Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 abr 2018

Regreso a Mayo del 68........................... Borja Hermoso

11 de mayo de 1968: vecinos de la Rue Gay-Lussac, en el Barrio Latino, contemplan los destrozos de la noche anterior. 
11 de mayo de 1968: vecinos de la Rue Gay-Lussac, en el Barrio Latino, contemplan los destrozos de la noche anterior.
Han pasado exactamente 50 años desde que el Barrio Latino de París se convirtiera durante un mes y medio en un salvaje circo de cinco pistas hecho de barricadas, asambleas, coches reventados, porrazos, gases lacrimógenos, carreras, eslóganes y olor a quemado.
 Bruno Barbey estuvo allí, fotografiándolo todo, tratando de seguir al pie de la letra –en busca de la foto perfecta- uno de los eslóganes paridos por la revuelta estudiantil: 
“Sé realista: pide lo imposible”.
Ahora, apenas dos días después de ingresar como nuevo miembro en la Academia de Bellas Artes de Francia, ha vuelto al escenario del crimen.
 A los escenarios.
 Ha recorrido de nuevo las plazas y los bulevares, se ha colado en las universidades y en los institutos y ha reconstruido para El País Semanal, con su vieja Canon al hombro, la geografía de mayo del 68.
REPORTAJE

Regreso a Mayo del 68

11 de mayo de 1968: vecinos de la Rue Gay-Lussac, en el Barrio Latino, contemplan los destrozos de la noche anterior. Ver fotogalería
11 de mayo de 1968: vecinos de la Rue Gay-Lussac, en el Barrio Latino, contemplan los destrozos de la noche anterior.
Medio siglo después, el fotógrafo francés de la agencia Magnum Bruno Barbey regresa a los escenarios de París que inmortalizó durante los disturbios y los retrata de nuevo para 'El País Semanal'.
Nunca quedó científicamente demostrado que bajo los adoquines estuviera la playa pero, por si acaso, Bruno Barbey da cita en un bar de rones caribeños. Lástima que sean las diez de la mañana. Lástima también que el supuesto peso de la Historia no ejerza ningún influjo ni en el joven y típicamente antipático camarero parisino (“aquí no puede hacer fotos sin permiso”) ni en la joven y típicamente antipática camarera parisina (“no tengo tiempo para eso”, responde airada cuando el fotógrafo de la agencia Magnum le invita a ver en el ordenador sus instantáneas del caos de hace medio siglo ahí mismo, delante de La Rhumerie, en pleno Boulevard Saint Germain).
Siempre me ha sorprendido la forma en que los españoles se sienten atraídos por los acontecimientos de Mayo del 68
Han pasado exactamente 50 años desde que el Barrio Latino de París se convirtiera durante un mes y medio en un salvaje circo de cinco pistas hecho de barricadas, asambleas, coches reventados, porrazos, gases lacrimógenos, carreras, eslóganes y olor a quemado. Bruno Barbey estuvo allí, fotografiándolo todo, tratando de seguir al pie de la letra –en busca de la foto perfecta- uno de los eslóganes paridos por la revuelta estudiantil: “Sé realista: pide lo imposible”.
Ahora, apenas dos días después de ingresar como nuevo miembro en la Academia de Bellas Artes de Francia, ha vuelto al escenario del crimen. A los escenarios. Ha recorrido de nuevo las plazas y los bulevares, se ha colado en las universidades y en los institutos y ha reconstruido para El País Semanal, con su vieja Canon al hombro, la geografía de mayo del 68.
Bulevar Saint-Germain, 6 de mayo de 1968. Los manifestantes atacan a los CSR (antidisturbios franceses) con palos, barras y proyectiles de acero. 
Bulevar Saint-Germain, 6 de mayo de 1968. Los manifestantes atacan a los CSR (antidisturbios franceses) con palos, barras y proyectiles de acero.
Cuando recibió el encargo no tardó en mostrarse entusiasmado. “Siempre me ha llamado la atención la forma en que los españoles se sienten atraídos por los acontecimientos de mayo del 68; la razón, pienso, es que sigue habiendo toda una generación frustrada que, bajo la dictadura de Franco, nunca pudo pensar en vivir unos hechos así. Y siguen queriendo entender qué es lo que de verdad pasó en París en aquellos días”.
Bruno Barbey, nacido en Marruecos hace 76 años, ni siquiera tuvo el grado justo de fortuna y pericia necesario para arrancar una imagen definitivamente icónica de aquellos días, como las logradas por sus colegas Gilles Caron y Jean-Pierre Rey, ambos ya fallecidos.
 El primero firmó la célebre foto en la que se ve a Daniel Cohn-Bendit –Dany el Rojo, uno de los líderes de la revuelta- enfrentándose con la mirada sonriente a un antidisturbios de las CRS (Compañías Republicanas de Seguridad). 
 El segundo inmortalizó durante una manifestación a aquella muchacha rubia de pelo corto, subida a hombros de un chico y enarbolando una bandera roja contra la guerra de Vietnam.
 Una muchacha que fue, ya para siempre, la Marianne de mayo del 68 (Marianne es el emblema de la República francesa en forma de mujer).
 Pero a Bruno Barbey no le hicieron falta ni danys rojos ni mariannes para forjar su pequeña leyenda. La de un retratista del desastre callejero.
 
