Muchas
actrices se revelan contra los dictados de la eterna juventud que impone
Hollywood y se enorgullecen de las marcas que la edad deja en su piel.
Si hay algo que reine de manera impertérrita en
Hollywood es el dictado de la eterna juventud.
Por eso muchas de las
estrellas de la gran pantalla no aceptan el paso de los años ni los
signos de envejecimiento que acarrean y se rinden ante los supuestos
milagros de bótox y la cirugía plástica.
Pero, parece que de manera
tímida comienza a surgir un pequeño movimiento que se niega a someterse a
los dictados del mantenerse siempre joven.
Angelina Jolie es miembro de
este club que en una entrevista dejó claro que se enorgullece de sus
arrugas y sus líneas de expresión. "Cuando me miro en el espejo, veo que
me parezco a mi madre.
Y eso me alegra muchísimo. Veo que estoy
envejeciendo, y no me molesta, porque significa que estoy viva".
Sophie Marceau, la estrella de la televisión
francesa, tampoco se deja influenciar ante la aparente necesidad de
permanecer siempre joven.
De hecho, en 2013 aseguró en una entrevista
con ‘Marie Claire’ que no quiere ocultar su edad.
“¡Me encanta
envejecer!” aseguró la intérprete.
Jennifer Aniston es otra de las actrices que,
en repetidas ocasiones, ha declarado que no le gusta el bótox: "Conozco a
mujeres que aceptan toda clase de torturas para mantenerse jóvenes",
dijo en una entrevista.
“Al escuchar sus historias, me di cuenta de que
nunca me inyectaría nada en la cara. La gente puede intentar detener el
tiempo, pero lo único que logran es dejarse ver como personas
inseguras".
Los dos inspectores designados son José Ángel Contrera de la Universidad de Burgos y Carmen Ruiz de la Universidad de Murcia.
Cristina Cifuentes, la semana pasada en una reunión del PP de Madrid.Vídeo: Atlas / Foto: Uly Martín
La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas
(CRUE) ha designado este lunes dos observadores externos en la
investigación abierta por la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) sobre el máster que cursó la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, en el año académico 2011-2012. Los dos observadores nombrados son el director del servicio de
Inspección de la Universidad de Burgos, José Ángel Contrera, y la jefa
del Área de Inspección de Servicios de la Universidad de Murcia, Carmen
Ruiz, según ha indicado la CRUE en un comunicado.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, delegada de
Gobierno en la capital en la época en la que cursó el máster, lleva 11
días sin aparecer en eventos públicos. Este miércoles tendrá que
comparecer en un pleno extraordinario de la Asamblea de Madrid para
contestar a preguntas de los diputados acerca de este tema.
La URJC intenta "aclarar posibles errores o irregularidades"
La CRUE ha adelantado un día la designación de los dos observadores (prevista inicialmente para este martes) solicitada por el rector de la URJC, Javier Ramos. Ramos añadía en una misiva que con este gesto se quiere "aclarar
posibles errores o irregularidades y determinar, en su caso, las
responsabilidades que pudieran derivarse". También argumentó que quiere
"ratificar" su "firme compromiso y el de la comunidad universitaria que
conforma la URJC de actuar con absoluto rigor y máxima transparencia". El presidente de CRUE, Roberto Fernández, puso en valor el
paso dado por la universidad, "uno más entre los muy adecuados que está
dando el rector de la Universidad Rey Juan Carlos para clarificar los
hechos". Fernández también defendió la "transparencia" de la URJC en
este tema aunque admitió que "debería haberse esperado un poquito más" a
la hora de salir a dar explicaciones públicamente sobre el supuesto
error en la transcripción de las calificaciones. La CRUE detalla que Ángel Contreras es licenciado en
Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y graduado en
Derecho por la UNED. Entró a formar parte del Servicio de Inspección de
la Universidad de Burgos en 2010 y en 2012 fue nombrado director del
mismo. Desde julio de 2016, es vicegerente de la Universidad de Burgos. La otra observadora designada por la CRUE, Carmen Ruiz, es
licenciada en Derecho y funcionaria del Cuerpo Superior de
Administradores de la Región de Murcia. Desde 1998, forma parte de la
asesoría jurídica de la Universidad de Murcia y actualmente es jefa del
Área de Inspección de Servicios de esta institución.
