Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

18 dic 2017

Muere Kim Jong-hyun, cantante de la banda Shinee

El músico fue hallado inconsciente en un apartamento de Seúl.

Shinee
Kim Jong-hyun, vocalista de Shinee, en una imagen de archivo.
Kim Jong-hyun, vocalista de Shinee, la famosa banda de K-pop de Corea del Sur, ha muerto este lunes a los 27 años. 
El cantante, uno de los cinco miembros del grupo, fue hallado inconsciente en un apartamento en el sur de Seúl, y fue trasladado al hospital, ha informado la agencia de noticias Yonhap, que no ha facilitado más detalles sobre lo ocurrido.
La hermana del cantante llamó a los servicios de emergencia este lunes para alertar de que su hermano podría haberse suicidado, ya que ella había recibido varios mensajes del cantante en el que escribía "por favor déjame marchar. Dime que lo hice bien. Última despedida", ha informado The Korean Herald. 
 La hermana relató que el pasado fin de semana Kim le había confesado que se encontraba deprimido y que estaba pasando por una mala racha.
La policía acudió entonces a un apartamento que el músico había alquilado en Cheongdam-dong, en el sur de Seúl, y halló al músico inconsciente. 
Kim fue llevado al Hospital Universitario de Konkuk donde se le intentó reanimar sin éxito y se certificó después su muerte.
La Policía, en declaraciones recogidas por la agencia Yonhap, cree que falleció por inhalación de humo, ya que se encontraron briquetas de carbón en una sarten del piso. 
Estas briquetas se utilizan en Corea del Sur para calentar casas con estufas antiguas y en restaurantes de barbacoa y son empleadas con frecuencia por personas que se quitan la vida en el país, que tiene una de las mayores tasas de suicidio de la OCDE.
Shinee es una de las bandas más famosas de Corea del Sur y también ha cosechado éxitos en Japón.
 El cantante alcanzó la fama junto al resto de la banda en 2008. En 2015, debutó como artista en solitario, además de actuar puntualmente en cine y televisión. 
El cantante acababa de actuar en solitario los días 9 y 10 en Seúl y había grabado una actuación para un programa de la televisión surcoreana que debía emitirse en Nochebuena.
En pocas horas, tanto el nombre del grupo como el del vocalista se han convertido en trending topic en Twitter.
 Cientos de fans han lanzado mensajes en los que expresan su pesar por la muerte de Jong-hyun.

 

Sale a la luz el testamento de la actriz Audrey Hepburn

La batalla legal que mantienen sus hijos con la Fundación para la Infancia Audrey Hepburn desvela los detalles del legado de la protagonista de ‘Desayuno con diamantes’.

Audrey Hepburn en una imagen de 1957 
Audrey Hepburn en una imagen de 1957 Cordon Press
 

 

Audrey Hepburn, la actriz británica nacida en Bélgica, protagonista de títulos inolvidables del cine como Sabrina, Vacaciones en Roma, Historia de una monja, My Fair Lady o Sola en la oscuridad, dejó su legado perfectamente atado y su última voluntad ha permanecido en la intimidad de su familia desde su fallecimiento en 1993. 
Pero 24 años después de su muerte, el mayor de sus hijos, Sean Hepburn Ferrer, ha demandado a la Fundación para la Infancia Audrey Hepburn por utilizar sin su permiso el nombre de su madre, situación que no respeta los derechos que tienen sobre el mismo, él y su hermano Luca Dotti.

Para apoyar los motivos de su demanda, Hepburn Ferrer ha tenido que aportar el testamento de la conocida actriz, documentos que ha desvelado el periódico británico Daily Mail. 
Según dicho documento, en efecto la actriz cede a sus dos hijos los derechos sobre su nombre, los derechos y royalties de todas sus películas y varias joyas de Bulgari y Tiffany's.
 Pero lo más curioso es que la mayoría de las joyas que poseía la actriz terminaron en manos de sus amigos más cercanos y que confió a Hubert de Givenchy, el célebre modisto francés del que fue musa y se convirtió en una de sus personas de confianza, el papel de albacea de sus últimas voluntades.


