Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

14 nov 2017

La escritora Rosa Montero, premio Nacional de las Letras

La periodista madrileña, nacida en 1951, ve reconocida su labor literaria.

No me gusta especialmente la obra de Rosa Montero, a excepción de sus artículos algunos obsesionados negativamente y salvo la Novela Te trataré como una reina, que la leí hace ya muchos años pero está muy vigente no es de los autores que salga a comprar por impulso, pero me alegro que le den ese premio por ser una constante escritora. 

La escritora Rosa Montero, en su casa de Madrid, en agosto de 2016.
La escritora Rosa Montero, en su casa de Madrid, en agosto de 2016.

La escritora Rosa Montero ha ganado el Premio Nacional de las Letras Españolas, como ella misma ha adelantado en Twitter y ha confirmado posteriormente el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 
El jurado ha reconocido a Montero (Madrid, 1951) por "su larga trayectoria novelística, periodística y ensayística, en la que ha demostrado brillantes actitudes literarias, y por la creación de un universo personal, cuya temática refleja sus compromisos vitales y existenciales, que ha sido calificado como la ética de la esperanza", señala el comunicado del ministerio.
El galardón, dotado con 40.000 euros, distingue el conjunto de la labor literaria de un autor español escrita en cualquiera de las lenguas españolas.
"Ahhhhhh!!!! Me acaban de dar el Premio Nacional de las Letras. ¡Estoy tan emocionada! Gracias gracias gracias", ha dicho en la red social la periodista, nacida en Madrid en 1951, colaboradora de El País Semanal.
La madrileña Rosa Montero estudió periodismo y psicología. Colaboró con grupos de teatro independiente, como Canon o Tábano, a la vez que empezaba a publicar en diversos medios informativos (Fotogramas, Pueblo, Posible).
 Desde finales de 1976 colabora en EL PAÍS, en el que fue redactora jefa del suplemento dominical entre 1980-1981.
 En 1980, ganó el Premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios, y en 2005 el de la Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida profesional.
 Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas y es doctora honoris causa por la Universidad de Puerto Rico.
Entre las novelas que ha publicado están: Crónica del desamor (1979), La función Delta (1981), Te trataré como a una reina (1983), Amado amo (1988), Temblor (1990), Bella y oscura (1993), La hija del caníbal (Premio Primavera de Novela en 1997), El corazón del Tártaro (2001), La loca de la casa (2003; Premio Qué Leer 2004 al mejor libro del año; Premio Grinzane Cavour al mejor libro extranjero publicado en Italia en 2005 y Premio Roman Primeur 2006, Francia), Historia del rey transparente (2005; Premio Qué Leer 2005 al mejor libro del año y Premio Mandarache 2007), Instrucciones para salvar el mundo (2008), Lágrimas en la lluvia (2011) y La ridícula idea de no volver a verte (2013; Premio de la Crítica de Madrid 2014). También ha publicado el libro de relatos Amantes y enemigos (1998; Premio Círculo de Críticos de Chile 1999) y dos ensayos biográficos, Historias de mujeres (1995) y Pasiones (1999), así como cuentos para niños y recopilaciones de entrevistas y artículos.
El jurado ha estado presidido por el director general de Industrias Culturales y del Libro, Óscar Sáenz de Santa María, y el subdirector general del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Javier Pascual, ha actuado como vicepresidente. 
Han formado parte del jurado como vocales la autora galardonada en 2015, Carme Riera; Juan Gil, designado por la Real Academia Española; Víctor Fernández, por la Real Academia Gallega; Sagrario Alemán, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Adolfo Sotelo, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas; Inma Chacón, por la Asociación Colegial de Escritores de España; Guillermo Carnero, por la Asociación Española de Críticos Literarios; María Luisa Ciriza, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España; Josefina Martínez, por el Centro de Estudios de Género de la UNED; y José María Beneyto, por el ministro de Educación Cultura y Deporte.

13 nov 2017

La moda se afianza en los museos

Una exposición de Manolo Blahnik cierra un año en el que Balenciaga, Pertegaz o Rei Kawakubo, han sido objeto de retrospectivas en todo el mundo.

