Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 jul 2017

Muere a los 33 años la youtuber y presentadora Stevie Ryan

Conocida por sus imitaciones de personajes como Amy Winehouse, tuvo su propio programa en VH1.

Stevie Ryan en abril pasado.
Stevie Ryan en abril pasado. Instagram
La youtuber y presentadora Stevie Ryan ha sido encontrada muerta a los 33 años en su casa de Los Ángeles, California. 
La policía cree que se quitó la vida el pasado sábado 1 de julio, según ha informado el diario The Sun.
 Hace apenas unos días, había manifestado en sus redes sociales su tristeza por la muerte de su abuelo, ocurrida una semana antes.
Ryan saltó a la fama por sus personajes Little Loca y Sceney Sceneable, que popularizó en vídeos que llegaron a hacerse virales, colgados en su canal de YouTube, en el que tenía 24.000 seguidores.
 Nacida en 1984 en el pequeño pueblo californiano de Victorville, se mudó a Los Ángeles a los 19 años para buscar la fama, de acuerdo con su biografía en IMDb.
Sus imitaciones de Amy Winehouse, Justin Bieber y Lady Gaga, entre otros, llamaron la atención de New Wave Entertainment (NWE), que le ofreció tener su propio programa, llamado Stevie TV. Con este formato de parodias cómicas sobre otras personalidades pop, Ryan saltó a la fama y VH1 decidió emitir el programa.
 También fue guionista, productora y presentadora en otros programas, como el talk show Sex with Brody, junto a Brody Jenner, hermanastro de las Kardashian.
Entre sus últimas publicaciones en Instagram, Ryan dedicó varias fotos a su abuelo, al que llamaba "my papa". 
"El hombre de mis sueños que ya solo veré en mis sueños.
 Nos vemos pronto", escribió. También expresó su tristeza dos días antes de morir en un "podcast sobre la depresión" en el que participaba. 
"Estoy preocupada de que esto me vaya a llevar a una depresión más profunda", dijo. Ella y la copresentadora, Kristen Carney, incluso hablaron del suicidio en esa emisión.

 

Ernesto de Hannover, contra la boda de su heredero porque peligra su patrimonio

"Está en juego la preservación de los intereses de la casa Hannover", ha dicho el ex marido de Carolina de Mónaco sobre el enlace del sábado de su hijo.

