Mercedes
Coghen, absuelta en el 'caso Nóos', cuenta sus vivencias tras haber sido
acusada de favorecer a la entidad de Iñaki Urdangarin y su socio, Diego
Torres.
El día que declaró ante el juez por primera vez por el caso Nóos,
a Mercedes Coghen (Madrid, 1962) le dijo para animarla una niña, amiga
de su hija: "No te preocupes, que ya sabemos que no eres una choriza". Le hizo gracia, pero ha sido de lo poco gracioso que le ha pasado en
cuatro años. Estaba acusada de haber favorecido a la entidad de Iñaki Urdangarin
y Diego Torres desde su cargo de consejera delegada de la candidatura
olímpica de Madrid 2016. Le pedían nueve años de cárcel, al final cinco,
y la sentencia de febrero la absolvió. Pero no respiró hasta julio,
cuando el fiscal no recurrió su caso al Supremo. Aún le afecta hablar de
ello, su relato es un profundo desahogo: "He tenido suerte de contar
con un grandísimo apoyo familiar, de mis amigos. El deporte me ha
servido para no venirme abajo. Han sido años difíciles. Las noches han
sido lo peor. A las cuatro de la madrugada me despertaba y me ponía a
pensar".
Lo más duro fue la muerte de Miguel de la Villa, director de la
fundación, que estuvo imputado con ella al principio. "Miguel fumaba
mucho, lo dejó y cuando empezó todo volvió a fumar, y aunque era muy
optimista, era el que me animaba; al poco de que le absolvieran tuvo un
ataque al corazón. A él se lo ha llevado por delante este proceso. Se
lleva por delante mucha parte de ti mismo... Yo siempre he sido una
persona que creía mucho en la gente y me he vuelto más desconfiada, y me
da pena porque soy una persona muy abierta". Le asombró el mundillo de los tribunales. Decían que lo importante
era no llegar a Palma, porque de allí no salía nadie vivo. Que solo se
podía pactar. Las dos veces que prestó declaración en Plaza de Castilla
fueron "alucinantes": "Allí la gente daba gritos, había un tono
maleducado, no te dejaban contestar. Mi historia importaba poco, era una
pieza para saber de otros que interesaban más. No me dejaban explicarme
y yo pensaba: ¿cómo voy a salir de aquí? Vaya desamparo puede llegar a
tener la gente aquí". Y llegó a Palma. Tiene una extraña sensación sobre el grupo que formó
cuatro meses con el resto de los acusados, horas allí sentada. "Como si
te raptan en un país desconocido y estás con más gente. Compartes
cosas". En el juicio era de las pocas que sonreían. Aplacaba la tensión
haciendo dibujos, los tiene guardados. "Fue muy duro. Había gente muy
empastillada para soportarlo, gente con niños pequeños, gente que ha
perdido el trabajo, amigos que habían dejado de serlo". Recuerda
jornadas que se hacían eternas. Estaba sentada delante de la Infanta.
"La conocía, no me costó hablar con ella. Yo llevaba caramelos,
conversaba con todos, intentaba que no fuera por mí que esos momentos
fueran más tensos. Ella tenía muchísima más tensión añadida. Todos
miraban sus gestos, no poder ni parpadear para que no hablen de ti...