Un modelo de Rei Kawakubo para Comme Des Garçons en la exposición de Cristobal Balenciaga en el Victoria and Albert Museum, en Londres.
Un modelo de Rei Kawakubo para Comme Des Garçons en la exposición de Cristobal Balenciaga en el Victoria and Albert Museum, en Londres. Getty Images

El próximo 28 de noviembre el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid acogerá hasta el 8 de marzo la exposición Manolo Blahnik. El Arte del Zapato, organizada por la revista Vogue.

 Una retrospectiva que ilustra con una selección de 212 zapatos y 80 de sus dibujos la trayectoria de uno de los zapateros más célebres de la moda contemporánea.

 Organizada en seis secciones que exploran los temas más importantes en la concepción del diseño de Blahnik –el arte y la arquitectura, la naturaleza, influencias geográficas, Gala, materiales y cine, literatura e historia– su comisaria, Cristina Carrillo de Albornoz, busca mostrar el universo del zapato más allá de la moda y su función: “El arte del zapato es una apología al artesanado elevado a la categoría de arte, en el contexto de un mundo mecanizado.

 Una exposición en pura armonía con el espíritu del Museo Nacional de Artes Decorativas”, explica Carrillo de Albornoz en la nota de prensa. 

Esta exposición cierra un año muy fructífero para la moda en los museos, tanto a nivel nacional como a nivel internacional. En las dos grandes exposiciones sobre Björk y David Bowie que se celebraron en Barcelona, la indumentaria estuvo presente de forma tangencial, ya que ambos artistas han colaborado a lo largo de sus carreras con los diseñadores más vanguardistas. En Madrid una exposición dedicada a Pertegaz daba la bienvenida al otoño en la Sala Canal Isabel II.

 Esta muestra que se puede visitar hasta el 26 de este mes, tiene que ver con la voluntad expresa de introducir la moda dentro del panorama cultural de la ciudad por parte del director de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, Jaime de los Santos, vinculado profesionalmente con esta industria antes de asumir el cargo.

 

Una de las creaciones del diseñador Manolo Blahnick.
Una de las creaciones del diseñador Manolo Blahnick.
Unas semanas después, desde Barcelona se contraprogramaba una exposición del mismo creador: Pertegaz en Diagonal, que se inauguró el pasado viernes 27 de octubre en la entidad privada Fundación Rocamora y que estará vigente hasta el próximo 15 de diciembre.
 Con un total de 100 piezas entre complementos y vestidos, esa exposición comisariada por Josep Casamartina e Ismael Núñez Muñoz, quiere completar la de Madrid y ofrecer una visión amplia y variada de la producción de Pertegaz desde la ciudad en la que el modisto tenía su estudio: 
“Es indudable que Pertegaz representa un nombre mítico en la moda española y también catalana. 
 Completando la oferta, desde Zaragoza, el IAACC Pablo Serrano sorprende con la exposición Un sueño de Balenciaga, el cine. Comisariada por el fotógrafo Pedro Usabiaga y organizada junto al Museo Balenciaga de Guetaria, cierra este año Balenciaga, que celebra los cien años de la apertura del primer negocio del modisto en San Sebastián.
 La exhibición desvela uno de los aspectos menos conocidos sobre el diseñador español más importante de la historia de la moda: que desde que se instaló en París en 1937, Cristobal Balenciaga participó hasta en un total de treinta películas, colaborando con directores de cine como Alfred Hitchcock o Jean Cocteau y vistiendo a actrices como Marlene Dietrich y Ava Gardner.
 La muestra saca también del baúl de los recuerdos rarezas olvidadas, como la película Alta Costura, de 1954, que protagoniza Laura Valenzuela y en la que aparecen hasta treinta creaciones del maestro.

El ‘caso Polanski’: cuando el mundo del cine apoyó en tromba a un depredador sexual


Un repaso al caso Polanski y a la campaña de Trump demuestran hasta qué punto se ha girado la masa crítica en torno a esta cuestión. 

Polanski
El director de cine Roman Polanski. Foto: Getty

¿Por qué en 2017 sí y en 2016 no?, se preguntan muchos

Hace poco más de un año, el famoso vídeo del entonces candidato Donald Trump instruyendo a un presentador y amigo a “agarrar a las mujeres por el coño” y asegurando que “cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa” no impidió que se convirtiese en presidente, como tampoco lo hicieron las 15 acusaciones de acoso sexual que pesan sobre él, incluida la denuncia por violación que interpuso su ex mujer Ivana en 1989 dentro del proceso de divorcio y que luego retiró.

