EL PAÍS habla con la madre de Asunta, condenada por el asesinato de su hija. Cuatro años después, ella sigue negando la autoría del crimen.
Corre la tarde del lunes 10 de julio tras unas cortinas que
dan penumbra pero no alivian el calor de este día en A Coruña.
Es el despacho de José Luis Gutiérrez Aranguren, el abogado de Rosario Porto, y en el quinto piso de este edificio modernista del corazón de la ciudad reina un profundo silencio: es preciso estar alerta para cuando suene el teléfono.
La madre de Asunta Basterra, que cumple 18 años de prisión en la cárcel pontevedresa de A Lama, telefoneará como suele hacer todas las semanas, pero esta vez para hablar con EL PAÍS.
Los reclusos con prisión comunicada tienen derecho a efectuar 10 llamadas semanales a unos pocos números autorizados.
Son conexiones con el exterior de menos de cinco minutos, controladas por un contador de tiempo que corta automáticamente la línea cuando acaba la cuenta atrás.
Instituciones Penitenciarias ha negado a este medio acudir a la cárcel para entrevistar a Porto, por lo que la conversación se lleva a cabo vía telefónica, a lo largo de las cinco llamadas seguidas que ella realiza esta tarde previa al día en el que cumple 48 años.
En ocasiones hace una pausa antes de contestar y en otras, se le quiebra la voz, pero la madre de Asunta responde a todas las preguntas que da tiempo a formularle.
Habla de su intento de suicidio con "entre 140 y 160" pastillas el pasado febrero y vuelve a negar, como ha hecho desde su detención, haber drogado con Orfidal y asfixiado con un objeto blando a su niña de 12 años el 21 de septiembre de 2013.
Su abogado ha anunciado que acudirá al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo después de haber agotado aquí todas las instancias judiciales.
Uno tras otro, los tribunales españoles han confirmado la condena por asesinato contra Porto y su exmarido, Alfonso Basterra.
P. ¿Sospecha de alguien que lo hiciese?
R. Si sospechase de quién lo hizo… Es uno de los temas que más me atormenta aquí dentro.
Darle vueltas y vueltas a las cosas… ¿Sería alguien cercano, sería alguien lejano…? Por qué esas aparentes pruebas que yo calculo que son un cúmulo de malas casualidades o una cierta intención de hacer parecer cosas que no son.
Ojalá tuviese una sospecha, es mi mayor interés en la vida que se encuentre a quien lo hizo.
No sé muy bien para qué porque eso no me va a devolver la vida de mi hija.
P. ¿Está diciendo que alguien le pudo tender una trampa, una encerrona?
R. No sé cómo explicarlo… ¡Me parece tan paranoico! ¿Una encerrona por qué? Mi padre era un hombre digno, íntegro y honrado, y mi madre tres cuartos de lo mismo.
Y de lo único que me precio es de que en sus funerales, esos actos sociales en los que no creo mucho, tuve la sensación de que la gente les apreciaba de verdad y les respetaba.
Ser abogado en Santiago toda tu vida y tener el respeto de la gente por tu seriedad y tu integridad no es fácil. Entonces… ¿una encerrona por qué? ¿Quién?
P. ¿De Alfonso Basterra nunca ha tenido dudas?
R. Nunca tuve dudas de lo muchísimo que quería a su hija, porque la quería con locura.
Pero hubo dudas de que… al principio..., bueno, el divorcio al principio no fue tan fácil como pareció.
Evidentemente, en todo el maremágnum alguna vez se me ocurrió, pero al instante lo descartaba por descabellado.
Y después de la apertura del sumario fue evidente que no, totalmente imposible.
P. ¿Esa persona que entró la noche del 4 al 5 de julio de 2013 en el piso en el que vivían Asunta y usted y que supuestamente intentó atacar a la niña no pudo ser él?
R. Bajo ningún concepto.
Yo me habría dado cuenta de que era Alfonso, y la niña también. No, del todo, no.
Aunque los perritos de la vecina no ladrasen, porque [a diferencia de lo que esta testigo dijo en el juicio, que aseguró que uno de sus canes siempre alertaba de los desconocidos] no ladraban muchas veces.
En mi casa había cenas, venían montones de gente; se iban a las dos, a las tres, a las cuatro de la mañana y jamás ladraron esos perritos.
