Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 ago 2018

Alain Delon - only you

El último caso del detective Hernández: el primer asesinato de un investigador privado en España

Luis Hernández Bustamante, de 45 años, fue torturado al norte de Madrid por sus captores antes de que muriera asfixiado tras colocarle una bolsa de plástico en la cabeza. 

Ocurrió el 25 de noviembre de 2006.

El detective, Luis Hernández Bustamante, en una imagen de archivo.
El detective, Luis Hernández Bustamante, en una imagen de archivo.

 

El asesinato de Luis Hernández Bustamante, encontrado en un descampado al norte de Madrid el 26 de noviembre de 2006, se trató como la primera muerte violenta de un investigador privado en España desde que existe la profesión. 
La víctima, que contaba con una experiencia de 25 años en el oficio, fue torturada durante horas y golpeada fuertemente en la cabeza antes de que sus captores le asfixiaran con una bolsa de plástico.
 Los asesinos no fueron arrestados y tampoco se encontró en la escena del crimen ni el teléfono móvil ni la cartera de Hernández. Este reportaje, publicado en EL PAÍS el 3 de diciembre de 2006, narra la crónica del trágico suceso:
El último caso del detective privado Luis Hernández Bustamante, de 45 años, fue su propio caso: 
el del primer detective asesinado en España desde que existe esta profesión. 
Este investigador de 45 años fue hallado muerto el pasado domingo, después de varias horas de tortura, en un descampado de la avenida de Llano Castellano, a poco más de un kilómetro de la estación de Chamartín.
 El fallecido, semidesnudo, amordazado con cinta adhesiva y maniatado con un cable eléctrico, fue maltratado durante horas hasta morir asfixiado por una bolsa de plástico en la cabeza. ¿Pero quién lo hizo? ¿Y por qué lo hizo? ¿Pretendían arrancarle alguna información?
 La policía intenta averiguar qué asuntos había estado investigando Hernández para ver si alguno de ellos fue el que le costó la vida. "Huele a cosa de un grupo de corte mafioso o de narcos colombianos", opina un compañero.
 Hernández no era ni Philip Marlowe ni se parecía a ninguno de los duros investigadores de las películas. 
De tener que parecerse a alguien quizás hubiera preferido al flemático Hércules Poirot.
 Desde que estudió en el colegio Mirasierra, en el madrileño barrio de Bilbao, tenía claro lo que quería ser y cómo ganarse la vida, según recuerda el policía nacional Emilio Ambite, íntimo amigo desde la infancia.
 Ya cuando hizo la mili en 1982 en Valencia optó por la Policía Militar y fue escolta de Rafael Allendesalazar y Urbina, capitán general de la esa región.
Tuvo tan claro desde siempre a qué se iba a dedicar que acabó la carrera de detective con una calificación de notable y creó la agencia Herbus.
 Poseía la licencia profesional número 325, una de las más antiguas de Madrid.
 Tras 25 años de trabajo, la Asociación Profesional de Detectives de España le concedió el pasado octubre la medalla a la constancia en el congreso celebrado en Las Palmas.
 "Siempre estaba haciendo cursos de criminología, medicina forense, grafología, derecho... para ampliar sus conocimientos", recalca un amigo.
El viernes de la semana pasada, la noche que le iban a matar, Hernández cenó un bocadillo de calamares —"le encantaban los calamares", recuerda su amigo Ambite— en un bar de la calle de Alcalá, al lado del metro de Pueblo Nuevo.
 A unos pocos cientos de metros de ese local, Hernández vivía en un modesto piso de protección oficial de la calle de Fuencaliente, junto a la avenida de los Hermanos García Noblejas.
 Parece que nunca llegó a dormir a su casa.
 Lo que le pasó desde ese momento hasta que una mujer halló su cadáver cerca de las cocheras de autobuses de la EMT próximas a la colonia Virgen de Begoña es un enigma.
La alarma saltó el sábado por la mañana, cuando no se presentó a su puesto de trabajo en Feriarte, en los recintos feriales de Ifema. "Luis era un hombre muy cumplidor, muy puntual y muy responsable para sus cosas. ¿Juerguista? 
En absoluto. Se podía tomar un whisky o un vodka con naranja en el pub Chip o en el Gorbachov, cerca de Ciudad Lineal... 
Pero sólo una copa, ¿eh? Así que es lógico que nos asustásemos por su desaparición", declara el policía Ambite.
El presidente de la Asociación Profesional de Detectives Privados de España, Julio Gútiez, cree que el crimen tiene "tintes de una venganza" o de algún encargo mafioso.
 La Brigada Judicial de Madrid, por ahora, no tiene una hipótesis y ningún funcionario se atreve a decir si Hernández fue asesinado por algún caso que investigaba o había investigado o si lo fue por algún asunto personal.
Hernández era titular de la firma Alian Detectives y compartía con María de Montemayor Ruiz Soria un pequeño despacho en la calle de Alberto Alcocer. 
Muchos de sus encargos, obtenidos previo concurso público, consistían en dar discreta seguridad en los diferentes certámenes que se celebran en el recinto ferial Ifema (Iberjoya, Feriarte, Fitur, Simo, la Pasarela Cibeles, el Salón del Automóvil, Expofranquicia, etcétera).
 Nadie sabe que hubiera tenido algún problema en este trabajo, aparte de los rutinarios (controlar a algún sospechoso, identificar a algún ladrón...).
Aparte de su trabajo en Ifema, se ocupaba de lo habitual entre los detectives: rutinarios informes comerciales, infidelidades conyugales, algún caso de divorcio, seguimiento a un chico cuyos padres sospechan que anda por mal camino, encargos de algún abogado de campanillas -como recientemente había hecho para un ex magistrado de la Audiencia Nacional- y casos de bajas laborales con el pretexto de una enfermedad fingida.
 Uno de éstos, referente a un vecino de Toledo, era el que le tenía ocupado antes de ser asesinado.

