Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 abr 2018

Garbiñe Muguruza en la alfombra roja.

Garbiñe Muguruza en la alfombra roja. (Gtres)
La presencia de líderes políticos (Albert Rivera, Pablo Casado, Andrea Levy, Garcia Tejerina), de fiscales (Dolores Delgado, Carlos Yáñez) y magistrados (Conde-Pumpido, Clara Martínez de Careaga) en la fiesta de 'Vanity Fair' fue precisamente lo que marcó la diferencia al compartir espacio con personajes tan variopintos como Tamara Falcó, su padre, el marqués de Griñón, o Tita Cervera, la cual lució las joyas de la noche.
 La baronesa eligió un impresionante aderezo de aguamarina y brillantes que hacía juego con la sortija y pulsera.
 Impresionada por lo que sucede en su ciudad de nacimiento, decidió que la bandera española ondeara en su casa de Andorra. “Por supuesto que la mantengo. Soy española y catalana”. De sus niñas, Sabina y Carmen, comentó con Vanitatis que “también son artistas. Se les da muy bien dibujar y pintar”
Garbiñe Muguruza en la alfombra roja. (Gtres)

Albert Rivera, Tamara Falcó y Tita Cervera: cita y fiestón en el Ritz

La flor y la nata de la sociedad madrileña se dieron cita en los premios celebrados por la famosa publicación este martes por la noche.

Foto: Albert Rivera, Tita Cervera, Tamara Falcó y Pablo Casado. (Gtres)

Albert Rivera, Tita Cervera, Tamara Falcó y Pablo Casado. (Gtres)
Tamara Falcó, Tita Cervera o Albert Rivera
Un grupo variopinto en una noche inolvidable.
 La diferencia entre un encuentro social con premio incluido y otro que aparentemente puede tener similares características radica en varios principios. 
Y eso es lo que hace que un acto tenga recorrido y otro no. 
Es importante que el lugar elegido por los organizadores merezca la pena. 
Después, que la lista de convocados no sea la de siempre.
Es decir, que no esté compuesta por guapas oficiales, blogueras insustanciales, actores intercambiables de series televisivas y famosos sin currículum laboral que ejerzan de relleno.
 Con algunas de estas premisas y una buena organización, el resultado puede ser de matrícula, que fue lo que sucedió con la fiesta de 'Vanity Fair'.
 La cabecera reunió en el hotel Ritz a personajes que no suelen mezclarse y el resultado fue todo un éxito.

Tamara Falcó, Tita Cervera o Albert Rivera
 Un grupo variopinto en una noche inolvidable.
 La diferencia entre un encuentro social con premio incluido y otro que aparentemente puede tener similares características radica en varios principios.
 Y eso es lo que hace que un acto tenga recorrido y otro no. Es importante que el lugar elegido por los organizadores merezca la pena.
 Después, que la lista de convocados no sea la de siempre.
Es decir, que no esté compuesta por guapas oficiales, blogueras insustanciales, actores intercambiables de series televisivas y famosos sin currículum laboral que ejerzan de relleno.
 Con algunas de estas premisas y una buena organización, el resultado puede ser de matrícula, que fue lo que sucedió con la fiesta de 'Vanity Fair'
La cabecera reunió en el hotel Ritz a personajes que no suelen mezclarse y el resultado fue todo un éxito.

La premiada de la noche como personaje del año fue Garbiñe Muguruza, una mujer espectacular en todos los sentidos. Agradeció el premio con un discurso emocionante, sin leer un solo papel y animando a la gente a esforzarse en cumplir sus sueños.
 La que fuese durante un tiempo número uno mundial (ahora segunda en el ranking) y campeona de Wimbledon acudió a la fiesta acompañada de su madre y uno de sus hermanos. 
Muguruza fue la estrella de la noche, igual que lo fueron invitados que no suelen compartir este tipo de encuentros y menos si son nocturnos.
 No menos importante fue la presencia de Pedro J. Ramírez y Cruz Sánchez de Lara en la que se puede considerar su presentación oficial en público.

 

ROCK HUDSON La primera cara del VIH

Hudson anunció que tenía sida el 25 de julio de 1985. Fue el primer famoso que lo hizo.

  

 

Rock Hudson en 1950.
Rock Hudson en 1950.
A nadie le sorprendió que un día como hoy de hace 30 años falleciera Rock Hudson
El actor, que tenía 59 años, había comunicado el 25 de julio de 1985 que tenía sida desde hacía casi un año y que estaba en un hospital de París tratándoselo.
 Fue el primer famoso que lo dijo, y supuso un revolcón para los estereotipos que ya acompañaban a la infección. 
O un medio revolcón. No se trataba de alguien marginal, un consumidor de heroína o de otras sustancias (al menos no se le conocía por eso). 
El actor, un galán de los años cincuenta y sesenta, alto, fuerte, deportista y guapo –aparte de un intérprete aceptable–, era el primer famoso afectado por el sida. O el primero que lo hacía público.
Era muy guapo, más que guapo, tuvo la valentía de contar su enfermedad cuando era como una maldición para los Homoxesuales y como dijo en su momento MARUJA TORRES murió como un hombre. 