Tras dejar atrás La Rhumerie y la esquina donde en tiempos se ubicó La Pergola –un antiguo café/punto de reunión de manifestantes hoy reconvertido en tienda ropa chic- y disparar a diestro y siniestro, el fotógrafo de la agencia Magnum dirige sus pasos a La Sorbona. 
Y entre disparo y disparo va desgranando recuerdos y explicaciones: “Mayo del 68 no fue otra cosa que una revuelta de estudiantes y de hijos de la burguesía en uno de los países más ricos del mundo.
 No había problemas sociales, no había problemas económicos, no había una dictadura como en otros países… pero sí una juventud que tenía ganas de respirar contra una Francia muy conservadora y opresiva”.
Tras una leve puerta de madera y cristal se abre el espacio apabullante del Anfiteatro Richelieu, verdadera alma mater de La Sorbona y escenario de las más multitudinarias, encendidas e interminables asambleas estudiantiles de aquellos días.
 Allí fotografió Barbey –siempre en riguroso blanco y negro y sin flash- a decenas y decenas de estudiantes exhaustos, durmiendo sobre las largas bancadas de madera y soñando con sus utopías: el amor libre, el reino de los parias de la tierra y tumbar la Francia del general De Gaulle.
Anfiteatro Richelieu, 5 de abril de 1968. Los disturbios aún no han estallado en París, pero se preparan. Los estudiantes se reúnen, debaten e incluso duermen en los bancos del Anfiteatro Richelieu, el aula magna de La Sorbona. 
Anfiteatro Richelieu, 5 de abril de 1968. Los disturbios aún no han estallado en París, pero se preparan. Los estudiantes se reúnen, debaten e incluso duermen en los bancos del Anfiteatro Richelieu, el aula magna de La Sorbona.
Hoy repite la instantánea en medio del vacío. Y rememora aquellos días y aquellas noches agotadoras: “Al principio nuestro trabajo era bastante fácil. 
Pero con el paso de los días muchos estudiantes no veían con buenos ojos a los fotógrafos de prensa, ya que algunas de las fotos en las que ellos salían eran utilizadas por la policía para perseguirles y detenerles. 
Paralelamente, cuando revistas como Paris-Match empezaron a publicar fotos de los policías golpeando a los estudiantes, estos se pusieron nerviosos, te podían romper la cámara y entonces estabas jodido”. Siguiente etapa: el Odéon.
  El gran teatro del sexto distrito de París estuvo ocupado durante semanas, cubierto de posters de Lenin y Marx y convertido en una tribuna libre para todo el que quisiera expresarse.
 Bruno Barbey acabó entrando allí como si fuera el salón de su casa. Y ahora hace fotos otra vez, con el patio de butacas vacío y un indisimulado toque de nostalgia: “El Odéon fue uno de los puntos más importantes de mayo del 68.
 Su director, el actor Jean-Louis Barrault, y su esposa la actriz Madeleine Renaud, que eran una pareja fantástica, fueron desbordados.
 Comunistas, anarquistas, conservadores, jóvenes, viejos, hombres, mujeres, todo el mundo entraba y hablaba. Montaron allí un jaleo impresionante. 
Al final… Jean-Louis Barrault acabó perdiendo su puesto de director porque el ministro de Cultura de De Gaulle, que era André Malraux, creyó que era cómplice de los estudiantes”.
Otra meca de la revuelta fue la Escuela de Bellas Artes, situada delante del Sena y frente al Museo del Louvre. 
Allí, en el taller de serigrafía, fue donde se pensaron y se diseñaron muchos de los carteles políticos contra el régimen de De Gaulle, y contra los CRS, con eslóganes como ‘CRS = SS’.
 Algunos de ellos fueron dibujados por ilustradores como Reiser o Wolinski, que luego trabajarían para Charlie Hebdo y que acabarían siendo asesinados en sus locales durante el atentado contra el periódico.
Pero las imágenes más brutales que llegó a captar Bruno Barbey nacieron en la rue Gay-Lussac
Allí tomó su famosa fotografía de una barricada perfectamente construida por los estudiantes con adoquines arrancados del suelo. “La visión de la calle Gay-Lussac en la mañana del 11 de enero era la de una calle de Beirut durante la guerra civil de Líbano”, recuerda. 

