El cadáver ha sido encontrado semienterrado en la arena por un bañista.
Un bañista ha encontrado este sábado el cadáver
de un joven de 20 años en la playa de la Malvarrosa, en Valencia. Un
amigo había llamado al teléfono de Emergencias 112 tras perderlo de
vista esta madrugada frente a la discoteca Akuarela, situada a pie de
playa. Hacia las 7.30 se ha iniciado un operativo de búsqueda por
tierra, mar y aire, en el que han participado miembros de Salvamento
Marítimo, la Policía Nacional y Cruz Roja. Pero finalmente ha sido un ciudadano quien lo ha encontrado semienterrado en la arena, ha indicado una portavoz de Cruz Roja. El hombre ha avisado a los socorristas, que le han practicado
infructuosamente maniobras de reanimación. En la playa ha ondeado este
sábado por la mañana la bandera roja.
"Siento que hay un cierto poder en las conversaciones de verano que te arrebatan el sueño".
Mi amiga Huga me llevó a una prueba en el taller de unos jovencísimos
sastres que según ella me iban a encantar. “Llevan trajes con cortes
clásicos pero ellos van tatuados, con piercings”, fue su
argumento. El joven que nos atendió vestía un traje gris de solapas
enormes y puntiagudas, con cintura entallada y con un solo botón se
cerraba aquella americana tan escotada. Recordaba a Klaus Nomi. Los
pantalones se aferraban tanto a sus gemelos que hacían inviable el uso
de calcetines. Con aire de conocedor interrogué a aquel influencer
si el calibre del tobillo del pantalón era de 18 centímetros, que ya es
estrecho. “17”, me respondió el joven con una satisfecha sonrisa de 17
centímetros. Huga, sibilina, decidió comentarle que desde esta columna
mantengo una cuenta atrás: “Boris ha advertido que la ropa estrecha, el
pantalón pitillo, el legging, perderán pronto su hegemonía de
más de veinte años en la moda y no tendrán otro remedio que ceder ante
la ropa mas ancha. ¡Es lo que viene!”, sentenció sin pestañear. El
rostro del chico se desencajó, con el disgusto. Y lo vi claro: el varón
español va a plantar batalla a la ropa ancha y no permitirá el destierro
del pantalón pitillo. Ni permitirá que se desdibujen sus músculos bajo
una tela floja.
Cualquier pequeña cosa te
desvela. Esa noche en mi cabeza desfilaban no solo las decenas de
pantalones pitillo que he usado desde que Hedi Slimane los impusiera en su primera colección para Dior en el año 2000, sino también la convicción de que los millennials no han conocido otra cosa que pitillos y leggings.
Y esa diabólica mezcla de los dos: los jeggings.
Así de importante ha sido su presencia, una dictadura tan larga como el chavismo.
Pero todo tiene un final y está cerca. En mi visita veraniega a una
Centroeuropa sin aire acondicionado he observado cómo avanza con soltura
la ropa no ceñida. Como ya he dicho, para algunos resulta preocupante:
cinturas desdibujadas, piernas amplias, tobillos de 34 centímetros de
anchura. Allí sentí esas miradas crueles que pasan a tu lado y te ven
con piernas atrapaditas en un pantaloncín trasnochado, como
advirtiéndote de que habrá una redada y quemarán todos tus pantalones
pitillos y leggings en público. Me desvelé recordando ese
rostro desencajado del joven sastre madrileño. España va a ser el ultimo
bastión. Los Pirineos contendrán ese avance europeo de la ropa holgada.