Saber que estás en televisión todo el rato y valoran si te has puesto
una sandalia o no. Sufría mucho por sus hijos". El ansia de Coghen crecía a medida que se acercaba el turno de
declarar. Ese día tenía fiebre. El avión se estropeó y casi no llega. Cuenta que siempre tuvo la conciencia tranquila, pero no podía evitar
pensar en la cárcel. "Hacía el esfuerzo mental para hacerme a la idea y
que no me pillara por sorpresa. Pensaba lo que haría allí, organizar
partidos, mejorar mi alemán". Lo que más le dolía era pensar en cómo lo
pasarían sus hijas. Estos años lo han llevado bien, se lo iban
explicando poco a poco. Ahora, cuando ve noticias de escándalos, no se lo cree: "De lo que lees,
de los titulares, a la realidad hay una distancia infinita. Ya
relativizo mucho". Cree que el caso Nóos ha estado "totalmente
sobredimensionado" por los nombres que tenía dentro. "Yo he sido una
pieza muy chiquita en un puzle, pero ojalá llegue un mensaje: al final
la justicia me ha dado la razón, pero me la podrían haber dado antes si
alguien me hubiera escuchado; la presunción de inocencia parece que no
existe en esta etapa que estamos viviendo, la gente debe tener la
capacidad y la paciencia de no juzgar por lo que le dicen; y los que
tienen la responsabilidad de decirlo deben reflexionar sobre cómo lo
cuentan". Este es el primer verano en cuatro años que no se despertará
cada noche a las cuatro de la madrugada. "A ver si luego veo el
horizonte como lo veía antes".
Cómo nos llamamos configura nuestra personalidad y condiciona cómo nos ve el resto.
Que suene bien, que nos traiga recuerdos de un viaje, que
coincida con la onomástica del día, que rinda homenaje a un
antepasado... Muchos son los factores que se tienen o se han tenido en
cuenta históricamente a la hora de elegir un nombre para un hijo, una
decisión a la que damos mil vueltas: el apelativo le acompañará toda la
vida. Más aún, puede que incluso contribuya a configurar su forma de
ser.
La
personalidad de una niña que nazca hoy, aseguran los psicólogos, se
forjará de forma distinta dependiendo de si se llama Lucía (el más común en esta década, según el INE),
Nicolasa (con un aire pasado de moda) o Shakira (exótico, fuera del
santoral e infrecuente: solo 57 registros desde 2010). Lo mismo que si a
un niño le ponemos Daniel, Salustiano o Dylan. Como mínimo, todos somos
un poco conscientes de que la percepción que susciten, o al menos la
primera impresión, cambiará. El asunto inspiró incluso una película, la comedia francesa El nombre
(2012): durante una cena, uno de los invitados anuncia a sus familiares
y amigos que el bebé que espera se llamará Adolphe. Los comensales
desaprueban enérgicamente que vaya a llevar el nombre de Hitler. “Mira
—grita su cuñado, agitando la ecografía—, ¡ya levanta el brazo, hace el
saludo nazi!”. A lo que el futuro padre responde: “No creerás que
Adolphe se convertirá en Adolf porque se llame Adolphe…”. Los 1.776 niños nacidos en esta década inscritos como Kevin
tampoco se convertirán automáticamente en actores de éxito. Pero el
nombre será uno de los muchos factores que ayuden a moldear su carácter. “Claro que puede afectar a la personalidad”, dice el psicólogo Sergio García Soriano, portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. “Los nombres son la piel de las cosas. Es con lo primero que nos
encontramos. En la relación social, el nombre envuelve a quien lo posee,
y dependiendo del tipo de nombre que tenga va a generar una serie de
expectativas y albergar determinadas connotaciones que van a definir
parte de lo que los demás esperan de esa persona”. Junto con nuestra
apariencia física y nuestros modales, el nombre es nuestra tarjeta de
visita. “Si la apariencia es el escaparate, el nombre podría ser el
precio del producto, que te está dirigiendo hacia un lugar u otro”,
añade este experto.
Unos sugieren éxito académico y otros, delincuencia
Según diferentes estudios, los nombres sencillos influyen más positivamente en la personalidad.