“Había una barricada cada 50 metros, coches volcados, destrozados e incendiados, farolas rotas, el suelo de adoquines reventado… 
Y al día siguiente de las revueltas, que duraron toda la noche, veías a gente que bajaba a la calle en pantuflas para ver los destrozos o simplemente para tratar de comprar una barra de pan”.
 Bruno Barbey acaba de terminar un nuevo fotolibro (tiene más de 30 publicados) en el que vuelve a aquellos días (Au coeur de mai 68, En el corazón de mayo del 68). 
 Mientras, la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) acoge sus puertas a la gran exposición Iconos del 68: las imágenes tienen una historia. 
 Y sin embargo… Sin embargo, Francia no ha sabido nunca y sigue sin saber bien cómo gestionar el legado del 68. Como escribe en el texto del libro de Barbey su amigo el historiador y escritor Philippe Tesson –director de la influyente revista Combat durante aquellos estruendosos días- “Francia se siente incómoda con mayo del 68.
 A la vez porque el acontecimiento sigue siendo difícil de descifrar y porque dejó una especie de vergüenza en la memoria colectiva, no estamos muy orgullosos de todo aquello”.
 Francia sigue buscando, bajo los adoquines, la playa. Otra cosa es que esté ahí.(Cerca del Rio Sena encontraron una) 

El Gobierno prepara un hachazo fiscal para el 5G antes de que arranque

Los presupuestos multiplican por 13 la tasa por el uso de las frecuencias que albergarán los servicios de la nueva generación de telefonía móvil.

El Gobierno se prepara para asestar un nuevo golpe fiscal a las compañías de telecomunicaciones, a las que va a multiplicar prácticamente por 13 la tasa que les cobrará por las frecuencias que albergarán el 5G o quinta generación de la telefonía móvil
 El proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2018 recoge un incremento espectacular de la tasa anual que deben abonar las operadoras por el uso del espectro de la banda de 3,4 a 3,8 gigahercios (GHz), destinada a los servicios llamados a revolucionar la telefonía móvil. 
Además, tiene intención de rentabilizar al máximo también la subasta de frecuencias.

Un anuncio del 5G en un pabellón del MWC18.
Un anuncio del 5G en un pabellón del MWC18. REUTERS
Hacienda quiere sacar tajada a la quinta generación de telefonía móvil antes incluso de que eche a andar. 
Y lo quiere hacer por dos vías: subastando al mejor postor las frecuencias y cobrando luego a precio de oro el alquiler anual de las mismas a través de las tasas.
 Para comenzar a operar el 5G, las compañías van a disponer de 400 megahercios (MHz) inicialmente. 
El Gobierno subastará los 200 MHz que quedan libres (entre los 3,6 y 3,8 GHz de esa banda), ya que otros 200 MHz (entre 3,4 y 3,6 GHz) ya se adjudicaron, y están en manos de Telefónica. 
Orange, Eurona, Iberfibra y el Ministerio de Defensa, con 40 MHz cada uno.
El Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital ha diseñado una licitación de forma que los operadores —Telefónica, Orange, Vodafone y MásMóvil— tengan que aumentar las pujas para asegurarse que no se quedan sin frecuencias.
 El Gobierno quiere repetir el ejemplo británico que acaba de conseguir casi 1.000 millones de euros en la reciente subasta, de los que 600 millones los ha pagado Telefónica por su filial O2.
De confirmarse la propuesta recientemente sometida a consulta pública, el concurso español fijará el límite en 120 MHz por compañía. 
Debido a las características técnicas del 5G, el mínimo de espectro en esta banda para tener una red de muy buena calidad es 80 MHz, mientras que con 100 MHz se pasaría a tener una de la máxima prestación técnica permitida por la tecnología a día de hoy.
Si Telefónica y Orange, que ya disponen de 40 MHZ cada uno, deciden pujar por los otros 80 MHZ a los que tienen derecho, forzarían a otras compañías sin espectro como Vodafone o MásMóvil a elevar considerablemente la puja para no quedarse fuera.
 Este hecho ya sido denunciado por la CNMC en el informe preceptivo que ha enviado al Gobierno, y en el que para garantizar la competencia, el regulador se inclina por fijar un límite de 100 MHz por operador.

