Ambos actores recibirán el premio honorífico el 1 de septiembre
El mismo día se proyectará su nuevo filme, 'Our souls at night'
La actriz estadounidense Jane Fonda y su compatriota, el actor y director Robert Redford,
recibirán el León de Oro a la carrera de la próxima Mostra de Venecia,
según anunciaron hoy sus organizadores. La entrega del galardón tendrá
lugar el viernes 1 de septiembre en el Palacio del Cine del Lido
veneciano, antes de la proyección fuera de concurso de la película Our Souls at Night, de Netflix y protagonizada por los galardonados. El director de la Mostra, Alberto Barbera, describió a Fonda, Óscar por Klute (1972) y Coming Home
(1979), como "una de las mayores protagonistas de la escena
cinematográfica internacional" que "ha demostrado una incesante
capacidad de reinventarse". Y destacó su "existencia marcada por
pasiones intensas, vivida bajo el lema de la independencia de toda forma
de conformismo, con una generosidad conmovedora y vulnerable", como
activista política y social, "sex symbol", escritora e icono feminista.
El director de la Mostra, Alberto Barbera, describió a Fonda, Óscar por Klute (1972) y Coming Home
(1979), como "una de las mayores protagonistas de la escena
cinematográfica internacional" que "ha demostrado una incesante
capacidad de reinventarse". Y destacó su "existencia marcada por
pasiones intensas, vivida bajo el lema de la independencia de toda forma
de conformismo, con una generosidad conmovedora y vulnerable", como
activista política y social, "sex symbol", escritora e icono feminista. Sobre Redford,
el director de la Mostra dijo que, además de un "narrador excepcional",
es un "actor instintivo y al mismo tiempo reflexivo, dotado de una
escrupulosa atención por el detalle" y destacó su "combinación de rigor,
inteligencia y gracia". Our souls at night, que será distribuido por la plataforma
Netflix este año, narra la historia entre la viuda Addie Moore (Fonda) y
su vecino Louis Waters (Redford), dos desconocidos que pese a la
cercanía no han mantenido un contacto durante décadas.
El diseñador ha sido premiado en la categoría nuevo valor, mientras que la creadora recibe el reconocimiento por su trayectoria.
Los diseñadores Purificación García y Moisés Nieto han sido galardonados este lunes con los IV Premios Nacionales de la Moda,
en un acto que ha estado presidido por la reina Letizia en el Museo del
Traje de Madrid. Moisés Nieto ha sido distinguido en la categoría de
nuevo valor, en la que compartía nominación con los diseñadores Ulises
Mérida y Oteyza y que en ediciones anteriores recibieron los diseñadores
Maria Ke Fisherman y Juan Vidal.
Nieto irrumpió en escena allá por 2011, el año en que estableció su
propia firma en Madrid. Antes había estudiado Diseño de moda y se había
alzado con varios premios, como el My Own Show, por el que el Grupo
Valentino se encargó de parte de la producción de su primera colección. Un año después ganaba el premio a la mejor colección de EGO, la pasarela
de la Cibeles Fashion Week dedicada a las promesas de la industria de
la moda. El trampolín definitivo lo propició en 2016 el prestigioso
galardón Who’s on Next, de Vogue, dotado con 100.000 euros, y que este año ha recaído en el diseñador Leandro Cano.
El trampolín definitivo lo propició en 2016 el prestigioso galardón Who’s on Next, de Vogue,
dotado con 100.000 euros, y que este año ha recaído en el diseñador
Leandro Cano.
En 2014 Moisés Nieto expandió su alcance al mercado
internacional vendiendo sus creaciones en uno de los mayores concept store en Japón y con la presencia de sus prendas en Opening Ceremony Tokyo y Osaka.
Moisés Nieto recibe de manos de la reina Letizia el Premio Nacional de Moda.Carlos AlvarezGetty Images
Otra de las premiadas este lunes ha sido Purificación García,
una de las figuras más internacionales de la moda española desde la
década de los ochenta, quien ha recibido la distinción en la categoría
de Premio Nacional a la Trayectoria. García, nacida en Castrelo do Valle (Orense) en 1952, era una de las
tres finalistas de la categoría, junto con Pili Carrera y Helena
Rohner, y sucede en el palmarés a Roberto Torretta, vencedor el pasado
año y presidente del jurado de la IV edición. Esta ha sido la tercera ocasiónen la que la reina Letizia ha acudido a
su cita con la moda española. Aunque este año no ha hablado. "Demuestra
su fuerte compromiso y apoyo a la industria de la moda, como hemos
visto en el reciente viaje al Reino Unido", ha destacado la secretaria
general de Industria y Pyme, Begoña Cristeto, al referirse a la visita
de Estado de los Reyes a Londres la pasada semana, invitados por Isabel
II, en la que doña Letizia lució diversos
Cristeto ha aprovechado para hablar de los buenos datos del sector
durante 2016: el año pasado la moda batió su récord exportador con unas
ventas por valor de cerca de 23.000 millones de euros, un 29% más que
el año anterior.
