Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 ene 2018

Carla Bruni y Nicolas Sarkozy: 10 años de un matrimonio en el que pocos creyeron

Un buen sexo, amistad y fidelidad son los secretos de esta pareja que nació en el Elíseo con la sospecha de que era un montaje para beneficiar al entonces presidente.

Carla Bruni y Nicolas Sarkozy en la gala solidaria contra el Alzheimer en Paris, en enero de 2017.
Carla Bruni y Nicolas Sarkozy en la gala solidaria contra el Alzheimer en Paris, en enero de 2017.

 

Cuando se hizo pública la relación de Carla Bruni con Nicolas Sarkozy semanas después de que el político se convirtiera en presidente Francia, pocos daban un duro por la pareja.
 Pero el próximo día 2 de febrero cumplen su décimo aniversario -aunque comenzaron a convivir antes- y todo indica que en plena forma
Su relación salió a la luz en diciembre de 2007.
  "Estamos muy enamorados", proclamó Bruni.
 "La nuestra es una auténtica historia y no un amorío organizado por un experto en imagen".
 Lejos del Elíseo, la cantante ha recuperado su carrera musical.
 Un nuevo trabajo la traerá a Bruni a España el próximo miércoles. Se trata de French Touch, compuesto por versiones de 11 temas de artistas como The Rolling Stones, Depeche Mode, AC/DC, Lou Reed o ABBA entre otros. 
En esta gira ha hablado de su vida personal y desvelado algunos de los secretos de un matrimonio en el que muy pocos creyeron.
El sexo. 
"Me sigue atrayendo mi hombre. El sexo con él también es fantástico. 
Me aseguro de que siempre haya un poco de misterio”, ha desvelado Bruni. 
“Creo que es importante sentirte muy atraído por la persona con quien te casas.
 Cuando en una pareja ya no hay ningún misterio y no se desean el uno al otro, es cuando se sienten tentados a engañarse, a mentir y, entonces, se acabó”, ha dicho la exprimera dama.
Deseo y amistad. Bruni cuando era primera dama callaba, pero ahora habla sin cortarse. 
"En un matrimonio, debe haber deseo y amistad por ambas partes. Cuando él vivía en el hermoso palacio que es el Elíseo”, ha contado Bruni a la web estadounidense de moda y estilo Refinery29
 “Si no tenía cenas de trabajo, yo le llevaba todas las noches a casa para que pudiéramos compartir una comida y hablar juntos, porque somos amigos.
 En una relación también debes de estar muy cómodo, porque solo fuego y pasión conducen a la destrucción”, ha añadido a este medio.
Carla Bruni y Nicolas Sarkozy en Paris en 2015.foto
Carla Bruni y Nicolas Sarkozy en Paris en 2015.
Alcohol. La ex primera dama vivió antes de conocer a Sarkozy una existencia muy diferente, en un mundo de artistas en el que abundaban los excesos. 
"Nicolás me salvó de ser alcohólica", declaró en una de sus últimas entrevistas al diario The Times
"Él nunca bebe, ¿puedes creerlo? Me encanta el vino y el champán, pero no bebo si no somos dos.
 No voy a abrir una botella para mí, porque no es muy divertido beber solo", dijo.
Fidelidad. También se declara una mujer fiel
Ella que hace años tuvo parejas abiertas y huyó de los compromisos.
 "Si me enterara de que mi marido me engaña, me lo tomaría muy mal, realmente mal, eso seguro. 
Podría llegar a cometer alguna atrocidad, como cortarle la garganta o las orejas mientras duerme, por ejemplo", ha confesado.
 "Creo que hay que evitar serle infiel a tu pareja si se puede, es algo muy peligroso. 
Es uno de los caminos que acaba conduciendo a la separación. Además, desde mi punto de vista la fidelidad es una condición esencial en un matrimonio", ha añadido.

Política. En 2014, Carla Bruni aseguró que odia la política y el reflejo que la prensa ofrece de ella, pero su presencia en la vida de Sarkozy ayudó a conformar la imagen de un político felizmente casado, un sentimental dispuesto a reconducir a Francia por el buen camino. “A Nicolas le gusta resolver los problemas”, aseguró. “Yo prefiero no tenerlos”.
Nicolas Sarkozy y Carla Bruni en Niza en julio de 2015. 
Nicolas Sarkozy y Carla Bruni en Niza en julio de 2015.
Hijos. Son padres de una niña en común, Giulia, de seis años, y ella tiene otro hijo, Aurélien de 15 años, fruto de su relación con el filósofo Raphaël Enthoven.
 De Aurélien, se sabe que quiere ser paleontólogo, que es comunista y amante del heavy metal, pero quizá lo que más sorprende es que, junto a su amigo Julien, tiene un canal en YouTube, Motorsport Gigantoraptor, que cuenta con 33.000 seguidores, en el que habla de manera sencilla sobre temas científicos.

