25 abr 2018
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El alta exprés de Kate Middleton tras dar a luz aviva la polémica
Los expertos no se ponen de acuerdo. Algunos se muestran partidarios de enviar a casa a la madre a las 24 horas, otros lo consideran un paso de atrás.
Victoria Torres Benayas
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La duquesa de Cambridge dio a luz el lunes a su tercer hijo y su rápida salida del hospital, en apenas siete horas, con un aspecto espléndido y batiendo su propio récord —con su segunda hija el alta fue a las 10 horas—, ha sorprendido en España, donde lo habitual es pasar 48 horas de ingreso en caso de partos naturales, de un solo hijo y sin complicaciones.
En las cesáreas, cuatro días.
Sin embargo, en España también se están acortando los ingresos y algunos hospitales están adoptando la llamada alta precoz o exprés.
Los partidarios de la crianza natural y de los partos con la menor intervención médica posible lo aplauden, mientras que los obstetras advierten de que solo será posible si se refuerza la red de atención primaria.
En Reino Unido, los partos ambulatorios son una práctica habitual, según cuenta el corresponsal de EL PAÍS en Londres Pablo Guimón. Salvo partos múltiples, cesáreas o complicaciones, las mujeres británicas suelen recibir el alta entre las seis y las ocho horas.
En todo caso, depende mucho del hospital.
Por ejemplo, en el King's College aseguran que si todo ha ido bien madre e hijo pueden estar en casa incluso en dos o tres horas.
En el UCLH, se amplía a seis.
Pero una vez en casa, las británicas no están solas: una matrona acude al domicilio familiar y examina a madre e hijo, en teoría, al día siguiente, a los tres días y a los seis.
También se llama a los padres con regularidad y se facilita a los padres un teléfono al que llamar en cualquier momento.
El alta exprés es común también en otros puntos de Europa como Holanda o Suecia, aunque Reino Unido es, según The Telegraph, de los países desarrollados donde menos tiempo se pasa en el hospital.
Según este diario, que cita un estudio hecho en 71 países, el promedio en EE UU es de dos días, en Alemania de tres y en Francia, de 4,2.
La OMS recomienda pasar al menos 24 horas en el hospital para partos naturales.
Esta política de altas tempranas se ha producido entre cierta polémica, ya que se achaca a los recortes en el National Health Service (la Seguridad Social británica).
The Guardian publicó una encuesta que revela que dos de cada cinco madres británicas sienten que son enviadas a casa demasiado pronto.
Olga de Tapia, española de 44 años y residente en Londres, donde dio a luz a su hija hace ocho años, admite que recibir el alta "a las pocas horas choca mucho cuando vienes de la cultura española".
Ella se "quería ir a casa y estaba perfectamente bien", pero tuvo que quedarse una noche porque dio a luz a las 19.00 y "a partir de las 20.00 no dan altas".
"Estuve en una sala con seis mamás más y seis bebés, en la que lo único que nos separaba eran unas cortinas.
No pegué ojo. Yo habría preferido irme", explica.
Tapia considera que parir "es mucho mejor" en España —en Reino Unido se hacen menos ecografías y los embarazos no tienen seguimiento ginecológico—, pero el alta rápida es un avance. "Dos días en el hospital...
¿Y qué hacen los médicos en ese tiempo?", se pregunta en una charla telefónica en la que duda que sea necesario.
En todo caso, el sistema británico suena mejor sobre el papel. Tapia asegura que recibió "muy pocas indicaciones, prácticamente ninguna".
"Me ayudaron un poco a dar el pecho, pero nada más", critica esta empleada de banca, que añade que la información la dan en las clases de preparto y de lactancia, que "no son obligatorias", y en una guía que reciben a los tres o cuatro meses de embarazo.
"La matrona se supone que te visita a los pocos días, pero la mía tardó una semana y solo vino una vez", añade.
"Luego vas tú a tu médico de cabecera y una vez por semana al baby clinic, que es una sala donde atienden juntos a todos los recién nacidos, sin cita, haces cola, los pesan y los miran un poco, pero no son pediatras ni matronas", indica Tapia que dio a luz en el University College Hospital.
