Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 mar 2018

¿Por qué mataron a Gianni Versace?...................Carlos Megía |

Llega a nuestras pantallas 'American Crime Story: El asesinato de Gianni Versace', la serie sobre el homicidio del diseñador italiano cuyo móvil sigue siendo hoy una incógnita.

¿Por qué mataron a Gianni Versace?

Gianni Versace, acompañado de Carla Bruni y Naomi Campbell en 1992. Foto: Getty

En la mañana del 15 de julio de 1997 Gianni Versace fue asesinado en la puerta de su mansión de Miami Beach.

 El diseñador italiano de 50 años volvía a casa después de haber desayunado en una cafetería cuando Andrew Cunanan, un trabajador sexual de 27 años, le disparó a quemarropa en la nuca y el cuello.

 Versace murió al instante. Cunanan, que era perseguido por otros cuatro asesinatos, se suicidó ocho días después en una casa flotante, rodeado por la policía.

 Hasta aquí, los únicos hechos de los que se tiene verdadera certeza en uno de los crímenes más mediáticos de las últimas décadas.

 Un homicidio que cambió para siempre la industria de la moda, despertando una batalla por el control de la legendaria firma que resuena todavía hoy, con una heredera mayoritaria (su sobrina Allegra Beck) que tenía por aquel entonces 11 años de edad.

 Y una historia que reúne todos los ingredientes para atraer al cineasta Ryan Murphy, la mente detrás de la antología American Crime Story, que estrena ahora la segunda temporada con el chocante asesinato del modisto como detonante.

La primera entrega de la ficción, The people vs. O.J. Simpson, se confirmó como una de las grandes revelaciones de la temporada, logrando el Emmy y el Globo de Oro a la mejor miniserie. 

Un crimen sin resolver, exposición mediática, celebridades involucradas… Son varias las similitudes que emparejan el caso del jugador de fútbol americano con El asesinato de Gianni Versace, que acaba de llegar a la televisión española.

 Basado en el libro Vulgar Favors de la periodista Maureen Orth, la ficción está encabezada por un reparto estelar conformado por Édgar Ramírez (La chica del tren), Darren Criss (Glee), el cantante Ricky Martin y Penélope Cruz, que debuta en la pequeña pantalla dando vida a Donatella Versace. La producción de la serie no ha sido bien recibida por la familia del modisto, que ha atacado con dureza los hechos narrados en la misma con diferentes comunicados.

 Poco tiempo después de su vigésimo aniversario, la ficción intenta arrojar algo de luz sobre un homicidio cuyo móvil sigue siendo una incógnita. ¿Por qué Andrew Cunanan mató a Gianni Versace? 

Estas son todas las hipótesis que se manejaron en la investigación, veremos por cuál se decantan los guionistas. 

Gianni Versace

En el centro, Donatella Versace y su hija Allegra, quien heredaría la mayor parte de la fortuna de Gianni

 Versace. Foto: Getty


Gianni Versace
Entrada de la mansión de Gianni Versace, lugar de su asesinato en julio de 1997. Foto: Gtres
Hipótesis de la mafia
Una paloma muerta encontrada junto al cadáver del modisto desató todo tipo de conjeturas sobre si Cunanan era en realidad un sicario a sueldo. Aunque no se encontraron más pruebas que apoyaran la hipótesis, la publicación del libro Metastasi en 2010 reabrió la polémica. Giuseppe Di Bella, un ex miembro de la mafia calabresa (hogar natal de Gianni Versace), aseguró que el asesinato fue un ajuste de cuentas ordenado por el padrino Paolo de Stefano, con quien el diseñador tenía deudas pendientes. 
 A través de la firma de moda, el mafioso supuestamente blanqueaba “montañas de dinero” procedentes de sus oscuros negocios.
 Di Bella, que fue informante de la policía, también describía el plan para robar las cenizas de Versace de un cementerio cercano al lago de Como para chantajear a sus seres queridos. 
Pero jamás se llevó a cabo. Todas las declaraciones fueron desmentidas por la familia Versace que las tachó de “vergonzosas” y anunció acciones legales contra Di Bella.

Hipótesis del SIDA
En su juventud, Andrew Cunanan era un conocido gigoló en la vida nocturna de la costa californiana. Tenía fama de entablar relaciones con hombres mayores y poderosos, que le agasajaban con grandes cantidades de dinero y regalos caros. También mentía sobre su identidad, haciéndose llamar Andrew Da Silva e inventando realidades alternativas en las que unas veces era el gerente de una fábrica en México y otras el heredero de una adinerada familia filipina. 
Pero en 1997 sus días como toy boy habían acabado.
 Sus últimas parejas le habían abandonado, tenía fascinación por la figura de Hitler y había ganado mucho peso. Pese a que la policía no hizo público este aspecto, todos los indicios apuntan que había contraído el SIDA.
 La noticia de su enfermedad despertaría una supuesta sed de venganza en Cunanan, que decidió acabar con la vida de los hombres que podrían haberlo contagiado.
 Así se explicarían las muertes de Trail, Manson y Miglin, pero no tanto la de Gianni Versace, ya que la naturaleza de su relación jamás se ha aclarado.