 

Que en las últimas semanas se haya desencadenado un furor global contra la violencia sexual y el abuso de poder que obviamente ya existían desde el origen de los tiempos y que ese furor por fin consiga los suficientes aliados y alcance la necesaria masa crítica puede deberse a la teoría del tipping point acuñada por Malcolm Gladwell que se refiere al momento en que una idea llega a su punto de ebullición y se convierte en masiva, a la constante y paciente pedagogía feminista que ha llegado al mainstream en los últimos años o simplemente a la abrumadora elocuencia de los números. 
Los #MeToo en los muros de Facebook y los perfiles de Twitter pusieron en vergonzante evidencia que, casi literalemente, todas las mujeres han sufrido alguna forma de acoso sexual en sus vidas.
 Los próximos meses serán cruciales para ver cómo se desarrolla el tema en la opinión pública.
 A medida que veamos caer en desgracia y sufrir repercusiones penales y laborales a directores de cine, empresarios, miembros de consejos de administración y parlamentarios, comprobaremos cuánta solidaridad está dispuesto a aportar el sistema y si el listón de lo tolerable se desploma por fin.
Pero hasta hace pocos años las cosas eran muy distintas. 
En 2009, Roman Polanski viajó a Zurich, donde iba a recibir un premio honorífico en el festival de cine de la ciudad, y fue arrestado por el caso de una supuesta violación a una menor de 13 años, Samantha Geimer, que le persigue desde 1977 y que le ha impedido poner pie en suelo estadounidense desde entonces. 
Lo que sucedió después fue judicialmente rocambolesco. 
El cineasta pasó dos meses en una cárcel suiza y, más tarde, siete meses en arresto domiciliario en su propio chalet de Gstaad, junto a su mujer, Emmanuelle Segnier, y sus dos hijos, que entonces tenían 9 y 16 años. 
Finalmente, en julio, el país helvético rechazó extraditar a Polanski a Estados Unidos y el director volvió a Francia, donde siguió ejerciendo su carrera sin problemas y donde se le recibió como a un héroe humillado.
Desde la perspectiva del último mes, cuando el caso Weinstein ha derivado en un alud imparable de denuncias de mujeres que han sufrido distintos grados de abuso sexual y que está afectando a casi todas las esferas de poder en todo el mundo, desde el Parlamento británico a la industria del entretenimiento, sorprende volver a la hemeroteca y comprobar el apoyo masivo, cálido y casi unánime que el mundo del arte brindó entonces al director de El pianista. Cuando apenas llevaba unos días detenido, cineastas como Pedro Almodóvar, David Lynch, Woody Allen, Costa Gavras, Alejandro González Iñárritu y Wim Wenders firmaron una carta de apoyo incondicional a Polanski. 
 Prácticamente cualquiera que hubiera pisado la alfombra roja de Cannes en los últimos 40 años estaba en esa lista, de Jeanne Moureau a Mónica Bellucci pasando por Asia Argento quien, según su confesión reciente, habría sufrido ya una violación y un posterior acoso constante por parte de Harvey Weinstein cuando dio su apoyo explícito a Polanski. Wong Kar Wai, Ettore Scola, Julian Schnabel, Milan Kundera, Bernard Herny Levi…no importaba el origen ni la práctica artística, lo normal era estar con Polanski. 
El ministro de cultura francés de entonces, Frédéric Mitterrand, fue de los más expresivos, lamentando que alguien que había pasado ya por tantas desgracias (desde perder a su madre en un campo de concentración al tristemente célebre asesinato de su mujer, Sharon Tate) tuviera que pasar por un trance así así. 
Ese mismo año, por cierto, Mitterrand admitió en sus memorias haber pagado por acostarse con “chicos jóvenes” en Tailandia. 

