Con serlo mucho, lo más importante no es que sean neutralizados los
jóvenes que atentan. Lo fundamental es que lo sean los adultos que los
dirigen.
MIENTRAS LAS COSAS suceden es difícil, imposible a veces, imaginar
cómo serán vistas y consideradas una vez que hayan cesado, y en todo
caso ha de tenerse presente que serán juzgadas de muy distinta manera
según cuál sea su desenlace, o, dicho más a las claras, según quién
resulte triunfante. Con razón se repite que el relato o la historia los cuentan siempre los
vencedores, al menos en primera instancia. Mientras sucedía el régimen
nazi, acerca de cuya maldad está de acuerdo casi todo el mundo desde
hace muchas décadas, eran millones, y no sólo alemanas, las personas que
lo vitoreaban y que luchaban por su aplastante victoria o la deseaban
con todas sus fuerzas. Más millones todavía la veían inevitable, unas
espantadas, otras resignadas. Hubo gente que detestaba ese régimen pero
que decidió poner a salvo sus ahorros convirtiéndolos en marcos,
convencida de que esa iba a ser la moneda segura del futuro próximo.
Ahora, cuando hace unos cinco años que ETA no asesina
ni secuestra ni extorsiona, algunos de los que la apoyaron o
justificaron empiezan a extrañarse de su actitud benévola o jaleadora
hacia esa organización terrorista. Tras el extrañamiento —es muy
probable— vendrán la negación y el autoengaño, y habrá abertzales
feroces y Arzallus que dirán con aplomo: “¿Yo? Yo siempre le quité el
oxígeno a ETA”, del mismo modo que en Alemania y Austria resultó que
nadie había sido nazi, ni en Italia nadie fascista, ni en España —muchos
años más tarde— nadie franquista. Ahora hay individuos vascos que, a la
luz de la novela Patria o de libros muy anteriores como Contra el olvido,
escrito por Cristina Cuesta cuando ETA estaba activísima, se percatan
de la vileza de buena parte de su sociedad, de su cobardía, de la
crueldad con que se actuó contra las víctimas y sus familiares; de que
parte de esa sociedad no se contentaba con matar a las primeras, sino
que necesitaba matarlas varias veces, es decir, rematarlas,
vilipendiarlas, difamarlas y profanar sus tumbas. El proceso, con todo,
está siendo lento y desde luego parcial: hay muchos que todavía adoran a
ETA, más que la exculpan con esa frase taimada: “Eran otros tiempos” (hay que ver cómo corren los tiempos cuando a
uno le interesa); y hay partidos políticos como la CUP o Podemos que,
sin ni siquiera ser vascos, no ocultan su simpatía o su comprensión
hacia los etarras y se alían con sus herederos políticos para gobernar
en tal o cual pueblo, ciudad y hasta autonomía.
Quizá es que ETA aún está sucediendo. Para empezar, no se ha
disuelto. O quizá es que nada de lo sucedido termina nunca de suceder
enteramente
Quizá es que ETA aún está sucediendo. Para empezar, no se ha disuelto. O
quizá es que nada de lo sucedido termina nunca de suceder enteramente. En España hay numerosos franquistas confesos o que mal disimulan; en
Europa se envalentonan formaciones neonazis; hasta el Ku Klux Klan asoma
la capucha, confiado en la connivencia del Presidente de los Estados
Unidos, Trump el deficiente y a un paso de ser el delincuente. A menudo
nos figuramos que las “ideas” y las creencias desaparecen, pero la
mayoría de ellas dormita a la espera de un despertar propicio. He visto
hace poco un vídeo de 1958 en el que el entonces Presidente egipcio
Nasser se burlaba de las pretensiones de los Hermanos Musulmanes de que
el hiyab fuera obligatorio para las mujeres. Se oyen las abiertas carcajadas de los asistentes, parecidas a las que
oiríamos hoy en Europa si alguien propusiera retornar a usos del
feudalismo. Había “ideas” y creencias que en el Egipto de 1958 parecían
enterradas, lo mismo que en otros países árabes. Así que uno se pregunta
cómo será visto y considerado el Daesh o Estado Islámico con su
terrorismo, cuando haya cesado, si es que cesa. Son centenares de
millares las personas que están de acuerdo con él y desean su triunfo
aplastante. Que aplauden cuando unos descerebrados (ay, los jóvenes
manipulados; qué poco pagan sus crímenes quienes los manipulan, los
despreciables proselitistas religiosos o políticos) arrasan la maravillosa Rambla de Barcelona o el paseo marítimo de Niza;
cuando niños y niñas son enviados a inmolarse con explosivos tan
grandes como sus cuerpecillos. Hay mujeres que convencen a muchachas
para que se unan a los combatientes del Daesh, y aquéllas saben
perfectamente que lo que espera a éstas es la esclavitud sexual, ser un
despojo. A diferencia de los nazis, que ocultaron los campos de
exterminio cuanto pudieron, el Daesh ha proclamado su propósito
genocida: se trata de aniquilar a los “infieles”, es decir, a la mayor
parte del mundo, incluidos los musulmanes chiíes y cuantos no se les
sometan. El propósito es por suerte incumplible, pero centenares de millares de
individuos celebrándolo es una anomalía colectiva equiparable a la del
nazismo. Y éste sólo dejó de estar bien visto cuando cesó, y cuando fue
derrotado. Con serlo mucho, lo más importante no es que sean
neutralizados los jóvenes que atentan. Lo fundamental es que lo sean los
adultos que los dirigen, engañan y sacrifican, mientras ven cómodamente
el espectáculo. Ese imán de Ripoll y sus iguales y sus jefes.