Allá por 1954, y tras comparar los perfiles psicológicos de 104 chicos
con nombres convencionales y otros 104 con nombres peculiares, los
psicólogos Albert Ellis y Robert M. Beechley concluyeron que en estos
últimos había una “significativa mayor tendencia” a padecer una “severa perturbación emocional” que en aquellos con nombres corrientes. Seis años antes, en 1948, dos investigadores de la Universidad de Harvard (EE UU) hallaron que los varones con nombres inusuales o excéntricos eran más propensos a mostrar rasgos neuróticos que aquellos con nombres comunes . Ese mismo año, los psicólogos Houston y Sumner, de la Universidad de Howard (EE UU), llegaron a la misma conclusión en su análisis con mujeres. En 1977, la psicóloga Susan D. Nelson encontró que existen estereotipos en cuanto a nombres que sugieren éxito académico o todo lo contrario. Dichos estereotipos son conocidos por los portadores de los nombres, lo que de algún modo podría condicionarles para cumplir lo que se espera de ellos, había sugerido en 1976 su colega S. Gray Garwood. Estudios más recientes, publicados entre 2008 y 2011,
también dicen “sí” a los nombres comunes y ponen pegas a los raros. Los
individuos que tienen nombres familiares y fáciles de pronunciar causan mejor impresión, alcanzan puestos más altos en las empresas (esos Bill Gates, Steve Jobs…) y son contratados antes, aseguran tres investigaciones. Otra advierte de que los nombres excéntricos están asociados con la delincuencia juvenil. “Con el nombre, a un niño puedes darle protagonismo o
exclusión. Un nombre complicado genera poca integración”, justifica el
psicólogo García Soriano, que explica así la mejor aceptación de los
nombres comunes. “Permiten que uno no se tropiece con ellos, que los
pueda pronunciar fácilmente. Por ejemplo, una abuela llamará más a
menudo a un nieto con un nombre sencillo que a uno con un nombre que le
cueste pronunciar, lo que hará que el primero tenga con ella un vínculo
afectivo mayor". Lo mismo sucede en cualquier otro ámbito: cada vez que
me trabo a la hora de pronunciar un nombre complicado se genera un
conflicto, y, sin darme cuenta, lo relegaré”.
Las mujeres con nombres más masculinos son más exitosas
Para José Elías Fernández, director del gabinete psicológico Centro Joselías,
un nombre complicado “puede propiciar una personalidad conflictiva . El
niño va a estar siempre nervioso, intentando aclarar su nombre, y le va a
generar continuamente conflictos”. En cambio, los nombres sencillos “te
generan familiaridad. Si vas a contratar a alguien y se llama José, te
resulta conocido y familiar y te da confianza; un nombre extraño, menos
oído, te provoca cierta desconfianza a priori. Todos tenemos unos
parámetros mentales según los cuales cuando algo se asemeja a lo que nos
parece conocido, nos permite funcionar mejor; cuando algo nos parece
diferente, nos ponemos en guardia”. Los prejuicios que persisten en la sociedad, causantes de
desigualdades, también repercuten en la impresión que causan los
nombres. Eso podría explicar las conclusiones de varios estudios, que
afirman que los niños varones con nombres que suenan femeninos tienen problemas de integración y sacan peores notas en el colegio, las niñas con nombres de sonoridad masculina (Leslie, Jan o Cameron) tienen una carrera más exitosa en el ámbito laboral y las personas con nombres que sugieren que sus portadores son de raza blanca tienen más probabilidades de ser contratadas. Sobre la concordancia de nombre y sexo, el psicólogo Sergio
García Soriano piensa que “tiene sentido, ya que en el desarrollo
infantil estamos permanentemente reforzando que somos niños o niñas, y
eso genera un conflicto y cierta reticencia a su alrededor”. Por otra
parte, nos recuerda que “a lo largo de la historia, muchas escritoras
tuvieron que ponerse seudónimos masculinos para poder publicar. Eso
ayudaba a que su trabajo tuviese una difusión mayor”.
Los nombres resonantes aportan energía
Si un nombre complicado puede determinar una personalidad
complicada, ¿un nombre resonante (Ramón, Iván, Valeria) derivará en un
carácter fuerte? “Se podría dar”, opina García Soriano. “La etimología
de nuestro nombre nos impregna de ciertas características. El sonido presta alguna característica a la personalidad de quien lo tiene”.