A su hija "le hicieron pruebas a los siete minutos de nacer" y luego, otras, a "las dos o tres horas", pero no tuvo que volver con ella al hospital al día siguiente.
De hecho, está intentado implantar el alta a las 24 horas en el hospital de Cruces de Barakaldo (Bizkaia), donde es jefe de servicio."Es difícil, pero no por la salud de la madre", explica Martínez-Astorquiza, que recuerda que "hace 100 años las mujeres parían en casa", aunque no lo considera aconsejable hoy en día."Si una mujer ha dado a luz vía vaginal, sin episiotomía, ni fórceps ni ventosa y si se ha comprobado que el útero se ha contraído bien, podría irse a casa a las 24 horas, si no lo hace es principalmente por las pruebas de metabolopatías o enfermedades genéticas que hay que hacerle al niño", explica el experto, que precisa que el alta precoz podría aplicarse "al 50% de las mujeres", pero "tendrían que volver a las 48 horas por el niño".Además, a la polémica se han unido varias madres que han criticado a Middleton y a su alta pasadas las siete horas de dar a luz en Instagram.Las mujeres han colgado sus fotos tras parir junto a la de la duquesa de Cambridge, mostrando lo que para ellas es la realidad del posparto.En esta línea, se posiciona la ginecóloga Josefina Ruiz, que imparte cursos de preparación al parto desde hace más de 30 años y que es autora de dos guías de referencia."Por Dios, no, de ninguna manera dar pasos atrás.Ya es demasiado duro volver a casa a los dos días, como para que sea en menos".Así de tajante responde cuando se le pregunta si recortaría la estancia en el hospital.La experta considera que "una mujer y un niño tienen que estar ingresados qué menos que dos días por si hay cualquier complicación o una hemorragia posparto, para ayudarla con la subida de la leche, para garantizar el correcto agarre del niño, para vigilar la evolución uterina y los puntos por episiotomía o por desgarro y para que se recupere, descanse y facilitar el vínculo y el apego con su hijo"
Los misterios que sobreviven en Chernóbil 32 años después de la catástrofe
Héctor Llanos Martínez
Sus dudas, más que sus respuestas, pueden verse en Chernóbil tras el desastre, el documental de una hora de duración que emite DMAX este miércoles 25 de abril, un día antes de que se cumpla el 32 aniversario del suceso.
"Crecí a 20 kilómetros de la central nuclear de Three Mile Island, de Pensylvannia, que sufrió un accidente en 1979.
De ahí nació mi obsesión por Chernóbil. Voy al menos una vez al año de visita a Ucrania, que es el país desde el que emigró mi familia.
Lo que me engancha es tener la certeza de que nunca se ha contado lo que pasó verdaderamente", cuenta el estadounidense a EL PAÍS por teléfono.
Durante este programa especial, el ingeniero y fotógrafo aficionado se adentra por hospitales derruidos, fábricas abandonadas y barcos varados en medio del agua para relatar las consecuencias todavía latentes del desastre.
Las 50 toneladas de material radiactivo liberado en la atmósfera se
cobraron 49 víctimas en el momento, pero han sido más de 4.000 las que
han muerto de forma prematura por culpa de la radiación a la que
estuvieron expuestos.
Los viajes de Grossman a la región comenzaron en 2011, cuando descubrió que un particular organizaba las visitas guiadas que en ese momento a ninguna agencia de viajes se le ocurría ofrecer.
Tras muchos regresos y muchos nuevos contactos que sumar a su agenda, en esta ocasión ha tenido acceso a zonas muy restringidas de la antigua central.
“Han sido necesarios meses de espera para obtener los permisos, pero en 30 años el Gobierno de la región ha cambiado y la administración del país es más flexible”, comenta.
Del “error humano” del que hablaban en su momento las autoridades soviéticas a la teoría conspiratoria que apunta a un ataque deliberado de la CIA estadounidense en plena Guerra Fría hay un trecho por el que Grossman se mueve a lo largo de todo el documental.
Pero el estadounidense prefiere no decantarse por ninguno de los dos extremos: "creo que las razones del accidente es una combinación de fallos relacionados con la ingeniería y alguna estrategia geopolítica”.