El segundo pellizco

Pero el Ejecutivo no se conforma con la subasta, sino que quiere asegurarse un buen pellizco anual de los operadores que obtengan las frecuencias de la banda de 3,7 GHZ.
 Por eso, ha incluido en el proyecto de Presupuestos un aumento desde los casi 17.000 euros que se paga actualmente al año por cada megahercio (MHz) hasta los 217.000 euros.
 De este modo, la recaudación anual solo por esas frecuencias ascendería a más de 78 millones de euros, según informaron a EL PAÍS fuentes del sector.
La tasa por la reserva del espectro radioeléctrico se fija de acuerdo a varios baremos. El más relevante son las expectativas de rentabilidad por el uso de esas frecuencias. Actualmente parte de la banda de 3,5 GHz está siendo utilizada para prestar servicios de telecomunicaciones con baja utilización y hasta finales de año no empezarán las pruebas del 5G sobre esa banda, no previéndose lanzamiento comercial hasta 2020.

El Ministerio de Energía quiere asegurarse esa importante recaudación mucho antes de que arranque el 5G, y las operadoras puedan empezar a rentabilizarlo.
 El Ministerio publicó en diciembre pasado el Plan Nacional 5G, que prevé el inicio de las licitaciones de licencias en la primera mitad de 2018, con el objetivo que empiece a haber despliegue comercial en 2020.
No obstante, el grueso de los servicios se desplegarán en la banda de los 700 MHz, ahora ocupada por la televisión digital terrestre, y cuya tasa anual aún no está determinada. 
Las operadoras temen que cuando se licite esta banda el Gobierno reproduzca otro rejonazo fiscal y recaudatorio.
Actualmente, los servicios de la telefonía móvil (3G y 4G) están soportados en las bandas de frecuencias 800, 900 MHz, 1800 MHz, 2100 MHz y 2600 MHz por las que anualmente los operadores pagan unos de 350 millones.

Las operadoras ya han avisado que cuanto mayor sea la voracidad recaudatoria más dificultades tendrán para abordar las costosas inversiones que precisa la nueva red de 5G.



 

Avicii, la primera víctima del negocio de la música electrónica de baile

 

Desde el éxito en 2011 con 'Levels', todo fue hacia arriba a máxima velocidad en la vida del DJ sueco.

El DJ sueco Avicii, en una imagen de archivo en Lisboa.
Tim Bergling, el joven sueco al que llevábamos años conociendo artísticamente como Avicii, nos ha dejado.
 Murió este viernes lejos de su ciudad natal con apenas veintiocho años de edad y justamente diez después de que iniciase su carrera musical.
 Una década que empezó modestamente, conquistando un puerto de montaña tras otro, hasta que el éxito masivo llamó a su puerta en 2011 con ese rotundísimo sencillo que era Levels, una canción de electrónica para todos los públicos, adictiva y que sampleaba a la mismísima Etta James.
 A partir de ahí, todo fue hacia arriba a máxima velocidad.