Su salida del armario fue doble.
 En una época en que regía la regla de las cuatro h –las personas con sida eran heroinómanos, hemofílicos, homosexuales o haitianos–, Hudson solo era lo tercero.
 De hecho, salió de los dos armarios de golpe: del de la sexualidad y el del sida.
 Fue una especie de redención pública, un ataque de honestidad a ultranza de quien fue casado por su estudio con una secretaria, en una de tantas bodas tapadera, en los años cincuenta para ocultar su atracción por los hombres.
La sacudida que supuso su declaración fue solo parcial.
 A Hudson aún le afectaba el estigma, la tercera h, la de homosexual. 
Hasta 1991, cuando un heterosexual como el baloncestista Magic Johnson declaró que tenía el VIH, no hubo una auténtica conciencia de que el virus no tenía predilección por gais o heteros.
 El descubrimiento poco después por el mundo occidental de los estragos que el sida estaba causando en África –precisamente por las relaciones heterosexuales– acabó de derribar esos prejuicios.  
Pero eso no le quita mérito a Hudson.
 El actor acababa de terminar su participación en Dinastía, el culebrón que arrasaba en los ochenta. 
A toro pasado, su cara afilada sería identificada por cualquiera que haya visto a unas cuantas personas con sida como la lipoatrofia, una pérdida de la grasa facial característica de la enfermedad.
 Con solo 59 años, el actor estaba visiblemente avejentado, lo que no le impidió interpretar, otra vez, a un seductor. 
Por cierto que su compañera en la serie, la actriz Linda Evans –la sufriente Krystel–, tuvo un ataque de pánico cuando supo que el actor tenía sida: en aquella época no estaban claras las vías de transmisión del virus, y ellos se habían besado en escena

El impacto del anuncio de Hudson fue múltiple. 
Aparte del ejemplo de visibilidad, su popularidad impulsó una fuerte movilización alrededor de la enfermedad.  
Liderados por Elizabeth Taylor, quien se mantuvo con su amigo hasta el final, proliferaron los actos para recaudar fondos, los mensajes preventivos –no,
 Linda, el VIH no se transmite besando–. 
Nadie lo ha medido, pero aquella actividad fue crucial para la evolución de la enfermedad, la primera pandemia retransmitida en directo con resultados espectaculares: en poco más de 15 años se pasó de ignorarlo todo al respecto a identificar la causa y tener un tratamiento que permite controlar, que no curar, la infección.
 A falta de óscares y otros legados (estuvo nominado por Gigante), el novio cinematográfico de Doris Day dejó un legado que ha contribuido a cambiar la vida de muchas personas: el mensaje de que nadie está a salvo del sida.
 Y de que hace falta mucho dinero para combatir la enfermedad. 

Conchita Wurst: “Tengo VIH”

La ganadora de Eurovisión de 2014 espera "dar ánimos" y "un paso más en contra de la estigmatización" de las personas infectadas por la enfermedad.

Conchita Wurst, en mayo del año pasado a su llegada a un festival en Viena.
Conchita Wurst, en mayo del año pasado a su llegada a un festival en Viena. AFP

 

La cantante austriaca Conchita Wurst, ganadora del festival de Eurovisión en 2014, ha confesado ser portadora del VIH y ha explicado que la razón por la que revela esta información en estos momentos es que se ha visto amenazada por su expareja.
"Ha llegado hoy el día de liberarme para el resto de mi vida de una espada de Damocles: desde hace muchos años tengo VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana)", escribe la diva de la barba, alter ego del cantante Tom Neuwirth, en un mensaje publicado anoche en su cuenta de Instagram.

Este dato "es irrelevante para la opinión pública, pero un examigo me amenaza con hacer pública esta información privada y yo no le daré a nadie el derecho de causarme miedo e intentar de esta manera tener influencia en mi vida", añade.
 Conchita considera que, al fin y al cabo, es mejor que una información así sea dada a conocer por "uno mismo", a que otro la divulgue.
"Espero dar ánimos [a otros en situaciones similares] y haber dado un paso más en contra de la estigmatización de las personas que se han infectado [con el virus del sida], ya sea a través de su propio comportamiento o sin culpa propia", indica.
La cantante asegura estar en tratamiento médico desde hace tiempo y que el deseo de evitar angustia a su familia fue una de las razones por las que hasta ahora no había revelado públicamente estas circunstancias. 
"Hubiese preferido haberles 'ahorrado' preocupaciones por el estado del VIH de su hijo, nieto y hermano", explica.

A su juicio, es una información "sobre todo relevante para aquellas personas con las que el contacto sexual es una opción". 
"Estoy más fuerte, más motivada y liberada que nunca. ¡Gracias por vuestro apoyo!", dice la intérprete de Rise Like a Phoenix, balada con la que triunfó en el 59 Festival de la Canción de Eurovisión. Conchita Wurst es un personaje creado por Tom Neuwirth, un diseñador de moda y cantante homosexual de 29 años, que desde su triunfo en Eurovisión se ha convertido en icono y embajadora de la causa homosexual en el mundo.