El guionista y productor padecía leucemia desde hace varios años, según ha informado el diario Daily News.
Steven Bochco posa para una fotografía en su oficina de Santa Monica, en California, en agosto de 2016.Chris PizzelloAP
El productor y guionista neoyorquino Steven Bochco, recordado por series como Canción triste de Hill Street (Hill Street Blues), La Ley de Los Ángeles (L.A. Law) y Policías de Nueva York (NYPD Blue),
ha muerto este lunes a los 74 años, según han informado medios locales,
que citan a sus allegados. A Bochco le diagnosticaron leucemia hace
varios años, según ha señalado el diario Daily News, que citó al representante del productor y a su familia.
"Steven
luchó contra el cáncer con fuerza, coraje, gracia y su insuperable
sentido del humor", detalló la familia de Bochco en un un comunicado
difundido por el rotativo, y agregó que al momento de su deceso estaba
acompañado por sus seres queridos.
De su prolífica carrera destacan éxitos como Canción triste de Hill Street, que ganó ocho premios Emmy en su temporada piloto y logró otras 98 nominaciones en los seis años siguientes. También las series televisivas La Ley de los Ángeles (1986-1994), Policías de Nueva York (1993-2005), Murder One (1995-1997) y City of Angels (2000), entre otras producciones. El productor anunció en agostro de 2016 que preparaba la vuelta de La Ley de los Ángeles,
la serie de abogados que se emitió durante ocho temporadas. Por aquel
entonces daba por superada su lucha contra el cáncer ("la batalla está
ganada, ya lo miro desde el retrovisor", dijo en una entrevista en el
programa The Rich Eisen Show). Acababa de publicar un libro donde narrara esa lucha y sus 50 años en el mundo de la televisión: Truth Is a Total Defense.
Wim Wenders.Ricky Dávila Iba para sacerdote y luego para pintor, pero acabó convertido en un gurú
del cine de autor europeo. Títulos como ‘Cielo sobre Berlín’ o ‘París,
Texas’, en el campo de la ficción, y ‘Buena Vista Social Club’ o ‘La sal
de la tierra’, en el género documental, forjaron una carrera que ahora
se prolonga en ‘Inmersión’: una historia de amor con el terrorismo
yihadista como telón de fondo . El presidente de la Academia de Cine
Europeo prepara además una película sobre el papa Francisco.
A WIM WENDERS (Düsseldorf, 1945) le gusta recordar que su personalidad
nació del choque entre dos individuos casi antagónicos: por un lado, el
chaval que estudió medicina y filosofía y se planteó muy seriamente
ordenarse sacerdote; por otro, el veinteañero que en 1966 estuvo un año
en París durante un curso y aprovechó para ver películas en la Cineteca
Francesa todos los días. “Algo de todo aquello quedó en mí, obviamente.
Ahora bien, ¿cuánto?”, ríe sosegadamente.
El actual presidente de la Academia de Cine Europeo es uno de los grandes del género de autor con títulos como París, Texas; Cielo sobre Berlín, El miedo del portero ante el penalti o Llamando a las puertas del cielo. Wenders ha sabido transitar de la ficción al documental con ejemplos como Relámpago sobre agua, Buena Vista Social Club, Pina o La sal de la tierra. Pero el 6 de abril estrenará en España una nueva ficción, Inmersión, que ha recibido críticas desiguales en Cannes.Narra una historia de amor que transcurre durante una semana entre una
biomatemática especializada en los fondos marinos (Alicia Vikander) y un
ingeniero hidráulico (James McAvoy). Ese encuentro es narrado en
sucesivos flashbacks por sus protagonistas: una, embarcada en
un peligroso viaje científico; el otro, secuestrado en Somalia por
terroristas yihadistas que han descubierto que es un espía. Y por encima
de todo sobrevuela el ritmo narrativo de Wenders, que no es el
predominante en el cine actual. ¿Inmersión está conectado con trabajos previos suyos? Puede que con Tierra de abundancia… y, si acaso, con El amigo americano, porque su semilla es una novela. En realidad, siento que piso territorios desconocidos y por eso me embarqué en Inmersión. A la vez que me llevaba a un territorio inexplorado, sentía que hablaba directamente a mi corazón.