¡No pasarán! En Marbella,
jurásica y ajena a las modas que vienen y van, después de colaborar en
la Gala contra el cáncer asistí a otra revelación de estilo. Reyes
Hellín, la reconocida sombrerera
sevillana, planteaba una verdad incómoda: en España no gustan los
sombreros negros. Me quedé bastante sorprendido porque la verdad no
sabía que existiese una filosofía del sombrero negro y mucho menos que
sufriera la antipatía de nuestros ciudadanos. Pensé en el sombrero
cordobés. “Un sombrero negro es lo más”, sentenció Reyes, que llevaba
uno de paja caramelo con unos estrechísimos cinturones marrones que lo
recorrían como jeroglíficos. “Puedes combinarlo con una camisa verde
oliva o sumarlo a la clásica combinación damero”. Pero, insistió una de
las comensales, ¿por qué no gustan en España? “Es algo cultural”,
sentenció Reyes. Sentí que volvería a desvelarme. Algo cultural. Siento que hay un cierto poder en las conversaciones
de verano que te arrebatan el sueño. Ya en Madrid, el director de cine Santiago Segura me invitó a almorzar con José Mota y Florentino Fernández, que permanecen en la ciudad preparando el show
que harán juntos. Un almuerzo con genios del humor es el tipo de
invitación que puede garantizarte otra noche toledana pero acudí y de
inmediato me hicieron cómplice de sus desvelos: el Instagram de una
conocida locutora de radio y televisión la rejuvenece muchísimo.
“Niñata” dijeron. “¡Pero si tiene mi edad! ¿Para qué hace eso? Es un
filtro”, dije. “Imposible, ya no parece ella”, dijeron a coro,
reconociendo que estábamos ante un desvelo generacional. El verano me consume en desvelos. Ayer, recién llegado a Miami, me
desperté en mitad de la noche por un ruido atronador pero familiar. Era
el aire acondicionado, americano.
Las técnicas de análisis forense son increíblemente útiles para las
investigaciones criminales. Pero aunque pueden ayudar a revelar de quién
procede una muestra o cómo ha llegado a donde está, la capacidad de la
ciencia forense tiene una importante limitación, que tiene que ver con
el tiempo. ¿Cuándo falleció una persona o cuándo se depositó una mancha?
Responder a dichas preguntas es crucial, en especial para los abogados
de la defensa que intentan confirmar coartadas.
Por
suerte, la investigación arroja constantemente nuevos resultados. En
los últimos años, nuevos descubrimientos han hecho grandes aportaciones
al área del “análisis temporal forense”, algo que podría mejorar
enormemente nuestro conocimiento de lo que le ocurre a nuestro cuerpo después de morir. Una ley no oficial en el análisis forense es la de “considerar
siempre al menos una hipótesis alternativa”. Ahí es donde entra en juego
el aspecto temporal. Si en la escena de un crimen se encuentra una
mancha de sangre perteneciente a un sospechoso, parece una prueba muy
sólida contra él. Sin embargo, si dicho sospechoso o sospechosa declara
que estuvo previamente en la escena del crimen por razones legítimas y
que le sangró la nariz, la prueba quedaría efectivamente invalidada. Una parte clave al investigar un homicidio es descubrir con exactitud cuándo falleció la víctima. Desafortunadamente, el “intervalo post mortem”,
también conocido como cálculo de la hora de la muerte, es un campo
altamente subjetivo. En la actualidad se efectúa mediante técnicas
tradicionales, como medir la temperatura del cadáver y comprobar el
rigor mortis (la rigidez corporal). En el caso de intervalos cortos,
como horas, dichos cálculos pueden ser fiables, pero con el paso del
tiempo se vuelve más difícil. Esto se debe a que tanto factores internos
del cuerpo (su tamaño o la presencia de medicación) como el medio
ambiente externo (cálido, frío, húmedo) afectan a la forma de
descomponerse del cadáver.
Genes activos
Investigaciones recientes han demostrado que algunos genes se vuelven más activos después de la muerte,
produciendo transcripciones de ARN (pequeños genes que transportan
información del ADN para fabricar proteínas). Los científicos piensan
que este cambio en la producción de ARN podría ser un mecanismo de
reparación celular como respuesta a la caída de oxígeno en la sangre
(hipoxia) que se produce tras la muerte, y que desciende con el tiempo a
medida que la descomposición se impone. Si los investigadores pueden
demostrar que esto sigue un patrón predecible, sería de enorme utilidad
para calcular la hora de la muerte. En teoría, una vez hallado un
cadáver, sería posible tomar muestras de tejidos y analizarlas para
medir la cantidad de genes específicos del ARN.
