Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 ago 2018

Seis comportamientos que hacen que la gente se aleje de nosotros

Y cómo cambiar de actitud para no repetirlos.

soledad
A la mayoría nos gusta tener éxito en nuestras relaciones personales, sin embargo, la actitud es definitiva para este propósito. De hecho, existen ciertos comportamientos que si se reiteran pueden acabar alejando a las demás personas de nuestro entorno.
 El psicólogo sanitario miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid, José Elías Fernández González, nos explica cuáles son los más habituales y qué podemos hacer para mejorar esas características en caso de que las tengamos.

1. Tomarse las cosas demasiado a pecho

Cuando un jefe reconoce el logro de un compañero o un mejor amigo no confía en otro para contarle, se pueden ver heridos los sentimientos, pero hay que aprender a relativizar estas 'pequeñas puñaladas al ego' y "no podemos autocuestionar nuestra valía ni infravalorarnos cada vez que ocurra una de estas situaciones", aclara el especialista.
Para afrontarlo hay que ser capaces de pensar que no somos los mejores en todo.
 Solo así lograremos quitarnos un gran peso de encima: 
"Si siempre todos recurriesen a nosotros sería agotador, además no podemos ser especialistas en todos los aspectos laborales y personales.
 Hay personas que tienen ideas mejores que las nuestras en determinados temas", indica el experto.

Ser celoso por naturaleza

'El monstruo de ojos verdes' tampoco ayuda a crear un círculo sano de amistades. 
En el ámbito social muchas veces los celos se entienden como una muestra de que los demás nos importan, sin embargo, solo hallaremos en ellos frustración y malestar
"Generan sentimientos de envidia, obsesión o control que de manera inconsciente e involuntaria se manifiestan y proyectan a los demás, lo que puede hacer que huyan de nosotros", aclara Fernández González.

Para combatirlos debemos que aprender a valorar nuestras fortalezas y virtudes, así como las cosas buenas que nos suceden. "Hay que evitar compararse con los demás".

3. Necesitar constantes halagos

La expresión 'a quién le amarga un dulce' es aplicable a cualquier halago o lisonja que recibimos de los que nos rodean.
 Pero cuidado porque, si nuestra autoestima depende de la validación constante por parte de los demás, se volverá en nuestra contra.
 Ser adicto a los cumplidos, también puede enturbiar sus amistades.
Fernández González afirma que no es el cometido de las personas que nos rodean estar motivando y alimentando nuestro ego: "Cada uno es único e irrepetible y no tenemos por qué contentar en todo momento a todos, sino solo a nosotros mismos".

También debemos intentar no llevarnos todo al terreno de lo personal porque no somos el ombligo del mundo. 
Debemos intentar tener el control sobre nuestras emociones y no sobrerreaccionar frente a los acontecimientos cotidianos.
Saber querernos a nosotros mismos es la clave. 
Esto tampoco quiere decir que debamos volvernos vanidosos o egocéntricos, solo que seamos conscientes de que la forma en la que nos ven los demás tan solo es una muestra de realidad que no siempre es acertada.

4. No aceptar críticas constructivas

A nadie le satisface que le resalten los fallos, pero de vez en cuando no está de más que nos los recuerden.
 Sin embargo, no debemos confundirlo con la actitud de aquellas personas que solo ven lo malo, puesto que esto puede resultar negativo para el crecimiento personal.
Como le dijo Joe E. Brown a Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco, "nadie es perfecto".
 "Reconocer nuestros defectos es una fortaleza que genera autoestima y nos ayuda a poner en marcha mecanismos para superarlos", señala Fernández González.
El psicólogo afirma que si no aprendemos a aceptar los comentarios negativos, nunca intentaremos superar y eliminar nuestros handicaps
 También hace hincapié en tener una buena comunicación con los demás, puesto que son los buenos amigos quienes nos ayudan a tener una visión más objetiva de nuestro comportamiento y nos motivan a mejorarlo:
 "Es fundamental para el éxito en las relaciones, así como para tener una visión sana sobre nosotros mismos".