Audrey Hepburn en una gala de los Oscar de la década de 1980.
Audrey Hepburn en una gala de los Oscar de la década de 1980. GTresOnline
Audrey Hepburn dejó, por ejemplo, un collar de esmeraldas, un broche de zafiros y unos pendientes de Bulgari al también actor Yul Brynner y a su mujer.
 Y un broche de platino y diamantes con formas florales a la hija del matrimonio.
 La lista de piezas que recibieron algunos de sus amigos, de nombres menos conocidos, es larga: un anillo con solitario de perla, un broche antiguo de diamantes en forma de W, un broche de platino con dos brillantes y perla, un collar de perlas y zafiros… 
Y así algunos más, incluidas piezas que quedaron en manos de sus hijos y sobre las que detalla si fueron regalo de sus respectivos padres y el motivo por el que las recibió.
A Hubert de Givenchy, a quien nombró albacea, le dejó dos piezas de arte religioso rusas valoradas en unos 20.000 francos suizos, y a otros amigos la cantidad de 25.000 francos suizos a cada uno. 
Su pareja de entonces, el actor alemán Robert Wolders, solo recibió en herencia dos candelabros de plata valorados en 500 francos suizos.
La fundación dedicada a la infancia contra la que pleitea el hijo mayor de la actriz fue creada por ellos el mismo año en el que falleció su madre, y a través de la ONG también explotaban los derechos de imagen de la actriz.
 Luca Dotti delegó en su hermano el poder de decidir y Hepburn Ferrer se apartó de la misma en 2012.
 A partir de ese momento, la organización se ha visto implicada en diversos problemas legales y este ha sido el motivo por el que Ferrer se ha sentido “desilusionado” hasta el punto de no querer que el nombre de Audrey Hepburn siga vinculado a ella.
El pasado 27 de septiembre los dos hijos de la actriz subastaron en Christie’s de Londres unos 500 lotes de objetos que pertenecieron a la colección más personal de su madre. 
 Objetos que según manifestaron entonces se encontraban en el desván de su casa de Suiza. 
“Mi madre no era una coleccionista”, dijo entonces Luca Dotti, pero conservaba algunos objetos por motivos sentimentales”. Entre ellos se encontraba la vieja maleta con la que viajó a Londres en 1948 para probar suerte como actriz; así como varios guiones originales de trabajo con anotaciones a mano, entre ellos el del mítico filme Desayuno con diamantes (1961), que incluye escenas suprimidas en la película, o Charada (1963).



LOS GRANDES SUCESOS DEL ARCHIVO DE EL PAÍS

La médica que mató a tres personas llevaba dos meses urdiendo el crimen.

 

Noelia de Mingo, que acabó con la vida de tres personas en la clínica de la Concepción en la que trabajaba el 3 de abril de 2003, declaró ante el juez que "se sentía espiada"