Polanski
Protesta contra los abusos sexuales en un homenaje reciente a Polanski en París. Foto: Getty

“Liberad a Polanski”, imploraba Richard Cohen desde el Washington Post. 
En la otra costa, Los Angeles Times comparaba al director polaco con Jean Valjean de Les Misérables, “un ex convicto que intenta dar la vuelta a su vida pero es obsesivamente perseguido por un inspector de policía”, recordaba que “ya había pagado un precio” (el exilio de Estados Unidos y 48 días de arresto en un psiquiátrico del que escapó) y que Samantha Geimer ha dicho repetidamente que no espera ver a su violador entre rejas y que ha pasado página de ese episodio.
El caso Polanski ha sido siempre muy alambicado, sobre todo desde el punto de vista de los tribunales, como narraba bien el documental Roman Polanski: Wanted and Desired (muy favorable a la causa de Polanski), con un juez que incluso tuvo que ser retirado del caso y múltiples giros irregulares.
 Según narró en su día Samantha Geimer, en 1977, el director pidió a la madre de Geimer que la dejara posar para él para Vogue en casa de su amigo Jack Nicholson.
 A continuación, dio a la niña Quaaludes y champán y la violó vaginal y analmente.
 Cuando aún estaba consciente, Polanski le practicó cunnilingus y le pidió que se metiera desnuda en un jacuzzi, Geimer le pidió repetidamente que parase y él, lejos de hacerlo, decidió drogarla y seguir adelante.
Los particulares del caso llevan cuatro décadas discutiéndose en todo tipo de foros.
 “Polanski no sabía que era menor”, dicen algunos. Cierto. Pero ambas partes admiten que lo que sucedió no fue ni remotamente consensuado, lo que convierte la edad en un detalle alarmante (repugnante incluso) pero irrelevante: ¿acaso está mal violar a una chica de 13 años pero no a una de 18? 
El pasado junio Samantha Geimer, que ahora tiene 54 años, compareció ante el juez para pedirle que cerrase el caso. 
Su abogadó alegó que la víctima “está cansada de todo esto”. 

En 2009, los pocos artículos en prensa que incluían esta secuencia de acontecimientos o que ponían algún “pero” a la defensa en bloque del director, como éste en The New York Times o éste de Francesco Manetto en El País titulado Solidaridad con un violador que denunciaba el “doble rasero” y el “inquietante corporativismo” de la comunidad artística eran recibidos con las cejas arqueadas o directamente con críticas. Ningún alma sofisticada, ningún amante de Repulsión y El cuchillo en el agua quería verse en el mismo bando de “los puritanos”, “los defensores de la moral” y los estrechos de mente y corazón.
Para los pensadores feministas, el caso siempre ha sido un territorio espinoso de transitar.
 Kate Harding escribió en Salon un artículo que se hizo viral titulado Recordatorio: Roman Polanski violó a una niña y se encontró de repente festejada por los programas de radio y televisión ultraconservadores y criticada en su territorio amigo.

Alcàsser: un pueblo estigmatizado por un crimen macabro

La localidad valenciana quiere pasar página sobre la tragedia que conmocionó España hace 25 años.

Eva Zamora, la alcaldesa socialista de Alcàsser (Valencia), tenía 20 años cuando el viernes 13 de noviembre de 1992 desaparecieron María Teresa Deseada Hernández (Desirée), Miriam García, ambas de 14 años de edad, y Antonia (Toñi) Gómez, de 15. 

Eran cerca de las ocho de la noche cuando salieron de casa de su amiga Esther hacia la discoteca Coloor de Picassent, localidad contigua a Alcàsser.

 Antes, Miriam había llamado a casa para ver si su padre, Fernando García, las llevaba como era habitual. Su madre le dijo que no podía porque había llegado del trabajo con fiebre y estaba en cama. 

Decidieron hacer autostop para llegar antes de que la sala, repleta de adolescentes, cerrara sus puertas a las diez de la noche. 

Esther, con gripe, optó por quedarse en casa. Eso le salvó la vida. Sus amigas nunca llegaron.

 Fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas.

“No queremos seguir siendo el pueblo de las niñas de Alcàsser, aunque ellas siempre permanecerán en nuestro recuerdo”, señala Zamora afectada por la fecha que se acerca. 

“El pueblo ha cambiado mucho. Lo que hicieron las niñas lo hacíamos todos en aquella época”, explica. 

