Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 ene 2018

El cambio radical y feminista del fin de ‘Carmen’ escandaliza a Italia

El Maggio Musicale de Florencia estrena una versión de la obra de Bizet donde la protagonista mata a su maltratador

El montaje pretende denunciar el problema de los feminicidios.

  • Un momento de 'Carmen', en la Opera de Firenze.

 Hasta dónde puede el arte reescribirse para seguir las exigencias políticas, éticas y morales de cada época o para denunciar problemas actuales?

 El teatro del Maggio Musicale de Florencia decidió el pasado domingo, de forma más o menos voluntaria, experimentarlo y estrenó una Carmen de Bizet que supone un insólito paso más allá en esta reflexión.

 Los espectadores comprobaron cómo en el último acto de la propuesta del director de escena Leo Muscato la protagonista arrebata una pistola a Don José y le descerraja un tiro.

 El resultado: muere el maltratador y no su víctima.

 El motivo, explican los responsables del teatro, era denunciar la violencia contra las mujeres, que deja un cadáver en Italia cada tres días y cuya lucha carece de altavoces relevantes.

 Pero en un país donde la lírica es religión, manipular la conclusión de una obra poniendo en riesgo su significado ha generado el efecto contrario.


La supervivencia de la ópera obligó el siglo pasado a proponer todo tipo de experimentos sobre los escenarios.
 Directores como Peter Sellars transportaron principios de los ochenta las obras clásicas al mundo contemporáneo —el punto de inflexión fue su Don Giovanni inyectándose heroína sobre el escenario del Monadnock Music Festival de Manchester en 1980— y, desde entonces, la tentación de adaptar los clásicos ha constituido el mainstream de la modernidad teatral. 
También esta Carmen, ambientada en un asentamiento de gitanos rumanos en la periferia de una gran ciudad italiana y con un Don José convertido en policía antidisturbios.
 Pero esa no es la cuestión que le ha costado a Muscato los abucheos de una parte del público, amenazas en las redes sociales y hasta la incomprensión de grandes amigos, como relata a este periódico sin comprender todavía la polémica desatada.
Pero los defensores de Muscato, entre los que se cuenta el alcalde de Florencia, Dario Nardella —violinista, presidente del teatro en cuestión y gran aficionado a la ópera—, alegan que se trataba de una provocación político-social fundada en las obligaciones del arte de llamar la atención sobre las cuestiones contemporáneas. “Aprecio su elección porque lo hizo con un objetivo preciso: reflejar un tema gravísimo y serio en Italia como es la violencia contra las mujeres.
 Ha habido un gran debate y muchas críticas.
 Pero algunas no las he entiendo. 
No es una cuestión ideológica sobre cambiar una ópera o su significado. 
El teatro debe ser denuncia, la cultura debe ser reinterpretada en el tiempo presente.
 Y vale también para la gran cultura del pasado.
 Eso no significa cambiar el pasado, no soy un estúpido que piensa en rescribir el arte.
 El mensaje de la elección de este director de escena es social y cultural: llamar la atención sobre una cuestión tan seria como son los feminicidios”, señala Nardella a EL PAÍS.

Muscato, al teléfono, se muestra abatido por la polémica. “Se ha creado una polvareda exagerada, gratuita”, señala. Las 6 funciones —1.600 localidades por noche— están agotadas y el superintendente del teatro, de quien partió la idea de cambiar el final, quiere reponerla. Pero el escarnio público, sumado al infortunio de que la pistola con la que Carmen mata a Don José falló estrepitosamente en el estreno, se ha vuelto insoportable. “El único motivo por el que acepto llevar un clásico a escena es para que suscite un debate y un motor de emociones. No buscaba epatar. Yo nunca hablé de feminicidio, pero me alegra que se vea así”, explica mientras rechaza la etiqueta de políticamente correcto y le da la vuelta al argumento. “Me preocupa que ya no tengamos la libertad cultural e intelectual de dejarnos sorprender. No me pueden mandar a la hoguera sin ver toda la ópera”. De momento, quien quiera hacerlo ya no encontrará entradas.

9 ene 2018

La Fiscalía no presentará cargos contra Polanski por el acoso a una menor en 1975 porque ha prescrito

Marianne Barnard aseguró que fue molestada sexualmente por el realizador durante una sesión fotográfica en la que la retrató desnuda.

Roman Polanski en el Festival de Zúrich, el 2 de septiembre del 2017.
Roman Polanski en el Festival de Zúrich, el 2 de septiembre del 2017. EFE

 

La Fiscalía no presentará cargos contra el cineasta Roman Polanski por un episodio de acoso sexual a una menor de 10 años que presuntamente tuvo lugar en 1975 ya que el caso ha prescrito, informó hoy Los Angeles Times.
 La asistente del fiscal del condado de Los Ángeles Michele Hanisee rechazó de manera formal acusar a Polanski por las alegaciones formuladas el pasado diciembre por Marianne Barnard, quien aseguró que fue acosada sexualmente por el realizador durante una sesión fotográfica en la que el cineasta la retrató desnuda.
Aunque cuando salió a la luz ya se preveía que el caso no prosperaría por ser demasiado antiguo, la Policía de Los Ángeles investigó las acusaciones porque puede usar las pruebas que encuentren para ayudar a esclarecer otros casos en los que Polanski está envuelto.
El pasado agosto, otra mujer, identificada como Robin M., denunció públicamente en Los Ángeles que Polanski abusó de ella en 1973 cuando era una adolescente de 16 años. 
Se unía así a otras mujeres que en el pasado señalaron por abusos al director como Charlotte Lewis en 2010 y Samantha Geimer en 1977.
 El director se declaró culpable en el caso de Geimer, pero se fugó a Europa antes de recibir su condena.
Polanski, que ahora tiene 84 años, presentó en febrero una serie de documentos para regresar a Estados Unidos y cerrar el caso sin tener que pasar por prisión, pero un juez de Los Ángeles rechazó su propuesta en abril.
En 1977, Polanski, que tenía 43 años entonces, drogó y obligó a Geimer, de 13, a mantener relaciones sexuales después de una sesión fotográfica, delito por el que fue arrestado.
 Polanski se declaró culpable y pasó 42 días en la cárcel, pero estando en libertad bajo fianza y ante el temor de tener que volver a prisión para cumplir una condena mucho más severa, huyó de EE UU a finales de 1978.