El príncipe Ernesto de Hannover.
El príncipe Ernesto de Hannover. GTRES
“Los ricos también lloran”, reza el refrán popular que también tiene una rara actualidad en una de las familias aristocráticas más nobles y rancias de Alemania y Europa: la Casa Güelfa a la cual pertenece el famoso y polémico Ernesto Augusto de Hannover. 
 El príncipe, de 63 años, se ha convertido estos días en el protagonista de una inédita guerra familiar que lleva a cabo para impedir el matrimonio de su primogénito, Ernesto Augusto Jr, de 33 años.
Ernesto Augusto Jr, contraerá matrimonio el próximo sábado en Hannover con la diseñadora rusa Ekaterina Malysheva, de 30 años, una boda a la que acudirá la flor y nata de la realeza europea, incluido el rey de España, Felipe VI. 
Pero la boda, en lugar de hacer feliz a su padre, provocó una guerra familiar, cuyo desenlace puede acabar con la frágil armonía familiar. ¿La causa?. El dinero, mucho dinero.
Cuando se anunció la boda, el padre del actual jefe de la Casa Guelfa anunció que se oponía al matrimonio de su hijo y junto con señalar que no daría su consentimiento al enlace, el príncipe  anunció que iniciaría acciones legales para recuperar todos los regalos que le había hecho a su primogénito en 2005, entre ellos el castillo de Marienburg y decenas de propiedades repartidas en Alemania y Austria. 
 Dos años después Ernesto de Hannover fue destituido de la presidencia de la Fundación Duque de Cumberland, que administra la riqueza familiar y su lugar fue ocupado por su hijo mayor.
El príncipe Ernesto de Hannover y su novia Simona en el Oktoberfest de 2014 en Munich. El príncipe Ernesto de Hannover y su novia Simona en el Oktoberfest de 2014 en Munich. GTRES Desde entonces, Ernesto de Hannover se dedicó a disfrutar de la vida y cuando su salud se lo permitía, viajaba a Ibiza, a la isla Lamu en Kenia y a su castillo en Grünau (Austria), donde organizaba cacerías para sus amigos.
 Pero la inminente boda del primogénito, acabó con la dolce vita del famoso príncipe y todavía esposo de Carolina de Mónaco, que ahora desea recuperar todas sus propiedades, incluida la presidencia de la Fundación Duque de Cumberland, que administra varios miles de hectáreas de bosques y el castillo de Grünau en Austria.
"No ha sido fácil para mi tomar esta decisión, porque también involucra a mi hijo.
 Pero me he visto obligado a hacerlo porque está en juego la preservación de los intereses de la casa Hannover, incluidos valiosos bienes culturales que son propiedad de la Casa desde hace siglos", dijo el príncipe al periódico Handelsblatt, que reveló este lunes la inédita guerra que ha enfrentado al príncipe y a su primogénito.
Ernesto Augusto teme, según el periódico alemán, que en caso de un hipotético divorcio de su hijo, parte de los bienes de la Casa Güelfa queden en manos de Ekaterina Malysheva.
 El príncipe también ha denunciado graves irregularidades de la Fundación Duque de Cumberlan.
La guerra entre padre hijo también tendrá otras consecuencias.
 Sin el consentimiento del padre, el matrimonio de su hijo tampoco podrá ser avalado por la casa real británica, una medida que impedirá que los hijos de Ernesto Augusto Jr. y Ekaterina Malysheva puedan optar a la sucesión en el trono británico.
 "Espero que mi hijo piense en los intereses de la familia y cambie de actitud“, dijo el ex marido de Carolina de Mónaco.

 

 

El oasis filantrópico de la fama......................... Mateo Sancho Cardiel..

Julia Roberts, Bono, Schwarzenegger, Serena Williams, Robert Downey Jr., o Malala trabajan solidariamente con Omaze.

La actriz Julia Roberts y el cantante Bono, en un proyecto solidario de Omaze.
La actriz Julia Roberts y el cantante Bono, en un proyecto solidario de Omaze.

¿Se acuerda cuando el actor Idris Elba se ofrecía a ser su pareja de San Valentín? ¿O cuando Matt Damon jugó a crear misiones en plena calle y con espías improvisados al estilo Jason Bourne?

 Pues detrás de esas campañas se escondía una iniciativa solidaria orquestada por Omaze, una empresa que ayuda a los famosos a llevar a cabo sus labores filantrópicas de manera creativa, divertida y viral.