José Elías Fernández es de la misma opinión: “La sonoridad del nombre,
su rotundidad, conlleva una vibración que aporta una energía que
acompaña toda la vida”. Los personajes populares han sido siempre fuente de
inspiración para padres mitómanos o indecisos: en los 70, Noelia pasó de
estar en el puesto 2.238 del ranking de nombres a entrar en el top 50,
sin duda gracias a la canción de Nino Bravo de 1972; la irrupción de
Shakira en la presente década y mucho más rotundamente la de Iker —nada
menos que en el puesto 16 esta década— obedece claramente a la
admiración de los progenitores por estrellas de la música o el deporte. José Elías Fernández alerta de las posibles consecuencias: “Si tu padre te pone Rafael por Nadal y no sabes ni coger una raqueta, eso puede provocar que te sientas fracasado, porque no consigues estar a la altura de lo que esperaba tu padre”.
Los anticuados pueden marcar la adolescencia
Frente a los nombres convencionales y los inusuales están
aquellos que un día fueron corrientes pero ya no lo son. Nos referimos a
aquellos que traen reminiscencias de tiempos pretéritos (como Santiaga o Fructuoso). Este tipo de nombres, dicen los expertos, en el mundo moderno, pueden acentuar la timidez de la persona. Automáticamente ponen el foco en su portador, aunque él o ella no lo
deseen. En la adolescencia, cuando los chicos y chicas presumen de estar
a la última —en música, en tecnología...—, un nombre de estas
características les deja fuera de onda, aunque solo sea en un primer
momento. “Va a generar una suerte de prejuicios a su alrededor”,
indica García Soriano. “El oyente le atribuye connotaciones que no le
corresponden”. Si el niño lleva mal ese nombre antiguo, y es muy
sensible, “es la gota que colma el vaso . Llama la atención frente a los
demás, tiñe las relaciones personales de burla y eso es negativo si la
persona que porta el nombre no tiene las habilidades personales para
revertir eso. Va a generar que tenga que relacionarse negativamente con
su nombre”, añade este psicólogo. Estos nombres anclados al pasado pueden tener su origen en el deseo de recordar a un familiar que también se llamaba así. Es lo que García Soriano denomina el efecto vertrílocuo, poco beneficioso.
“Esperamos que con el tiempo se parezca a esas personas que añoramos
—dice—, le estamos dando unas expectativas que son irrealizables y le
estamos poniendo una exigencia que va a suscitar en el otro una serie de
cargas afectivas que pueden generar frustración”. Sin duda, el nombre
es el primer regalo que le hacemos a nuestro hijo. Razones para elegirlo
bien no faltan.
El Chesire transporta 40.000 toneladas de nitrato de amonio de Noruega a Tailandia.
El buque británico MV Chesire, con 40.000 toneladas de
fertilizante (nitrato de amonio) declaradas en sus bodegas, navega a la
deriva al sur de Gran Canaria, después de que este lunes sufriera una
combustión de su carga y sus 24 tripulantes fuesen evacuados cuando se
encontraba a 60 millas de la localidad de Arguineguín (Gran Canaria),
según ha informado este martes Salvamento Marítimo. El remolcador Punta Salinas de esta entidad mantiene el barco bajo control y vigilancia.
El carguero de la empresa Bibby Line, con 56.997 toneladas de peso muerto y fabricado en China en 2012, navegaba desde Noruega a Tailandia registró
una fuerte subida de temperatura en una de sus bodegas, con mucho humo,
lo que motivó la evacuación de la tripulación el lunes por la tarde.
La empresa propietaria del carguero ha asegurado quela
temperatura en la bodega número 4 alcanzó un nivel elevado que causó
daños a la cubierta de la escotilla. Por ello, y tras registrarse varias
explosiones, la empresa pidió el rescate a Salvamento Marítimo, que
evacuó a los 24 tripulantes en los helicópteros Helimer 202 y 207. El buque navega a la deriva a unas 70 millas de Arguineguin (Gran Canaria), pero alejándose de la costa. El
armador del buque ha contratado a Resolve Marine, una empresa
especializada en salvamento con sedes en Holanda y Gibraltar, que tiene
previsto llegar al barco este martes con la intención de enfriar la
carga. Hasta ese momento no se sabrá la situación exacta del barco ni si
supone un riesgo para la navegación.