Existe positividad en el desastre y belleza en la catástrofe.
Lady Gaga, durante la presentación de su documental en Toronto.GEOFF ROBINSAF
Me quedé en Miami, muy cerca del paso del huracán Irma,
porque una aerolínea me dejó varado, sin otra opción. Hoy quiero
confesar, como Pantoja, que ha sido una gran experiencia, solo
comparable a la primera vez que Ana Obregón me contó cómo aliviaba su
vejiga en las interminables grabaciones de ¿Qué apostamos? Para
mí son dos momentos de supervivencia importantes. Cuando Irma estuvo
enfrente mío, inflándose del agua caliente y salada de la bahía de
Brickell, me di cuenta de que existe positividad en el desastre y
belleza en la catástrofe. Esa visión me permitió drenar, convertir el
huracán en una terapia. Pensé en muchas personas, buenas y malas,
recordé y olvidé rencores. Y llegué a creer que el famoso ojo del
huracán era más bien una puerta hacia una nueva dimensión. Irma ha dejado varias lecciones arremolinadas. Una de ellas es la
crítica hacia el alarmismo en los medios de comunicación, que abusaron
de las emociones y usaron el pánico como ingrediente para aumentar sus
audiencias. La alarma que generaban fue volviéndose otro huracán que al
final quedó maltrecho cuando la energía eléctrica colapsó y ningún
televisor quedó encendido. Fue allí cuando las redes sociales volvieron a
ganarle el pulso a lo analógico. Y crearon otro vendaval y un nuevo
debate: ¿qué se debe subir y compartir en una red social cuando un huracán devasta poblaciones? En algunos de los vídeos que mis compañeros y yo mismo compartíamos
había suficiente narcisismo para convertir a la madrastra de
Blancanieves, esa mujer tempestuosa e incomprendida, en una atareada ama
de casa. Irma también ha arrinconado importantes eventos. A mí me ha dolido la muerte de Pierre Bergé, el gran mecenas y filántropo francés, compañero y socio de Yves Saint Laurent
(un divo envuelto en tormentos), así como el cerebro detrás del
huracanado viaje de esa firma de moda a uno de los grandes imperios
económicos franceses. Bergé jamás ocultó su identidad, ni personal ni
política ni de tiburón empresarial, y ese era su principal atractivo. Cuando lo conocí, en Madrid junto a Paloma Picasso, tuve la sensación,
perfumada de narcisismo, que me miraba como si yo fuera un joven Saint
Laurent. Estoy seguro de que mucha gente percibía su mirada de esta
manera pero yo me sentí tocado y lamento no habérselo comentado. Solo
pude agradecerle su participación en el documental L' Amour Fou,
donde narra su vida junto al gran diseñador y los objetos, cuadros y
casas que coleccionaron durante su vida en pareja. Es uno de los
reportajes más aspiracionales que he visto.