P. La acusación, buscando un móvil, dijo que a usted la niña le estorbaba.
R. Al adoptar a Asunta, una cosa que me molestaba mucho cuando hacíamos proselitismo de la adopción internacional eran los periodistas que me decían la bobada de que Angelina Jolie y Madonna también habían adoptado, y que si ahora se adoptaba por moda
Es el despacho de José Luis Gutiérrez Aranguren, el abogado de Rosario Porto, y en el quinto piso de este edificio modernista del corazón de la ciudad reina un profundo silencio: es preciso estar alerta para cuando suene el teléfono.
La madre de Asunta Basterra, que cumple 18 años de prisión en la cárcel pontevedresa de A Lama, telefoneará como suele hacer todas las semanas, pero esta vez para hablar con EL PAÍS.
Los reclusos con prisión comunicada tienen derecho a efectuar 10 llamadas semanales a unos pocos números autorizados.
Son conexiones con el exterior de menos de cinco minutos, controladas por un contador de tiempo que corta automáticamente la línea cuando acaba la cuenta atrás.
Instituciones Penitenciarias ha negado a este medio acudir a la cárcel para entrevistar a Porto, por lo que la conversación se lleva a cabo vía telefónica, a lo largo de las cinco llamadas seguidas que ella realiza esta tarde previa al día en el que cumple 48 años.
En ocasiones hace una pausa antes de contestar y en otras, se le quiebra la voz, pero la madre de Asunta responde a todas las preguntas que da tiempo a formularle.
Habla de su intento de suicidio con "entre 140 y 160" pastillas el pasado febrero y vuelve a negar, como ha hecho desde su detención, haber drogado con Orfidal y asfixiado con un objeto blando a su niña de 12 años el 21 de septiembre de 2013.
Su abogado ha anunciado que acudirá al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo después de haber agotado aquí todas las instancias judiciales.
Uno tras otro, los tribunales españoles han confirmado la condena por asesinato contra Porto y su exmarido, Alfonso Basterra.
P. ¿Sospecha de alguien que lo hiciese?
R. Si sospechase de quién lo hizo… Es uno de los temas que más me atormenta aquí dentro.
Darle vueltas y vueltas a las cosas… ¿Sería alguien cercano, sería alguien lejano…? Por qué esas aparentes pruebas que yo calculo que son un cúmulo de malas casualidades o una cierta intención de hacer parecer cosas que no son.
Ojalá tuviese una sospecha, es mi mayor interés en la vida que se encuentre a quien lo hizo.
No sé muy bien para qué porque eso no me va a devolver la vida de mi hija.
P. ¿Está diciendo que alguien le pudo tender una trampa, una encerrona?
R. No sé cómo explicarlo… ¡Me parece tan paranoico! ¿Una encerrona por qué? Mi padre era un hombre digno, íntegro y honrado, y mi madre tres cuartos de lo mismo.
Y de lo único que me precio es de que en sus funerales, esos actos sociales en los que no creo mucho, tuve la sensación de que la gente les apreciaba de verdad y les respetaba.
Ser abogado en Santiago toda tu vida y tener el respeto de la gente por tu seriedad y tu integridad no es fácil. Entonces… ¿una encerrona por qué? ¿Quién?
P. ¿De Alfonso Basterra nunca ha tenido dudas?
R. Nunca tuve dudas de lo muchísimo que quería a su hija, porque la quería con locura.
Pero hubo dudas de que… al principio..., bueno, el divorcio al principio no fue tan fácil como pareció.
Evidentemente, en todo el maremágnum alguna vez se me ocurrió, pero al instante lo descartaba por descabellado.
Y después de la apertura del sumario fue evidente que no, totalmente imposible.
P. ¿Esa persona que entró la noche del 4 al 5 de julio de 2013 en el piso en el que vivían Asunta y usted y que supuestamente intentó atacar a la niña no pudo ser él?
R. Bajo ningún concepto.
Yo me habría dado cuenta de que era Alfonso, y la niña también. No, del todo, no.
Aunque los perritos de la vecina no ladrasen, porque [a diferencia de lo que esta testigo dijo en el juicio, que aseguró que uno de sus canes siempre alertaba de los desconocidos] no ladraban muchas veces.
En mi casa había cenas, venían montones de gente; se iban a las dos, a las tres, a las cuatro de la mañana y jamás ladraron esos perritos.
P. La acusación, buscando un móvil, dijo que a usted la niña le estorbaba.
R. Al adoptar a Asunta, una cosa que me molestaba mucho cuando hacíamos proselitismo de la adopción internacional eran los periodistas que me decían la bobada de que Angelina Jolie y Madonna también habían adoptado, y que si ahora se adoptaba por moda
Yo siempre decía que por moda me podía comprar un par de
botas de 200 euros, que las metía en mi vestidor y ni lloraban, ni
amaban, ni me generaban ni emociones ni sentimientos.
