Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 ago 2017

“La felicidad en Europa está mal vista”........... Iñigo Domínguez

El psiquiatra defiende que el optimismo es la mejor herramienta contra el discurso del miedo.

El psiquiatra Luis Rojas Marcos.
El psiquiatra Luis Rojas Marcos.
No es fácil empezar a entrevistar a Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943), porque sobre todo le gusta escuchar y entrevista él al periodista, preocupándose por cómo le va la vida. 
Es un humanista, interesado en la felicidad de los demás, y optimista convencido.
 Psiquiatra de fama internacional y autor de numerosos libros, puso en marcha en Nueva York en 1987 una iniciativa revolucionaria, el proyecto Help. 
Fue el primer servicio para atender a personas que vivían en la calle con enfermedades mentales.
 Este plan, importado luego a muchas ciudades, ha cumplido 30 años, y la Fundación Mapfre le ha otorgado su premio a la mejor iniciativa en promoción de la salud.
 Ahora dirige una organización médica sin ánimo de lucro, con 3.500 facultativos, en 6 hospitales públicos y 10 cárceles.
Usted fue un inmigrante, ¿cómo lo recuerda?

Yo quería salir de aquí, era un niño con problemas de inquietud, me metía en líos, el colegio me iba mal.
 Cuando terminé la carrera vino un médico americano. Allí buscaban médicos, y era un examen muy fácil. 
Me fui, sin saber dónde iba. Entré en un hospital en Long Island, yo no hablaba inglés, y la medicina que sabía era historia de la medicina, no había puesto una inyección en mi vida. Pensé que me echaban.
 Pero recuerdo el cambio: aquí hacer una pregunta te costaba la autoestima de un mes.
 Te decían: “qué chorrada de pregunta”. Allí podías preguntar la chorrada que quisieras, aprendí a preguntar.
 Era un estilo de aceptación. Estados Unidos te exigía, pero te aceptaba.
Eso parece que está cambiando con Trump.
Hay más intolerancia, pero allí las oportunidades te persiguen, te salen cosas, y eso todavía es así.
 La intolerancia va más dirigida a inmigrantes de formación menor. Pero si vienes de Europa o Asia, en mi campo, el médico, no hay problema de trabajo. 
Yo tengo ahora casi 100 vacantes.
¿Cómo ve el recorte de Trump del sistema sanitario?
El intento de Obama fue fundamental. La salud allí es una industria, no un derecho. 
En Nueva York es la que más empleo da, directa o indirectamente. Es uno de los problemas indiscutibles de Estados Unidos. Hay seguro para el pobre y los mayores de 65 años, y la obligación de atender a cualquier persona en urgencias.
 Por eso nadie se muere en la calle. Pero si tienes un problema diabético, te ingresan y luego solo tienes una semana de insulina. Luego es cara y te lo paga el seguro, si lo tienes.
 ¿Y por qué no cambiar a un seguro universal? Las farmacéuticas están en contra, el Estado no negocia con los laboratorios, es mercado libre.
 Los médicos ganan el doble o el triple que en Europa, no digamos la industria farmacéutica. 
Es un negocio que es difícil de cambiar. Nos preocupa Trump, claro.
Una pregunta frívola: ¿tiene una explicación psiquiátrica para Trump?
Hombre, hay que tener cuidado con esto. 
No tiene síntomas de enfermedad mental, depresión, no tiene nada. Ahora bien, se puede juzgar su personalidad: es impulsivo, no se apoya en el consejo de otros, no escucha, piensa que lo que él cree es lo correcto y es la verdad.
 Se considera a sí mismo un éxito. Sumas todo eso y ves lo que dice.
Ha trabajado mucho con inmigrantes. ¿Qué piensa de cómo se está portando Europa?
En los noventa me invitaron a visitar un hospital, asistí a una operación y recuerdo la visión de que cada uno era de una raza: la paciente era afroamericana, el cirujano era blanco, el anestesista era oriental, la enfermera era hispana… Toda una mezcla, pero estaban haciendo juntos una cosa, curar a esta señora.
 En Europa, que siempre ha tenido aceptación, tengo miedo de que se cree una tendencia al rechazo de otras culturas.