Llegada de Noelia de Mingo, médico residente de la Fundación Jiménez Díaz, para ser juzgada en la Audiencia Provincial, por matar a tres personas y herir a otras siete en abril de 2003.
Llegada de Noelia de Mingo, médico residente de la Fundación Jiménez Díaz, para ser juzgada en la Audiencia Provincial, por matar a tres personas y herir a otras siete en abril de 2003.
La mente enferma de Noelia de Mingo Nieto, la médico residente que mató con un cuchillo, el jueves 3 de abril, a tres personas e hirió de gravedad a otras cinco en la clínica de La Concepción de Madrid llevaba "dos meses" planeando sus crímenes, según ha declarado ante el juez.
Se "obsesionó" con que todo el mundo la "espiaba", y la tarde antes de su sangrienta odisea por los pasillos del hospital compró un cuchillo de 15 centímetros de hoja, que ocultó en el bolsillo de su bata blanca, y comenzó a recorrer el centro sanitario dando cuchilladas a diestro y siniestro. 
Sin importarle que las víctimas fuesen colegas, enfermos o familiares de éstos.
 Noelia llevaba cuatro meses sin tomar su medicación.
Noelia de Mingo, de 31 años y médica residente de reumatología de la clínica de la Concepción, propiedad de la Fundación Jiménez Díaz, se negó a declarar ante la policía.
Sus crímenes no fueron un arrebato esporádico. En realidad, su confusa mente llevaba "dos meses" planeando u
na venganza.
 Sufría una grave "manía persecutoria", según los expertos forenses. 
Tenía claro cómo vengarse -con un cuchillo largo- pero no contra quién.
 "Me espiaban, grababan mis conversaciones...", declaró el pasado martes ante la comisión judicial que se desplazó al hospital Gregorio Marañón de Madrid, en cuya unidad psiquiátrica está ahora presa. 
Noelia no razonó quién o quiénes le hacían eso, la espiaban, ni el porqué.
Los enemigos exteriores que ella misma se forjó estaban sólo en su subconsciente, y distorsionados. 
"Sabían cosas de mí que sólo podían conocer si me estaban espiando", ha declarado. 
Para ella, muchos de los acontecimientos relevantes que la televisión emite en directo se difunden ahora, pero pertenecen al pasado.
 "La tele los manipula", sostiene Noelia, según han explicado a este periódico fuentes de las partes.

— Anoche comiste un yogur, ¿no?
— Sí, ¿y por qué lo sabes? -preguntó Noelia, intrigada, a una colega del hospital.
Este inocente comentario, hecho a Noelia por una colega sanitaria, martilleó su mente y pudo coadyuvar a la tragedia. 
"Me espían, me espían", se repetía. "¿Cómo sabe que comí un yogur si estaba yo sola? Me espían, me espían...", se autoconvencía.
En el hospital, entre sus compañeros, e incluso en casa, Noe-lia veía hostilidades por doquier.
 En los últimos meses, estaba encerrada en sí misma, mientras una obcecación irracional se apoderaba de ella. 
Sus demonios interiores estallaron con vehemencia la víspera del jueves 3 de abril.
 Ese día, según su propia confesión, acudió a una tienda de la zona de Alvarado, cerca de la plaza de Castilla de Madrid, y compró un enorme cuchillo, tipo jamonero.
 Pensó que la hora de la venganza había llegado.

Los expertos judiciales tienen interés en ir a esa tienda para preguntar a la dueña cuánto tiempo empleó Noelia en elegir el cuchillo, cómo lo miraba, si preguntó por otro tipo de armas...
La acusada compró un día antes el cuchillo, de 15 centímetros, en una tienda de Alvarado
— ¿Por qué compró usted un cuchillo y no lo cogió de casa? -le preguntaron los investigadores días después de los crímenes, en la habitación del área de psiquiatría del hospital Gregorio Marañón.
— Pensaba llevar el cuchillo conmigo durante varios días. 
Si hubiera cogido el de casa se habrían dado cuenta... -contestó segura.
Noelia, con gafas de alta graduación y 160 centímetros de altura, compró el arma y la ocultó en su bolso.
 Su enfermizo plan lo tenía muy meditado.
 En el hospital es obligado llevar la bata blanca y pensó que no era cuestión de ir por los pasillos con el bolso y la bata.
"¿Y dónde escondo el cuchillo para que no me lo vean?", se preguntó. 
 Pronto halló la solución: abrió un agujero en la parte inferior del bolsillo, lo suficientemente grande para que cupiese la hoja, pero no el puño. 
De esa forma, la hoja (de 15 centímetros) caería sobre el muslo por dentro de la bata y nadie la vería.
El día de los hechos, Noelia acudió al hospital con el cuchillo dentro del bolso.
 Se cambió y se puso la bata e introdujo el cuchillo en el agujero. A continuación, se fue en busca de un motivo para emplearlo. 
A veces se metía la mano y se tentaba para tocarlo y cerciorarse de que el arma seguía ahí.