El cineasta argumentó para su huida que en su día llegó a un acuerdo con las autoridades para cumplir únicamente 48 días entre rejas, pero defendió que escapó del país porque el magistrado Laurence Rittenband pretendía imponerle una condena más dura de la pactada.
Este embrollo judicial ha restringido su libertad de movimiento por todo el mundo durante años por miedo a que Estados Unidos reclamara su extradición.

Cien artistas francesas contra el “puritanismo” sexual...... Álex Vicente

Un manifiesto firmado por la actriz Catherine Deneuve o la escritora Catherine Millet se opone al movimiento #MeToo.

Catherine Deneuve, en el festival de Cannes de 2015.
Catherine Deneuve, en el festival de Cannes de 2015. REUTERS

 En Hollywood, el movimiento Time’s Up, apoyado por más de 300 actrices, logró teñir de negro la ceremonia de los Globos de Oro en protesta contra las agresiones sexuales. 

En Francia, un colectivo formado por un centenar de artistas e intelectuales tomó este martes la dirección contraria al firmar un manifiesto opuesto al clima de “puritanismo” sexual que habría desatado el caso Weinstein

La tribuna, publicada en el diario Le Monde, está firmada por conocidas personalidades de la cultura francesa, como la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la cantante Ingrid Caven, la editora Joëlle Losfeld, la cineasta Brigitte Sy, la artista Gloria Friedmann o la ilustradora Stéphanie Blake.

“La violación es un crimen.
 Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”, afirman las autoras de este manifiesto. “Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario.
 Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices”, defienden las firmantes, que lamentan que se haya convertido a las mujeres en “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas”.
 Entre las impulsoras del manifiesto se hallan personalidades que ya habían expresado opiniones opuestas a este movimiento, cuando no abiertamente contrarias a ciertas luchas del feminismo.
 Por ejemplo, la filósofa Peggy Sastre, autora de un ensayo titulado La dominación masculina no existe, o la escritora Abnousse Shalmani, que en septiembre firmó una columna donde describía el feminismo como un nuevo totalitarismo. 
“El feminismo se ha convertido en un estalinismo con todo su arsenal: acusación, ostracismo, condena”, dijo en el semanario Marianne.
 Por su parte, la periodista Élisabeth Lévy ha tildado de “infecto” el movimiento iniciado por etiquetas como #MeToo o #balancetonporc (“denuncia a tu cerdo”). 
En un registro más moderado, Deneuve también se opuso a este fenómeno a finales de octubre.
 “No creo que sea la forma más adecuada de cambiar las cosas. ¿Después qué vendrá? ¿'Denuncia a tu puta'? Son términos muy excesivos.
 Y, sobre todo, creo que no resuelven el problema”, declaró entonces.
 También Millet, crítica de arte y autora del relato autobiográfico La vida sexual de Catherine M., se ha opuesto repetidamente a un feminismo “exacerbado y agresivo”.

Las firmantes aseguran que las denuncias registradas en las redes sociales se asimilan a “una campaña de delaciones y acusaciones públicas hacia individuos a los que no se deja la posibilidad de responder o de defenderse”. 
“Esta justicia expeditiva ya tiene sus víctimas: hombres sancionados en el ejercicio de su oficio, obligados a dimitir […] por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, hablado de cosas intimas en una cena profesional o enviado mensajes con connotaciones sexuales a una mujer que no sentía una atracción recíproca”, dicen en la tribuna. 
También advierten el regreso de una “moral victoriana” oculta bajo “esta fiebre por enviar a los cerdos al matadero”, que no beneficiaría la emancipación de las mujeres, sino que estaría al servicio “de los intereses de los enemigos de la libertad sexual, como los extremistas religiosos”.
Efectos en la cultura
El manifiesto alerta también sobre las repercusiones que este nuevo clima podría tener en la producción cultural.
 “Algunos editores nos han pedido […] que hagamos a nuestros personajes masculinos menos 'sexistas', que hablemos de sexualidad y amor con menos desmesura o que convirtamos 'los traumas padecidos por los personajes femeninos' en más explícitos”, denuncian las firmantes, oponiéndose también a la reciente censura de un desnudo de Egon Schiele en el metro de Londres, a la petición de retirar un cuadro de Balthus de una muestra del Metropolitan de Nueva York o a las manifestaciones contra una retrospectiva dedicada a la obra Roman Polanski en París.
“El filósofo Ruwen Ogien defendió la libertad de ofender como algo indispensable para la creación artística.
 De la misma manera, nosotras defendemos una libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”, suscriben las cien firmantes del manifiesto.
 “Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio a los hombres y a la sexualidad”, concluyen. 
El texto generó este martes malestar entre las asociaciones feministas en Francia, que lo atacaron en las redes sociales. “Indignante.
 A contracorriente de la toma de conciencia actual, algunas mujeres defienden la impunidad de los agresores y atacan a las feministas”, declaró la asociación Osez le féminisme.

 

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