Ser una víctima constante y ponerse siempre en lo peor.

Adquirir este papel para dar lástima o generar compasión funcionará durante poco tiempo.
 Según el experto hay una realidad, "todos queremos estar con personas alegres y felices". 
Esto no quiere decir que nunca pueda compartir las malas rachas o las cosas negativas con el entorno. 
 No obstante, si abrazamos la negatividad como filosofía y el victimismo como actitud ante la vida, huirán de nosotros "como de la peste".
"Algunos solo pueden ver la parte negativa de las cosas que les suceden o siempre se anticipan a lo que va a pasar en el futuro, de manera que no les permite ser felices.
 Si por ellos fuese, el mundo ya no existiría", explica el psicólogo.
Para evitarlo no podemos atribuir al exterior o al destino todo lo malo que nos sucede, pues determinadas variables están a nuestro alcance y debemos ser conscientes de que muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencia de nuestros pensamientos y acciones. Solo una actitud positiva podrá ayudarnos y también hará que los demás confíen en nosotros.

Ser muy sincero, aunque nadie haya pedido opinión.

Diseminar nuestra opinión sobre cualquier tema sin que nadie lo pida —por ejemplo, lo horroroso que es el pantalón de su amigo o los pelos que lleva su compañero de trabajo—, nos convertirán en seres odiosos.
Lo que se conoce como "no tener filtro", que viene a ser realizar juicios gratuitos a diestro y siniestro, puede dañar a los que nos rodean o hacerlos sentir incómodos
En general, hablar de más no es una cualidad alabada socialmente, según el experto: 
"No se puede decir lo primero que se nos pasa por la cabeza ni juzgar a las personas a la ligera sin pensar en que podemos ofender", señala Fernández González.
Hay que aprender a ser más prudente, respetuoso y empático, recomienda el experto.
 También es bueno saber valorar las cualidades y capacidades de los otros: 
"Mejor pecar de prudencia que de exceso en los juicios que emitimos sobre los demás. 
No solo tenemos que estar pendientes de lo que decimos, sino también de las formas que empleamos", aclara.


 