En su declaración judicial, Noelia dice acordarse perfectamente de cómo empezaron las agresiones y con quiénes se topó en su fiero recorrido por la clínica de la Concepción.
Su perturbada mente halló rápido el motivo que necesitaba para sacar el cuchillo.
 La excusa estaba en el control de enfermería, donde varias sanitarias colegas suyas hablaban distendidamente. 
"Están murmurando, seguro que es sobre mí", se dijo.
 No le hizo falta nada más: desenfundó el cuchillo y se abalanzó sobre ellas. 
Éstas, al ver el arma, se defendieron. Mientras forcejeaba de frente con una de ellas, otra colega, que a la postre fue su primera víctima mortal -Leilah el Ouamaari, médica residente de 26 años- la agarró por detrás.
A la de enfrente le asestó una cuchillada, que la dejó malherida y cayó al suelo. 
La inercia hizo que Noelia se reclinase hacia atrás y que Leilah, que la tenía agarrada por la espalda, también se precipitase al suelo.

Noelia portaba el largo puñal en su mano diestra.
 Al reclinarse, lanzó una primera cuchillada por detrás de su costado derecho. 
La hoja entró por el hemitórax (zona del pecho derecho) de Leilah, tan profundo que alcanzó el corazón.
 De las cinco cuchilladas que recibió Leilah, ésa, la que atravesó su pecho entrando por la derecha y atravesando casi de lado a lado la caja torácica, fue la que le segó la vida, según han dictaminado los forenses.
 Al igual que Noelia, Leilah era médica del hospital.
Con sus dos primeras víctimas en el suelo (Leilah debatiéndose entre la vida y la muerte y la otra sanitaria gravemente herida), Noelia comenzó una ruta por los pasillos del hospital que aún depararía más muertes.
Noelia de Mingo "no ha mostrado gestos de arrepentimiento", según los investigadores
Jacinta Gómez de la Llave, una paciente de 72 años, que estaba en un pasillo hablando por teléfono con su hijo, Francisco Javier Huertas, fue la segunda víctima mortal.
 Noelia la acuchilló y siguió su ruta a ninguna parte. 
Al borde de la muerte dejó también a Félix Vallés, que había ido al hospital a visitar a su esposa enferma. 
Vallés murió días después.
 También dejó malheridas a dos enfermeras y a una ayudante sanitaria a las que el azar cruzó en el homicida camino de Noelia.


 Pero sí lo hizo cinco días después ante una comisión judicial.
— ¿Por qué acuchilló usted a los enfermos?
— Me estorbaron, eran obstáculos en mi camino, ha confesado, con frialdad, Noelia.
Al llegar al final de un pasillo, Noelia se volvió sobre sus pasos y entonces se topó con tres celadores que le bloqueban la salida, como esperándola, tratando de poner fin a su sangrienta odisea. Uno de ellos portaba en sus manos un barra metálica de las que se utilizan para sujetar en alto las bolsas de suero.
"¡O tiras al suelo el cuchillo o te abro la cabeza!", le gritó un celador a Noelia de Mingo. 
Eran las 14.30 del jueves 3 de abril y el horror se estaba cebando con la clínica de la Concepción de Madrid.
En ese momento, había herido de muerte a dos personas -a su colega Leilah y su paciente Jacinta Gómez- y causado gravísimas heridas a otras seis. 
Estaba enloquecida, y había asestado cuchilladas a diestro y siniestro, y sin discriminar a las víctimas: médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, pacientes y familiares de éstos.
Noelia miró la barra de hierro que el celador esgrimía con rabia entre sus manos y dejó caer su afilado cuchillo, empapado de sangre hasta el puño
. No estaba solo. A este celador se le habían unido otros compañeros siguiendo el rastro de muerte que Noelia había ido sembrado por los pasillos de la tercera planta de la clínica de la Concepción, conocida también como La Concha.
Por fin, tras interminables minutos de pánico colectivo, el mortífero brote esquizofrénico de Noelia se recompuso y cedió al sentido común.
 Noelia se vio acorralada y se entregó.
Los celadores se abalanzaron sobre ella, cogieron del suelo el cuchillo y condujeron a Noelia a la unidad de psiquiatría del hospital, mientras llegaba la policía.
 Ni entonces ni después ha mostrado Noelia visibles gestos de arrepentimiento, según fuentes de la investigación, que desarrolla el Juzgado de Instrucción 33 de Madrid.
Cuando dejó caer al suelo el cuchillo, Noelia tenía "los ojos desorbitados", y las gafas rotas, según los testigos.
 Cuando cinco días después la comisión judicial la visitó en la unidad de psiquiatría del Gregorio Marañón, Noelia se quejaba con insistencia de que le habían roto las gafas y de que no veía bien.
La lucidez con que declaró y el lujo de detalles que aportó sobre su macabro periplo avivan dudas entre los investigadores sobre el grado de esquizofrenia de esta médica, en cuyo currículo profesional figuraban antes muchas curas y ahora tres asesinatos y otros cinco intentados. 
Y mucho dolor ajeno.
 Por ejemplo, el del novio de Leilah, o el del hijo de una de las pacientes acuchilladas justo cuando estaba hablando con su hijo por teléfono y comenzó a gritar.