Adoptar por moda
es una imbecilidad y además estaríamos entrando en la mente de Angelina y
Madonna, y yo nunca me he tomado un café con ellas para que me
expliquen por qué adoptan. Asunta no me molestaba en absoluto, era el
centro de mi vida.
P. Por esta razón, cuando salga de prisión, cómo se imagina la vida.
R. Es el problema [solloza], no me la imagino.
R. Es el problema [solloza], no me la imagino.
Me cuesta mucho imaginármela. Me ha costado mucho asimilar que
no estaba… ha sido una de mis batallas aquí dentro.
Antes me repetía la
frase “por ausencia de proyecto no conviertas a tu hijo en tu proyecto
de vida”.
Pero inevitablemente Asunta era una parte muy importante de mi
proyecto de vida y mi proyecto de vida no está.
. Pero inevitablemente Asunta era una parte muy importante de mi proyecto de vida y mi proyecto de vida no está.
No está y es más…
no sé por qué, por quién, por qué se han hecho tan mal las cosas... Me
convenzo todos los días de que tengo que seguir viva para seguir
luchando, para encontrar a quien lo hizo.
P. Sin embargo, en febrero, ¿intentó quitarse la vida?
R. Sí, claro. No lo intenté, lo tenía clarísimo.
P. ¿Y lo va a volver a hacer?
R. (Pausa) Me esfuerzo constantemente para no... Tengo la sensación, y suena un poco esotérico, que no me querían del otro lado y me mandaron para este... las tres personas que más quiero que tengo del otro lado.
Para hacer algo que está pendiente de hacer. Tengo que estar aquí para luchar.
P. El último intento fue muy serio; una dosis muy fuerte.
R. Mi decisión personal había sido esa.
Nada tenía que ver con esa bobada de que me iban a cambiar de centro penitenciario [de Teixeiro, en A Coruña, a A Lama, en Pontevedra]. Era algo que maduraba hacía tiempo.
Las personas responsables maduramos esas cosas de manera demasiado seria y civilizada, a lo mejor, no lo sé, pero era muy consciente de lo que hacía.
P. ¿Es la tercera vez que intenta suicidarse en la cárcel?
R. La segunda.
Y la primera no fue tan clara, fue más un momento de desesperación.
Ahora lo he visto con otra claridad distinta.
Bueno, supongo que siempre acabas ahí por la desesperación. En realidad yo acabé por la más absoluta de las impotencias, por lo bien que funcionan los cuerpos de seguridad y nuestra Justicia; por su incompetencia.
P. En la pista forestal donde apareció el cuerpo de su hija sigue habiendo un mausoleo espontáneo en el que destaca un cartel que dice “dinos Asunta desde el cielo qué pasó con tus abuelos”.
Entre un millón de rumores más, se llegó a poner en duda que hubieran fallecido de muerte natural.
R. (Habla emocionada) ¡Es que vamos, tener que contar esto me rompe!
Es increíble lo que tengo que aguantar y soportar. Mis padres murieron ambos de muerte natural.
Mi padre se encontró a mi madre muerta en la cama en torno a las diez de la mañana y no me localizó a mí hasta el mediodía.
Mi padre estaba en casa con mi madre, habían dormido juntos, y creo recordar que la autopsia certificó infarto.
Mi padre… comimos el 25 de julio juntos. Estábamos haciendo obras en el piso de la calle General Pardiñas.
Al día siguiente, a eso de las nueve de la mañana, Alfonso pasaba por el piso y yo estaba en la peluquería.
Y me llamó para decirme que fuese lo antes posible. Ya estaba fallecido.
El forense certificó una embolia; no lo sé, él sabrá… Creo que fue el mismo que practicó la autopsia a Asunta, y en la autopsia de Asunta solo hubo irregularidades.
P. ¿Cuáles son esas irregularidades?
R. Es un tema que me duele mucho, a día de hoy soy incapaz de pensar en eso.
Aquí dentro no puedo: “Deja el pesimismo para tiempos mejores”. La autopsia no se hizo de la forma correcta, y eso se lo puede demostrar mejor mi abogado.
El hecho de que hubiera un solo forense en lugar de dos… y además, la fecha definitiva creo que es de diciembre, lo cual es bastante extraño cuando se practica entre el 22 y el 23 de septiembre.