La electronic dance music (EDM) se convertía casi en paralelo a su carrera en el movimiento musical de moda comercialmente hablando y en uno de los negocios más grandes que la industria musical hubiera visto nacer desde el declive del formato físico. Llegaban los festivales masivos de electrónica (Ultra, Tomorrowland, los escenarios de baile de Coachella o Lollapalooza...), los millones de visionados y escuchas en streaming, las nuevas electronic pop stars globales, etcétera.
 Y en medio de todo aquello, unos pocos nombres que eran sinónimo de éxito asegurado, entre ellos el de un Avicii que no hacía sino incrementar sus cifras con el que fuera su primer larga duración, True (2013), el álbum que incluía los multimillonarios singles Wake Me Up y Hey Brother, sin lugar a dudas dos de sus mejores canciones.
En los brazos del éxito no hay descanso para los débiles, así que las giras interminables, la promoción o las obligaciones contractuales empezaron a golpear poco a poco la salud del joven Bergling al tiempo que el público le alababa en cada una de sus sesiones y respaldaba cada una de sus nuevas canciones.
Llegó el alcohol y con él las complicaciones, pero los flashes, las colaboraciones de verdadero lujo (desde Rihanna a Coldplay, pasando por Madonna) y los escenarios parecen maquillar todos los problemas.
 Por lo menos hasta que, en 2015, se publica Stories, su segundo larga duración, que no se recibe tan bien como al artista le hubiera gustado. 
 Pese a que Avicii continúa muy arriba en cuestiones de éxito, en apenas unos meses ya no es el artista con el que todo el mundo quiere colaborar o hacerse la foto.
 Y obviamente, la salud no le acompaña. 
El estrés y la presión marcando su día a día hasta que el jovencito rubio que años atrás solamente quería hacernos bailar empieza a ser una de las primeras víctimas de su generación.
 Cancelaciones sonadas, noticias poco alentadoras sobre su estado de salud y finalmente la noticia de que Avicii abandonará definitivamente el mundo de la música en marzo de 2016 con una sesión en Ibiza a modo de despedida.

El sueco se aísla del mundo durante aproximadamente un año para luego anunciar su intención de publicar un tercer álbum que terminará siendo en un EP de seis canciones que verá la luz en verano de 2017.
 El artista recupera parte de su actividad y su nombre continúa teniendo mucho tirón, pero sus canciones no marcan tanto la actualidad como antaño.
Pasan los meses y, cuando nadie se lo esperaba, la representante del artista informa de forma oficial que Avicii ha muerto en Mascate, la capital de Omán.
 No se han dado a conocer las causas de su muerte, pero todo apunta -incluso medios como Variety lo dan a entender- a que sería una pancreatitis derivada de la ingesta excesiva y repetida de alcohol.
 Quizás en breve se comunique de forma oficial de qué ha muerto Avicii, pero tanto da, porque todos sabemos que, en realidad, el artista ha sido la primera víctima de la voraz maquinaria del negocio musical que durante los últimos años ha girado alrededor de ese millonario género llamado EDM.
 O, siendo más románticos, digamos que Avicii ha sido víctima de su propio talento.
La pieza fundamental para entender los últimos años en la carrera del sueco está en el documental Avicii: True Stories, dirigido por Levan Tsikurishvili y disponible en Netflix.
 Estrenada en octubre de 2017, poco después del lanzamiento del último Ep del artista, la película nos descubre la cara oculta, o por lo menos la más oscura, del éxito de esa nueva generación de artistas electrónicos que han formado parte del EDM.
Mientras que apenas un año antes el también DJ superestrella Steve Aoki protagonizaba I'll Sleep When I'm Dead, un documental que le mostraba como un artista hecho a sí mismo, capaz de controlar su carrera y de paladear el éxito gracias a lo que había aprendido de su padre y de sus años de militancia en la escena punk underground, Avicii: True Stories nos descubría a un chico tímido y vulnerable que debe enfrentarse al éxito y a las giras, intentando mantenerse lo más cuerdo posible, pero incapaz de evitar caer víctima de la onda expansiva de su propio talento. 
Ahí descubrimos a un Avicii agotado por los viajes interminables, presionado por su mánager, incapaz de recuperar una salud que se le escapa entre los dedos.

Está claro que el EDM ha permitido a artistas muy jóvenes despuntar en el mundo de la electrónica comercial (recordemos también a Martin Garrix, por poner solamente otro ejemplo cercano), pero también es evidente que les ha puesto de la noche a la mañana en un mundo en el que el negocio manda y no hay respiros posibles.

Quizás Tim Bergling haya sido la primera gran estrella de la electronic dance music que pierde la batalla contra su propio éxito, pero casi con total seguridad no será la última.
 La máquina continúa a pleno rendimiento y con los pistones bombeando al máximo.
 El mundo va a toda velocidad y, apenas unos meses después de la retirada de Avicii en 2016, ahí estaban -por poner otro ejemplo- The Chainsmokers grabando junto con Coldplay y ocupando ese puesto que ese jovencito chico rubio nacido en Estocolmo en 1989 había dejado vacante.