Meryl Streep pide a Melania e Ivanka Trump que se posicionen ante el acoso sexual

“No quiero escuchar hablar más de mi silencio (...) Quiero que ambas hablen ya”, dijo la actriz durante una entrevista realizada por el actor Tom Hanks.

 

Meryl Streep, durante su discurso en los Globos de Oro.
Meryl Streep, durante su discurso en los Globos de Oro. EFE
 
El escándalo del caso Harvey Weinstein sigue afectando a Meryl Streep
La actriz, acusada de mantener durante años un silencio cómplice ante los abusos sexuales que cometió el poderoso productor, ha vuelto a ser preguntada sobre el asunto en una entrevista realizada por el actor Tom Hanks, su compañero de reparto en la película Los archivos del Pentágono.
  Y ha respondido tajantemente. “No quiero escuchar hablar más de mi silencio. Lo que quiero es escuchar sobre el silencio de Melania Trump. 
Quiero saber qué tiene que decir al respecto porque estoy segura de que ella tiene cosas más valiosas que decir que yo. 
Ivanka también debería hacerlo. Quiero que ambas hablen ya”, remató.
En la larga entrevista Hanks aborda la postura que tomó la actriz ante los abusos de Weinstein.
 Muchos cuestionaron a la intérprete por haberse pronunciado cuatro días después y no inmediatamente.
 A lo que ella ha respondido alegando que si no lo hizo inmediatamente fue porque no maneja ni Twitter ni Facebook y porque necesitaba tiempo para pensar. 
No sabía de los acuerdos financieros que tenía con actrices y colegas; no sabía de los encuentros en su habitación de hotel o en su baño, ni de otros actos inapropiados y coercitivos”, dijo en la carta que envió al Huffington Post donde no solo repudió los actos del poderoso productor sino que tildó de heroínas a las mujeres que se atrevieron a romper el silencio y denunciar los abusos de Weinstein.
Una vez más la oscarizada actriz repitió que se dio cuenta de que no sabía nada sobre el productor al que una vez llamó "Dios". 
"Haces películas, crees que lo sabes todo de todo el mundo. Mucho cotilleo. 
No sabes nada", explica.
 “Hay un nivel en el que la gente es inescrutable. 
Y sí, esto ha sido un shock porque algunos de mis compañeros, algunos muy queridos, han sido salpicados por este escándalo. 
Pero Weinstein no era uno de ellos”. Es justamente esa falta de relación personal por la que la estrella de Hollywood asegura sentirse tan molesta pues en la campaña que se ha iniciado en su contra se asegura que ella mantenía una estrecha amistad y que había ignorado los abusos cometidos por el productor.
 Y fue allí cuando afirmó que en Estados Unidos hay gente que sí debería hablar para cambiar la situación y todavía no lo ha hecho.
 

El Chicle, un correo de los narcos expulsado por traidor

 

El autor de la muerte de Diana Quer se convirtió en la oveja negra del clan de Os Fanchos cuando reveló que su tío le había metido dos paquetes de coca en el coche.

José Enrique Abuín Gey, durante el registro de su vivienda el pasado domingo. VÍDEO: ATLAS
La orden en clave a través de los móviles pinchados, aquel 7 de agosto de 2007, era servir "dos metros de arena" para una obra en Ourense, pero lo que los agentes se toparon en el Fiat Bravo de José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, Chiquilín o El Chiqui, autor confeso de la muerte de Diana Quer, fueron dos paquetes de coca.
 Había estallado la Operación Piñata, cuyos resultados en cantidad y pureza de la droga fueron inmensamente mayores de lo que auguraban los investigadores.
 Abuín Gey, el fitipaldi de la familia (que en 2010 y 2011 fue detenido por conducir sin carné), amigo de la velocidad y más despierto al volante que en la oscura diplomacia del negocio de la fariña, apenas tardó en cantar. 
Delató a su tío Rafael Rivas como cabecilla del grupo de Os Fanchos y cayó inmediatamente en desgracia.
 Fue apartado por chivato, por no respetar ni con sus parientes maternos el silencio que exigen los clanes como norma más sagrada de su ética.
"Hay un código de conducta sin el que los clanes de la ría no funcionan", explica una persona vinculada a históricas investigaciones en Arousa. 
"El que traiciona a la familia y la vende para obtener beneficios cuando se avecina un juicio queda marcado para siempre".