Gracias al buen hacer de Hernández, la policía logró recuperar en Madrid hace tres o cuatro años un valioso lote de cuadros robados que una banda de delincuentes suramericanos pretendía poner a la venta, según varios compañeros. 
¿Tiene su muerte algo que ver con eso?

El detective había investigado hace tres años a un grupo de empresarios inmobiliarios de Málaga. 
Y en su caja fuerte guardaba documentos con el rótulo Marbella. ¿Por qué tenía Hernández esos documentos depositados en su cámara acorazada? ¿Contenían algo especialmente importante para que lo tuviese ahí, en vez de entre los demás expedientes? Hernández era muy meticuloso y, si actuó así, sus razones tendría.
Cuando fue encontrado en un sucio y húmedo descampado, Hernández llevaba muerto 24 horas, es decir, que había exhalado su último aliento en la mañana del sábado.
 Eso supone que estuvo en manos de sus asesinos varias horas, tiempo durante el que fue golpeado en la cabeza con un objeto contundente, si bien murió asfixiado por una bolsa de plástico del hipermercado Alcampo. 
El método de la bolsa es ya un clásico en los interrogatorios desde que años atrás lo inventaran los policías del Royal Ulster Constabulary para arrancar información a los detenidos del IRA norirlandés.
Los asesinos mataron a su víctima en otro lugar diferente al descampado en el que arrojaron su cadáver.
 Posiblemente le trasladaron en su mismo coche —un Seat Toledo gris, matrícula 1205 CWS— y después huyeron llevándose consigo este vehículo, que aún no ha sido localizado.
 Los investigadores sospechan que los homicidas fueron entre tres o cuatro individuos, ya que Hernández era "un hombre fuerte, corpulento, de más de 100 kilos, capaz de enfrentarse y vencer sin dificultad a dos tíos".

El Grupo de Homicidios de Madrid aún no ha encontrado ni el automóvil de Hernández, ni su teléfono móvil ni su cartera.
 Los criminales se lo llevaron todo.

LICENCIA DE ARMAS DE TIRO DEPORTIVO

El detective asesinado era hijo de un contable que tiene otras tres hijas.
 Luis Hernández, soltero, colaboraba mucho con la fundación Intervida y organizaciones no gubernamentales, como lo prueba que tuviera apadrinados a dos chiquillos de Malí -un niño y una niña- y a una adolescente de Perú, cuyas fotos exhibía orgulloso en los estantes de su despacho.
 La mayoría de sus amigos son detectives, policías, guardias civiles y militares, que coinciden en que "Luis era un bonachón y en su vida no había nada raro".
"Era detective durante las 24 horas del día y un buen hombre, que llevó más de un caso gratis si veía que su cliente tenía pocos recursos", agrega Agustín Ruiz, secretario de la Asociación Profesional de Detectives.
Aficionado a escribir poesía, al submarinismo y a los temas esotéricos —en la mesilla de su dormitorio tenía una biblia y el libro de La sábana santa— había solicitado, el pasado septiembre, licencia de armas de tipo F (para tiro deportivo) y ya tenía previsto comprar una pistola Beretta, a la vez que tenía en trámite su inscripción en la Federación de Tiro de Guadalajara.
 ¿Por qué se le había despertado la afición a las armas de fuego? ¿Quizás quería hacerse con una pistola como sistema de autodefensa? ¿Se sentía amenazado?
"Hay gente que está en la cárcel por nuestras investigaciones.
 Nos sentimos desprotegidos.
 Tenemos que declarar en los juicios a cara descubierta, no tenemos licencia de armas y las matrículas de nuestros coches no son reservadas, sino que están al alcance de cualquiera.
 Así que es frecuente que suframos amenazas y agresiones", se queja Ruiz.
Por ejemplo, el detective Salvador Martínez Cañabate fue agredido el pasado octubre en una calle de Cartagena (Murcia).
 Tras estar en coma, ha perdido un ojo y tiene malherido un brazo. Fue atacado mientras hacía una investigación.