Una Mujer Bella


















Muere el coreógrafo y mimo británico Lindsay Kemp

Su obra y trayectoria están ligadas a sus largas etapas en España e Italia-

Lindsay Kemp, en una imagen de archivo.
Lindsay Kemp, en una imagen de archivo. Cover/Getty Images
El bailarín, actor, coreógrafo y director escénico británico Lindsay Kemp murió en la noche del pasado día 24 en su casa de Livorno a los 80 años.
 El mítico artista había nacido en South Shields (un sitio tan honorable como anónimo y que está en la historia porque por allí cerca pasaban las tropas del emperador Adriano en el siglo II) el 3 de mayo de 1938 y siempre le gustaba presumir de su procedencia de una antigua saga de cómicos que se remontaba a los esplendores del teatro isabelino y donde había desde copistas de dramaturgo a saltimbanquis.
Lindsay no necesitaba adornar su biografía para entrar con laureles en el terreno de lo fantástico: su padre, un rudo marino, se perdió en las agitadas aguas del Mar del Norte; su madre, con aquel díscolo niño a cuestas (que ya de pequeño era la diversión del pueblo bailando travestido, maquillado de blanco y en las puntas de sus piececillos sobre las mesas de las tabernas en las riberas del río Tyne) tras su paso por Wokingham (donde Lindsay fue internado en una rígida escuela para hijos de marinos mercantes y de la que fue expulsado) recaló en Bradford (Yorkshire).
 Entremedias, otra expulsión de la Academia Naval, donde el inspirado vástago fue descubierto representando “Salomé” con un traje de siete velos que se había hecho con papel higiénico;
 el documento de expulsión dice claramente que la razón punible es “el dispendio de papel de baño propiedad del Imperio Británico”. Por fin en Bradford estudió arte en el College oficial de la ciudad, donde coincidió con el pintor David Hockney, también nacido en Bradford y solamente un año mayor que Lindsay.
Antes, cuando Lindsay cumplió 10 años, su madre lo llevó al cine como regalo de cumpleaños a ver Las zapatillas rojas, de Michael Powell y Emeric Pressburger.
 El niño siempre quiso hacer el papel del zapatero que encarnaba el bailarín ruso Leonidas Massine.
 La madre de Lindsay siempre se lamentó y arrepintió de haber llevado a su hijo a ver aquella película: así se sembró la semilla del ballet en su alma y su instinto.
 Su primera maestra de danza fue la bailarina austríaca Hilde Holger (Viena, 1905 – Camden, 2001), pionera de modernidad ligada al expresionismo, que una vez huyó del nazismo en Viena por sus orígenes judíos y tras su paso por India recaló en Londres. Kemp siempre reconoció la importancia de esta primera maestra y su influencia, la manera de aportarle el significado del uso de las manos y la ritualidad escénica.
 Después, estudió los secretos de la pantomima y el control del mimo con Marcel Marceau, el otro pilar estético de su formación. Uno de sus primeros grandes roles fue el de la Reina Gertrudis en la producción de Hamlet realizada por la BBC en 1963 con ocasión de los 400 años del nacimiento de William Shakespeare, y que se filmó íntegramente en el castillo de Elsinore.
 Las fotografías de la caracterización de Lindsay como la Reina Gertrudis son hoy como cartas de adivinación de su futuro dentro y fuera de las bambalinas: “No debemos huir de nuestros componentes trágicos, sino sublimarlos hasta hacerlos parte del arte”.
Entre 1966 y 1968 Lindsay Kemp arma su propia compañía con un grupo de amigos donde había fundamentalmente bailarines, pero también algún actor, acróbatas y hasta un mago amateur. 
Eran entre 9 y 11 miembros, que así se presentan en el festival de Edimburgo de 1968 causando un notorio revuelo y siendo ya mencionados por la crítica, con una plástica que se imbricaba de lleno en el espíritu de mayo del 68, y en reflejo del Living Theater de Julian Beck y Judith Malina y la singularidad mágica de la compañía The Bread and Puppet Theater de Peter Schumann, ambas compañías estadounidenses que ya habían comenzado a darse a conocer en Europa, principalmente en París y Londres.
Tras algunos primeros años de experimento y trotamundos, en 1974 Kemp estrena Flowers, basado libremente en Nuestra Señora de las Flores de Jean Genet.
 El revulsivo plástico junto a la profunda y muy seria reivindicación ideológica, le dieron a esta obra enseguida un sitio puntero en el terreno de las vanguardias vivas, y así recorrió el mundo, con polémica y sentando las bases y decálogo de su autor, director y protagonista.
 Flowers fue producido solamente con 500 libras esterlinas, fruto de la herencia de una tía materna.
 La obra fue de inmediato acusada de obscenidad y durante décadas generó escándalos, cierres de teatros, manifestaciones en contra y artículos virulentos, a la vez que admiración y una legión de imitadores.
Su catálogo recoge, entre otras, obras como Duende (1980, con Celestino Coronado y hecha como homenaje a Federico García Lorca), Nijinski. Sueño de un loco (1983); Onnagata; Salomé; Sueño de una noche de verano; Kemp dances (2016) y The big parade. Creó para el ballet Rambert Parades Gone By (1975) y Cruel Garden (1977, otra vez dedicada a García Lorca), ambas con música original del compositor chileno Carlos Miranda, y apareció, entre otros filmes, en el Sebastiane (1976) de Derek Jarman.

