El artista comienza este domingo su gira ‘Mediterráneo de capo’ con 100 actuaciones entre España y Europa y América.
Dice Joan Manuel Serrat que la marea mental del 68 desembocó para él en Mediterráneo.
No sólo en la canción que acabarían tarareando tres generaciones de hispanohablantes.
En todo un disco impregnado de brisas libertarias, salitre con la carcoma de un pasado del que la mayoría deseaba huir lejos de pueblos y fantasmas más negros que blancos, o emociones que brotaban al toparse de sorpresa con pequeñas cosas por los cajones.
Hoy, para muchos, ese espíritu es una resaca que se empeñan en desmitificar y quitar importancia.
Pero para el músico, aquellos aires, cambiaron un montón de mentalidades para bien.
Y por tanto, con 74 años cumplidos, desea rememorarlo en compañía de sus fieles a lo largo de una gira monumental: cerca de 100 conciertos entre España, Europa y América.
Comienza este domingo en Roquetas de Mar (Almería).
Ha titulado el tour Mediterráneo da capo.
Piensa cantar ese repertorio, aparecido en 1971 con diez canciones que cambiaron la música popular en español para siempre.
De arriba a abajo.
Desde la que da título al disco a joyas como Aquellas pequeñas cosas, Pueblo Blanco, Barquito de papel, La mujer que yo quiero, Vagabundear, Tío Alberto,
Qué va a ser de ti, Vencidos,
Lucía…
Lleva seis músicos acompañándolo bajo la mano batuta del gran Ricard Miralles al piano.
Para no desentonar, tiene la vergüenza torera de ensayar a diario guitarra en mano lo que sa sabe de memoria.
“Debo estar a la altura.
Para esto repito lo que decía Arthur Rubinstein.
Él tocaba el piano como los ángeles.
Yo la guitarra con el culo, pero, en fin.
Contaba que cuando no practicaba un día lo notaba él. Si se apartaba tres días, lo acusaban los más cercanos.
Y si lo dejaba una semana, el público.
Así que no me queda otro remedio que ensayar para desentonar lo menos posible”.
Lo comenta en una escala madrileña previa a la gira. Inquieto porque está a punto de ser abuelo por cuarta vez:
“Ese papel es muy fácil. Basta con dejarse llevar.
Alegrías para los abuelos… Los disgustos, para los padres”.
Así todo, sale relajado y un tanto por encima del barullo político. Aunque pendiente de la que hay montada a varios niveles.
Tema Cifuentes: “¿Quién creó esa universidad, la Rey Juan Carlos? El PP, ¿no? ¿Por qué lo hizo?
Para modelar individuos a su imagen y semejanza. Tienen profesores y alumnos estupendos ahí, ojo.
Una vez queda claro que no ha asistido al máster, ¿a qué esperar para irse?
¿A qué el tocino quede más salao y más seco? De todas formas, ella hace lo que ha decidido su presidente, que la apoya. ¿Cómo? Como suele él abordar las cosas.
Sin hacer nada. Y ella, pues haciendo lo que hacen siempre”.
El día de la marmota en el frente madrileño.
Como ocurre con el procés… “Estamos en lo visto. Y no salimos. Tendrían que pasar varias cosas para resolver el embrollo.
Que el juez deje en libertad a los presos o que entre los diputados soberanistas designen a uno sin cargas judiciales. De todas formas, antes del 22 de mayo pasará algo porque la distancia de los independentistas es muy corta y corren riesgo de perder si se repiten elecciones”.
Entre el tira y afloja, habrá que ir entendiéndose.
A poder ser, con quienes están presos en la calle, dice Serrat: “Yo siempre he creído que en estos casos deben ingresar en prisión aquellos que tienen delitos probados.
Es muy duro el castigo que supone estar ya seis meses separado de tu familia. Me parece injusto y políticamente torpe”.
Pero la temperatura no baja. Otra cosa es el hartazgo. Él ha sufrido los calentones en sus carnes por los ataques radicales de lo más cafre y echado al monte del soberanismo.
Hasta fascista lo llaman. Toma ya. A Serrat, que hizo corear a Antonio Machado y a Miguel Hernández con Franco todavía en el despacho.
Que padeció exilio por protestar contra los fusilamientos del proceso de Burgos o censura y boicot por querer cantar en catalán... “A mí me afecta eso lo mismo que cuando insultan a un árbitro.
Si les doliera, responderían. ¿Qué es un fascista? Aquel que desprecia al resto de quienes no piensan como él.
Yo he defendido siempre con vehemencia el derecho que tiene cualquiera a expresarse aunque no crea lo que yo”.
Pero en esta época de hogueras a saldo en las redes sociales, parece que vale todo.
“Yo no he enviado un twit en mi vida.
Tengo mucho trabajo. Y me queda tanto por leer.
No puedo perder el tiempo.
De todas formas hay que decir que las redes no son tan importantes como ellas se creen.
Y dicho esto, tampoco quiero crear la sensación de que no me gustan.
Me parecen bien siempre que no acaben desembocando en una especie de pensamiento único o cuando se utilizan de manera grosera.
Pero las veo muy útiles como plataforma de información y diálogo”.
No sólo en la canción que acabarían tarareando tres generaciones de hispanohablantes.
En todo un disco impregnado de brisas libertarias, salitre con la carcoma de un pasado del que la mayoría deseaba huir lejos de pueblos y fantasmas más negros que blancos, o emociones que brotaban al toparse de sorpresa con pequeñas cosas por los cajones.
Hoy, para muchos, ese espíritu es una resaca que se empeñan en desmitificar y quitar importancia.
