Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 ago 2018

Un millón de toneladas de EL PAÍS..................... Juan Cruz.

El periódico llega hoy a su número 15.000, después de más de 42 años de historia.

El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.
EL PAÍS nació el 4 de mayo de 1976, Cumple hoy su número 15.000. Los primeros días fueron de infarto. 
La rotativa rompía el papel. La tardanza en salir a la calle desató la broma: “Es el diario independiente de la mañana… porque sale por la tarde”.
Al peso estos 15.000 números que se cumplen hoy equivaldrían a más de un millón de toneladas de papel, según el cálculo de Pablo Cayado, actual director de Producción.
 Fue el periódico de la Transición democrática, el que salió a la calle contra el golpe de Estado del 23F de 1981; fue el blanco de la ultraderecha, que en 1978 causó un muerto en sus instalaciones. Fue pronto el de mayor difusión en España, y lo ha seguido siendo. Ahora es también “el periódico global en español”, con ediciones en América y con una importante implantación de sus ediciones digitales, que alcanza los cien millones de usuarios únicos.
El filósofo José Luis López Aranguren dijo que era “el intelectual colectivo”. 
Para el sociólogo José Vidal Beneyto era “la referencia dominante”. Camilo Valdecantos, el primer periodista contratado por Juan Luis Cebrián, dice ahora que “fue la mejor escuela de periodismo imaginable”.
Bernardo Marín, subdirector del periódico, antes en la Redacción de México, veinte años en EL PAÍS, en cuya Escuela hizo el Master.
 Apasionado de las Matemáticas, interpreta para este reportaje datos sobre lo que pesa la historia: “15.000 números a 80 páginas de media --contando suplementos, cuadernillos y especiales—son, más o menos, 1.200.000 páginas
. Como el Quijote, versión extendida de Francisco Rico, escrito 750 veces. Desplegando todas esas páginas podríamos alfombrar seis veces la Puerta del Sol o diez veces el césped del Camp Nou.
 O más de vez y media el Zócalo de Ciudad de México”. Y desplegando las páginas de todos los periódicos que ha vendido EL PAÍS en sus 42 años de historia a una media de 300.000 ejemplares diarios –en total unos 360.000 millones de páginas-- podríamos tapizar entera toda la Comunidad Valenciana.

El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.

El filósofo José Luis López Aranguren dijo que era “el intelectual colectivo”. 
Para el sociólogo José Vidal Beneyto era “la referencia dominante”. Camilo Valdecantos, el primer periodista contratado por Juan Luis Cebrián, dice ahora que “fue la mejor escuela de periodismo imaginable”.
Bernardo Marín, subdirector del periódico, antes en la Redacción de México, veinte años en EL PAÍS, en cuya Escuela hizo el Master.
 Apasionado de las Matemáticas, interpreta para este reportaje datos sobre lo que pesa la historia: “15.000 números a 80 páginas de media --contando suplementos, cuadernillos y especiales—son, más o menos, 1.200.000 páginas.
 Como el Quijote, versión extendida de Francisco Rico, escrito 750 veces. 
Desplegando todas esas páginas podríamos alfombrar seis veces la Puerta del Sol o diez veces el césped del Camp Nou.
 O más de vez y media el Zócalo de Ciudad de México”. Y desplegando las páginas de todos los periódicos que ha vendido 
EL PAÍS en sus 42 años de historia a una media de 300.000 ejemplares diarios –en total unos 360.000 millones de páginas-- podríamos tapizar entera toda la Comunidad Valenciana.
Valdecantos recuerda “el ambiente de entusiasmo contenido por la incertidumbre” cuando llegaron al edificio de Miguel Yuste el 2 de febrero del 76 “y encontramos una inmensa sala de Redacción con suelo de terrazo y un mobiliario muy escueto.
 El runrún de la calle decía que iba a ser periódico muy orteguiano. Afortunadamente, profesionalmente hablando, enseguida vimos que sería un periódico muy cebriniano”.
Juan Luis Cebrián (31 años en ese momento) fue el primer director; José Ortega Spottorno, el hijo del filósofo, lo fundó y lo presidió; Jesús Polanco fue el primer consejero delegado, y luego fue su presidente hasta su muerte.
 Juan Luis Cebrián era el director. Javier Baviano era el director gerente. 
En la primera etapa, recuerda José María Aranaz, en aquel momento Director de Servicios, Polanco se empeñó en convertir EL PAÍS “en una empresa periodística”.
 Cebrián era el responsable de la Redacción, “y era el líder de todo”, pero Baviano estaba integrado en el equipo, como representante de la empresa. 
La clave del éxito, dice Aranaz, “era que fuera un buen periódico y que fuera un negocio”.
 Esa organización empresarial fue la clave. 