Su amor por Bowie

Kemp trabajó con David Bowie a quien amó cuando se llamaba David Jones;
 juntos pergeñaron una primera obra: Pierrot in Turquoise, y David, que fue su discípulo coréutico lo reconocía como una fuente de inspiración;
 Bowie tocó a la puerta de Kemp para despedirse cuando iba a hacerse monje budista, pero Lindsay se lo quitó de la cabeza. 
Luego aparece en un legendario vídeo de Bowie que es parte de la historia estética de nuestro tiempo: John, I'm Only Dancing, dirigido por Mick Rock; también fue el director artístico de las presentaciones de Ziggy Stardust en el Rainbow Theatre de Londres en 1972.
 Voluntarioso, deslenguado, reivindicador de la libertad individual y la diversidad, vivió largas temporadas en España, como sus cinco años en la Plaza Real de Barcelona, donde quiso hacer muchas cosas que no cuajaron, antes de radicarse en Italia (donde al principio gozó del apoyo y protección de Romolo Valli), primero en Roma y finalmente en Livorno, donde fue acogido en un teatro social de Como con un proyecto de laboratorio de performance
. Siempre es recordado el estreno de Duende en 1980 y Flowers en 1982 en el Teatro Parioli de la Ciudad Eterna, un comienzo de admiración que no cesó nunca y que le llevó a cultivar a Vittoria Ottolenghi, la decana de los críticos de danza de Italia y con quien hizo varios programas de televisión. En 2005 y 2006 tuvo apariciones en el programa de Televisión Española La mandrágora.
En 1986 Lindsay Kemp, declaraba a EL PAÍS:
 "Soy un casanova del baile moderno. 
No tengo límites y mi trabajo consiste en romper fronteras entre los sexos, las razas y las clases sociales. 
Soy como un gran pájaro y trabajo y hago el amor donde se caen mis plumas, nunca elijo de antemano los sitios.
 Mi vida no es decadente, sólo que me interesa llevar la decadencia al escenario y al mismo tiempo sacarla de la escena".
Lindsay Kemp recibió muchos premios, pero del que estaba más orgulloso era de el de Doctor Honoris Causa por la Academia de Bellas Artes de Brera de Milán;
 para él, era haber puesto una pica en Flandes, ser reconocido por una institución de tal solera y prestigio.
 Su pensamiento era muy claro: "Yo me considero feliz porque puedo desarrollar este trabajo, pues en él hablo de las obsesiones que tengo cada día, de mi estado actual y de mis emociones. 
Me considero una persona liberada, pero sufro por el sufrimiento que veo a mi alrededor".


 

 
 

El actor Vincent Cassel se casa con la modelo Tina Kunakey

El enlace se ha celebrado en la localidad vasco francesa de Bidart.

El actor francés Vincent Cassel y la modelo Tina Kunakey después de la ceremonia de boda este viernes en Francia.
El actor francés Vincent Cassel y la modelo Tina Kunakey después de la ceremonia de boda este viernes en Francia. AFP
El actor Vincent Cassel, de 51 años, ha contraído matrimonio este viernes con la maniquí Tina Kunakey, de 21, en la localidad vasco francesa de Bidart.
 Cassel se separó de la actriz italiana Monica Bellucci en agosto de 2013, con la que tuvo dos hijas y con quien fue pareja durante casi dos décadas y matrimonio durante 13. 
Con traje blanco, camisa rosa y gafas de sol, el actor esperó a su futura esposa en la plaza del Ayuntamiento de esta pequeña localidad costera ubicada en el sur de Francia.
 En un coche Bentley negro apareció Kunakey, con un escotado vestido blanco.
 La pareja estuvo acompañada de un centenar de invitados, entre ellos los actores Elie Semoun, Gilles Lellouche y la actriz Adèle Exarchopoulos. 

La pareja recién casada a la salida del Ayuntamiento.
La pareja recién casada a la salida del Ayuntamiento. AFP
Los servicios municipales tuvieron que limpiar horas antes del enlace los muros de piedra del Ayuntamiento en los que habían aparecido pintadas en las que se leían frases como "mujer objeto porno", "matrimonio machista, sexesclavitud". 
Tina Kunakey, nacida en Francia de padre marroquí con orígenes de Togo y madre siciliana, creció en el suroeste de Francia antes de mudarse a Madrid, donde debutó como modelo.
 Por su parte, Cassel es uno de los actores franceses más internacionales, con películas como Cisne Negro o El pacto de los lobos en su haber. 
Tras la boda, la recepción se ha celebrado en un restaurante de la cercana localidad de Arcangues, ubicada en una colina a proximidad de Biarritz.