El miedo es una sensación cada vez más presente.
 A un atentado, al inmigrante, a lo que es malo para la salud… Usted es un gran defensor del optimismo. ¿Somos más asustadizos, nos falta contexto?
La felicidad en Europa está mal vista, como ingenuidad o ignorancia.
 En Estados Unidos, no: vas a una reunión, preguntas a alguien y dice que está feliz, tal cual.
 Aquí la cultura es la queja. Que no se nos note si somos optimistas o felices. 
Yo siempre hago un experimento en mis charlas, pregunto al público, no si son felices, sino si están satisfechos con la vida, no hoy, sino en general. 
 De cero al diez. De media suele salir un siete, un ocho. Luego pregunto: ¿y al mundo qué le dais? Mucho menos, está muy mal. Pero es que yo voy a otros países, a ese mundo, y se dan un ocho, y a vosotros, un cuatro.
 El ser humano es optimista, tiene esperanza.
 Casi todos estamos programados para el optimismo. 
Las tasas de suicidio no aumentan, en Estados Unidos, en Europa, siempre es un 8 o 9 por 100.000.
También sostiene que hablar es bueno, alarga la vida, verbalizar lo que te pasa. ¿Es aplicable a las redes sociales? Hay más expresividad que nunca, aunque no es personal.
Es una revolución. 
Sabemos que hablar es bueno para el corazón, está estudiado, o hablar con uno mismo.
 Poner palabras a lo que sientes y decirlas, pero de verdad, moviendo la boca. 
La comunicación es siempre positiva, la cuestión es si ahora, con los mensajes, puedes llegar a obsesionarte y no hablar con los demás.
 Una adicción a una forma que en sí no es negativa.
 Es tentador demonizar las redes sociales, sobre todo quienes no las usan, pero no creo que sean negativas.
Antes de darle un matiz destructivo, patológico, hay que esperar, porque no pasó así con la televisión, el teléfono, el ordenador…
Después de tanto tiempo fuera, ¿cómo ve España?
Muy bien. 
Me fui en 1968. Franco se muere y muchos pensaban que aquí acabábamos a tiros.
 Pero no. Fue un ejemplo inolvidable para mucha gente, no me imaginaba que España pudiera cambiar tanto, que se convirtiera en un país tan abierto, con una juventud tan tolerante, tan sana…
 No creo que en Europa haya un país mejor para vivir, pese a sus problemas. 
Tienes que ver a los españoles que salen fuera. Una vez me invitó el cónsul de Nueva York, que había reunido a los españoles censados en investigación.
 Pensé que serían 20, ¡y eran 500! Chicos y chicas geniales.

 

"El gasto de las vacaciones en Marbella de las Campos no bajaba de los diez millones de pesetas" Pilar Eyre Pilar Eyre

La suite habitual, sus flores favoritas, la mesa que les gusta, la tumbona en la piscina pequeña… En el hotel Coral Beach de Marbella esperan a mediados de agosto a María Teresa Campos con el cariño de siempre, ¡como cada año desde hace veinte! 
Todo ha cambiado mucho en la troupe Campos, hace unos años llegaban como estrellas de Hollywood cargadas de maletas y baúles, y reservaban varias habitaciones, para las hijas, las parejas, los nietos y las tatas.

 Y se reunían alrededor de la mesa para comer con los compañeros de televisión, parientes que iban desde Málaga, amigos como Eugenia Martínez de Irujo o Curro Romero con Carmen Tello ¡hasta veinte personas! ¡Todos invitados por la generosidad de María Teresa!
 A la hora del café, se sentaban con ellos Marina Castaño y Camilo José Cela, alojados en el mismo hotel, donde el Nobel tenía una habitación con su nombre.
 Se cantaba, se explicaban chismes, ¡la Campos reinaba como la periodista más poderosa! 
Para cada ocasión sacaba modelazo, perfectamente peinada y maquillada, y aparte de los posados con la pareja de turno, a la puerta del hotel esperaba una nube de paparazis para inmortalizarla, a ella y a su grupo.
Era un festival de lujo y esplendor que duraba todo el mes de agosto a costa de la matriarca, ¡el gasto no bajaba de diez millones de pesetas! 
Ahora, sin embargo, Teresa pasa parte de sus vacaciones en Mallorca y ha acortado su estancia en Marbella, el año pasado fue con Bigote Arrocet y no coincidió con sus hijas, que estuvieron tan solo un par de días.
 Terelu fue sola y Carmen, la estrella emergente del clan, con su simpático marido que, ojo al dato que pocos saben, conoce de cerca el famoseo patrio porque era el encargado de la cafetería de Telemadrid.

Brad Pitt, Angelina Jolie y otros divorcios interminables.............. Rocío Ayuso...