 

En el cine de lujo, como en casa

Las primeras salas españolas con sillones reclinables y amplia oferta gastronómica buscan recuperar al público con su comodidad.

Una de las proyecciones en el Yelmo Luxury de Plaza Norte 2, en San Sebastián de los Reyes (Madrid). En vídeo, contenido promocional de las salas Luxury.
Tom Cruise lleva más de dos horas cruzando el mundo y salvándolo.
 Se ha lanzado desde 8.000 metros de altura, quemado las calles de París en moto y se ha agarrado a un helicóptero en vuelo. 
Mientras tanto, cómodamente tumbado, Markel Bergara se ha limitado a observar sus gestas. 
Su mayor esfuerzo físico debe de haber sido mover la mano hacia la mesita de su sillón, para coger la Coca-Cola o pescar entre las raciones que comparte con sus amigos: nachos, tacos y minihamburguesas.
 Junto con este joven de 32 años, otra treintena de personas ha escogido ver las peripecias de Misión: Imposible. Fallout de la misma forma: pagando más, pero reclinados y con el estómago lleno.
“Me ha encantado.
 La experiencia y la película”, relata Bergara a la salida de Yelmo Luxury, una de las dos salas de cine de lujo disponibles en España. La otra, que abrió hace pocas semanas, pertenece al otro coloso de la exhibición nacional: Cinesa
Ambas se hallan en Madrid y, como cada vez más cines, en dos centros comerciales: Plaza Norte 2, en San Sebastián de los Reyes, y Xanadú, en Arroyomolinos. 
También comparten objetivo: ante el auge de Internet y el temor de que Netflix ate al público al sofá, pretenden mezclar lo mejor de la sala y el salón.
 El cine como en casa, pero con gran pantalla y sonido envolvente. Una fórmula nueva en España —ya habitual en varios países— que genera esperanzas para los exhibidores, fascinación en muchos asistentes y algún escalofrío en los más cinéfilos.
“Creo que los exhibidores debemos reinventarnos.
 El cine siempre se ha considerado como una experiencia tradicional, centrada en la película.
 Es lo que el cliente quiere ver, pero también busca pasar un rato agradable”, defiende Ramón Biarnés, director general de Cinesa. De ahí que la comodidad se convierta en un segundo pilar de la proyección: sillones de cuero reclinables; más espacio entre ellos, por la reducción del aforo; y un menú que a palomitas y refrescos suma embutidos, vino, cócteles y hasta raciones. 
“Queremos que el espectador sea el protagonista y tenga una experiencia personalizada”, afirma Samuel Bolaños, director de comercialización de Yelmo Cines.
A grandes rasgos, las dos salas se parecen.
 Sin embargo, hay diferencias relevantes. 
Yelmo propone precios entre 9,90 y 14,90 euros (según el día y el horario), un vestíbulo y una oferta gastronómica más variada.
 El cliente entra 15 minutos antes de la proyección, se tumba y, si lo desea, un camarero atiende su pedido.
 En pocos minutos, ahí tendrá sus patatas trufadas y su cerveza, a tiempo para pagar, antes del filme
En pocos minutos, ahí tendrá sus patatas trufadas y su cerveza, a tiempo para pagar, antes del filme.
 Para los antojos después de que se apague la luz, hay que acudir al bar fuera de la sala o solicitarlos con una aplicación en el móvil. Cinesa, en cambio, mantiene el precio de una proyección normal (entre 7,90 y 10 euros, según los días) aunque le pide al cliente que se lleve su comida y bebida a la butaca.
¿Dónde está el negocio?
 “La ecuación es sencilla: que vengan más clientes”, aseguran ambos.
 La sala de lujo solo se sostiene llena. 
Yelmo y Cinesa destacan resultados positivos, aunque no ofrecen datos.
 La visita a ambos cines —un miércoles y un domingo— sugiere que la iniciativa, de momento, funciona.
 Familias, parejas, jóvenes y mayores: una quincena de encuestados por este periódico aprobaba con creces la propuesta. 
“Perfecta para las familias con hijos”, según Lucía Sánchez, de nueve años, que no veía la hora de tumbarse ante Los Increíbles 2. Luisa Serrano, de 78, también agradecía “los asientos para echarse”, aunque percibía el riesgo de una siesta.
 Complicado: sus nietos la arrastraron a ver la salvaje La primera purga: la noche de las bestias.
Servicio de reparto de comida en el Yelmo Luxury. 
Servicio de reparto de comida en el Yelmo Luxury.
Juana García, en cambio, se marchaba indignada: si hay menos entradas, se agotan rápido. 
“Tal vez las costumbres cambien y haya que comprarlas días antes”, defiende Biarnés.
 El aforo reducido recibe críticas también por otra razón: renuncia a la magia de la sala llenísima.
 Aunque los analistas más escépticos atacan sobre todo otro frente: la película deja de ser el centro de la experiencia, superada por el confort.
 Ambas cadenas lo desmienten, al considerar que filme y comodidad no están reñidos.
 Desde luego, las distracciones sí aumentan, sobre todo si hay camareros atendiendo un sillón cercano.

