Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 oct 2017

Una nueva trampa

Los efectos retardados de la secesión no ocultan su golpe a la democracia.

 

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, presidente y vicepresidente de la Generalitat, durante la sesión de Parlamento sobre la declaración unilateral de independencia.
El golpe al Estatut y a la Constitución madurado a principios de septiembre con las leyes de ruptura o desconexión desembocó este martes en una declaración unilateral de independencia (DUI) asumida por el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, pero con efectos retardados por “unas semanas”.
 Por más que esta declaración se haya procurado edulcorar con cláusulas restrictivas (se “asume” el presunto mandato del presunto referéndum, pero no se “proclama” abiertamente la república), suspensivas y ambiguas, una DUI es una DUI, y no otra cosa, y es fácil identificar esta maniobra como una burla más de Puigdemont al Estado de derecho.
Contra lo que sostuvo Puigdemont, no hubo mandato para la independencia en las elecciones del 27-S (sino de una minoría del 48% de los votos) ni lo hubo el pasado 1 de octubre, pues la votación del presunto referéndum fue además de ilegal, irregular, sin ninguna garantía, ni control, ni responsable fiable del recuento.
La prueba es que, contra lo que exigía el propio texto de la ley suspendida, no fue la Sindicatura electoral (la autoridad de control, destituida por el propio Govern), sino el presidente de la Generalitat quien proclamó los “resultados”.
 Mayor atentado, no ya a la legalidad, sino incluso a su apariencia, es difícilmente imaginable.
Incluso en su fórmula enmascarada, la DUI viola las normas supremas del ordenamiento. 
Porque adorna su abrogación en Cataluña. Porque desprecia el Estado de derecho y ningunea los mecanismos imprescindibles para emprender cualesquiera reforma legal. 
Porque desobedece la suspensión del Tribunal Constitucional contra todos los actos que pretendan aplicar y/o desarrollar el ilegítimo e ilegal referéndum del 1-O.
 Porque se realiza desafiando la mayoría cualificada parlamentaria necesaria incluso para cualquier cambio de la ley desde la ley.
Las sinuosas cláusulas suavizantes de la DUI podrían llevar a engaño a quien no estuviese avisado de que todo el procés viene siendo una continua sucesión de trampas y ambigüedades, tendentes a excitar a unos catalanes contra otros y a todos ellos contra el conjunto de los españoles.
Pero no será así.
 Es una DUI.
 Y lo es porque no se limita a recoger una ensoñación o aspiración genérica e inconcreta a la independencia, algo que sería rechazable, pero legítimo.
 Al contrario: en ella, el president “asume el mandato” inapelable e irreversible de crear “un Estado independiente en forma de república”.
Lo es también porque, pese a ir acompañada de loas al diálogo y la mediación, solo los concibe como instrumentos para acompañar o facilitar la secesión, en ningún caso para impedirla.
 Dicho de otra manera, los resultados de la mediación están, como ha sido siempre el caso, pretedeterminados de antemano: solo pueden conducir a la independencia, único escenario posible después del 1-O según Puigdemont, ya que el pueblo de Cataluña, cuya representación se sigue arrogando, se habría ganado tal derecho ante sí y ante el mundo.
Esa demanda de mediación es un esfuerzo inútil, porque la comunidad internacional ya se ha expresado. 
Los Gobiernos y todas las instituciones se han pronunciado ya, de forma contundente e inapelable, contra la secesión, porque, como este mismo martes dijo el presidente del Consejo Europoeo, Donald Tusk, sería perjudicial “para Cataluña y España y para toda Europa”.
También porque incurre en ilegalidades flagrantes, como los letrados del Parlament han reiterado.
 Y sobre todo porque se trata de una decisión que se presenta como irreversible, aunque aplazada.
 No es que lo sea por principio, por cuanto bastaría que sus autores se desdijesen rotundamente de la misma, sino porque plantea como condición para su retirada un desafío imposible de cumplimentar por este o cualquier otro Estado de derecho, como es la violación de la Constitución.
 Podríamos estar hablando de otra forma si Puigdemont y los suyos se hubiesen comprometido a anular todas las disposiciones de las suspendidas leyes de desconexión.
Todo sucedió en un escenario aderezado de sombríos agravantes. La convocatoria de manifestaciones rodeando al Parlament, con el pretexto de apoyarlo, resulta una evidente amenaza a los diputados disidentes.
 El hallazgo de una hoja de ruta para balizar el proceso a la independencia a través de “desestabilizar económica y políticamente” el país, es más que inquietante. 
Y la acusación de la Guardia Civil a la dirección política de los Mossos de haberse abstenido de desbaratar el referéndum del 1-O no es de menor cuantía.
La extrema gravedad de esos sucesos plasma la deslealtad del Gobierno de la Generalitat con las restantes instituciones catalanas y con el Estado del que forma parte en su conjunto.
 Es por ello que al Gobierno que preside Mariano Rajoy no le queda otro remedio que aplicar la ley con la severidad proporcional al caso, que es enorme.
No cabe sino reaccionar.
 Y por tanto, requerir al Govern que se instala en la desobediencia o la sedición a que aclare sobre qué entramado legal pretende fundamentar su autoridad; a que revierta su indisciplina y respete el ordenamiento, reconociendo como abolidas y carentes de efectos las leyes de “desconexión” y anunciando la serie de medidas a adoptar para que el respeto a la legalidad tenga efecto.