Algunos medios han asegurado que la expareja ha paralizado su proceso de separación sin embargo, el retraso se debe a que ambos desean proteger a sus seis hijos.

Brad Pitt y Angelina Jolie, en diciembre de 2010.
Brad Pitt y Angelina Jolie, en diciembre de 2010. Cordon Press

Esta semana Angelina Jolie y Brad Pitt sorprendieron una vez más a sus seguidores con la noticia de su posible reconciliación. La información, divulgada en el semanario USWeekly, corrió como la espuma teniendo por todo fundamento lo mucho que se está alargando su divorcio.

 Pero según indicó el jueves el programa ET, también sin citar fuentes, la única pausa que existe en este proceso se debe a que desde el primer día Pitt y Jolie hicieron de sus hijos su única prioridad. 

“Pero en su relación nada que importancia ha cambiado”, citó la misma fuente al programa empañando cualquier sombra de

reconciliación.

 No hay divorcio fácil y menos en Hollywood.

 En ocasiones el proceso va rápido, como fue el caso de Tom Cruise y Katie Holmes, que en 2012 firmaron los papeles en 10 días.

 Y en otras, como el de Ben Affleck y Jennifer Garner, se alarga dando pie a esa rumoreada reconciliación que casi nunca llega. Son muchas las razones.

 Por ejemplo en el caso de Cruise, el intérprete quiso evitar cualquier sombra de escándalo aunque según la prensa del corazón él fue el primer sorprendido de que su matrimonio con Holmes llegara a su fin tras 5 años y el nacimiento de Suri. 

Sin embargo, en el caso de Affleck y Garner, su prioridad como comentan las fuentes allegadas a Pitt y Jolie, fueron sus tres hijos. 

De esa forma aunque su separación fue anunciada en septiembre de 2015 la pareja no comenzó a tramitar su divorcio hasta el pasado abril. 

 Y mucho de este tiempo Affleck permaneció viviendo en la casa familiar para estar más cerca de sus hijos.

Los actores Ben Affleck y Jennifer Garner, en marzo de 2014.
Los actores Ben Affleck y Jennifer Garner, en marzo de 2014. cordon press
Otra de las razones que puede estar en el centro de un largo divorcio son los acuerdos prenupciales o mejor dicho la falta de. Eso le costó a Paul McCartney más de 41 millones de euros cuando quiso poner fin a su matrimonio con la modelo y activista Heather Mills, con quien tuvo una hija, Beatriz.
 El exBeatle nunca firmó un acuerdo con su última esposa, un olvido que le causó lo que define ahora como la peor experiencia de su vida. 
Michael Douglas aprendió esta lección cuando se separó de su primera esposa, Diandra Douglas, a quien tuvo que pagar 38 millones de euros por su divorcio.
 Sin embargo su segundo matrimonio, con la también actriz Catherine Zeta-Jones, se ha convertido en la excepción que confirma la regla.
 Padres de dos hijos, la pareja comenzó los tramites de su separación en 2013 tras 13 años de matrimonio, pero nunca tramitaron de concretarlo.Siguen juntos y mantienen su residencia en Nueva York.


 

¿Escritoras locas? No, sencillamente, incomprendidas

 

Un curso desnuda los malentendidos y las relaciones entre literatura femenina y la privación del juicio.

La escritora Marta Sanz, el pasado lunes, en el Palacio de la Magdalena, en Santander.
La escritora Marta Sanz, el pasado lunes, en el Palacio de la Magdalena, en Santander. EFE
¿Estaban locas o simplemente poseían una desbocada creatividad? ¿Necesitaban tratamiento o era una manera de doblegar su disidencia social, política, moral? ¿Eran brujas o, sin más, se empeñaron en transgredir normas que las asfixiaban? ¿Portaban el demonio de la carne o no se plegaban a la seca ñoñería de una sexualidad castrante?
 En cada una de estas preguntas podemos observar el espíritu de Virginia Woolf, Leonora Carrington, Alejandra Pizarnik, Clarice Lispector… ¿Enfermas mentales o, sencillamente, incomprendidas?

Es posible que tanta incompresión las haya llevado a la locura como se entendia antes.

 En ese mundo subrealista se tomaba Pastis, y otras sustancias que no siendo malas si llevaban a alucinar, en un mundo tan encosertado para las mujeres no es extraño que las creyeran locas, porque no admitian las "reglas masculinas" y se enamoraban de hombres que igual estaban locos, pero la sociedad machista los adoraba, muchos vivian a la sombra de mujeres de gran valía a las que hacían sufrir mucho.