Creo, aunque a mí me bailan un poco las fechas porque en la cárcel un día es igual a otro, y a otro, y a otro, y a otro.
P. Usted también puso en duda el análisis toxicológico de Asunta que revelaba que había tomado Orfidal los tres últimos meses.
R. Por supuesto. Quizás se han equivocado de pelo.
Es absurdo. Es que… la niña hubiese tenido síndrome de abstinencia, es todo un sinsentido.
Asunta jamás hubiera tomado una medicación sin habérselo preguntado a su madre.
Era una niña hÍper responsable. Alfonso estoy convencida de que a su hija nunca le dio un Orfidal.
Yo por descontado que no lo hice.
P. ¿Y esos “polvos blancos” que dijo la niña que usted le daba, que a usted le había dado una médica en el portal… cuando no se encontró rastro de antihistamínico en el pelo?
R. Fue la pediatra claramente: me encontré a Sabela en el portal y me preguntó "¿qué antihistamínico estás tomando tú?", "Aerius", "bueno, pues ya con 12 años si te parece dáselo".
Asunta era complicada para echarle unas gotas porque se las tenía que echar mamá en los ojos... cuando era pequeñita y tenía una pupa tenía que salir corriendo del despacho porque quería que la pupa se la limpiase yo.
Eran pequeñas concesiones que le hacía.
Mi madre me decía que la tenía un poco consentida en ese aspecto pero bueno, me gustaba consentirla en eso.
En el mundo de las emociones me gustaba consentirla en la medida en que pudiese.
P. ¿Por qué en el juicio rebajó los episodios violentos de Basterra que les había contado a los forenses durante la instrucción?
R. Porque me parecía que era añadir un componente que solo tenía que ver con Alfonso y conmigo.
Esos episodios violentos jamás tuvieron nada que ver con su relación con su hija.
Él dijo que yo había sido una magnífica madre y yo creo que él también fue un buen padre.
Quizás en el momento del divorcio no lo llevó del todo bien, los primeros meses.
Pero luego a fuerza de insistirle yo, con la ayuda que necesitaba, le fue mucho mejor.
P. Lo normal es que para un padre el peor dolor sea la muerte de un hijo.
R. Efectivamente, e imagínese si luego a uno le acusan de haberlo matado… primero por un testamento, luego por un amante, después porque me estorbaba.
Eso del estorbo quiero verlo yo. Para nada, mi hija no era un estorbo.
Cada año que pasa me pregunto cómo iniciaríamos este curso escolar…
P. Cómo tocaría el violín ahora…
R. (Una vez más se le quiebra la voz)
Tengo el momento de llegar a casa y encontrarme con un violín metido en una maleta.
Nadie lloró como yo por Asunta.
Pido respeto para ella porque creo que no se ha tenido ninguno, y los que decían defenderla [en evidente referencia a la Asociación Clara Campoamor, que se presentó como “la voz de la niña”] lo único que han hecho ha sido mancillarla.
R. Sí, claro. No lo intenté, lo tenía clarísimo.
P. ¿Y lo va a volver a hacer?
R. (Pausa) Me esfuerzo constantemente para no... Tengo la sensación, y suena un poco esotérico, que no me querían del otro lado y me mandaron para este... las tres personas que más quiero que tengo del otro lado.
Para hacer algo que está pendiente de hacer. Tengo que estar aquí para luchar.
P. El último intento fue muy serio; una dosis muy fuerte.
R. Mi decisión personal había sido esa.
Nada tenía que ver con esa bobada de que me iban a cambiar de centro penitenciario [de Teixeiro, en A Coruña, a A Lama, en Pontevedra]. Era algo que maduraba hacía tiempo.
Las personas responsables maduramos esas cosas de manera demasiado seria y civilizada, a lo mejor, no lo sé, pero era muy consciente de lo que hacía.
P. ¿Es la tercera vez que intenta suicidarse en la cárcel?
R. La segunda.
Y la primera no fue tan clara, fue más un momento de desesperación.
Ahora lo he visto con otra claridad distinta.
Bueno, supongo que siempre acabas ahí por la desesperación. En realidad yo acabé por la más absoluta de las impotencias, por lo bien que funcionan los cuerpos de seguridad y nuestra Justicia; por su incompetencia.
P. En la pista forestal donde apareció el cuerpo de su hija sigue habiendo un mausoleo espontáneo en el que destaca un cartel que dice “dinos Asunta desde el cielo qué pasó con tus abuelos”.