Con el tiempo, El Chicle se hizo deportista, se apuntó a un club de Moraña (Pontevedra) y se tomó muy a pecho su afición al atletismo, aunque desde hace medio año no corría tanto por culpa de una lesión y una operación en el hombro derecho
Después de algunos empleos efímeros, últimamente buscaba liquidez económica en el marisqueo furtivo y en los hurtos de gasoil y mercancías en las zonas portuarias. 
Su carrera en el mundo de la droga ya había quedado atrás por su traición al clan familiar de Os Fanchos, originario de la zona limítrofe entre los municipios coruñeses de Boiro y A Pobra do Caramiñal, la localidad de la que faltó Diana Quer en la madrugada del 22 de agosto de 2016.
 Aunque antes de todo esto tuvo tiempo de verse involucrado con otros Fanchos en al menos un par de juicios: el de la Piñata, por delitos contra la salud pública, y otro por lesiones a un hombre, con bate de béisbol y estilete, a las puertas de una discoteca, de la que El Chicle acabó saliendo absuelto.
El hombre que cuando se supo sospechoso de la desaparición de Diana Quer aleccionó a su esposa y dos cuñados, para que construyeran su coartada contando que aquella noche se la habían pasado robando combustible, no se lo pensó dos veces a la hora de cantar contra su familia. 
Reveló que su tío era el que le había ordenado el transporte de la droga en su Fiat y también el almacenaje de otros 17 paquetes y dos bolsas en la casa de sus padres, esa vivienda familiar del lugar de Asados (Rianxo) donde él se crió y que solo se encontraba a 200 metros de la nave con pozo donde nueve años después se desembarazó del cuerpo de Quer tras su muerte.
El registro de la casa de sus padres el 8 de agosto de 2007 sacó a la luz más de 19 kilos de cocaína de en torno a un 80% de pureza, pero en principio se declaró nulo porque El Chicle, detenido desde un día antes cuando se hallaron las dos tabletas (algo más de kilo y medio) en su coche, no estaba presente.
 En el juicio en la Audiencia Provincial de A Coruña, en el año 2015, José Enrique Abuín habló y dio todo lujo de detalles mientras otros investigados en la causa se acogieron a su derecho a no declarar.
 Llegó a decir que él no sabía lo que le había dado a guardar su pariente materno, pero fue condenado.
 A pesar del enorme volumen de droga localizada, que se valoró en 757.000 euros, por las dilaciones indebidas El Chicle solo fue condenado a pagar 300.000 euros y a dos años y seis meses de cárcel de los que únicamente cumplió una pequeña parte.
 Su abogado recurrió el fallo al considerar que se había vulnerado su presunción de inocencia y en mayo de 2017 el Supremo desestimó el recurso.
 En otras circunstancias y con otros ritmos procesales, quizás no le habría dado tiempo de cruzarse con Diana Quer en su camino, pero la sentencia, hoy, todavía se encuentra en fase de ejecución. 

 

 

 

Leonard Bernstein: la leyenda musical a la que espió el FBI

 

La figura del director y compositor de ‘West Side Story’, narcisista, bisexual, comunicador, no hace más que crecer en el centenario de su nacimiento.

El presente es un tiempo miope. Lo ves de cerca, pero de lejos se difumina. 
La época en que vivió Leonard Bernstein (Lawrence, Massachusetts, 1918-Nueva York, 1990), hubo un trono musical ocupado por un emperador de su misma generación: Herbert von Karajan.
 En su terreno, el austriaco lo dominaba todo y fue muy hábil aliándose con un invento aparentemente imbatible, la industria del disco.
 Pero resultó un mal cálculo. Esta, tal y como la concebía, apenas le sobrevivió una década.
 Y el futuro, por muchas más razones, lo ha ido rebajando al ritmo que su oponente, Leonard Bernstein, se imponía en ese acceso al Olimpo tan goloso que llaman Historia. 
Al contrario que Karajan, había apostado más fuerte por otro medio como aliado de la música: la televisión.