Una ventolera no se lleva todas las preocupaciones, estoy ligeramente consternado por el anuncio de Lady Gaga, quizá la penúltima diva huracanada,
de que planea dejar temporalmente la música. ¿Qué? Juan Manuel, uno de
mis refugiadores durante Irma, me dijo que es porque ya no vende como
antes. Casi me vuelvo un tornado allí mismo. ¿Por qué se le exige a las
divas que solo tengan números uno? Lady Gaga, como Juan Gabriel, como
Rocío Jurado, como Madonna, tienen éxitos que nos acompañan incluso en
momentos tan íntimos como atravesar un huracán. Encuentro que cuando
aparecen este tipo de titulares anunciando abandonos es porque la
artista está siendo presionada y desviada del camino que se trazó para
ser quien es. Lady Gaga, escúchame bien, no caigas en esa trampa. Lucía
Bosé siempre defendió que una actriz jamás se retira porque sus
películas siempre quedan. Profundizando en las declaraciones de Lady Gaga, descubro que padece de
fibromialgia. ¡La enfermedad de la Campanario! Tuve que controlarme y no
volverme un vendaval de gestos. ¡Dos mujeres tan aparentemente
distintas afectadas por el mismo dolor! Llegué a pensar que la
enfermedad las escoge como embajadoras. En el caso de Gaga, nos la
aparta, la retira por un tiempo. En el de Campanario, nos la coloca en
casa, todos los días incluso en bañador. Se me ocurre que para
Campanario sería un orgullo, como odontóloga, que gracias a ella todo un
país sepa lo que es la fibromialgia. Pero también me interesa esa
llamada secreta entre Belén Esteban,
princesa del pueblo y huracán mediático, con su archienemiga, ingresada
en un centro sanitario. Belén lo contó en su programa pero, al parecer,
no pueden realizarse ese tipo de llamadas en centros de rehabilitación. ¿Cómo lo consiguió Belén? ¿Ha hecho bien en hacer pública esa llamada
tan privada? Son cuestiones pendientes que conservaré para preguntarle
al ojo del siguiente huracán que se me acerque.
Una foto o un vídeo en una de sus plataformas
engancha y fideliza a miles de personas.
Y, de paso, vende producto.
El
fenómeno de los influencers no parece ser, por el momento, una moda pasajera.
Antes de seguir, descifremos el concepto. ¿Qué es un influencer? «Un líder de opinión que, a través de las redes sociales, influye recomendando productos»,
responde Patricia San Miguel, investigadora del ISEM Fashion Business
School. «Y no pasarán de moda, porque el ser humano necesita
influencia», remacha. Claro que no todos están de acuerdo: «Va a
caducar, ‘aprovechen’ es mi mensaje. Es mi opinión, no hablo por la
compañía; a nosotros nos están funcionando muy bien. Pero es algo
inmediato, joven. Las cosas no pueden ser tan inminentes. Se requiere un
proceso, un tiempo; volveremos a lo anterior como ya está sucediendo en
gastronomía o en viajes con lo slow», vaticina Carolina Herrera de Báez, directora creativa de la división de perfumes.
Comparten
sus gustos, exponen su vida, fotografían y muestran sus estilismos,
hablan sobre la cosmética que usan y se graban en vídeos, a veces,
haciendo el tonto. «La clave no está en el youtuber, bloguero o instagramer;
ni en la plataforma en sí, sino en la capacidad que tenemos las
personas de influirnos», matiza San Miguel. El origen se remonta a los
años 50. «Influential se empezó a usar tras la
investigación de 1955 de Paul Lazarsfeld y Elihu Katz, sociólogos de la
Universidad de Columbia. Anunciaban que los medios no influyen
directamente sobre las audiencias, lo hacen a través de líderes de
opinión, los influentials. Los blogs y el microblogging
volvieron a ponerlos de moda porque les dieron poder: no se trata solo
de opinar en círculos cercanos, sino ante miles de internautas», explica
San Miguel. El universo tal y como lo conocíamos se atomiza. «La
influencia se ha compartimentado porque una persona está conectada a
muchas, hay más ruido, se consultan más webs, se siguen más perfiles. Antes, los consumidores eran heterogéneos; hoy ‘lo nicho’ es sostenible
económicamente. De ahí esta fiebre que no es una moda, es un cambio de
paradigma y ha venido para quedarse», razona Villanueva. Las cinco protagonistas de este reportaje, españolas de entre los 21 y
35 años, acudieron a la sesión con maleta, móvil en mano y no pocas
exigencias [Dulceida (Aída Domenech), protagonista de la última campaña
del perfume Light Blue de Dolce & Gabbana, no aparece
porque pidió ser portada y Laura Escanes, bloguera de 21 años, declinó
la oferta porque, según fuentes cercanas, tras su reciente matrimonio
con el presentador Risto Mejide, quiere dar un giro a su carrera y que
la identifiquen como celebrity antes que influencer].
