Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 jun 2018

La niña anarquista............................................ Elvira Lindo

He regresado estos días a Villamangaporhombro, el pequeño pueblo de Pippi. Qué historia tan bien contada.

Una imagen de la adaptación a televisión de las aventuras de Pippi Calzaslargas.
Una imagen de la adaptación a televisión de las aventuras de Pippi Calzaslargas.

 No me gusta ir a la escuela. No me gusta que me digan la hora a la que me tengo que ir a la cama. 

Me acelero cuando se pone el sol y no puedo conciliar el sueño. Me encanta tener dinero para gastarlo. 

No sé ahorrar. Me altera que me manden. Me pongo roja de rabia cuando me reprenden o me corrigen.

 Me cuesta mucho obedecer. Tengo una tendencia irracional a saltarme las normas. 

Dejo para mañana lo que puedo hacer hoy.

 Soy algo temeraria. Suelo decir cosas inconvenientes que irritan a los adultos. 

A veces no distingo entre lo que se puede contar y lo que no.

 Me gustaría ser fuerte como para lanzar por los aires a un tipo grosero y dejarlo en lo alto de un árbol. 

El colegio me gusta solo por las vacaciones de Navidad o por las excursiones al campo. 

De natural confiada, abro las puertas de mi corazón a casi todo el mundo, hasta que me veo obligada a cerrarlas de un portazo. Soy de sonrisa fácil. 

Y me río a diario. El día en que no me río la gente a mi alrededor se alarma.

 Y hacen bien porque igual tengo fiebre. Creo en los fantasmas porque soy huérfana.

 Soy justiciera y si veo a un chulo acorralar a un débil me apresuro a darle un empujón (al chulo). 

Luego salgo corriendo que me las pelo, porque no soy tonta. A veces no entiendo las normas de buena conducta.

 Tengo el pelo tieso y cuando me hacen dos coletas parecen dos brochas de afeitar.

 En ocasiones cuento mentiras para divertir a los demás. O para llamar la atención. Soy un poco chulilla con la autoridad. Me gusta andar para atrás. 

O andar mirando solo con un ojo. 

Hay días en los que creo que voy a encontrar un tesoro y camino observando el suelo. 

Me imagino que mi madre a veces me mira, desde el más allá, siempre preocupada porque de sobra conoce mi carácter extravagante, y yo le digo:

 No te preocupes por mí, que yo sé cuidarme solita.


He ido haciendo recuento de aquellas cosas en las que la niña que fui se parecía a Pippi Langstrum y para mi sorpresa he descubierto que incluso tengo más similitudes ahora con Pippi que entonces. Entonces, cuando la descubrí primero en la tele y más tarde en la adorable novela que escribió Astrid Lindgren y que yo tomé prestada con mi primer carnet de biblioteca pública.
 Cómo no admirarse de un libro infantil que en su primer párrafo advierte al lector que la risa brota a menudo de la desgracia:
 “Tenía nueve años y vivía completamente sola. No tenía padre ni madre, lo cual era una ventaja, pues así nadie la mandaba a la cama precisamente cuando más estaba divirtiéndose, ni la obligaba a tomar aceite de hígado de bacalao cuando le apetecían caramelos de menta”. 
Esa identificación con el personaje me ha provocado una emoción muy intensa, porque la historia trata de una criatura que estando aterradoramente sola en el mundo no se presenta jamás como víctima sino que decide transformar su desdicha en loca alegría y se comporta ante los vecinos como un ser independiente, salvaje, risueño, que reniega de la autoridad adulta y crea su propio sistema de valores.
 Pippi es leal, gamberra, ácrata, mundana, amigable, emprendedora de aventuras absurdas, sabia en el arte de la diversión e incapaz de someterse a un aprendizaje formal. 
Es pequeña, pero posee la fuerza física de una súper heroína: no duda en lanzar por los aires a los que tratan de abusar de su inocencia o de la debilidad de otros.
 Sus mejores amigos, Tommy y Annika, formales y buenos niños, de vida ordenada y obedientes, son el contrapunto al carácter incontrolable de Pippi. 
Pero qué felicidad produce el observar cómo ellos admiran la valentía de su amiga estrafalaria y cómo ella los cuida, los empuja a la aventura, les hace salir de su pequeño universo burgués. Publicada en 1945 en Suecia, Pippi tuvo sonados problemas para ser admitida en otros países.
 El temperamento anarquista y voluntariamente feminista con que dotó la autora a su heroína la convirtieron con frecuencia en un personaje proscrito.
 Pippi es antipedagógica, pero ¿por qué habría de ser pedagógica la literatura?
 Los niños lectores, que no son todos, se acercan con más curiosidad a cuentos en los que van a encontrar elementos subversivos, porque así satisfacen sus deseos de intimidad e independencia. 

He regresado estos días a Villamangaporhombro, el pequeño pueblo de Pippi. Qué historia tan bien contada. Cuántos sueños de libertad contiene. Sé que pocos escritores se entregarán a su lectura. Suelen aprender poco de los libros infantiles. Ni los abren. Ellos se lo pierden. Además del humor, hay hermosa literatura en sus páginas. Qué alivio a veces huir del ruido de lo real para refugiarse en un lugar familiar y querido de la imaginación. Su lectura me devolvió un recuerdo olvidado: nunca le dije a mi madre que Pippi era huérfana. Tuve una especie de sensibilidad intuitiva. Ella estaba muy enferma y mis risas le habrían provocado melancolía.