Los tiempos del siglo XXI le han dado la razón en casi todo.
 No sólo en su labor pionera en la búsqueda de nuevos públicos, también en la vigencia de sus creaciones, tan frescas y chispeantes como una vitamina recién exprimida.
 Y en su visión política... Si Karajan fue un nazi diluido por el oportunismo hasta el fin de sus días, Bernstein sufrió el hecho de ser un judío neoyorquino comprometido con la izquierda de su país al que investigó durante años en FBI. 
 ¿Qué figura se asemeja más a la del héroe?
Si hoy preguntas a un director de las nuevas generaciones a quien prefiere como modelo, gran parte de ellos responden que a Bernstein. 
Gustavo Dudamel, que le homenajeará este año con dos de sus sinfonías, declaraba el miércoles en Madrid que fue el más completo de la Historia, según él.
 "Músico y a la vez, gran comunicador", comentaba. "Supo hacer de la música un acontecimiento divertido, más que solemne".
Concebía el liderazgo como una seducción sometida a un continuo proceso de convencimiento.
 De hecho, ya en sus tiempos, a muchos les sorprendía que sus músicos de la Filarmónica de Nueva York le llamaran Lenny y no Mr Bernstein. 
Atraía a las masas con sus programas de pura divulgación musical en la radio y la televisión.
 Reivindicaba compositores del presente o imponía a los de un reciente pasado como signos de modernidad, caso de Mahler. “Vivió para poder dirigir ocho de sus sinfonías: 
¡La novena la escribió para mí!”, decía en unos de esos comentarios que hicieron legendario otro de sus rasgos: el narcisismo. 

Leonard Bernstein durante un ensayo en el Carnegie Hall.
Leonard Bernstein durante un ensayo en el Carnegie Hall. getty
Como creador se empeñó en buscar –sin renunciar a la vanguardia- caminos de nueva conexión con el público, tanto a nivel sinfónico como dentro del teatro musical. 
Resultaba seductor y le sacaba un partido natural a su bisexualidad.
 Se casó y tuvo tres hijos, pero nunca escondió su predilección por los hombres.
Además, se alió con el cine, compuso bandas sonoras y se metió en todo tipo de fregados reivindicativos a favor de los derechos sociales. 
Bien contra el Apartheid en Suráfrica, a favor de Amnistía Internacional, en contra de la guerra de Vietnam y en pro del pacifismo.
 Sus tempranas diatribas y mucha envidia en un entorno que miraba a aquel adonis exaltado y extrovertido por encima del hombro, hicieron saltar las alarmas del FBI controlado J. Edgar Hoover cuando no había cumplido treinta años.
Ya al principio de la década de los cuarenta, Hoover quiso perseguirlo.
 Pero la primera investigación seria data de 1949, cuando lo conectaron como afiliado o simpatizante de lo que los informes denominan “frentes comunistas”. 
Ocurrió durante la presidencia de Harry S. Truman, en el cargo hasta 1953, justo cuando la caza de brujas del macartismo lo emponzoñaba todo.
Y ahí andaba Bernstein, en el ojo del huracán. 
 Marcado con su X de comunista y dentro de la lista más negra del ranking. 
Fue algo que viviría, quizás consciente, quizás no, durante tres décadas con intervalos.
 Intenso en los cincuenta, sin consecuencias durante la era Kennedy, del que fue buen amigo sin entrar de lleno en su Camelot, y con otra caída en desgracia en los tiempos de Nixon, que lo calificaba sin tapujos de hijo de la gran puta. 
De la década de los cuarenta hasta entrados los setenta, Bernstein, pese a haber jurado fidelidad a los Estados Unidos, no se quitó el sambenito.
Fue en parte esa persecución lo que le llevó a dedicar una obra al Cándido de Voltaire, que no tuvo mucho éxito al principio.
 Lo contrario de su pieza más conocida, reivindicada y sin mácula que hoy resulta muy aleccionadora en plena era Trump. 
Se trata de aquel Romeo y Julieta entre pandilleros blancos y portorriqueños titulado West Side Story.
 Una obra de teatro musical, ópera contemporánea, que busca la conexión con el público utilizando técnicas vanguardistas y melódicas a la vez, con claro trasfondo social, tal como describe Alex Ross en El ruido eterno.
 Brilló en los teatros, se convirtió en un éxito como película. 
Aun triunfa.
Su labor creativa lo catapultó y le sonrió.
 “El que, además, se le reconociera como a un gran compositor, fue algo que Karajan no podía soportar.
 Le produjo mucha envidia en vida”, comenta Alfonso Aijón, que los conoció bien a ambos como promotor musical e impulsor de Ibermúsica.
Pero también fue reconocido en vida por el crítico Harold C. Shonberg como el mayor director que ha dado Estados Unidos.
 Le costó.
 Porque en 1960, los más escépticos aun le consideraban una especie de Peter Pan de la música, puede que impactados al no ser capaces de encajar autodefiniciones de este tipo: 
“Tengo aspecto de traficante de drogas bien desarrollado”.
 Eso y que equiparara cualquier compás de algún compositor muerto a una canción de The Beatles o que utilizara símiles beisbolísticos para explicar una sinfonía ante los 10 millones de norteamericanos que se sentaban a ver sus programas, producía resquemores difíciles de digerir.
 Pero suyo fue el presente y el futuro. Mucho más que de otros.