Las dudas rodean también la posible fractura de públicos: ¿el cine de autor, para los fieles, en las salas tradicionales, y los taquillazos, en las de lujo, para la audiencia comercial? 
Las cadenas lo niegan y aseguran buscar “todo tipo de público” y experiencia: el cliente ya escogerá su opción favorita. 
“Es como ir al estadio a un asiento normal, o en un palco privado, con jamón. 
Y si no te gusta tanto el filme, al menos comes”, comparaba Sonsoles Presa, 30 años, que repetía en Yelmo Luxury.
 De momento, el cine comercial y doblado copa la cartelera de las salas de lujo. 
Aunque sí hay alguna proyección de obras más independientes y/o en versión original.
La expansión, en todo caso, acaba de empezar. 
Cinesa quiere que “la mitad” de sus cines sea de lujo "para 2023". Equinoccio, en Madrid, pronto será el segundo: seguirán Valencia, San Sebastián y Torrejón. 
 Yelmo también busca ampliarse: entre Luxury, Premium (sin camareros, modelo presente en Gran Canaria) y Junior (para niños, con cojines en lugar de los sillones), apunta a Valladolid, Bilbao o Algeciras. 
Y al Cine Palafox, en Madrid: tras 55 años, estas míticas salas cerraron en 2017.
 Antes, se despidieron con un ciclo de obras icónicas. 
Se apagaron con Casablanca; resucitarán como cines de lujo.




 

Ciudadanos insta a Sánchez a dar el primer paso para un nuevo 155 en Cataluña

 
  • El partido de Albert Rivera considera que la declaración de Torra sobre "atacar el Estado" basta para requerirle sobre si acata la Constitución.

    Jo!!Los independentistas siempre han sido unos pesados, pero estar provocando continuamente CANSA y CANSA mucho y eso que viví en Barcelona y me gusta Barcelona sin la mariconeria esa de Lacitos amarillos.

    ¿Qué hicieron los independentistas? quien mandaba era Pujol y su mujer la de los misales y al venir a Madrid para hablar con el presidente Felipe González quería la banderita esa de los c.........la estelada vaya...pero a mi y a muchos esas tonterias era como de rico venido a más y tanto misal que lo eran.

    Los no catalanes que viviamos allí y trabajamos allí erámos según Pujol catalanes por eso trabajabamos y viviamos alli.

    Pero ese aire de suciedad que parece que me llega de torra no lo olíamos. 

    Ahora son feos y sucios por mucho lacito amarillo que se pongan.Y que las mujeres se arreglen un poquito que ser feminista no es ir con blusas sin planchar como va Colau...

    Lamentable que en la manifestación contra el terrorismo sin razón que existe si hay lugar para cruces....víctimas de la locura de esos imanes que están por todas partes....que pena...la verdad que pena tantos muertos para que sigan la lucha contra España. Que tampoco entiendo porque La Corona de Aragón dió con las puertas en las narices a Colón y ahora dicen que fue catalán....todo un sinsentido cultural político y social.