Hipótesis de los celos
Las autoridades confirmaron que Gianni Versace y Andrew Cunanan habían coincidido en el pasado. La primera vez, en el club gay Colossus de San Francisco, donde ambos residían a principios de los 90. La revista Time publicó otra supuesta aproximación, en el backstage de la Ópera de la misma ciudad. Versace creyó reconocer a Cunanan de un encuentro anterior en el lago de Como. 
 “Gracias por recordar un momento tan agradable”, contesto él. Pese a todo, no ha sido ratificado que el sociópata realmente visitara Italia alguna vez en su vida. Sea como fuere, los posteriores encuentros entre el diseñador y su asesino siguen siendo un misterio. 
Durante la investigación, la policía confirmó que Versace y su novio Antonio D´Amico habían contratado los servicios de varios prostitutos.
 Si Cunanan hubiera sido uno de ellos, sostendría la teoría de la venganza contra los hombres que podrían haberlo contagiado, pero la pareja del modisto jamás corroboró tal circunstancia.
 En otro artículo de 1997, El País se hacía eco de la entrega de fotos y vídeos al FBI de una mujer brasileña que mostraban a Cunanan y Versace en una fiesta celebrada en Miami Beach el 13 de julio, dos días antes del asesinato. Por otro lado, Vanity Fair recoge las declaraciones de un amigo de Cunanan que confesó al FBI que este no estaba obsesionado con Gianni Versace, sino con alguien que formaba parte de su equipo. 
 Puede que hasta del propio Antonio D´Amico, convirtiendo el homicidio en un crimen pasional.

 Después de meses de pesquisas, un informe de 700 páginas, 13 vídeos, 17 cintas de audio y docenas de fotografías, ningún móvil pudo llegar a confirmarse.
 Nadie expresó mejor la decepción de la investigación como el encargado de la misma, el jefe de la policía de Miami, Richard Barreto: “No podemos establecer un motivo. Podría ser un robo. Podría ser el hecho de Andrew Cunanan buscando fama tiroteando a una persona de este calibre. Podría ser venganza. A todos nos gustaría saberlo, especialmente en un caso de perfil alto como este.
 Desafortunadamente, la verdadera respuesta es que nos hemos hundido con el barco, por decirlo de alguna forma”. Veremos si la serie que acaba de llegar a la parrilla ayuda a reflotarlo.

El abogado de Ana Julia revela la preocupación de su clienta por encontrarse con otras internas en prisión

Recuerda que la primera vez que vieron a la asesina confesa de Gabriel "estaba en un estado de ataque de nervios". 

 

LA SEXTA
El periodista Manuel Marlasca ha entrevistado, en el programa de LaSexta Expediente Marlasca, a Esteban Hernández y Beatriz Gámez, abogados de Ana Julia Quezada, asesina confesa del pequeño Gabriel.
Hernández, quien ha visitado este sábado en prisión a Ana Julia por humanidad, "para prestarle apoyo y ver cómo se encuentra", sobretodo "teniendo en cuenta que no tiene a mucha gente en España", ha reconocido que su clienta "estaba preocupada de encontrarse con otras internas", si bien "en prisión se relajan".
"En la cárcel están mejor que en un centro de detención, en unos calabozos", ha explicado el letrado, quien ha recordado que la primera vez que vieron a Ana Julia "estaba en un estado de ataque de nervios que nos hizo muy difícil comunicarnos".
No obstante, Hernández ha matizado que "es de suponer que con el protocolo antisuicidio se le administre ansiolíticos, lo que ayuda en ese trance".
El abogado de Ana Julia ha reconocido que en este momento tienen el trabajo más difícil posible, "por su repercusión mediática y lo dramático del asunto", si bien "tenemos la obligación de cumplir con nuestra obligación legal y deontológica".
Asimismo, Hernández ha explicado que la decisión de colaborar con la Guardia Civil fue de Ana Julia, y que los letrados tienen una labor de asesoramiento técnico:
 "Eso fue espontáneamente, ella dijo que quería declarar y así lo hizo", matiza.

18 mar 2018

Famosas con y sin photoshop

Penélope Cruz


 

El suicidio de las hermanas vírgenes aguanta el paso del tiempo

Las adolescentes de Jeffrey Eugenides cumplen 25 años con nuevas reediciones y trazando el camino a otras novelas.