Con Tierra de abundancia comparte su necesidad de decir algo sobre la realidad social. En aquel caso, sobre un Estados Unidos en guerra. En este, sobre el terrorismo. Correcto, y puede que Tierra de abundancia contenga más furia que Inmersión porque en aquel tiempo estaba muy enfadado con la política estadounidense. En Inmersión
nos centramos en un problema que supera lo nacional, el terrorismo, y
lo hacemos desde la ficción, no desde el documental. Porque así tienes
más libertad al abordar el tema. Porque así tienes más libertad al abordar el tema. Puedes
usar actores, música, en fin, contar una historia, no te constriñes a la
realidad. Como un pintor o un arquitecto, posees herramientas que te
otorgan un vuelo… que a veces no se alcanza con el documental.
Puede que Tierra de abundancia, con su
reflexión sobre la falta de cultura en EE UU, el patriotismo exagerado,
la desilusión que puede suponer vivir en un país así, sea más actual hoy
que cuando la estrenó. Puede, porque llegó demasiado pronto.
Estrenamos muy pegados al 11 de septiembre de 2001 y fue muy mal
interpretada. Cosas de la vida [risas]. Y aquí ha apostado por que sea una historia de amor la que guie la narración, antes que el mero drama social.
Es que no sé cómo podría haber afrontado tanta oscuridad en la película
sin la historia de amor. Las sombras que rodean a James en su viaje a
la yihad en África son tan espesas que necesitaba la luz del romance.
Creo que Martin Luther King llevaba razón. “La oscuridad no se puede
expulsar con más oscuridad; solo la luz lo logrará”, decía, y por eso
hemos ido por ahí. He aprendido que no se puede soltar sermones desde la
pantalla, que la película debe revelarse al espectador por sí misma. Y
más cuanto más complejo es lo contado. Creo que falta reflexión en el
cine actual, y desde luego para casos como el que mueve Inmersión,
que mezcla la investigación sobre el inicio de la vida en la Tierra y
la muerte que acompaña al ISIS, necesitamos algo de filosofía. ¿Europa no sabe cómo encarar el problema del ISIS? La cultura occidental falló ya hace años, y el ejemplo es el recibimiento que tuvo Tierra de abundancia,
estrenada en un momento crucial, cuando se declaró una guerra al
terrorismo que solo logró crear un nuevo terrorismo. Occidente provocó
el nacimiento de terroristas allí donde no los había. Empezamos con el
paso equivocado y seguimos bombardeando por bombardear, como si fuera la
solución. Vivimos el triunfo de la vanidad, de la creencia de que
nuestro pensamiento es el único posible. Vale para todos los campos.
¿No siente que se desvanece también la política cultural europea?
Estamos luchando denodadamente por ella. Es un problema de educación. Si seguimos sin enseñar cine o lenguaje audiovisual, nos perderemos como
cultura y como personas, porque nadie nos educa a ver imágenes. Otros artistas mutan su pensamiento con los años, pero usted no
parece haber cambiado en su interior. Al menos eso se intuye viendo su
cine. No creo que una persona cambie al hacerse cineasta y,
desde luego, según transcurre una carrera. Yo sigo con mi naturaleza
optimista, por ejemplo. Incluso cuando filmo temas muy controvertidos o
escabrosos, me niego a ser tragado por la oscuridad. No es saludable
vivir de la otra forma. Yo me dedico a hacer mis películas lo más
abiertas posibles y a aprender en el proceso de su realización. En este
caso, sobre la vida marina y la yihad. Dirigir es un estupendo modo de
aprender y de compartir lo aprendido. ¿Piensa mucho en qué hubiera pasado con usted si llega a convertirse en pintor en París, como ansiaba de joven?