Un ejemplo sería la amante de Rodin, otro Simone de Bovoir, dió una imagen pero sufrio como le pasó a Frida con ese odioso Diego Rivera. 
Y el ejemplo de todas, Virginia Wolf que se suicidió....y muchos mas etc..
 Esa es la razón del curso ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura, del 7 al 11 de agosto, impartido en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP), de Santander, dirigido por las profesoras de la Autónoma de Madrid Carmen Valcárcel y Elisa Martín Ortega
Más de 120 asistentes en el aula comparten la mirada de expertos y literatos en torno a ese tabú, esa todavía confusa maldición.
Marta Sanz fue una de las primeras en hablar el pasado lunes, 7 de agosto.
 Con su novela Clavícula (Anagrama) como eje psicosomático y actual. 
"Se trata de un texto roto porque quiere reflejar la imagen del cuerpo femenino como territorio violentado y pasto de una fragilidad que tiene que ver con el género, con el paso del tiempo, con la percepción de la vulnerabilidad de las personas que quieres y con la precarización de nuestro oficio en particular y del país en general", aseguró Sanz.

Sirve como metáfora de todo un desgarro presente.
 “De las secuelas que deja en el cuerpo navegar contracorriente y de cómo es muy difícil separarlo de la psique, la química de la fisiología, el espíritu de la economía, sobre todo, en el caso de las mujeres que llevamos sobre la espalda un peso al que a veces no sabemos ponerle nombre", comentó la autora.
Antes fue la histeria, hoy es la ansiedad, la fibromialgia… "el cajón de sastre de las enfermedades mágicas para las que la solución siempre es tardía o ambigua dentro de un relato médico heteropatriarcal", añadió. 
"De ahí salen nombres de mujeres que se movieron en ese delicado filo y que a veces se cayeron y a veces se hicieron un poco más poderosas —Virginia Woolf, Sylvia Plath, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik, Frances Farmer, Janet Frame..."—. También estereotipos literarios como el de la loca del desván, de la psiquiatría darwinista, o relatos excelentes como El despertar, de Kate Chopin; Luella Miller, de Mary Wilkins Freeman, o El empapelado amarillo, de Charlotte Perkins Gilman, propuso la escritora.
 
Todo ha sido —y, en parte, sigue siendo— un doloroso malentendido.
 "El concepto de locura ha sido utilizado históricamente de forma distinta en el caso de las mujeres, aplicándolo en ocasiones a aquellas que no cumplían con los imperativos sociales y morales que se consideraban propios de su género", afirma la profesora Elisa Martín Ortega.
 "La cuestión no es si la escritura femenina es distinta de la masculina. 
 Tratamos de reflexionar acerca de las representaciones literarias (diarios, cartas, memorias, autoficciones) del dolor psíquico y del estigma asociado a los diagnósticos psiquiátricos, independientemente de que existiera o no una enfermedad mental".
Creativamente, para algunas, acabó como cierta ventaja: "Adoptamos una definición de la locura como constructo social, sometido a cambios históricos y culturales.
 No entramos en si las escritoras padecían o no una enfermedad mental, sino que nos interesa el modo en que transmiten esta experiencia límite y son capaces de crear una nueva identidad a través de la escritura".
 El título del curso —¿Una maldición que salva?— parte de una frase de Clarice Lispector.
 "Pretendemos interrogarnos sobre aquellos casos en los que la creación funciona como una forma de reparación y salvación, y otros en los que la artista se precipita en el abismo. ¿Por qué donde unas naufragan otras se ahogan?", se preguntaba Lispector, en palabras de Carmen Valcárcel.
Santander era el lugar indicado para hablar de casos como el de Leonora Carrington, internada en un psiquiátrico de la ciudad en los años cuarenta. 
Ahí llegó, en su huida del contexto europeo, atosigada por pesadillas bombeadas por sus amigos y amantes surrealistas, caso de Max Ernst.
 De ello habló Javier Martín-Domínguez, autor de Leonora Carrington y el juego surrealista, un documental sobre la artista que también se ha proyectado en el curso: 
"Viene a simbolizar la Historia con mayúscula, esos años que destrozan su mapa de viaje, como el de tantos otros, y especialmente el de los surrealistas parisinos, amenazados por el delirio totalitario", aseguró.