Eso hizo, añade Valdecantos, que el periódico alcanzara el liderazgo con rapidez y se convirtiera “en una referencia muy influyente social y políticamente”. “El periódico”, dice Aranaz, “llegaba a todos los sitios”.
Félix Díaz Martínez lo vio llegar por la mañana al quiosco de su padre, en la calle Santa Engracia. 
Él tenía 16 años, de su padre heredó el quiosco, que ya tiene sesenta años.
 Se acababa de morir Franco “y en su primera página EL PAÍS pedía la dimisión del presidente Carlos Arias Navarro... 
Tenía garra y todavía tiene que dar mucha guerra.
 De sus portadas se me quedó una para siempre: la matanza de Atocha.
 Conocía a los abogados, trabajaban aquí al lado… Yo aprendo de los periódicos; un periódico te enseña a amar lo bueno de la vida y también a conocer lo malo”.
Y Antonia Talavera lo estaba esperando; lo conocía por amigos del fundador, Ortega Spottorno. 
“Y de Laín, y de Tovar, amigos de mi marido. Nos hicimos suscriptores, hasta hoy”. 
Ella es enfermera, “inauguré La Paz”, tiene 86 años. Se hizo de EL PAÍS “porque representaba nuestros pensamientos, nos creó fidelidad y nos dio una referencia”. 
Un día la invitaron a la Redacción.
 “Me recordó los principios del periódico, y me emociona que no haya cambiado su línea de conducta… Pasaban tantas cosas, y ahí estaba EL PAÍS: el golpe de Estado, los cambios políticos, mi marido coleccionaba los ejemplares”. 
Ahora “los sobrinos leen Internet y yo sigo bajando al quiosco”.
Como hace Andrés Ruiz Torres, 76 años, internista en la Jiménez Díaz. 
 Le escribió a Ortega: “quiero ser suscriptor y accionista”. Hasta hoy. “Al principio me lo robaban de la puerta. En Inglaterra, donde estudié, aprendí democracia, y EL PAÍS me ha fortalecido esas convicciones.
 Y todos los días, a las seis y media, todavía bajo al quiosco con mucha ilusión”.


Alejandra Torres, ecuatoriana, nacida en 1982, hizo el Master, como Manetto, en 2013.
 Ha transitado de la Edición América a la web, estudió también en la escuela de García Márquez y fue alumna “del maestro Miguel Ángel Bastenier, que siempre hablaba bien de la Escuela y muy bien de su periódico. 
Aquí me gustó la calidad de la Redacción, el rigor, la honestidad, valores que Bastenier nos enseñó”. 
Cuando trabajaba para el papel “leía la web; ahora que trabajo en web leo el papel.
 El papel le da jerarquía a la noticia”. Eneko Ruiz Jiménez hizo el Master con Alejandra. Es bilbaíno, de 28 años.
 Se inició en nuestra Redacción en el País Vasco. “EL PAÍS era un sueño inalcanzable. Me hice de EL PAÍS por El pequeño País, en la infancia…” Ahora lleva Redes Sociales en EL PAÍS.
 No conoce a ningún amigo de su cuadrilla que lea el papel, pero sabe que el papel representa “orden, orientación para saber dónde está cada cosa: en la web están las cosas de las que sabemos, en el papel están también las cosas de las que conocemos poco.
 Existe el peligro de que nos creemos una burbuja si sólo leemos lo que ya conocemos”.

La mayor tragedia que sucedió en Miguel Yuste fue la que produjo la bomba en Servicios Generales, octubre de 1978. Allí estaba Juan Antonio Sampedro, el responsable de la sección, con Carlos Barranco y Andrés Fraguas, ambos a sus órdenes. 
Una bomba llegó por correo, enviada por la ultraderecha. Andrés Fraguas murió. 
Aranaz fue en la ambulancia, “sosteniendo su cara, los policías se abrían paso gritando a coches y transeúntes”. Sampedro perdió el conocimiento, fue herido, como Barranco. 
Hoy recuerda “sin odio; me da igual qué haya sido de los asesinos, lo que me ha marcado para toda mi vida fue la muerte de ese muchacho”. 
Para él, “el periódico fue mi segunda familia.
 Mientras hacíamos los números cero me fijé en las edades: Juan Luis, Aranaz, Baviano… Todos teníamos unas edades similares. Juan Luis era el timón, Aranaz era un tío grande, Baviano era ídolo para todos los que trabajábamos a sus órdenes en la administración del periódico”. 
Y luego el periódico fue “una lección adelantada de democracia. Era un orgullo estar ahí”, 
Ahora tiene 75 años, llegó al periódico en febrero de 1976, se jubiló hace catorce años.
 Su única sombra fue aquel septiembre. “Ese dolor no se me irá nunca”.
¿Y EL PAÍS qué es?, le preguntamos ayer, víspera de los 15.000, a Manuel Vicent.
 “El espíritu del regeneracionismo, los ideales de la República, de la Institución Libre de Enseñanza y del europeísmo, que continuaron en suspensión en el aire como polvo del infame derribo de la guerra civil y de la dictadura las sintetizó de nuevo el diario EL PAÍS en un sueño renovado de democracia y libertad”.
Número 15.000. Continuará.
 Un millón de toneladas de papel más entusiasmo más periodismo. EL PAÍS.