Los 7.000 habitantes que tenía Alcàsser cuando se produjeron los crímenes, hace 25 años, quedaron atrapados por el horror al descubrir, dos meses y medio después, los cadáveres de las niñas en una fosa situada a 400 metros de la caseta abandonada de La Romana, cerca de Catadau, a 50 kilómetros del Alcàsser, un paraje aislado e inhóspito de difícil acceso. 

Miguel Ricart, El Rubio, fue el único condenado por el triple crimen. La derogación de la doctrina Parot le permitió salir el 29 de noviembre de 2013 de la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real) donde estuvo 20 años y donde hubiera seguido hasta 2023.

 Ricart, que conducía el coche que recogió a las niñas la noche del 13 de noviembre, fue condenado en 1997 a 170 años por secuestro, violación y asesinato. 

Hoy está en paradero desconocido. Sigue desaparecido el otro acusado del crimen, Antonio Anglés, también conocido por Rubén y el apodo de Asuquiqui.

Un ramo de flores de la familia de Miriam en el cementerio de Alcàsser.
Un ramo de flores de la familia de Miriam en el cementerio de Alcàsser.
El tiempo entre la desaparición de Desirée, Miriam y Toñi, y el descubrimiento de la fosa, traumatizó a un pueblo pequeño y tranquilo. 
“Las navidades fueron muy tristes, la gente no salía, además había mucho oportunista brujo que se presentaba para adivinar dónde estaban. 
Fue un drama aumentado por la influencia mediática”, indica José Pascual Gil, psicólogo municipal que atendió a las familias y a los vecinos que lo necesitaron. 
“Pero todo desapareció en seis meses. El estigma de Alcàsser es lo que no se supera, te resignas a vivir con ello.
 Los aniversarios los recuerda la prensa que viene al pueblo y pregunta”, agrega Gil, que como la alcaldesa Zamora prefiere hablar de que la media maratón del municipio es una de las más antiguas de la Comunidad Valenciana y la de más solera.
Y como él piensa la mayor parte de los alcacereños. Rosa, de 67 años, borró de su mente el suceso.
 “Fue un espectáculo. Yo di una donación y ya no quise participar en nada más. Sufrimos mucho. Y las familias quedaron destrozadas”, comenta señalando el monolito ubicado a la entrada del cementerio dedicado a las tres jóvenes y las flores recién cortadas que hay donde están enterradas. 
María Isabel Zamora, de 72 años, muestra la tumba del padre de Desirée y cuenta que el de Toñi murió poco después. 
También falleció la madre de Miriam, Matilde Iborra. Fernando García, su padre, dice que intenta continuar con su vida lo mejor que puede.
 No quiere hacer declaraciones. 

“Así lo decidí hace un tiempo y así pienso seguir”, comenta a EL PAÍS, aunque sigue convencido de que Ricart y Anglés solo eran los encubridores de una trama de corrupción de menores y que detrás había una red de delincuencia organizada. 
Tras la muerte de su esposa, García rehízo su vida. Tiene una hija, Lucía, que ahora tiene la misma edad que Miriam cuando fue secuestrada.
El pueblo se transformó en un plató”, señala Txema Millán, periodista de la televisión pública valenciana que cubrió la información. 
“No había caso paralelo. Se juntaron muchas circunstancias: presión, pruebas en mal estado, la locura mediática, una instrucción mal hecha.
 Todo enrareció el ambiente tanto que se tornó sórdido. Yo también fui víctima”, reconoce. “Aunque hoy sería peor”, vaticina Millán, afectado por el cierre de Canal 9 el mismo día que Ricart salió de la prisión.
Alcàsser tiene ahora más de 9.600 habitantes. 
La discoteca Coolor ya no existe, en su lugar hay un centro comercial. 
En el bar Musical, sede de la banda de música Santa Cecilia, cuyo escenario sirvió de plató de televisión, ya no queda rastro de esa época. 
Cristina López, encargada del local desde hace dos años desconocía que allí se hubieran emitido programas. 
Los vecinos de Alcàsser miran escrutadores a los desconocidos que estos días pasean por las calles de la localidad. 
Se muestran amables. Contestan a las preguntas, pero prefieren pasar página.