 

Fotograma de la película Las Vírgenes Suicidas, de Sofia Coppola.
  El año 1993, Jeffrey Eugenides (Detroit, 1960), por entonces un completo desconocido que decía escribir por las noches y amaba por igual a Joann Beard y a Henry James, a Vladimir Nabokov y a George Eliot, publicaba su primera novela, un artefacto delicadamente macabro titulado Las vírgenes suicidas. 
 La idea se la había dado la niñera de su sobrino. Al parecer, la chica tenía un puñado de hermanas.
 Y todas habían intentado suicidarse en algún momento siendo aún adolescentes. 
Eugenides imaginó qué hubiera pasado si todas lo hubieran conseguido.
 También, qué hubiera pasado si él hubiera vivido en el mismo barrio que ellas.
 Y aquella misma noche se puso a escribir la historia de las malogradas hermanas Lisbon –Cecilia, Lux, Bonnie, Mary y Therese–, cinco hijas del vacío existencial del suburbio norteamericano, y de la idea, siempre sospechosa, de la familia perfecta.
 Eugenides se alejaba, aunque no demasiado, de la crueldad quirúrgica del brat pack, el pequeño grupo de escritores que había revolucionado –y todavía lo estaba haciendo– la narrativa norteamericana de finales de los ochenta, a saber, Bret Easton Ellis, Jay McInerney, Jill Einsenstadt, y se erigía en una suerte de híbrido salvajemente nihilista entre el vacío de la vida en los suburbios del siempre brillante John Cheever –el primero en apuntar y disparar, con éxito, contra el estigma de lo aniquilador que resulta tenerlo todo– y el aparente ideal de la vida familiar (numerosa y) perfecta y, en realidad, disfuncionalmente dolorosa, de J.D. Salinger, y sus hermanos Glass.
 Era inevitable, era cuestión de tiempo, que su universochocase con el de Sofia Coppola,que nunca jamás (lo dijo en su momento) se había planteado dirigir una película hasta que leyó la novela.
 “Vi en ella cosas que no había visto en ninguna parte.
 Me dio la sensación de que Eugenides entendía perfectamente lo que era ser adolescente: el deseo, la melancolía, el misterio que existe entre chicos y chicas.
 Toda esa confusión”, escribió la hoy reputada directora cuando le pidieron que hablase sobre el porqué de todo aquello.
 Y lo cierto es que la huella del clásico de Eugenides –cuya carrera despegó estratosféricamente a partir de su segundo asalto, Middlesex, Pulitzer mediante– no sólo está presente en el estilo de la ya toda una experta en retratar la soledad y la desorientación adolescente, sino que perla incluso el narrador en plural de un fenómeno como Big Little Lies– recordemos que la historia de las chicas Lisbon la cuentan los chicos del barrio, en un ejercicio de punto de vista ampliado que no tenía demasiados adeptos por entonces– y, por supuesto, el resto de cine que tiene que ver con dinamitar la vida de suburbio (Todd Solondz) o la idea de familia (disfuncional) perfecta (Wes Anderson).

Otros espejos

En la literatura, Eugenides tiene otros espejos en los que mirarse. La siempre corrosiva y mordaz A. M. Homes ha hecho arder hasta los cimientos y en más de una ocasión –Música para corazones incendiados, Ojalá nos perdonen– a la aburrida (y frustrada) y vacía clase media norteamericana, y la aún por explotar Celeste Ng –Todo lo que no te conté– está siguiendo los pasos de uno y otra, a su manera: en sus historias, es siempre el forastero, el que viene de algún otro lugar, el que intenta adaptarse a esa vida que nadie calificaría de infierno en llamas pero en realidad lo es.
 ¿Y qué hay de la desorientación existencial, del inevitable limbo adolescente?
 Es muy probable que jamás hubiera existido Emma Cline, la Emma Cline escritora de Las chicas, si antes no hubieran existido las chicas Lisbon, y quizá, tampoco entenderíamos la eterna adolescencia de los personajes beckettianos de Tao Lin sin ellas. Han pasado 25 años, pero ellas siguen como el primer día. 
No envejecen.
 Se mudaron al País de Nunca Jamás.
 La última reedición española de Las vírgenes suicidas no tiene ni tres meses (data de enero de este mismo año). 
Y no es la primera, evidentemente.
 Desde su irrupción en el mercado hispano (octubre de 1994), la novela se reimprime con una regularidad pasmosa. 
Desde 2013, ha habido una nueva edición por año. ¿Por qué?
 La respuesta la dio su propio autor, hace más de una década: no sólo se aproxima a la adolescencia desde la propia nebulosa de la adolescencia y lo hace pavorosamente bien, sino que trata el suicidio como lo que es: un misterio sin solución.
 “La novela va sobre la inadmisibilidad del suicidio, sobre el hecho de que nunca vamos a poder identificar la razón por la que alguien se suicida”, dijo.
 Leemos, aún, para intentar entender. Y lo seguiremos haciendo, siempre.

Fotograma de la película Las Vírgenes Suicidas, de Sofia Coppola.