Un informe británico aseguraba en 2006 que un 40% del suelo de la Unión Europea presentaba entonces altas dosis de contaminación radiactiva.
La amenaza sigue siendo evidente.
“Es todavía muy peligroso pasar largas temporadas de tiempo allí y lo seguirá siendo durante muchos años”, asegura el ingeniero.
Es un sitio que se ha convertido en algo tan especial para él que incluso celebró su boda allí en 2015:
“Mi esposa me había acompañado en varias expediciones, así que tiene un significado para ambos.
Fuimos a una de las pocas iglesias que siguen en activo en la zona y nos casamos.
Es una forma de traer nueva vida a un lugar que ha vivido tanta tragedia”.
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El ingeniero Philip Grossman visita la zona menos frecuentada de la central nuclear abandonada en busca de respuestas.
El ingeniero estadounidense Philip Grossman ha perdido la cuenta de las veces que ha visitado Chernóbil (Ucrania).
Es un lugar abandonado desde que el sábado 26 de abril de 1986, a la 01.23 de la madrugada, el reactor número 4 de la central explotara durante unas pruebas de seguridad.
Sigue siendo la mayor catástrofe nuclear de la historia.
Ni siquiera la bomba en Hiroshima causó tantos estragos.
Para él, Chernóbil es una obsesión que cada vez le suscita más preguntas.
¿Era una base militar soviética en la que se fabricaban armas nucleares? ¿El fallo técnico fue en realidad fruto de un sabotaje de la CIA?, se cuestiona.
Grossman regresa una vez más a la zona para intentar desentrañar tanto los misterios como las leyendas urbanas que giran en torno al lugar.Sus dudas, más que sus respuestas, pueden verse en Chernóbil tras el desastre, el documental de una hora de duración que emite DMAX este miércoles 25 de abril, un día antes de que se cumpla el 32 aniversario del suceso.
"Crecí a 20 kilómetros de la central nuclear de Three Mile Island, de Pensylvannia, que sufrió un accidente en 1979.
De ahí nació mi obsesión por Chernóbil. Voy al menos una vez al año de visita a Ucrania, que es el país desde el que emigró mi familia.
Lo que me engancha es tener la certeza de que nunca se ha contado lo que pasó verdaderamente", cuenta el estadounidense a EL PAÍS por teléfono.
Durante este programa especial, el ingeniero y fotógrafo aficionado se adentra por hospitales derruidos, fábricas abandonadas y barcos varados en medio del agua para relatar las consecuencias todavía latentes del desastre.
Grossman, dentro de un autobús abandonado en Chernóbil / DMAX
Los viajes de Grossman a la región comenzaron en 2011, cuando descubrió que un particular organizaba las visitas guiadas que en ese momento a ninguna agencia de viajes se le ocurría ofrecer.
Tras muchos regresos y muchos nuevos contactos que sumar a su agenda, en esta ocasión ha tenido acceso a zonas muy restringidas de la antigua central.
“Han sido necesarios meses de espera para obtener los permisos, pero en 30 años el Gobierno de la región ha cambiado y la administración del país es más flexible”, comenta.
Del “error humano” del que hablaban en su momento las autoridades soviéticas a la teoría conspiratoria que apunta a un ataque deliberado de la CIA estadounidense en plena Guerra Fría hay un trecho por el que Grossman se mueve a lo largo de todo el documental.
Pero el estadounidense prefiere no decantarse por ninguno de los dos extremos: "creo que las razones del accidente es una combinación de fallos relacionados con la ingeniería y alguna estrategia geopolítica”.
Una de las fábricas derruidas que visita Grossman / DMAX
La amenaza sigue siendo evidente.
“Es todavía muy peligroso pasar largas temporadas de tiempo allí y lo seguirá siendo durante muchos años”, asegura el ingeniero.
Es un sitio que se ha convertido en algo tan especial para él que incluso celebró su boda allí en 2015:
“Mi esposa me había acompañado en varias expediciones, así que tiene un significado para ambos.
Fuimos a una de las pocas iglesias que siguen en activo en la zona y nos casamos.
Es una forma de traer nueva vida a un lugar que ha vivido tanta tragedia”.
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