Pablo de Grecia
y su hija mayor, Olympia, reunieron a centenares de amigos y familiares
en una celebración conjunta de cumpleaños en la propiedad que la
familia posee en Gloucestershire. Bajo el lema “Revolution” los
invitados se vistieron con estilismos llamativos. Ellas
ataviadas con trajes alta costura y estrambóticos tocados de plumas,
flores, coronas de pinchos. Ellos, con chaquetas estampadas. La fiesta se inspiró en la organizada en 1966 por el escritor Truman
Capote conocida como el Baile del siglo y que se celebró en el Hotel
Plaza de Nueva York. El hijo mayor de Constantino, hermano de la reina Sofía,
y Ana María de Grecia cumplía 50 años y su hija 21. No hay constancia
de la presencia de ningún miembro de la familia real española pese a que
Pablo es primo hermano del rey
Felipe con quien en los años de adolescencia mantuvo una relación muy
próxima. La infanta Elena, además, es madrina de Achileas Andreas, el
tercer hijo de Pablo de Grecia.
Entre los invitados se encontraban Máxima de Holanda; Haakon de Noruega y
su mujer, la princesa Mette-Marit; Rosario Nadal, los príncipes Michael
de Kent; el diseñador Valentino y su socio, Giancarlo Giammetti; Poppy
Delevingne; Eugenie Niarchos y Paris y Nicky Hilton.
El esposo de la infanta Cristina fue condenado a una pena de seis años y tres meses de prisión.
La Fiscalía del Tribunal Supremo ha solicitado este lunes un aumento sustancial en la petición de condena para Iñaki Urdangarin
por el caso Nóos de corrupción. El ministerio público, salvo error en
el cómputo, solicita 14 años y medio de cárcel para el esposo de la
infanta Cristina frente a la condena de seis años y medio que le fue
impuesta por la Audiencia Provincial de Baleares en 2016. Por error este periódico publicó inicialmente que el ministerio público
solicitaba una rebaja en la pena. El error derivaba de la redacción
defectuosa de una nota de prensa enviada por la Fiscalía General del
Estado.
Ser el sabio oficial de un país es agotador. Todos, todo el
rato, quieren una frase redonda, una enseñanza iluminadora, una
conferencia memorable.ç Emilio Lledó (Sevilla, 1927)
dice que está aburrido de escucharse a sí mismo. Pero no lo está. Sabe
que solo a través de la palabra puede incitar a la reflexión. Y en hacer
pensar está desde que se convirtió en profesor de Historia de la
Filosofía: “Creo mucho en la cultura, en el sentido técnico de la
educación, de hacer una persona crítica, y al mismo tiempo la educación
es también unos modales. Por eso la Educación para la Ciudadanía es
fundamental. No se trata de enseñar asignaturitas, sino de hacer
pensar”.