Noelia admitió ante la comisión judicial que sabía a quién agredía, pero que su intención no era matar a nadie, sino defenderse de sus espías.
 "A nadie he dado en el corazón, ¿no?", preguntó a uno de los investigadores. 
"Sí, sí que ha dado usted en el corazón", le dijeron.
Ahora, serán los informes periciales los que primen en el dictamen judicial sobre el impacto real de la esquizofrenia en la arrebatada vida de esta médica residente.



 

La fuga interminable de Josef Mengele, el médico de Auschwitz

  • Novelas y ensayos vuelven sobre la figura del doctor alemán, más conocido como ‘El ángel de la muerte’, que simboliza el horror del Holocausto y que nunca fue detenido.

    Grupo de oficiales de las SS en Auschwitz, hacia la segunda mitad de 1944. El segundo desde el izquierda es Josef Mengele.
    Grupo de oficiales de las SS en Auschwitz, hacia la segunda mitad de 1944. El segundo desde el izquierda es Josef Mengele. Getty Images


    Para que el Holocausto fuese posible, decenas de miles de personas tuvieron que colaborar y participar en el mayor crimen de la historia.
     De todos los perpetradores, un nombre sigue siendo sinónimo del mal, el doctor de Auschwitz Josef Mengele, conocido como El ángel de la muerte por sus buenos modales detrás de los que ocultaba su sadismo.
     El escritor francés Olivier Guez ha logrado el premio Renaudot, el segundo más prestigioso de su país después del Goncourt, por La disparition de Josef Mengele, una novela de investigación sobre la fuga a América Latina de este doctor bávaro, que nunca fue detenido ni juzgado.
    “Soy reticente a calificarlo de mal absoluto, lo que me resulta terrorífico es su total normalidad”, explica Guez en conversación telefónica desde París.
     Este escritor y periodista francés ya había trabajado sobre la búsqueda de antiguos nazis ya que fue el coguionista del filme alemán El caso Fritz Bauer (2015), que relata los esfuerzos del fiscal que da título a la película por relanzar las persecuciones contra los criminales de guerra en los años cincuenta. 
    Bauer ayudó a Israel a localizar a Adolf Eichmann, uno de los principales ejecutores del Holocausto, capturado por Israel, juzgado y ahorcado.
     Mengele, en cambio, se le escapó, pese a que el fiscal tuvo la información de que el médico iba a realizar una visita a su casa familiar en Baviera.
    Mengele fue uno de los numerosos médicos que trabajaron en el campo de exterminio nazi de Auschwitz y realizó experimentos con seres humanos, sobre todo con gemelos. Como explica el historiador Pawel Sawicki, miembro del equipo de prensa y guía del antiguo campo alemán, “los médicos tenían un papel esencial en el proceso de exterminio”.
     Eran doctores los que realizaban la selección de los deportados judíos nada más llegar al campo y los que, en pocos segundos, decidían quién vivía y quién moría (en torno al 80% eran enviados directamente a la muerte). 
    También eran médicos de las SS los que supervisaban las cámaras de gas: el proceso de exterminio siempre se realizaba en presencia de alguno de ellos. 
    Pero de todos los facultativos del mal que pasaron por Auschwitz el nombre que ha quedado para la posteridad como sinónimo de aquel horror es Mengele.