Proteínas presentes en los músculos
Las proteínas son otro campo de investigación fascinante en lo que a la determinación post mortem
se refiere. Ya sabemos que las proteínas se descomponen tras la muerte;
así es como se pudre la carne. Pero lo que no se había descubierto
hasta hace muy poco era que dichas proteínas se descomponen de manera
predecible, unas con más rapidez que otras. Por ejemplo, una se
descompone por completo en cuestión de ocho horas y otra tarda 20 horas. Por consiguiente, si en un tejido se detecta la segunda proteína pero
no la primera, el intervalo post mortem sería de ocho a 20 horas. Por el
momento, la investigación solo se ha hecho en cerdos y será necesario
realizarla en humanos antes de aplicarla de manera fiable al análisis
forense.
Predicción de la edad de las manchas
La investigación sobre cómo predecir la edad de una mancha es escasa,
pero tiene un gran impacto en potencia, en especial en lo que se
refiere a casos de violación entre parejas que antes habían mantenido
relaciones consentidas. De modo que, de alegarse que la violación se
produjo en un momento determinado, el sospechoso podría afirmar que
cualquier prueba física obtenida, como semen, procede de una relación
sexual consentida anterior.
En la actualidad, los investigadores usan
“datos sobre persistencia del semen”, que muestran cuánto tiempo puede
permanecer el esperma en diferentes partes del cuerpo, para abordar
dichas cuestiones. Por ejemplo, no se encuentra una gran cantidad de
semen en la vagina transcurridas 28 horas. En consecuencia, esto puede
emplearse para saber si el incidente es reciente o se produjo hace
varios días. Sin embargo, esto solo es válido en determinadas situaciones y
mediante el uso de torundas, de modo que no puede aplicarse al semen
dejado en condones, ropa de cama o prendas de vestir. Los investigadores
están buscando formas de cuantificar la cantidad de material genético,
como por ejemplo las moléculas de ARN presentes en una mancha de fluido
corporal. Un estudio que comprobó la presencia de ARN mensajero y ARN
ribosómico durante un periodo de 150 días demostró que, efectivamente, cambian de manera predecible con el transcurso del tiempo.
Cuando hayamos identificado suficientes marcadores de este tipo, de los
cuales algunos se degradan con mayor rapidez que otros, deberíamos
poder calcular cuánto tiempo hace que se produjo una mancha.
Predicción de la edad
Otra área clave del análisis temporal forense es la predicción de la
edad. Hace referencia al cálculo de la edad de un fallecido o de un
sospechoso mediante tejidos o manchas de sangre hallados en la escena
del crimen, respectivamente. Estas técnicas sirven, además, para
verificar la declaración de algunas personas respecto a su edad, por
ejemplo, los menores solicitantes de asilo o refugiados. Esto puede ser
más difícil de lo que parece, porque todo el mundo crece, madura y
envejece a ritmos distintos, debido a factores genéticos y
medioambientales. Aunque hay algunas técnicas que pueden emplearse para
predecir la edad, estas se vuelven muy limitadas cuando la persona
alcanza la madurez. Por ejemplo, la odontología forense puede ser útil para calcular la edad de los niños. Un campo de investigación prometedor se basa en la “metilación del
ADN”, un mecanismo utilizado por las células para controlar la expresión
génica, es decir, si un gen se activa y desactiva, y cuándo . La
metilación del ADN está influida por el medio ambiente y en ella
participan compuestos denominados “grupos metilo”, que se añaden al ADN a
medida que la persona envejece. Los investigadores han demostrado que
la presencia de dichos compuestos puede utilizarse para calcular la edad
de un individuo, con un margen de 3,8 años
por encima o por debajo. Puede parecer un margen muy amplio, pero
representa una enorme mejora en nuestra capacidad de predecir la edad, y
sigue trabajándose mucho en el tema.
Edad de una herida
Determinar cuánto tiempo hace que se produjo una herida –tanto si la
persona está viva como si ha fallecido– es también difícil para los
investigadores forenses. En casos de malos tratos, por ejemplo, a menudo
no está claro si las lesiones se causaron a lo largo de un periodo de
tiempo o en un incidente puntual. La predicción de la edad de las
heridas puede empleare también para calcular la secuencia de lesiones
múltiples, algo especialmente importante en casos de asesinato. Aunque
por el momento dichas técnicas son de uso limitado en el análisis
forense, se están llevando a cabo investigaciones prometedoras sobre la
curación de lesiones –como la evolución de los hematomas a medida que curan– que tal vez mejoren pronto dicho análisis. Es de esperar que, en pocos años, los avances científicos más
recientes ayuden a impedir que alguien cometa un asesinato y salga
impune.