La Reina Letizia posa con los galardonados con los IV Premios Nacionales de la Moda en la sede del
El premio honorífico a la gran empresa de la industria del sector ha recaído en Puig,
una firma familiar de moda y fragancias con sede en Barcelona . Los
otros galardonados en la IV edición de los premios han sido Efe Estilo,
el portal de contenido de moda y tendencias que la Agencia EFE, el
Centro Superior de Diseño de Madrid, en la categoría de "a la Academia y
a la Cultura"; Dolores Cortés (pyme); García Madrid (emprendimiento) y
Textil Santanderina (industrias de cabecera).
Los años convulsos que van desde 1931 hasta 1936 se han convertido en una lucha partidista de interpretaciones.
Un grupo de mujeres, en las elecciones generales de noviembre de 1933, las primeras con sufragio universal.EFE
La convulsa Segunda República española, entre abril de 1931 y julio de 1936,
se ha convertido en uno de esos asuntos históricos enfangados en
continuas batallas políticas y culturales. Parte de un pasado que no
termina de pasar, refleja las preocupaciones de los sucesivos bandos en
conflicto y sella sus identidades partisanas. Lo cual afecta, de manera
inevitable y no siempre positiva, a los historiadores. Como se ha
señalado a propósito de la revolución soviética de 1917, cuéntame qué opinas de la República y te diré quién eres. Si todo fuese tan facil................ En ese breve periodo democrático se dan cita algunos elementos clave en
cualquier interpretación acerca de la España contemporánea. Antecedente inmediato de la Guerra Civil y de la dictadura de Franco,
a él se acercan quienes intentan dilucidar por qué aquí no cuajó la
democracia y a qué fuerzas hay que atribuir la responsabilidad en la
tragedia. Naturalmente, las izquierdas y las derechas acusan a los
predecesores de sus contrarias y absuelven a los propios. Una pugna histórico-política que se ha enconado en las últimas décadas y ha enrarecido el clima historiográfico hasta extremos antes inimaginables. Para empezar, bajo la bota franquista se permitían pocas dudas: la
República no era más que la culminación de una historia desgraciada, la
del liberalismo español, que había traicionado las esencias nacionales y
se había entregado a revolucionarios y separatistas, lo cual
justificaba el levantamiento militar de 1936. En aquellos tiempos grises, los escasos historiadores que se ocupaban de la época y no se dedicaban a la propaganda vivían fuera del país. Entre ellos figuraban defensores de los republicanos y socialistas que
habían diseñado el programa —educativo, social y agrario, civilista,
secularizador— de 1931, pero también observadores moderados que
guardaban las distancias.
Conforme se abrió paso la democracia en los setenta, el panorama cambió
de forma substancial, pues desde entonces proliferaron las publicaciones
y los coloquios, los cursos y los programas de radio y televisión,
mientras el ambiente político animaba a no repetir los errores
pretéritos y pasar página. Aquel florecimiento historiográfico, que con
altibajos duró más de dos decenios, no sólo multiplicó las
contribuciones, sino que puso asimismo a los académicos autóctonos al
mismo nivel que los hispanistas. Se asentaron enfoques que aconsejaban
contemplar la etapa en toda su complejidad y no tener a la República por
un mero plano inclinado hacia la contienda. Y, cosa notable, fue
posible el diálogo entre gentes de ideologías distintas, que no
confundían su proximidad a una u otra tendencia con la fe ciega en sus
bondades. Sin embargo, a finales de los noventa, cuando la historia se transformó
de nuevo en arena de combate político, ese entendimiento se vino abajo. Abrieron fuego pseudohistoriadores que recuperaron viejas tesis de
regusto franquista: las izquierdas tuvieron la culpa de todo y la guerra comenzó no en 1936, sino en 1934,
cuando se sublevaron contra un Gobierno en el que entraban los
católicos. La democracia no era tal y Franco salvó a España del
comunismo. Lo burdo de sus argumentos, acorde con sus métodos de
investigación, no impidió que vendieran muchos libros y llenasen grandes
espacios mediáticos. El público de derechas seguía ahí, dispuesto a
comprar, con ropajes diferentes, las diatribas ya conocidas.