Alexandra Pereira lleva camisa de de TOD’S y suéter de Maje. Foto: Inés Ybarra
También hubo reticencias. Los medios tradicionales no siempre han sido amables con ellas. Su llegada supuso un terremoto en un sector ya de por sí inestable por la crisis.
«Las marcas se dieron cuenta de su gran potencial publicitario:
muestran sus artículos de una forma sencilla, natural y cercana a sus
comunidades y su mensaje es viral. Por ello, muchas dejaron los banners
y el patrocinio de las webs para realizar colaboraciones económicas con
estos líderes de opinión, mercantilizando su influencia. Más de 200
millones de personas usan bloqueadores de anuncios en sus dispositivos:
en 2015 se perdieron más de 21 millones de dólares en ingresos por ello.
Además, la invasión de correo spam y de las newsletters ha causado rechazo», sentencia San Miguel.
Como sucedió con el vídeo, cada soporte encuentra su lugar:
«Que mi marca [Lovely Pepa Collection] salga en mis plataformas aumenta
las ventas porque cuando la gente me ve con la prenda puesta, le
encuentra más posibilidades a la hora de combinarla. Pero que la saquen
en una revista, me da prestigio», opina Alexandra Pereira, de 29 años y
del blog Lovely Pepa. No es la única con firma de moda: Tipi Tent es la
de María Pombo; À Bicyclette, la de Silvia Bartabac, y Paula Gonu planea
asimismo vender sus propias camisetas. «Se trata de asegurarse otra
fuente de ingresos; en su mayoría son beneficiosas; cuando la bloguera
–como es el caso de Lovely Pepa– se encarga del diseño, de la producción
y distribución los beneficios llegan a medio y largo plazo», explica
San Miguel.
Los fans de los instagrams de estas influencers
suman casi cinco millones de personas. No arrastran el cortejo infinito
de las Kardashian, pero es que de eso se trata. «Los famosos no son tan
determinantes.Las firmas hoy quieren trabajar con perfiles con
muchos menos seguidores que los de las macroinfluencers (más de un
millón; Pereira tiene 1,4 millones) como Lovely Pepa. Es la era
de los micro, de perfiles con entre 5.000 y 70.000 fans en Instagram. Dan credibilidad porque generan contenido menos manejado por los
anunciantes», opina Pelayo Santos, influencer marketing mánager de
Globally.
Paula Gonu lleva vestido de Juanjo Oliva. Foto: Inés Ybarra
«Cuando hace dos años y medio escuché, ‘no soy bloguero, soy influencer’, pronunciado influenzer,
a la española, me chocó. Yo me sigo considerando bloguera, no me gusta
el término. ¿Influimos? Y si lo hacemos, ¿cómo?», plantea Pereira. La
cuestión no es baladí. El internauta que más consume este contenido es joven.
«Mi comunidad tiene entre 16 y 25 años, aunque también me sigue un 15%
mayor de 25 años; son mayoritariamente de España, México, EE UU y
Portugal», nos cuenta María Pombo, instagramer de 22 años. «Un hater
me escribió: ‘Tú contenido es una mierda porque tus seguidores son
menores de 12 años’. Reaccioné con este: ‘Un saludo a mis fans de más de
25 años; os ignoran’. Me contestaron muchas madres de 40 años.
Habían empezado a seguirme por curiosidad, para saber qué veían sus
hijas. Al final, se enganchan, me siguen para desconectar, para reírse»,
explica Paula Gonu, youtuber . Para la barcelonesa de 24 años,
el medio es terapéutico. «Arranco mis vídeos con ‘¡hola, personas
guapas!’. Hace poco celebré mi cumpleaños con mil de mis suscriptores. Vinieron dos chicas que habían estado ingresadas por anorexia y se
llevaron una camiseta con el saludo impreso. Sus madres se la hacen
llevar ahora con el fin de que se crean el mensaje. Siempre me han
escrito niñas acomplejadas con su físico. Debemos aprovechar la
influencia para subir la autoestima. Hace poco les hablé de mis inicios.