Pero para el músico, aquellos aires, cambiaron un montón de mentalidades para bien.
Y por tanto, con 74 años cumplidos, desea rememorarlo en compañía de sus fieles a lo largo de una gira monumental: cerca de 100 conciertos entre España, Europa y América.
Comienza este domingo en Roquetas de Mar (Almería).
Ha titulado el tour Mediterráneo da capo.
Piensa cantar ese repertorio, aparecido en 1971 con diez canciones que cambiaron la música popular en español para siempre.
De arriba a abajo.
Desde la que da título al disco a joyas como Aquellas pequeñas cosas, Pueblo Blanco, Barquito de papel, La mujer que yo quiero, Vagabundear, Tío Alberto,
Qué va a ser de ti, Vencidos,
Lucía…
Lleva seis músicos acompañándolo bajo la mano batuta del gran Ricard Miralles al piano.
Para no desentonar, tiene la vergüenza torera de ensayar a diario guitarra en mano lo que sa sabe de memoria.
“Debo estar a la altura.
Para esto repito lo que decía Arthur Rubinstein.
Él tocaba el piano como los ángeles.
Yo la guitarra con el culo, pero, en fin.
Contaba que cuando no practicaba un día lo notaba él. Si se apartaba tres días, lo acusaban los más cercanos.
Y si lo dejaba una semana, el público.
Así que no me queda otro remedio que ensayar para desentonar lo menos posible”.
Lo comenta en una escala madrileña previa a la gira. Inquieto porque está a punto de ser abuelo por cuarta vez:
“Ese papel es muy fácil. Basta con dejarse llevar.
Alegrías para los abuelos… Los disgustos, para los padres”.
Así todo, sale relajado y un tanto por encima del barullo político. Aunque pendiente de la que hay montada a varios niveles.
Tema Cifuentes: “¿Quién creó esa universidad, la Rey Juan Carlos? El PP, ¿no? ¿Por qué lo hizo?
Para modelar individuos a su imagen y semejanza. Tienen profesores y alumnos estupendos ahí, ojo.
Una vez queda claro que no ha asistido al máster, ¿a qué esperar para irse?
¿A qué el tocino quede más salao y más seco? De todas formas, ella hace lo que ha decidido su presidente, que la apoya. ¿Cómo? Como suele él abordar las cosas.
Sin hacer nada. Y ella, pues haciendo lo que hacen siempre”.
El día de la marmota en el frente madrileño.
Como ocurre con el procés… “Estamos en lo visto. Y no salimos. Tendrían que pasar varias cosas para resolver el embrollo.
Que el juez deje en libertad a los presos o que entre los diputados soberanistas designen a uno sin cargas judiciales. De todas formas, antes del 22 de mayo pasará algo porque la distancia de los independentistas es muy corta y corren riesgo de perder si se repiten elecciones”.
Entre el tira y afloja, habrá que ir entendiéndose.
A poder ser, con quienes están presos en la calle, dice Serrat: “Yo siempre he creído que en estos casos deben ingresar en prisión aquellos que tienen delitos probados.
Es muy duro el castigo que supone estar ya seis meses separado de tu familia. Me parece injusto y políticamente torpe”.
Pero la temperatura no baja. Otra cosa es el hartazgo. Él ha sufrido los calentones en sus carnes por los ataques radicales de lo más cafre y echado al monte del soberanismo.
Hasta fascista lo llaman. Toma ya. A Serrat, que hizo corear a Antonio Machado y a Miguel Hernández con Franco todavía en el despacho.
Que padeció exilio por protestar contra los fusilamientos del proceso de Burgos o censura y boicot por querer cantar en catalán... “A mí me afecta eso lo mismo que cuando insultan a un árbitro.
Si les doliera, responderían. ¿Qué es un fascista? Aquel que desprecia al resto de quienes no piensan como él.
Yo he defendido siempre con vehemencia el derecho que tiene cualquiera a expresarse aunque no crea lo que yo”.
Pero en esta época de hogueras a saldo en las redes sociales, parece que vale todo.
“Yo no he enviado un twit en mi vida.
Tengo mucho trabajo. Y me queda tanto por leer.
No puedo perder el tiempo.
De todas formas hay que decir que las redes no son tan importantes como ellas se creen.
Y dicho esto, tampoco quiero crear la sensación de que no me gustan.
Me parecen bien siempre que no acaben desembocando en una especie de pensamiento único o cuando se utilizan de manera grosera.
Pero las veo muy útiles como plataforma de información y diálogo”.
Lo hace ansioso y templado. Entusiasta y expectante.
Feliz y asombrado. Con unas canciones concebidas hace 47 años como si hubieran nacido ayer.
Muy útiles. Tremendamente vigentes. “Salieron de una manera natural, implicadas en aquel tiempo.
Vivíamos un cambio de espíritu y de visión. No sólo en España y París.
En Praga, en México, en Argentina.
Aquella efervescencia resultó muy beneficiosa para la liberación sexual, para la igualdad de las mujeres.
Algunos lo viven ahora como una derrota y se quejan de que para ellos fue una revuelta de niños bien”.
Pero en muchos aspectos, mejor aquello que muchas involuciones presentes.
“Son cosa del maligno, ya sabes a lo que me refiero… Eso que provoca personajes como Trump, estados de ánimo. Él maligno no cesa. Trabaja cada día.
No podemos relajarnos y dejar que lo conquistado desaparezca. Los logros no se conservan solos. Yo sé que cuesta mantenerlos. Pero los debemos defender”.