En Dar razón (KRK), el libro que resume 50 años de
entrevistas con el filósofo y académico, se aprecia esa pervivencia de
sus afanes: “Se ve que tengo las mismas obsesiones”. Si en 1965
lamentaba “la estrechez de muchos de nuestros planteamientos
pedagógicos”, en 2017 censura “la proliferación de colegios privados que
rompen el principio de igualdad”. La devoción de ayer hacia los libros
de texto se ha trasladado hoy a los ordenadores. Ni unos ni otros, por
sí solos, enseñan a pensar. En este ejercicio de revisión que propone la obra –editada
originalmente en 1997 por la Junta de Castilla y León-, Lledó recupera
el prefacio original, donde abordaba la dificultad de trasladar el
carácter de lo oral a lo escrito, "la gran transformación a la que
obliga el paso de la siempre cálida, redonda, articulación de cada
sonido, hacia ese espacio plano de una escritura que no ha sido escrita,
que fue hablada y oída 'al aire de su vuelo' y que tendría que forzar
la conversión de un lector en un nuevo e imprevisto oyente". Tras la relectura, Lledó no ha sentido incomodidad. “Me reconozco en él,
aunque en este libro era como si me desnudara un poco. Reconocerse en
el pasado y encontrar en él una cierta coherencia siempre da alegría”. Coherencia y coraje para explorar territorio movedizo en 1970. Un
periodista de El Día de Tenerife formula como quien no quiere la cosa:
“Ya que habla usted de los griegos sería muy conveniente que habláramos
de la democracia”. Entrevistado y entrevistador entran al pantano. “La
gente ha hecho caso a eso que desde chicos nos enseñan: ver, oír y
callar”, añade el primero. “Sí”, responde Emilio Lledó, “y no hay nadie que se levante a decirle al basileus (gobernante) que no está de acuerdo con sus decisiones…”. Eran tiempos difíciles con algo bueno: la confianza en que
el futuro era la tierra prometida. “He vivido la guerra y el franquismo,
tengo una experiencia muy larga de esperanzas y desesperanzas. Cuando
era profesor en La Laguna, Valladolid o Barcelona había la esperanza de
que las cosas iban a mejorar. Y, de alguna forma, algo de franquismo
sigue. El nombre de democracia sirve a mucha gente, a aquella a la que
se refería aquel cartel que, durante la guerra civil, se veía en algunas
calles ‘No pasarán’. Pero pasaron y, con todas las variaciones que
sean, siguen pasando”. Y no es que el profesor piense que todo es lo mismo: “En
estos años de democracia se han logrado cosas importantes; pero tal vez
se ha tenido miedo al recordar la historia inmediata o al comprobar que,
como en el 23F, podían caer amenazas de golpes de estado. Ha habido
cosas traídas por la democracia, como la libertad de expresión, aunque
no vale para nada si solo sirve para decir imbecilidades. La verdadera
libertad de expresión es la que procede de la libertad de pensamiento. Lo que hay que hacer es mentes libres”. ¿Y no le tentó la política para transformar la educación? “No nunca. Habría sido tan radical que no habría durado ni dos días. Por
ejemplo, pienso que el dinero no puede, en democracia, marcar las
diferencias de la educación. Soy un adicto a la enseñanza pública”. Pero Lledó es poco dado a la desesperanza profesional. “La vida me da la vida. Yo no me aburro. Estoy feliz en mi trabajo”. Rodeado de 10.000 libros,
escribe en un despacho donde conviven los retratos de Aristóteles y
Kant con los de sus hijos y nietos. Acaba de recibir tres obras suyas
traducidas al francés y un ejemplar de Imágenes y palabras, que
acaba de reeditar Taurus, uno más de la larga treintena de libros que
ha escrito. Cree que podría haber publicado algunos más con algo de
pragmatismo y ayuda. A punto de cumplir 90 años, después de haber
recibido el Nacional de las Letras y el Princesa de Asturias de Humanidades,
sigue con ganas de aportar. Su nuevo ensayo abordará aspectos de la
identidad, la intimidad, la ideología y el afecto. “Me siento querido
por muchos exalumnos. Pienso que he sido profesor y me ha gustado lo que
hacía. Tal vez he contagiado ese gusto. Sentía que lo que hacía era
importante, no porque lo hiciera yo, sino por la educación”. No nos deje tanto tiempo sin sus reflexiones, leerlas me devuelven las ganas que tenía cuando era alumna suya en La Laguna. Escribanos para sentirnos vivos.
Sr. Nadal, como una vez cojí un artículo suyo, que me interesó y me dijo que tenía que pedirle permiso, se lo pido para su artículo del Pais sobre los cruceros. Creo que como pongo su nombre no me lo apropio y le dió mas publicidad. Ahora me responde usted. Atte le saluda una señora que le gusta sus artículos. o me dice rotundamente que no. "
No todo es
glamur en unas vacaciones en el mar. Una investigación de la cadena
Univisión desvela un mundo de banderas de conveniencia para eludir
impuestos y restricciones medioambientales."