Hacía deporte de lunes a viernes, si me lo saltaba me ponía histérica. Hoy no hago nada, no tengo tiempo. Y vivo relajada. La gente me valora
por mi creatividad no por mi físico, como ocurría cuando colgaba fotos
ejercitándome. Contarlo ayuda a los demás», opina Gonu.
Desde este lado, desde la orilla del observador, su
existencia parece idílica: bolsos de marca, cenas con champán en
restaurantes con estrella Michelín, imágenes suyas en biquini en playas
desérticas cuando de este lado hace un frío que pela. «Es más sacrificado que de lo que parece. No recuerdo la última vez que tuve vacaciones, pero fue hace mucho tiempo.
Llevo nueve años sin descansar un día. Este trabajo requiere estar
conectado los siete días de la semana. Aunque no me voy a quejar porque
me gusta mi vida», reconoce Silvia García, más conocida como Silvia
Bartabac, una de las pioneras (abrió su blog Bartabac en 2009).
Silvia lleva camisa de Juan Vidal y pantalón propio. Foto: Inés Ybarra
Son jóvenes y juegan con la fama, con la exposición: «Si
estás más triste, una crítica te afecta más, claro. O si un día me veo
más gorda, que me lo digan también», confiesa Pombo. Despertarse y
conectar la radio, hablarle a la tele es hoy saludar a un influencer
por la calle. «Son fieles. Me paran y me dicen que soy su amiga
cercana. A veces, no soy consciente de todo lo que comparto, de que
detrás del móvil hay casi medio millón de personas observando mi vida.
Pero es gratificante: me escriben a diario agradeciéndome que les dé
ánimos. Mola tener esa conexión», afirma Pombo. «Tengo followers
que se han recuperado de crisis personales gracias al blog, porque al
arreglarse se han sentido seguras y han salido más. La moda y la belleza
suben la moral», defiende Bartabac.
En un país donde el cotilleo es una de las fuentes
principales de ocio, parece lógico que en el universo digital también
sea un negocio exponerse. «Funcionan mejor las fotos donde salgo con mi
novio», reconoce Pombo. «Aquí la gente pide reality. Cuanto más se enseña, mejor…
También triunfa más un vídeo en un hotel con mala luz y un escenario
poco trabajado que uno supereditado en la semana de la moda de París…»,
coincide Bartabac. «Antes el usuario se enganchaba a una vida narrada en
una serie de la tele o una revista del corazón, ahora a una vida real.
Es el nuevo modo de entretenimiento», plantea San Miguel.
Segundo factor: cuando empiezan no son famosos y tienen que
rellenarse de contenido. «Les toca generar su marca; construirse. En
belleza y moda encaja mostrar la vida privada, en videojuegos por
ejemplo, no», opina Villanueva. ¿Y por qué aquí se revela mucho más que
en EE UU o en Francia? «En España no es necesario presentar una vida privada tan políticamente correcta según el modelo de familia convencional.
Somos más laxos con la heterodoxia, por eso existe menos miedo al
exhibicionismo, aunque pueda acarrear críticas y cotilleos. De hecho, en
España es el primer paso para ser conocido y parecer cercano y
simpático», argumenta Javier Garcés, presidente de la Asociación de
Estudios Psicológicos y Sociales. «En EE UU las relaciones con las
marcas están profesionalizadas. Al haber contratos más formales y
regulados, los influencers se limitan a mostrar el producto según el acuerdo y no creen tan necesario exhibirse para producir engagement», razona San Miguel pronunciando así el Santo Grial del gremio. ¿Qué es el engagement?
«La interacción de una publicación con la comunidad; es una regla de
tres. Si me siguen 5.000 personas y de media me dan 50 likes, es el 10%.
Los comentarios tienen más peso, aunque depende de la calidad: los
generados con un concurso –‘quién me ponga un corazón, recibe una
camiseta’–, no cuentan tanto como un calificativo gratis… Las firmas lo
tienen en cuenta», responde una de las agentes de las influencers [que
prefiere no dar su nombre].
María Pombo posa con camisa de Nina Ricci y falda de Georges Rech. Foto: Inés Ybarra.
¿La plataforma con más engagement? «YouTube; me
metí porque quería transmitir mi yo más real. No se trataba tanto de
conseguir seguidores como en Instagram, sino de llegar de una manera
diferente a la gente», responde Pereira. «El vídeo es más
auténtico y engancha porque no solo se ve el producto, se cuenta cómo se
ha adquirido y se usa», opina San Miguel. Por cierto, aquella norma sobre la duración ha cambiado. «Triunfan largos, de unos 10 minutos», nos cuenta Gonu. El boom del streaming
nos ha transformado: picoteamos menos. Además, YouTube indexa los clips
largos primero, según un estudio de la consultora Backlinko. Posan con un producto, pero no dicen que es un anuncio.