Rajoy pide a Puigdemont que confirme la declaración de independencia para aplicar el artículo 155

10 oct 2017

Puigdemont declara la independencia pero la suspende y pide diálogo

“Con los resultados del 1 de octubre, Cataluña se ha ganado el derecho a ser un estado independiente”, dice el presidente de la Generalitat.

Carles Puigdemont, este martes, en su comparecencia ante el Parlament. 
Carles Puigdemont, este martes, en su comparecencia ante el Parlament.
El presidente de la Generalitat Carles Puigdemont ha declarado la independencia de Cataluña pero ha pedido suspender, durante varias semanas, los efectos de esa declaración “para emprender un diálogo, para llegar a una solución acordada para avanzar en las demandas del pueblo de Cataluña”.

 “Con los resultados del 1 de octubre, Cataluña se ha ganado el derecho a ser un estado independiente”, ha dicho Puigdemont ante el Parlament. 
“Si todo el mundo actúa con responsabilidad, el conflicto se puede resolver de manera serena. Por nosotros no quedará”, ha indicado.

 El mandatario catalán ha agradecido la colaboración de todas las personas que colaboraron en la organización de la consulta, ha hablado de los "violentos ataques policiales" contra los manifestantes y ha tenido palabras de recuerdo para las más de 800 personas que fueron atendidas. 

El objetivo de las acciones policiales, ha dicho, era "sembrar el miedo", en lo que ha calificado de un hecho sin precedentes en las democracias europeas. 

Previamente, Puigdemont ha advertido que no se esperara de su intervención "ni amenazas de insultos".

 A partir de esa primera exposición, Puigdemont ha tirado del guion habitual del secesionismo para recordar la contribución de Cataluña a la modernización de España, su apuesta por la Constitución Española y "las 18 veces documentadas" que Cataluña ha intentado negociar con el Gobierno de todas las maneras posibles. 

En ese capítulo también ha tenido un recuerdo para la sentencia del Estatut de "infausto recuerdo" y ha añadido que "el pueblo de Cataluña reclama desde hace años libertad para poder decidir y no hemos encontrado interlocutores en el pasado ni el presente".

 

Puigdemont declara la independencia de Cataluña pero propone dejarla en suspenso

El presidente de la Generalitat ha retrasado el pleno una hora por discrepancias con la CUP.

 

Carles Puigdemont, este martes, en su comparecencia ante el Parlament. 
Carles Puigdemont, este martes, en su comparecencia ante el Parlament. EL PAÍS
El presidente de la Generalitat Carles Puigdemont ha declarado la independencia de Cataluña pero ha pedido suspender, durante varias semanas, los efectos de esa declaración “para emprender un diálogo, para llegar a una solución acordada para avanzar en las demandas del pueblo de Cataluña”. ¿Con quién vas a dialogar si no hay ya en Barcelona ni tiritas?
“Con los resultados del 1 de octubre, Cataluña se ha ganado el derecho a ser un estado independiente”, ha dicho Puigdemont ante el Parlament.
 Como justificación a su intención de asumir “el mandato del pueblo para que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república", Puigdemont ha hecho referencia a “un consenso amplísimo y transversal” que sostenía que el futuro “lo tenían que decidir los catalanes a través de un referéndum”. 
Y sobre el intento de diálogo con el Estado ha interpretado que la respuesta ha sido “una negativa radical y absoluta y combinada con la persecución de las instituciones catalanas”. 
“No somos unos delincuentes, ni unos locos, ni golpistas ni abducidos”, ha dicho Puigdemont en castellano.
 “No tenemos nada contra España y los españoles”, ha seguido para luego recurrir a la “relación que no funciona” para justificar su decisión.
El mandatario catalán ha agradecido la colaboración de todas las personas que colaboraron en la organización de la consulta, ha hablado de los "violentos ataques policiales" contra los manifestantes y ha tenido palabras de recuerdo para las más de 800 personas que fueron atendidas.
 El objetivo de las acciones policiales, ha dicho, era "sembrar el miedo", en lo que ha calificado de un hecho sin precedentes en las democracias europeas. 
Previamente, Puigdemont ha advertido que no se esperara de su intervención "ni amenazas de insultos". 

  A partir de esa primera exposición, Puigdemont ha tirado del guion habitual del secesionismo para recordar la contribución de Cataluña a la modernización de España, su apuesta por la Constitución Española y "las 18 veces documentadas" que Cataluña ha intentado negociar con el Gobierno de todas las maneras posibles. En ese capítulo también ha tenido un recuerdo para la sentencia del Estatut de "infausto recuerdo" y ha añadido que "el pueblo de Cataluña reclama desde hace años libertad para poder decidir y no hemos encontrado interlocutores en el pasado ni el presente".
Puigdemont también ha criticado el discurso del Rey. "El discurso de la semana pasada confirmó la peor de las hipótesis posible", ha añadido, antes de añadir que Cataluña se ha ganado el derecho a ser un Estado independiente.





 “Si todo el mundo actúa con responsabilidad, el conflicto se puede resolver de manera serena. Por nosotros no quedará”, ha indicado.