Graham Williams es jefe del departamento de Justicia Penal y Ciencia Forense de la Universidad de Staffordshire
¿Quién escribió la célebre canción In My Life? ¿John Lennon o Paul McCartney? Esta pregunta, que no solo enfrentó a los dos líderes de The Beatles, sino también a sus fans, por fin tiene una respuesta... matemática. "Hay un 98% de probabilidad de que haya sido compuesta por Lennon”,
ha asegurado a este periódico Jason Brown, matemático y profesor en la
Universidad de Dalhousie, en Halifax (Canadá), que se define a sí mismo
como "un inmenso admirador" de la banda de Liverpool. Brown conoció hace
cuatro años a Mark Glickman, profesor de Estadística en Harvard y,
como él, fanático de los Beatles y entonces intuyó que, juntando sus
experiencias y su pasión común por los números y la música conseguirían
lo que, hasta ahora, asegura, nadie se había atrevido a hacer: crear un
modelo estadístico capaz de determinar la autoría de cualquier canción.
"Nos pareció importante determinar quién de los dos compuso realmente la
canción y, más aún, tratándose de un grupo como los Beatles", explica
Brown.
Si bien, Lennon y McCartney solían firmar juntos la mayoría de
las canciones de la banda —a excepción de las compuestas por George
Harrison y Ringo Starr— sin diferenciar jamás quién de los dos había
escrito la letra, o compuesto la melodía, el tema In My life, grabado en los estudios de Abbey Road en octubre de 1965, ha sido una de las pocas composiciones del grupo (junto a Eleanor Rigby) cuya autoría fue discutida por ambos tras la separación de la banda el 10 de abril de 1970.
Paul McCartney
sostenía ser el autor de la melodía de la canción, cuya letra, escrita
por Lennon era, según su biógrafo y amigo, Pete Shotton, una referencia
clara a la muerte con tan solo 21 años del primer bajista de los Beatles
y excompañero de piso de Lennon, Stuart Sutcliffe, víctima de una
hemorragia cerebral en 1962.
Lennon nunca aceptó la versión de McCartney.
Incluso llegó a afirmar en una de las últimas entrevistas, concedida a la revista Playboy antes de su asesinato, en 1980, que el bajista le ayudó solamente con el middle 8 (parte de la canción que une una estrofa con otra) en este tema del álbum Rubber Soul, reconocible por el solo de piano barroco que introdujo el quinto Beatle, el productor George Martin.
Para resolver este enigma, Brown y Glickman han adaptado a la canción
la estilometría, técnica que permite determinar quién es el autor de un
texto a través del análisis estadístico con el que se identifican las
características de la escritura de cada persona.
Los matemáticos analizaron durante seis meses y "a mano" 70 canciones
de los Beatles, compuestas entre 1962 y 1966 (desde el álbum Please Please Mea Revolver)
basándose en cinco criterios: las notas utilizadas, las secuencias de
dos notas, los acordes, las secuencias de dos acordes y los contornos
melódicos (cuando las notas suben o bajan); a los que se sumaron más de
otras 140 subcategorías. El modelo, que según Brown “tiene un 80% de fiabilidad”, no tiene
vocación a limitarse a este experimento, presentado durante una
conferencia en Vancouver (Canadá) el mes pasado. “Se trata de una
herramienta fundamental y, más aún, con el paso del tiempo, que es
cuando la memoria se borra”, asegura el matemático, que ya en 2004
publicó un estudio en el que aseguraba haber resuelto el enigma que
rodeaba el primer acorde de la canción A Hard Day´s Night (Jason I. Brown, Mathematics, Physics and A Hard Day's Night). Brown está convencido de que, además de determinar la autoría de
cualquier composición, el modelo desarrollado también permitirá detallas
“el peculiar sello de cada autor”. El siguiente reto de estos dos
matemáticos es demostrar científicamente, utilizando este método, la
importancia de la influencia de Bob Dylan en la obra de los Beatles.