierta en algo deseable por lo que menos recursos tienen.
 No, no tienen la culpa ni los espectadores ni los niños.
 Ni tampoco el enfermo de las listas de espera. 
En cuanto al amor, también se practica exigiendo y diciendo la verdad.
 Ni torpes, ni sumisos.

 

La obsesión por la simetría...................................Juan José Millás

La obsesión por la simetríaJuan José Millás 

Los confesionarios poseen un atractivo oscuro.
 Y aunque los hay de varias clases, abundan aquellos que como el de la foto poseen un cuerpo central, donde se oculta el sacerdote, flanqueado por sendas formaciones simétricas destinadas al penitente.
 Mientras el cura escucha al pecador de su derecha, otro arrepentido puede ir acomodándose (es un decir) a su izquierda.
 De este modo, cuando despida al primero, no tiene más que girar levemente el cuerpo para atender al segundo. 
Son las ventajas del confesionario que podríamos denominar “bifaz”, o de dos caras, como aquellas hachas prehistóricas que representaban las dos mitades de las que está hecho el cuerpo humano.

—¿Pero eran más eficaces para matar que las de un solo filo?
—No lo sabríamos decir, aunque no todo en esta vida se mide por su eficacia material.
También este curioso artefacto reproduce las dos mitades del cuerpo: a cada lado, un pulmón, y en el centro, el corazón. Significa que quizá no está diseñado con un criterio económico, sino de carácter simbólico.
 Uno entra en la iglesia, observa el vacío de uno de los espacios y le cuesta resistirse a la tentación de ocuparlo, a fin de equilibrar el peso de las dos partes.
 Lo que no acabamos de comprender es por qué el cura, que teóricamente no tiene nada que ocultar, aparece protegido por la celosía de la puerta central, mientras que los pecadores, pobres, permanecen al aire libre. 
En realidad, no comprendemos nada de lo que ocurre ahí, pero nuestra afición al bricolaje nos obliga siempre a detenernos frente a estos muebles tan curiosos. 

Hipersensibles...............................................Rosa Montero.

Vivimos en una sociedad cada vez más patologizada, más reducida a un conjunto de síndromes. La cuestión es conocerse y aceptarse.
UNA LECTORA, X., me manda una afectuosa y muy interesante carta sobre un tema cada día más visible: “He descubierto que soy PAS (persona altamente sensible) y de repente las piezas del puzle encajan. Aun así, estoy agotada”.
 Sé de lo que habla; la llamada alta sensibilidad es una característica de la personalidad que fue definida en la década de los noventa por la psicóloga norteamericana Elaine Aron. 
Según ella, entre el 15% y el 20% de la población mundial es así, sin diferencias apreciables entre mujeres y hombres.
 No se trataría de un trastorno, no es una enfermedad, tampoco implica que las personas PAS sean superdotadas. 
Para Aron no es más que un rasgo de carácter, una manera de ser. Las PAS serían capaces de percibir y procesar más información sensorial simultánea, lo que, según algunos científicos, podría suponer un avance evolutivo para la especie.
 Claro que también hay otros científicos que consideran que a la clasificación de Elaine Aron le falta rigor. 
Que no hay investigaciones fiables que la sustenten.
 Lo cual no es del todo cierto: las nuevas técnicas de exploración que han revolucionado la neurociencia posibilitaron que Aron y otros colegas contrastaran su teoría en 2014 por medio de resonancias magnéticas funcionales.
 En cualquier caso, su definición de la alta sensibilidad nos remite a una realidad evidente.
 A algo que todos conocemos.
 Si buscas en Internet, puedes encontrar un test de 22 preguntas para saber si posees este rasgo. Yo lo hice hace tiempo y doy positivo en 20 y a las otras 2 me aproximo bastante.
 Las PAS reúnen estas cuatro características: una profunda y rumiante capacidad de reflexión (obsesiva, añadiría yo); tendencia a sobreestimularse o incluso saturarse porque reciben y procesan más información; emocionalidad y empatía elevadas; habilidad para captar sutilezas. 
Vamos, lo que viene siendo el hipersensible de toda la vida. No revela nada nuevo, en realidad.

Antes te decían que eras una chica nerviosa e impresionable. 
Ahora te puedes colocar en la solapa la flamante etiqueta de PAS.
 Y la verdad es que tengo mis dudas sobre si es bueno etiquetarnos. Vivimos en una sociedad cada vez más patologizada, más reducida a un conjunto de síndromes.
 Por más que la doctora Aron insista en que el PAS no es un trastorno sino un rasgo de la personalidad, creo que mucha gente lo percibe como una condición cercana a lo anormal.
 Incluso la lúcida X. dice: “Aun así, estoy agotada”.
 Pues sí, pero es que yo pienso que la vida nos agota a todos.
 La vida puede convertirse en ocasiones en un tren que te pasa por encima, seas hipersensible o no. 
Así que no sé si es bueno que uno se vea como un individuo más frágil que los demás.
 Y tampoco sé si ponerte la etiqueta no te estará forzando a “adaptarte” a un troquel que nunca coincidirá del todo contigo. En los comentarios a un blog sobre la alta sensibilidad publicado en EL PAÍS en 2016, un lector dice: 
“Yo añadiría: a las PAS (…) no les gusta la noche para salir y divertirse, dan preferencia al día, tienen más alergias y son muy, muy incomprendidos”. 
 
Pardiez, pues no.
 Supuestamente yo soy PAS y soy una noctámbula irredenta, tengo pocas alergias y no me siento muy incomprendida. 
De hecho, teniendo en cuenta que un 20% de la población es así, lo que hay que hacer es intentar buscar tu propia tribu. 
Tu gente. Tu familia. En eso consiste la madurez vital: en ir encontrando tu lugar en el mundo.
 Pero, por otra parte, es cierto que las personas con estas características de excitabilidad emocional no somos la mayoría, lo que hace que, sobre todo en la infancia o la adolescencia, te puedan tachar de inestable, de exagerada o de blando. 
 En los comentarios de ese blog de EL PAÍS otra lectora decía: “Cuando descubrí que era una persona PAS me sentí mejor, porque siempre pensé que no encajaba con este mundo y me creía un bicho raro”.
 Comprendo que es mejor saberse honrosamente PAS que aguantar que un cretino te llame histérica.
 Aunque sería aún mejor ignorar al cretino. En fin, cada existencia es un mundo.
 Arrimada la lupa, todos somos raros. La cuestión es conocerse y aceptarse. Y aprender a vivir con lo bueno y lo malo que uno tiene.