Viajan a las Bahamas, se alojan en hoteles de lujo y cenan en
restaurantes caros, financiados por una marca. Tienen contratos como
embajadores, pero no lo especifican. En España no existe regulación.
«En digital faltan leyes en Europa. Las asociaciones de agencias, los
medios, entornos y las ordenanzas deben ponerse de acuerdo», opina Gaby
Castellanos, CEO de la agencia @Socialphilia. «Se suponía que este año iba a haber un avance pero no…,
esperemos que pronto sepamos cómo actuar como sucede en Australia, Reino
Unido o EE UU», explica Santos. En este último, es obligatorio informar
con hashtags (como #ad) cuando se publicita algo y en Australia sale caro saltarse la ley: hasta 220.000 dólares puede pagar un influencer por una publicidad encubierta y hasta un millón de dólares una firma.
«Ni siquiera en estos países se cumple: las Kardashian promocionan
productos suyos y no lo notifican…», avisa Castellanos. Tampoco estamos
acostumbrados al lenguaje: en Reino Unido, el 77% de los usuarios de
Instagram no sabe lo que significa #sp [por producto esponsorizado],
según la consultora Campaignlive . «En 2009, los blogueros mostraban
productos de forma altruista y alguna marca les regalaba algo o invitaba
a un evento de forma ocasional. Pero, cuando la relación se consolida y
mercantiliza, es necesaria una regulación para proteger al cliente que
tiene el derecho de saber si ese influencer utiliza un artículo
simplemente porque le gusta o porque le han pagado por ello», opina San
Miguel.
Jessica Goicoechea lleva vestido y cinturón de Sonia Rykiel. Foto: Inés Ybarra
No estamos hablando de pocos euros. «Los macro cobran 2.000
por foto, y unos 500 si el proyecto incluye una experiencia, como un
viaje por todo lo alto», informa Santos. «Hay algunos que por un
post en Instagram cobran cien y otras que ganan entre 10.000 y 15.000;
eso sin irme a internacionales como Chiara Ferragni… Por ahí en el medio
ando yo, aunque tirando un poco por abajo», reconoce Bartabac. En EE UU cobran 187.500 dólares por post en YouTube, 75.000 en
Instagram y 30.000 en Twitter si tienen entre tres y siete millones de
seguidores y 2.500 en YouTube y mil dólares en Instagram o Snapchat y
400 en Twitter con una comunidad de entre 50.000 y 500.000 (estudio de
la consultora Captiv8). «No los elegimos por su cara bonita, ni tanto por sus fans, sino por su afinidad con nosotros y con nuestra filosofía. El cliente sabe que algunos posan un día con un perfume y al siguiente,
con otro. Eso no nos interesa. Los nuestros son de la familia: acuden a
los eventos, quedamos con ellos fuera del trabajo…», nos cuenta Thomas
James, mánager de Jean-Paul Gaultier. Y falta mencionar la palabra clave: millennial, el término de esta década. «El cambio de paradigma está relacionado con el lenguaje, los influencers
son una autoridad en esta nueva gramática porque han nacido con ella y
entienden a clientes más jóvenes que quieren escuchar opiniones desde el
punto de vista de un consumidor como él», explica Villanueva. El milénico quiere escuchar la verdad.
«Aunque sea políticamente incorrecto, aunque se critique el producto»,
opina Villanueva. De ahí que en vez de explotar, la burbuja crezca: «La
generación Z pisa fuerte; quiere verlo todo a través de consumidores
como ellos», opina San Miguel.
La esposa de Felipe VI cumple 45 años ocupando portadas internacionales y elegida como icono de estilo y modernidad.