Gente que estaba aquella noche del 4 de mayo de 1976. Carlos Montejo, en Montaje.
 Tenía 28 años. “Había nervios, expectación, la nebulosa de que iba a ser un periódico decisivo, con credibilidad, distinto a los otros. Con EL PAÍS entonces nació la prensa libre. 
Y era divertido, además, trabajar ahí”. Aranaz: “Significó la oportunidad de alimentarse de algo que necesitábamos. Un maná. Un descubrimiento. 
Mi generación se lanzó a leerlo. Fue un acierto como producto. La gente esperaba algo así, y era EL PAÍS”.
 Karmentxu Marín, 24 años ese día: “Emoción y nervios. Entusiasmo es la palabra que nos juntaba. Hacíamos horarios endiablados, como si estuviéramos haciendo historia ¡y hacíamos números cero! Allí estaban Fernando Samaniego, Ángel Sánchez Harguindey, Ángel Luis de La Calle… 
 

 

Harriet Taylor Mill, una feminista en la época victoriana

Sensatez y demencia....................................Juan José Millás

Sensatez y demencia



Juan José Millás

PARECE UNA representación de la locura. No decimos que Merkel esté loca. 
Sabemos que es desde hace años el símbolo de la razón, de cierta clase de razón al menos.
 De ella vino la austeridad que ha salvado al sistema (sea lo que sea el sistema y signifique lo que signifique salvación). En torno a Merkel ha habido un acuerdo tan prolongado como inusual. Todavía lo hay.
 Reúne los rasgos específicos de la sensatez (de la idea dominante de sensatez), es capaz de sentar a la misma mesa a tirios y a troyanos y de formar Gobierno con sus adversarios más acérrimos. Le debemos gran parte de la construcción económica de Europa (si esto sigue siendo Europa).
 Merkel forma parte del mobiliario de la UE como la mesa camilla forma parte del cuarto de estar.
 Su figura nos resulta tan familiar como una cuñada. 
Podría ser la tía de usted, la mía, incluso la tieta de la canción de Serrat.
 Podría ser la persona que nos atiende en la cafetería, la doctora del dispensario de la Seguridad Social, la directora de la sucursal del banco de la esquina. 
Si nos tropezáramos con ella en la calle, le daríamos dos besos aun antes de saber de quién se trata, como cuando vemos fuera de su contexto a la bibliotecaria. 
¡Era Merkel!, exclamaríamos media hora después, al hacer memoria.
 Significa que esta señora es el arquetipo de la normalidad, de lo que llamamos normalidad, de la normalidad consensuada.
 Y sin embargo en esta foto da miedo. Observen la decisión demente con la que avanza detrás de su sombra enloquecida, dispuesta a envenenar a alguien con la pócima que, disfrazada de vino, lleva en la copa.


3 ago 2018

Por qué las apariencias de los medicamentos importan

Los errores de medicación matan y provocan daños en la salud a millones de personas en todo el mundo.

Una farmacéutica busca un medicamento en una estantería
Una farmacéutica busca un medicamento en una estantería
Los errores de medicación matan y provocan daños en la salud a millones de personas en todo el mundo. 
De hecho, entre todos los tipos de errores que se producen en los sistemas sanitarios del planeta, los errores por medicación son uno de los más frecuentes (alrededor del 20 % de todos ellos, según varios estudios) y suponen, por tanto, un problema importante de salud pública.
 De hecho, solo en el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido, se estima que se producen 237 millones de errores de medicación cada año, con cientos de muertes provocadas por efectos adversos a medicamentos que se podrían haber evitado.
Dentro de todos los errores por medicación en Estados Unidos, el 25 % de ellos ocurren por confusión en los nombres y un 33 % por confusión en el envase y/o etiquetado.
 Aunque estas cifras varíen según el país en el que tenga lugar el estudio, sabemos que estos factores tienen un papel esencial en la correcta o incorrecta prescripción, dispensación y administración de medicamentos. 
Así, una encuesta realizada en Francia sobre cómo identifican los pacientes sus medicamentos reveló que el 70 % de ellos recurren al nombre y el resto se guía por su apariencia.
 Este comportamiento pone en evidencia un detalle que suele pasar desapercibido: las apariencias de los medicamentos importan porque multitud de personas se guían por ellos para reconocerlos.