Romanticismo salvaje................................

Blusas vaporosas, bordados florales y delicadas transparencias encuentran su contrapunto perfecto en estampados animales, complementos de ante y siluetas de inspiración safari.

 Una tendencia a la caza de las emociones.

 

  Vestido a capas, pendientes dorados, colgante de concha y bolso modelo Gate en piel, todo de Loewe.rn 

Vestido a capas, pendientes dorados, colgante de concha y bolso modelo Gate en piel, todo de Loewe.  

En los jardines del Hostal de La Gavina (S’Agaró, Girona), vestido color crema con bordados de cristales y perlas de Miu Miu, blusa de gasa drapeada de Mugler, pendientes asimétricos de perlas de Simone Rocha y sombrero con estampado vegetal de Loewe.  

En los jardines del Hostal de La Gavina (S’Agaró, Girona), vestido color crema con bordados de cristales y perlas de Miu Miu, blusa de gasa drapeada de Mugler, pendientes asimétricos de perlas de Simone Rocha y sombrero con estampado vegetal de Loewe.

Conjunto de chaqueta y jersey de punto en estampado de leopardo de Balenciaga. 

Conjunto de chaqueta y jersey de punto en estampado de leopardo de Balenciaga.

Vestido de tul con volantes y cuerpo de corsé de Off-White, zapatos de Hermès y bolso modelo Puzzle de Loewe.    

 Vestido de tul con volantes y cuerpo de corsé de Off-White, zapatos de Hermès y bolso modelo Puzzle de Loewe.

Top de encaje con pedrería de Saint Laurent por Anthony Vaccarello, falda de raso de Rejina Pyo para Net-a-Porter.com, collar con tachuelas de Junya Watanabe y anillos dorados de Apodemia. La modelo posa en la salida a la playa del Hostal de La Gavina.  

Top de encaje con pedrería de Saint Laurent por Anthony Vaccarello, falda de raso de Rejina Pyo para Net-a-Porter.com, collar con tachuelas de Junya Watanabe y anillos dorados de Apodemia.

 La modelo posa en la salida a la playa del Hostal de La Gavina. 

Vestido de tul marrón con cuerpo de corsé de Dolce & Gabbana, falda con doble abotonadura de Max Mara, pamela de Jacquemus para Mytheresa.com y bolso modelo Conejo y botines de ante, ambos de Loewe.  

Vestido de tul marrón con cuerpo de corsé de Dolce & Gabbana, falda con doble abotonadura de Max Mara, pamela de Jacquemus para Mytheresa.com y bolso modelo Conejo y botines de ante, ambos de Loewe.

Vestido de tul marrón con cuerpo de corsé de Dolce & Gabbana, falda con doble abotonadura de Max Mara, pamela de Jacquemus para Mytheresa.com y bolso modelo Conejo y botines de ante, ambos de Loewe.

Romanticismo salvaje

Blusas vaporosas, bordados florales y delicadas transparencias encuentran su contrapunto perfecto en estampados animales, complementos de ante y siluetas de inspiración safari. Una tendencia a la caza de las emociones.

  • Camiseta con estampado de pitón, falda de patchwork en piel, botines con cordones y pendientes con caracola, todo de Loewe.

 Camiseta con estampado de pitón, falda de patchwork en piel, botines con cordones y pendientes con caracola, todo de Loewe.

Diseño de pedrería de Maison Martin Margiela sobre vestido de lentejuelas de Céline y pendientes dorados con piedras de Alexander McQueen.  

Diseño de pedrería de Maison Martin Margiela sobre vestido de lentejuelas de Céline y pendientes dorados con piedras de Alexander McQueen. 

He aquí la prueba........................................Juan José Millás ...

He aquí la prueba
(PA Wire)
 
LO QUE OBSERVA, fascinado, el visitante del Museo de Londres parece un coprolito, pero se trata de un fatberg, término que resulta de la suma de fat (grasa) y de berg (montaña), acuñado en el mundo anglosajón para denominar la mezcla de toallitas higiénicas, compresas, condones o pañales que van a parar a las alcantarillas y que, al no descomponerse, forman masas gigantescas de materia oscura en cuyas entretelas quedan atrapados, igual que en una red, restos orgánicos tales como nuestros propios cabellos, nuestra caca (o la de nuestro gato), la albóndiga a medio comer, la hamburguesa mordisqueada, el yogur caducado, la croqueta pasada, el mejillón podrido… 
Toda la porquería que usted sea capaz de imaginar, y que se cuela inocentemente por los sumideros de nuestras viviendas, al encontrarse en las profundidades, se convierte en un ente terrorífico del tamaño de una ballena.Juan José Millás 
Lo que aquí se aprecia es un pedazo de uno de esos cuerpos monstruosos que obstruyó en su día las alcantarillas de Londres y que asombró a propios y extraños al descubrirse que tenía vida propia.
La urna en la que se expone es hermética porque el simple hecho de respirar sus efluvios podría provocar la muerte. También porque de vez en cuando sale de sus entrañas, como si el fatberg la diera a luz, una mosca capaz de provocar infecciones sin cuento. 
Quizá sorprenda que esta bomba tóxica se exhiba en un museo del mismo modo que mostraríamos una diadema de platino con brillantes.
 Pero el ser humano, en el fondo de su corazón, siempre ha considerado que su mierda era un tesoro.
 He aquí la prueba. 