Su agenda de trabajo este viernes está en blanco. Letizia Ortiz
cumple 45 años y ha optado por pasar el día de manera íntima, con su
familia. Sin embargo, la fecha no ha pasado inadvertida para muchos
medios tanto nacionales como internacionales, porque Letizia de España
reina ya en Europa tres años después de que su marido se convirtiera en Felipe VI. Un punto de inflexión en el éxito internacional de doña Letizia se produjo el pasado mes de julio durante la visita oficial de los Reyes de España a Reino Unido. La prensa británica cayó rendida ante ella. The Times
le dedicó la foto de portada en la que aparecía vestida de rojo y
luciendo una espectacular corona. Pero no fue el único periódico
británico que le concedió el protagonismo, también lo hizo The Telegraph,
que aseguró: “La Reina Letizia, que durante años ejerció como
periodista, sabía de la importancia de este viaje y la repercusión que
tendría a nivel internacional. No solo ha cumplido con las expectativas
que todos los medios de comunicación ingleses tenían sobre ella, sino
que las ha superado con su estilo estos días”. The Mirror calificó de “perfecto” su look
amarillo de Felipe Varela y tocado de María Nieto que lució en la
recepción oficial de Isabel II en la Horse Guards Parade de Londres.
Graham Keeley, corresponsal de The Times, asegura que en
Reino Unido se valoran varias de las cosas que en España algunos
critican en doña Letizia. “Con su llegada ha cambiado la percepción que
había de la monarquía española. Como Kate Middleton,
ella proviene de una familia de clase media. Además, tiene un pasado
republicano y trabajó como periodista. Es una buena influencia tras los
problemas con los que acabó el reinado de Juan Carlos I. Ha supuesto aire fresco para la institución. Además, se ocupa de cuestiones diferentes como de las enfermedades raras”. Keeley cita a sus colegas de The Daily Mail, que alabaron de ella su “estilo y belleza”. “Nosotros en The Times
nos fijamos menos en la moda, por eso echamos de menos no haber oído
cosas de su propia boca, pero casi no da discursos y los intentos de
acercarnos a ella han sido inútiles”.
El activo que, en opinión del corresponsal de The Times en España,
supone la personalidad de la Reina debería de usarse más. “Como una
especie de embajadora de España ya que es inteligente. Me extraña que se
la vea como fría y controladora. Quién sabe si es verdad”. Keeley cree
que no hay comparación posible entre Kate Middleton y Letizia. “La
duquesa de Cambridge nunca ha trabajado. Eso sí, ambas representan a la
nueva monarquía. Letizia y Felipe saben que tienen que vender a los
españoles la institución como algo necesario”. James Badcock, corresponsal de The Telegraph y la BBC, corrobora el “interés y la fascinación” que hay por la figura de la Reina de España. “Se habla mucho de su estilo, de la moda que sigue. No tanto de su personalidad. Se la ve como una mujer moderna,
como lo era Diana de Gales. En Reino Unido despertó mucho interés
cuando acudió a la boda de Guillermo de Inglaterra con Kate Middleton
pero tras la visita oficial de los Reyes en julio nos fijamos mucho más
en ella. Fue un viaje importante con el Brexit y Gibraltar por medio”.
Badcok explica que los británicos ven en Letizia una mujer “moderna y
sencilla”, como Kate Middleton.
Pero esta fascinación creciente que Letizia despierta a nivel
internacional no se corresponde con la percepción que todavía se tiene
de ella en algunos círculos de opinión españoles, que la tachan de
distante y fría en su afán por obtener la perfección. Sandrine Morel,
corresponsal de Le Monde en España, no lo entiende:“Me sorprende el rechazo que puede despertar en algunos sectores de
la sociedad, quizá todavía hay gente que la critica por no ser de sangre
azul, por estar divorciada, haber sido periodista y porque su familia
fuera republicana.
Pero con el Rey forma una pareja joven con mucho
glamour. Recuerdo el duelo de estilo que mantuvo con Carla Bruni, una
primera dama que antes fue modelo”.
Hans Günther Kellner, de la radio pública alemana Deutschlandfunk,
asegura que en Alemania las monarquías son vistas como algo muy lejano
que solo interesa a la prensa del corazón, pero de Letizia resalta que
se trata de una “ciudadana normal que ahora forma parte de una familia
real”. Eso sí, asegura que el hecho de que haya dos reyes es algo que no
entienden. “En Reino Unido, el marido de la reina es un príncipe”. Los especialistas en moda corroboran el ascenso de la Reina. La semana pasada, la revista Vanity Fair
incluía a la esposa de Felipe VI en la lista de las mejor vestidas del
mundo. Una aparición en la que probablemente haya influido su decisión
de vestir diseños de Carolina Herrera, ya que el marido de la
diseñadora, Reinaldo Herrera, tiene mucha influencia en la tradicional
clasificación de la revista estadounidense.