¿Se acuerda cuando el actor Idris Elba se ofrecía a ser su pareja de San Valentín? ¿O cuando Matt Damon jugó a crear misiones en plena calle y con espías improvisados al estilo Jason Bourne? Pues detrás de esas campañas se escondía una iniciativa solidaria orquestada por Omaze, una empresa que ayuda a los famosos a llevar a cabo sus labores filantrópicas de manera creativa, divertida y viral.
“Hay muchas estrellas que, como millonarios que son, necesitan sentirse un poco mejor con su riqueza.
 Se trata de personas influyentes que buscan canalizar de manera positiva su ascendencia y nuestro modelo les resulta sencillo y efectivo”, explica a EL PAÍS el cofundador y consejero delegado de la empresa, Matt Pohlson.
La idea se le ocurrió a él y a su amigo Matt Cummins cuando estudiaban en la Universidad en Stanford.
 Acudieron a una gala benéfica en la que se subastó por 13.000 euros asistir a un partido de los Lakers junto a Magic Johnson. Como buenos estudiantes, su economía no les dio ni para empezar a pujar.
 Sin embargo, transformaron su frustración en un exitoso proyecto que bautizaron en 2012 como Omaze.
 ¿Por qué no crear un sistema de recaudación de fondos más parecido a una lotería con pequeñas donaciones de 10 dólares —unos 8 euros— y cuyo ganador pueda llevarse una experiencia inolvidable? Después de trabajar en la Fundación Clinton decidieron tirar de agenda y arrancar.
 Y aunque el principio fue duro —el primer proyecto fue salir en el programa Cupcake Wars y apenas recaudaron 612 euros— poco a poco fueron alcanzando renombre.
 Han colaborado con 200 organizaciones sin ánimo de lucro, realizado vídeos que suman más de 500 millones de reproducciones, tienen una plantilla de 67 personas y han recaudado dinero en 175 países.
Matt Cummins y, a la derecha, Matt Pohlson, fundarores de Omaze.
Matt Cummins y, a la derecha, Matt Pohlson, fundarores de Omaze.
Han apoyado causas como los derechos de los animales, la educación. Ayudado a bebés con VIH y personas que padecen leucemia.
 Y, sobre todo, entre sus aciertos está haber logrado que grandes personalidades se sumen a su equipo. Los actores Julia Roberts, Arnold Schwarzenegger, Robert Downey Jr., Neil Patrick Harris, la tenista Serena Williams, Malala o, más recientemente, Ben Stiller han colaborado con ellos.
 “Tenemos la suerte de lidiar con la parte más amable de estos famosos.
El actor Ben Stiller, en una campaña de Omaze para recaudar fondos para apoyar la educación de los niños en el mundo.
El actor Ben Stiller, en una campaña de Omaze para recaudar fondos para apoyar la educación de los niños en el mundo.
Su primer gran éxito fue la campaña que realizaron en el verano de 2013 con Bryan Cranston y Aaron Paul. 
En total, recaudaron 1,4 millones de euros entre quienes querían asistir al estreno en Los Ángeles, en autocaravana, con los protgonistas de la serie Breaking Bad. En 2014, se volvieron a encontrar con Magic Johnson y subastaron el mismo plan al que años antes no tuvieron acceso.
 “Le contamos la historia. Él está comprometido con usar su imagen para causas nobles. 
 Definitivamente fue uno de los mejores momentos de mi vida”, confiesa Pohlson.

 Con nosotros siempre tienen un trato excelente”, dice Pohlson.

 

Tana French: “Todos ocultamos en casa algo que no queremos que se encuentre”

La novelista regresa con 'Intrusión', una historia sobre violencia de género y acoso laboral en la policía considerada por 'Time' y 'The Washington Post' como mejor 'thriller' de 2016.

Tana French, en Dublín.
Tana French, en Dublín.
Otra vez un asesinato conduce a Dublín y a Tana French (Vermont, 1973). 
La víctima es ahora una mujer joven y atractiva, Aislinn Murray, a la que han matado de un golpe en la cabeza en su casa del barrio de clase trabajadora de Stoneybatter, al norte de la ciudad, en lo que parece un claro caso de violencia de género.
 La encargada de resolverlo es la bisoña detective Antoinette Conway, de la brigada de homicidios, en cuyo seno ella misma está sufriendo acoso.
 La novelista, considerada hoy de las mejores del género, observa mientras uno dispone las herramientas del oficio para la entrevista —cuaderno, bolígrafo, carpetas con notas—. ¿Ve un parecido entre la situación que se crea ahora y la de un interrogatorio policial como los que tan magistralmente describe en su nueva novela, Intrusión (Alianza)? 
Ríe con ganas avanzándose en la butaca del Library Bar del añejo Central Hotel.
 “Es cierto, son circunstancias semejantes, aunque el interrogatorio se parece más a un duelo, en el que uno trata de arrancar una información, y la entrevista generalmente es un asunto más de colaboración y buenas intenciones”.
El inusual sol que brilla en Dublín (donde reside French) y entra a borbotones por la ventana hace que el corto cabello pelirrojo de la novelista brille aureolándola como una especie de Juana de Arco. La imagen sirve para recordar que la escritora es también una reconocida actriz profesional, con una especial querencia por Shakespeare.
 En Intrusión —mejor thriller del 2016 según The Washington Post y Time— la autora logra momentos de altísima tensión durante los interrogatorios. 
“Gracias, es curioso porque encuentro que son muy difíciles de escribir, son situaciones con unas fronteras tan limitadas, tan estrictas… El policía quiere información y, en general, el sospechoso se resiste a darla.
 No hay mucho más para salir de eso.
 Y el espacio obliga al estatismo, dos sillas, una mesa, una habitación cerrada.
 Pero es cierto que ahí, en ese pequeño reducto, se libra una importantísima última batalla y se despliega el indispensable conocimiento que ha de tener el detective de la naturaleza humana”.