Hubiera llevado una vida muy distinta, desde luego. Tengo muchos amigos
pintores y suelo ir a sus estudios. Por un lado, me provoca cierto
dolor, porque es la vida que escogí no vivir y a veces me arrepiento. Por otro, soy feliz con lo que hago y ya sé que las películas beben de
la pintura. En Inmersión me he permitido un pequeño homenaje a mi pintor favorito, Caspar David Friedrich. Pero ¿fue una decisión consciente o un cambio gradual el que le llevó de la pintura al cine?
Ocurrió poco a poco. Al principio para mí el cine fue una manera
distinta de acercarme al arte. Cuando empecé, se estudiaba sobre todo
los movimientos de cámara. Y desde luego muchos usaban la cámara como un
pincel. Yo mismo comencé con un cine no narrativo, más cercano a la
pintura, y lentamente descubrí el arte de contar historias, lo que
gradualmente me alejó de la pintura. Fue un proceso que duró un lustro y
hasta mi cuarta película aún pensaba en retornar a la pintura. Y así entró en el grupo del Nuevo Cine Alemán, con Fassbinder,
Von Trotta, Schlöndorff o Herzog. Por gustos, usted era el más afín al
cine americano y, por tanto, el bicho raro. Cuando creces, lo
haces dentro de la tradición. Werner Herzog lo hizo pegado a Murnau y a
un cine romántico. Fassbinder venía de Douglas Sirk, del melodrama. Y yo
encontré mi tradición en el clásico americano, en John Ford, Nicholas
Ray, Howard Hawks, Samuel Fuller… Y tuve la suerte de conocer a algunos
de mis héroes. Pero todos tuvimos claro desde el principio que esto no
era una limitación, sino un punto de apoyo desde el que encontrar
nuestro lenguaje. Y la belleza del Nuevo Cine Alemán es que no éramos
una escuela estética, en realidad es que no defendíamos ningún estilo en
común, y eso nos ayudó a ser felices, porque no competíamos entre
nosotros. Compartíamos distribuidoras, incluso productoras… Nos dimos
cuenta de que entendíamos el cine como un acto de solidaridad y, por
tanto, no había interferencias, solo ayuda. El director (derecha) con Dennis Hopper (izquierda) y Nicholas Ray, en el rodaje de 'El amigo americano'.Caterine Milinaire(Sygma/Getty) Nos dimos cuenta de que entendíamos el cine como un acto de
solidaridad y, por tanto, no había interferencias, solo ayuda. A nadie
le asustaba mostrar tu película al resto y escuchar los comentarios. Hoy
triunfa la competición y es improbable que se dé un grupo así entre
gente joven. Solo podíamos existir porque existían los otros.
Usted disfrutó de una provechosa y fructífera
colaboración en aquellos años con el escritor Peter Handke. ¿Qué
recuerda de esa etapa? Es mi más antiguo amigo. Nos conocimos
hace más de medio siglo. Le enseñé mi primer corto y me ofreció un libro
suyo, que entonces era un superventas, para que lo llevara al cine. Así
de sencillo. Empezamos a colaborar [Wenders recita de carrerilla los
numerosos proyectos en común], yo he producido las películas que él ha
dirigido. En fin, es mi hermano.
Y tras mucho tiempo sin películas en común, se reunieron hace dos años en Los hermosos días deAranjuez. Sí. Peter es dos años y medio mayor que yo y siempre me ha enseñado
cosas. Una de las primeras fue que puedes hacer lo que quieras si
confías en ti mismo y eres radical. Y Peter lo era mucho en sus inicios.