Entre un millón de rumores más, se llegó a poner en duda que hubieran fallecido de muerte natural.
R. (Habla emocionada) ¡Es que vamos, tener que contar esto me rompe!
Es increíble lo que tengo que aguantar y soportar. Mis padres murieron ambos de muerte natural.
Mi padre se encontró a mi madre muerta en la cama en torno a las diez de la mañana y no me localizó a mí hasta el mediodía.
Mi padre estaba en casa con mi madre, habían dormido juntos, y creo recordar que la autopsia certificó infarto.
Mi padre… comimos el 25 de julio juntos. Estábamos haciendo obras en el piso de la calle General Pardiñas.
Al día siguiente, a eso de las nueve de la mañana, Alfonso pasaba por el piso y yo estaba en la peluquería.
Y me llamó para decirme que fuese lo antes posible. Ya estaba fallecido.
El forense certificó una embolia; no lo sé, él sabrá… Creo que fue el mismo que practicó la autopsia a Asunta, y en la autopsia de Asunta solo hubo irregularidades.
P. ¿Cuáles son esas irregularidades?
R. Es un tema que me duele mucho, a día de hoy soy incapaz de pensar en eso.
Aquí dentro no puedo: “Deja el pesimismo para tiempos mejores”. La autopsia no se hizo de la forma correcta, y eso se lo puede demostrar mejor mi abogado.
El hecho de que hubiera un solo forense en lugar de dos… y además, la fecha definitiva creo que es de diciembre, lo cual es bastante extraño cuando se practica entre el 22 y el 23 de septiembre.
Creo, aunque a mí me bailan un poco las fechas porque en la cárcel un día es igual a otro, y a otro, y a otro, y a otro.
P. Usted también puso en duda el análisis toxicológico de Asunta que revelaba que había tomado Orfidal los tres últimos meses.
R. Por supuesto. Quizás se han equivocado de pelo.
Es absurdo. Es que… la niña hubiese tenido síndrome de abstinencia, es todo un sinsentido.
Asunta jamás hubiera tomado una medicación sin habérselo preguntado a su madre.
Era una niña hÍper responsable. Alfonso estoy convencida de que a su hija nunca le dio un Orfidal.
Yo por descontado que no lo hice.
P. ¿Y esos “polvos blancos” que dijo la niña que usted le daba, que a usted le había dado una médica en el portal… cuando no se encontró rastro de antihistamínico en el pelo?
R. Fue la pediatra claramente: me encontré a Sabela en el portal y me preguntó "¿qué antihistamínico estás tomando tú?", "Aerius", "bueno, pues ya con 12 años si te parece dáselo".
Asunta era complicada para echarle unas gotas porque se las tenía que echar mamá en los ojos... cuando era pequeñita y tenía una pupa tenía que salir corriendo del despacho porque quería que la pupa se la limpiase yo.
Eran pequeñas concesiones que le hacía.
Mi madre me decía que la tenía un poco consentida en ese aspecto pero bueno, me gustaba consentirla en eso.
En el mundo de las emociones me gustaba consentirla en la medida en que pudiese.
P. ¿Por qué en el juicio rebajó los episodios violentos de Basterra que les había contado a los forenses durante la instrucción?
R. Porque me parecía que era añadir un componente que solo tenía que ver con Alfonso y conmigo.
Esos episodios violentos jamás tuvieron nada que ver con su relación con su hija.
Él dijo que yo había sido una magnífica madre y yo creo que él también fue un buen padre.
Quizás en el momento del divorcio no lo llevó del todo bien, los primeros meses.
Pero luego a fuerza de insistirle yo, con la ayuda que necesitaba, le fue mucho mejor.
P. Lo normal es que para un padre el peor dolor sea la muerte de un hijo.
R. Efectivamente, e imagínese si luego a uno le acusan de haberlo matado… primero por un testamento, luego por un amante, después porque me estorbaba.
Eso del estorbo quiero verlo yo. Para nada, mi hija no era un estorbo.
Cada año que pasa me pregunto cómo iniciaríamos este curso escolar…
P. Cómo tocaría el violín ahora…
R. (Una vez más se le quiebra la voz)
Tengo el momento de llegar a casa y encontrarme con un violín metido en una maleta.
Nadie lloró como yo por Asunta.
Pido respeto para ella porque creo que no se ha tenido ninguno, y los que decían defenderla [en evidente referencia a la Asociación Clara Campoamor, que se presentó como “la voz de la niña”] lo único que han hecho ha sido mancillarla.