La escritora incluso se permite un tour de force cuando dos detectives interrogan a un tercero.
 La situación adquiere la emoción de la lucha a espadas de los dos caballeros Jedi contra el Sith en La amenaza fantasma, en versión dialéctica. 
French ríe con la comparación.
 “Fue especialmente interesante de escribir porque enfrentaba a personas que conocen los trucos del oficio, las trampas, las estrategias”.
Esas escenas de interrogatorios en Intrusión tienen una fuerte vertiente teatral. “Sí, de hecho me gustaría que las hicieran actores y que una audiencia pudiera verlas representadas”.
 ¿La experiencia como actriz le ayuda a la hora de escribir? 
“Sin duda, escribo como una actriz, todo sale del personaje, el personaje es lo más importante, y lo que quiero es que el lector vea toda la historia a través de sus ojos y acabe pensando que es alguien a quien conoce. 
Tengo mucho en cuenta además el lenguaje corporal y cuando escribo frases intento representarlas”.
ntrusión es una historia que se va enredando. “El crimen resulta no ser tan sencillo, ni tampoco la víctima.
 Es fácil y una tentación utilizar a la víctima solo como el elemento que detona la acción, pero me gusta complicarme la vida”.
 Ni la violencia de género ni el acoso que aparecen en la novela son situaciones tan diáfanas como parecen inicialmente.
 “Hay casos que son muy claros, pero me resultan más interesantes los que son más complejos y en los que la mujer no es un elemento pasivo.
 En los dos escenarios que planteo en la novela, el de la mujer muerta y el de la detective acosada, se trata de poder. Quién controla la historia y decide sobre el otro”. French no tiene problema en introducir elementos que distorsionan lo que serían casos diáfanos de violencia de género y acoso.
 Posiblemente, sería más difícil para un hombre moverse en esa ambigüedad. “¿De verdad? No lo había pensado.
 Necesitamos libros en los que todo esté claro, pero a mí no me interesa escribirlos. No estoy interesada en escribir en blanco y negro, de buenos y malos; el mundo es mucho más complejo y toda persona tiene su lado oscuro y su lado luminoso. 
Los asuntos del juego de poder no son exclusivos de los hombres. Hombres y mujeres pueden expresarlos de manera diferente, pero son universales”. 

En Intrusión, hay también un juego especular entre la víctima y la detective por la falta del padre de ambas.
 “Es una historia sobre las historias que nos contamos a nosotros mismos y nuestros padres son algo que conforma especialmente nuestro relato, son el inicio, y si ahí hay una ausencia, el vacío es muy determinante”.
 De nuevo, al igual que en novelas anteriores como Faithful Place, French muestra un gran interés por el tema familiar. 
·”Me gustan las emociones intensas, y eso lo encuentras en las familias”, afirma.
French describe de manera casi orgánica el instinto de caza de su detective Antoinette, que percibe un olor metálico de sangre cuando se acerca a desentrañar el caso. 
“Tenemos el instinto de descubrir los misterios, es algo muy humano, no solo el placer de la resolución, sino todo el proceso”.
En la novela, cuando los detectives registran una casa siempre encuentran cosas que la gente quería ocultar, independientemente de que sean o no relevantes para el caso que se investiga. 
“Todos tenemos secretos de algún tipo”, señala French. “Todos ocultamos en casa cosas que no queremos que nadie encuentre”. ¿Eso significa que todos somos culpables de algo?
 “Probablemente, de cosas no demasiado serias en la mayoría de los casos. Ese instinto de ocultar se contrapone al de descubrir.
 En la vida todos vamos ocultando cosas y descubriendo cosas, y a veces son las mismas”.