     “No voy a hablar de la banalidad del mal, pero Mengele no fue un asesino nato, fue un hombre que cometió atrocidades, que no sentía ninguna empatía ni piedad hacia otros seres humanos. Era un hombre autorizado a hacer cosas innombrables”, prosigue Guez (Estrasburgo, 1974), autor también del ensayo L’Impossible Retour. Une histoire des Juifs en Allemagne depuis 1945 (El imposible retorno. Una historia de los judíos en Alemania partir de 1945). 
    “Luego está la mitología, las películas, las ficciones, la idea del poderoso criminal imposible de capturar, todas esas leyendas circulan. 
    Su nombre también es muy particular, produce una cierta resonancia y por eso es el único que hemos retenido”.
    El historiador británico Laurence Rees ha publicado recientemente un ensayo, El holocausto, en el que resume todo su trabajo en torno al exterminio de los judíos de Europa. Como documentalista de la BBC, Rees realizó numerosas entrevistas tanto a víctimas como a perpetradores.
     Y en la primera escena que relata este libro, basada en el testimonio de una superviviente, Fred Wineman, aparece el doctor Mengele realizando la selección en el andén de Auschwitz-Birkenau.
    El momento que describe demuestra hasta qué punto el horror que se vivió allí es imposible de entender en tiempos normales. Cuando llegaban los nuevos deportados, mientras esperaban la selección, los presos obligados a colaborar con los nazis que veían a madres jóvenes con niños les pedían que se los entregasen a mujeres mayores. 
  •  El motivo era que una mujer con un niño era enviada inmediatamente a las cámaras gas, porque separarles podría provocar un tumulto. 
  • En cambio, una mujer joven sola tenía más posibilidades de sobrevivir a la selección.
  •  La persona que tomaba las decisiones sobre la vida y la muerte en esta escena era Mengele.

    Prioridades del Mosad

    El libro de Guez, que todavía no tiene fecha de salida en España, se centra en la fuga del nazi y en su estancia en América Latina.
     Aunque se trata de una novela, lo que le ha permitido al autor recrear los pensamientos del médico y rellenar los espacios vacíos, está basada en una larga investigación.
     El autor explica que todo lo que cuenta está sostenido en al menos dos fuentes y que ha viajado a los lugares donde transcurrió la fuga del médico: Argentina, Paraguay y Brasil, donde murió ahogado en 1979. 
    Tras la captura por un comando israelí de Adolf Eichman en 1960, Mengele borró su rastro todo lo posible lo que ha dificultado el trabajo.
    Sin embargo, hace poco se desclasificaron unos papeles del Mosad, el servicio secreto israelí, que demostraban que renunciaron a buscar a Mengele porque centraron todos sus esfuerzos en la amenaza existencial que representaban en ese momento sus vecinos árabes, antes de la guerra del Yom Kipur en 1973. 
    Es algo que ya aparece en la novela de Guez. “Mi impresión siempre ha sido que estuvieron a punto de capturarle, pero que la amenaza árabe a principios de los años setenta se consideró una prioridad absoluta para el Mosad”,
     señala Guez.
     El ángel de la muerte murió a los 67 años sin haber respondido nunca ante la justicia.