Con la llegada, a España en el año 2011, de la prescripción por principio activo y no por marca, se dio un importante paso adelante en la prescripción racional de medicamentos, con un ahorro sustancioso para las arcas públicas.
 Sin embargo, fue al mismo tiempo una oportunidad ideal perdida para solucionar un problema constante en nuestra sanidad:
 Un mismo medicamento (principio activo y dosis) puede tener multitud de presentaciones (apariencias) diferentes en sus cajas, envases, blísteres, comprimidos o cápsulas según la marca y empresa farmacéutica y, viceversa, medicamentos muy diferentes pueden tener apariencias muy similares en los elementos anteriores. En nuestro país, el caso más pintoresco es el del conocido protector gástrico omeprazol.
 Existen más de 70 cajas diferentes (con gran variedad en sus apariencias) solo para este medicamento. 
Además, también existen otros muchos medicamentos muy comunes con decenas de apariencias diferentes.
 De esta forma, por ejemplo, un paciente que esté tomando 4 medicamentos como omeprazol, enalapril, indapamida y paracetamol podría recibir la friolera cantidad de 811.800 combinaciones de cajas con diferente aspecto.
Este espectáculo de colores, formas y diseños en medicamentos iguales (y viceversa, medicamentos diferentes que parecen iguales) no es un detalle irrelevante.
 Es de sobra conocido, especialmente por los profesionales de la sanidad, que lo anterior provoca confusión entre pacientes y sanitarios, induciendo a errores en la medicación. 
Sobre todo entre ancianos, personas con deterioro cognitivo/sensorial, bajo nivel educativo y de lectura o trastornos mentales.
 Jesús Palacio, médico de familia y miembro del Grupo de Seguridad del Paciente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC), explica más detalles sobre el tema
 "Cuando a un paciente se le cambia el aspecto de la medicación que toma, la adherencia al tratamiento disminuye y la posibilidad de errores de medicación aumenta.
 Este es un hecho bien conocido internacionalmente, documentado en estudios y alertado por instituciones de uso seguro del medicamento, seguridad del paciente y agencias reguladoras."

Precisamente por ello, multitud de profesionales sanitarios y múltiples sociedades médicas y de enfermería en España llevan exigiendo una solución al respecto durante muchos años con el lema: "Si son iguales, que parezcan iguales"
En otras palabras, se defiende la isoapariencia: si dos medicamentos son iguales (mismo principio activo y dosis), que su apariencia sea la misma.
 Además, si dos medicamentos son diferentes, que parezcan diferentes.
 La idea es sencilla y se han propuesto medidas concretas como reservar una de las caras de mayor tamaño de las cajas de medicamentos para dejar un fondo blanco con la información esencial del medicamento, que ya deben incluir por ley: la composición, la dosis y el número de dosis.
 De esta forma, las posibilidades de confusión disminuirían considerablemente.
Desafortunadamente, las empresas farmacéuticas no son partidarias de tal medida, pues supone restar visibilidad y protagonismo a sus respectivas marcas.
 Precisamente, una de las principales razones por las que las cajas tienen apariencias tan diferentes es por una mera estrategia de marketing: las farmacéuticas buscan diferenciarse por sus diseños. Aun así, tal interés económico debería pesar mucho menos que el interés por disminuir los errores de medicación que, no lo olvidemos, provocan enfermedades y muertes.
Los errores de medicación por apariencias engañosas rara vez tienen repercusión mediática, pero son muy comunes.
 De hecho, existe el Instituto para el Uso Seguro de Medicamentos que se encarga, entre otras tareas, de alertar y notificar con frecuencia a los profesionales sanitarios de los riesgos de confusión de determinados medicamentos
. Además, también mantienen listas actualizadas de nombres similares de medicamentos que se prestan a confusión.
Solo en ocasiones, cuando las apariencias de los medicamentos confunden hasta el extremo de provocar la muerte, los medios de comunicación se hacen eco del asunto.
 Es lo que ocurrió en 2013, cuando dos enfermeros del Hospital Infanta Cristina de Parla confundieron suero glucosado hipertónico al 20 % con suero salino, lo que provocó la muerte de la paciente tratada al recibir el suero equivocado. 
Como pueden comprobar por las fotos de dichos sueros, su aspecto era "fácilmente confundible", como así dictaba la sentencia que condenaba a ambos de homicidio imprudente.
Casos así son solo la punta más visible del iceberg. 
Cuando las apariencias de los medicamentos engañan, quienes suelen ser caer en la confusión son los propios pacientes a la hora de tomar sus medicamentos y esto rara vez llega a conocerse.
 Lamentablemente, parece que, por el momento, no existe voluntad política para solucionar este problema sanitario, aun cuando solo supone una cuestión de cambio de diseño de medicamentos. Mientras tanto, diversos movimientos como Stop errores de medicación y Sano y Salvo tratan de concienciar y alertar a la población y a profesionales sanitarios sobre este asunto.