Por otro lado, los movimientos para la recuperación de la memoria histórica
reivindicaron la herencia republicana, la de los perdedores de la
guerra, demandaron reparaciones y proyectaron hacia atrás una visión
idealizada de la República. Más que comprender qué había ocurrido, se
trataba de enarbolar emblemas progresistas, lo mismo que en las
manifestaciones contra los Gobiernos del Partido Popular ondeaban por
miles las banderas tricolores. Según estas versiones, los partidos y
sindicatos de izquierda se habían comportado como demócratas
irreprochables y merecían más y mejores homenajes. Como si republicanos,
socialistas, nacionalistas, anarquistas y comunistas hubieran remado
siempre juntos y en la misma dirección. Las posturas se radicalizaron cuando, ya entrado nuestro siglo, el Gabinete socialista, decidido a integrar el legado republicano en la España constitucional, impulsó una ley de reparaciones que, aunque prudente, desató una intensa pugna. Nada la ejemplificó mejor que la batalla simbólica de esquelas en la prensa,
en la que cada cual recordaba a sus muertos. Y así estamos. Los
conservadores repiten, día sí y día también, que hay que mantener
cerradas las heridas, al tiempo que incumplen la ley y contraponen la
Transición modélica al caos republicano. Por su parte, las nuevas
izquierdas elogian al pueblo de 1931 y al que frenó al fascismo en 1936. La súbita crisis de la Monarquía les hizo soñar con una Tercera República, espejo de la Segunda, pero su despertar no ha borrado las trincheras cavadas en torno a las respectivas legitimidades. Entre tanto, la historiografía se ha enriquecido con un sinfín de
artículos, libros y congresos, impulsada a menudo por profesionales
españoles que se mueven con soltura en las universidades europeas. Se
han refrescado temas clásicos, como las biografías, las elecciones o las
reformas; y también se atiende a otros actores, desde las mujeres hasta
los guardias civiles, al tiempo que la historia cultural ilumina los
discursos, las movilizaciones o la violencia política. Los estudios
locales ya no son localistas, sino que emplean el microscopio para
desentrañar fenómenos de largo alcance. No obstante, los especialistas en la República tienden hoy a
alinearse en facciones enfrentadas a cara de perro. Poco queda de los
foros donde un general vencedor podía conversar con un antiguo exiliado. Ahora lo habitual es descalificar a quienes sostienen otras posiciones,
porque se supone que su militancia progresista les impide ver la
realidad o porque cualquier melladura en los mitos republicanos se juzga
como un retorno a las ideas del franquismo. No basta con discutir las
opiniones de los otros, sino que además hay que tacharles de
deshonestos. Abundan los albaceas de personajes y causas del pasado,
mientras algunos medios instrumentalizan las investigaciones
universitarias para alimentar la controversia. Hasta ha entrado en
escena, con un toque surrealista, la Fundación Francisco Franco. La política maniquea pervierte el conocimiento de la historia, y este, como la calidad de nuestros debates, sale perdiendo.
La reprimenda de Belén Esteban a Gabriel Rufián en 'Sábado Deluxe'.
El político asistió al programa de Telecinco para enfrentarse a todos los tertulianos.
TELECINCO
Gabriel Rufián acudió en la noche del sábado a Sábado Deluxe.
El político de Esquerra Republicana de Catalunya tuvo varios
enfrentamientos con algunos de los tertulianos del espacio presentado
por Jorge Javier Vázquez.
Uno de los momentos más tensos se produjo cuando Rufián debatió con el Padre Apeles sobre el franquismo. "En todos los años que duró la construcción del Valle de los Caídos
hubo accidentes laborales como, por desgracia, los había entonces en
muchas otras profesiones", dijo el religioso, provocando el cabreo de
Rufián. Tras discutir contra todo y contra todos, Rufián tuvo que aguantar un
reproche de Belén Esteban, que se encontraba entre el público. "¡Y viva
Cataluña, y viva Andalucía y que vivan todas las comunidades de
España!", ha dicho la popular colaboradora.
Rufián simplemente se limitó a sonreír y no quiso comentar ninguna de las palabras de Esteban. "También podemos decir que hay muchas Españas", sugirió Jorge Javier Vázquez, a lo que el padre Apeles respondió: "Sólo hay una y no 51".
"Cuando habláis así de España, España, a mí me da un poco de miedo", respondió Vázquez. "Yo digo que viva España, pero que viva Cataluña, viva Galicia, viva
Andalucía y vivan todas las comunidades de España", sentenció Belén
Esteban.(Ella no sabe callarse)