Mis primeras películas también lo eran. Y, sinceramente, no sé hasta
dónde hubiera llegado sin su ayuda ni sus guiones. Usted siempre ha honrado a otros artistas: pienso en películas como Pina, sobre la coreógrafa Pina Bausch, o Tokyo-Ga, sobre Ozu. Ha logrado que grandes directores aparezcan en sus filmes como actores.
En realidad la suerte no fue hacer cine con ellos o sobre ellos, sino
conocerlos. Yo he recibido grandes regalos de otros artistas como
cineastas, escritores, arquitectos… Supongo que es doloroso ver cómo fallecen esos homenajeados. Y
no puedo seguir sin preguntarle por Harry Dean Stanton y Sam Shepard,
actor y corazón de París, Texas, o el músico Ibrahim Ferrer, cuya muerte también fue un duro golpe para usted. Fui testigo de la muerte de Nicholas Ray.
Sufrí con la desaparición de Ibrahim y Harry Dean, y era muy amigo de
Lou Reed. Me hago mayor, pierdes a tus amigos… Viví unos días
maravillosos en el rodaje de Buena Vista Social Club, con
aquellos músicos setentones… Compay ya superaba los ochenta. Poco a poco
descubres que nunca estarán siempre contigo. Tres años después del
rodaje del documental volví a rodar un anuncio de ron, y al entrar en mi
habitación había un enorme ramo de rosas. Bajé a recepción porque pensé
que se habían equivocado al darme la habitación. Me dijeron que no, que
el ramo era para mí, a pesar de que yo creía que nadie sabía que estaba
en La Habana, y descubrí una nota entre las flores. Era de Compay
Segundo, donde decía que había pasado conmigo el mejor momento de su
vida. Y mira que era viejo [sonrisa].
Pero con Sam [Wenders para y se le escapa una lágrima]… Era
demasiado joven, tenía tanto por ofrecer [el director esconde su rostro
tras una taza de café].
Volviendo a la música, ¿sigue escondiendo los CD que mete en la maleta antes que la ropa? Peor aún, llevo un disco duro con 28 días de música… Ya no necesito compactos.
¿Y elige o deja que suene al azar? Le
cuento mi secreto. Empecé recopilando la música que tenía y me superó la
tarea. Así que comencé a calificar los discos de una a cinco estrellas y
logré un sistema en el que solo los álbumes de cinco estrellas entraran
en ese disco duro. Pues ahora ya ocupa 28 días… Y por eso tengo otro problema. No sé qué hacer. Yo lo pongo al azar y que suene lo que sea. Wenders (izquierda) y Peter Handke, en Berlín (1994).Rabau(Ullstein/Getty)Ry Cooder cuenta que nunca habría sido quien es si usted no le hubiera contratado cuando era casi un desconocido para París, Texas.Por suerte, yo tuve mucha libertad en aquella película. Le quise contratar tres años antes, para El hombre de Chinatown,
pero acababa de publicar su primer álbum y los estudios lo rechazaron. Le prometí que en cuanto pudiera le ficharía. Nuestro respeto es mutuo. París, Texas no hubiera logrado el éxito que obtuvo sin la música de Ry. ¿Podemos hablar más de París, Texas? Sé que
esa película es muy popular en España. En realidad, es un fenómeno
extraño. Hay filmes que se estrenan en su momento exacto, y eso pasó con
París, Texas. A mí me ha ocurrido un par de veces más, con Cielo sobre Berlín y Buena Vista Social Club. A veces las películas se estrenan demasiado pronto o demasiado tarde, y
no es tu decisión. Llámalo destino, suerte, como quieras… Harry Dean
Stanton estaba en su momento perfecto, era el primer guion de Shepard…
Nastassja estaba en el culmen de su carrera, y Ry estaba dispuesto a
demostrar su valía. Yo lo único que podía hacer era no cagarla, y lo
logré. En cambio, nadie hizo caso a Llamando a las puertas del cielo, y mira que estaban bien Sam Shepard y Jessica Lange.