La sal y el azúcar........................................Rosa Montero...

Poner un final feliz a una novela te condena a la irrisión. Hablar de bondad en el mundo parece una ñoñería. 
Y, sin embargo, el bien existe.
VIVIMOS TAN amedrentados y apaleados por el constante diluvio de noticias terribles que, cuando surge una bonita historia de bondad y altruismo, se nos esponja el corazón y respiramos de alivio. 
Así ha sucedido con el portentoso salvamento llevado a cabo en París por el emigrante sin papeles Mamadou Gassama, ese chaval de Malí al que hemos visto literalmente volar edificio arriba para rescatar a un niño de cuatro años.
 Siempre sucede con las historias heroicas: personas que se arrojan a mares bravíos para salvar a alguien que se ahoga, o que sacan a gente atrapada por las llamas, o que saltan a las vías del metro y rescatan por los pelos a alguien que ha caído. 
Hace falta mucha intrepidez, desde luego, para afrontar estas gestas formidables.
 Intrepidez y, yo diría, una tremenda descarga de adrenalina y testosterona.
 Un cóctel hormonal y genético que te impulsa a la acción antes de pensar.
Porque la inmensa mayoría de estos héroes épicos son varones.
 Ya ven, esa es una de las partes buenas de su biología.
 En Incógnito, ese formidable libro del neurocientífico David Eagleman que ya he citado repetidas veces, el autor explica que hay una determinada serie de genes que hace que sus portadores tengan una mayor predisposición a cometer delitos violentos.
 En concreto, muestran una probabilidad de violencia criminal un 882% mayor que quienes no los tienen.
 Desglosado en el número medio de brutalidades cometidas anualmente en Estados Unidos, sería así: los portadores de esos genes cometerían 3.419.000 agresiones con daños físicos graves (los no portadores, 433.000), 14.196 homicidios (frente a 1.468), 2.051.000 robos a mano armada (contra 157.000) y 442.000 agresiones sexuales (ante 10.000).
 Los ciudadanos con esos genes, en fin, concluye Eagleman, son obviamente mucho más peligrosos.
 De hecho, el 98,4% de las personas que están en el corredor de la muerte en Estados Unidos los poseen. 
Pues bien, esos genes se resumen en el cromosoma Y. 
Es decir, son los que hacen que los hombres sean hombres. 

Visto así, resulta un poco aterrador.
 Y, sin embargo, sostengo que esa dotación genética de los varones, tan mercurial, irracional y explosiva, es la que también les lleva a estas gestas tremendas, a estos estallidos de puro altruismo. 
Yo diría que la heroicidad de ignición, la que arde como una hoguera en un instante, es más propia de varones (aunque también haya habido mujeres, por supuesto), mientras que las mujeres ejercitan más una heroicidad tenaz, callada, reflexiva, el estoicismo de la generosidad constante, del sacrificio en frío. 
Las mujeres son capaces de entregar sus existencias enteras por el bien de otros, en la más completa oscuridad, sin fama, sin cámaras, sin recepciones en el Elíseo.
 Maravillosas mujeres resistentes y empáticas que son la sal de la Tierra, las sustentadoras de la vida.

Los hombres, en cambio, son el azúcar.
 Es decir, son de una sustancia que produce un subidón instantáneo, como el chute de alegría que ha producido Mamadou, tan atlético, tan joven (22 años) y con esa carita de niño bueno y guapo. 
Y para colmo hemos completado el cuento con la visita a Macron, la nacionalidad francesa y un futuro laboral como bombero.
 En suma, hemos sido todos felices y hemos comido perdices durante algunas horas.
 Bienvenido sea este momento de benevolencia, este pequeño triunfo de la esperanza.
Escribo estas líneas dos días después de la gesta del chico (ya saben que este artículo tarda un par de semanas en publicarse) y confío en que a Mamadou le vaya razonablemente bien en el resto de su vida. Sin embargo, siempre es posible que surja alguna voz oscura, alguna miseria; alguien que intente ensuciar la imagen del muchacho.
 ¿Se han dado cuenta de lo muy devaluados que están los sentimientos positivos en nuestra sociedad?
 Poner un final feliz a una novela te condena a la irrisión, hablar de la bondad del mundo parece una ñoñería. 
Y, sin embargo, el bien existe, y en realidad en mucha mayor medida que la violencia que señala ­Eagleman y que nos aterroriza cada día. 
No estaríamos aquí sin el triunfo de la solidaridad sobre la atrocidad.
 Por eso nos reconfortan tanto estos estallidos de luz, estos héroes de azúcar tan vistosos.