Ana
Belén, Rosa León, Juan Antonio Bardem, la secretaria de Santiago
Carrillo, Santiago Carrillo y Juan Diego (i-d) cantan puño en alto "La
Internacional" bajo la lluvia en la fiesta del PCE en Torrelodones
(Madrid), mitin final de la campaña de las elecciones legislativas.FOTO: CÉSAR LUCAS / VÍDEO: EPVAna Belén ahí no pensaba la cantidad de reparaciones estéticas que se haría despues de aprender a votar.elén Fernández
EL PAÍS estrena hoy en su web el documental Cuando aprendimos a votar. Personalidades de la cultura y la política como Cristina Almeida,
Alberto Ruiz-Gallardón, Celia Villalobos y Peridis recuerdan lo que
significó acercarse a las urnas por primera vez en democracia. El documental, con guion de Rubén Amón y Belén Fernández, es también un
viaje en imágenes a aquella jornada electoral del 15 de junio de 1977,
de la que se cumplen 40 años. Vaya que los que lo cuentan ahora son del PP o unos fachas, Ruiz Gallardón no hace mucho cantó el Cara al Sol en el Valle de los Caídos...
Kasia, a quien su ex pareja asestó 12 puñaladas hace un año, ha decidido dar un paso al frente: "No quiero vivir con miedo"
Kasia, en el salón de su casa de Navacerrada, este junio.Santi Burgos
"A veces tengo pesadillas... Recuerdos e imágenes que
regresan... Veo algunos cuchillos y me quedo paralizada... Pero, ¿miedo a
él? No. A él no le tengo miedo. ¿Qué más puede hacerme? ¿Puede salir de
prisión y volver a intentar matarme? Sí, puede hacerlo. Pero he
decidido que no quiero vivir con miedo. No me voy a esconder". Las palabras de Kasia, de 45 años, resuenan en el salón de
su casa de Navacerrada, donde decenas de libros comparten estanterías
con las fotografías de sus dos hijas adolescentes, de 14 y 15. Aquí, a
solo unos metros del dormitorio donde su ex marido se le acercó por la espalda y le asestó 12 puñaladas;
rememora el día —era un lunes, recuerda— en el que se convirtió en
"superviviente" de la violencia machista. Una lacra que dejó 44 mujeres
asesinadas el pasado año y que este 2017 suma ya 28. El último caso
sucedió esta misma semana: el martes en Las Gabias (Granada), donde un hombre de 51 años mató de un disparo a su pareja.
El intento de asesinato de Kasia se produjo hace un año.
Aquella jornada, España acababa de perder frente a Italia en los octavos
de final de la Eurocopa de Francia.
Un encuentro que Kasia tiene
grabado en la memoria.
Después de que el árbitro pitara el final, empezó
todo. "Llegué a casa y él estaba viendo el partido.
Me fui al
dormitorio a cambiarme. Entonces, sentí que se acercaba por detrás",
explica, apenas unas semanas después de exponer su historia en el
Congreso, donde participó el 29 de marzo en una sesión de la subcomisión
para un Pacto de Estado en materia de Violencia de Género.
"Qué mejor
que el testimonio de una mujer que lo ha pasado, para animar a otras a
que denuncien", repite esta polaca, economista de formación.
"Es difícil dar el primer paso. La agresión no se produce de
un día para otro. La violencia machista es todo un proceso. Es como una
tela de araña que, progresivamente, te va atrapando. Sin que te des
cuenta. Hasta que no te deja moverte", subraya esta mujer natural de
Katowice, que describe cómo funciona esa red que "te va aprisionando" y
que, en su caso, comenzó con la renuncia a su vida laboral porque él se
lo pidió —"en ese momento, pensaba que no quería que trabajase por
cariño. Ahora veo, en cambio, que era para tenerme controlada"—; con esa
ropa que no quería que se pusiese; con ese objeto que ella compraba y
que él tiraba porque no le gustaba... "En ese contexto, justificas todo", añade Kasia, que conoció
a su ex marido, Jarek F., también polaco, en su país natal: "Fue un
flechazo. Lo dejé todo y me vine con él a España". El 23 de enero de
2001 llegó a Madrid para comenzar una nueva vida, que se tradujo en
infinidad de perdones que "nunca debí haber concedido". Como cuando,
harta de aguantar insultos, se marchó a casa de una amiga durante una
semana y se llevó a las niñas con ella: "Pero vinieron las promesas y me
dijo que iba a dejar el alcohol. Y volvimos". Kasia tardó años en denunciar. Lo hizo por primera vez en
octubre de 2015. "Fue después de una discusión. Había llegado borracho a
casa y empezó a insultar a mi padre. Le dije que parara. Entonces, me
agarró por la espalda y me empujó. Yo conseguí escaparme y avisar a la
policía", cuenta sobre un ataque que derivó en una orden de alejamiento.
Y en el divorcio, en marzo de 2016. Pero en junio del pasado año, tras meses sin verse, le dijo a
Jarek que podía quedarse en casa unos días. Se había marchado a Polonia
y había vuelto a España por negocios. "Pensé que así sus hijas podrían
pasar tiempo con él. Lo echaban de menos", continúa Kasia al adentrarse
en el relato sobre la agresión.
"Lo llamaba accidente"
27 de junio de 2016. "Me puso el cuchillo en el hombro y
dijo: '¿Cómo quieres morir?' Y empezó a apretar. Después, sentí un golpe
en el costado. Me tiró a la cama y traté de defenderme". Entonces, Kasia agarró la hoja del cuchillo con sus manos,
marcadas todavía hoy por las cicatrices. Y gritó. Los vecinos la oyeron y
alertaron a la Guardia Civil, que tardó unos minutos en llegar. Los
agentes entraron por la ventana del dormitorio. Inmovilizaron al agresor
y auxiliaron a la víctima: "Luchaba por seguir consciente. Aún lo
estaba cuando me metieron en la ambulancia. De hecho, recuerdo que un
médico me dijo en ese momento: 'Ya puedes dormir tranquila". "Durante mucho tiempo, fui incapaz de hablar de intento de asesinato. Lo
llamaba accidente. Sé que es difícil de entender, pero era incapaz de
pronunciar esa palabra hasta que, en el Congreso, un diputado la dijo. Al oírla en su boca fue como un golpe seco. Me cambió el chip", narra
Kasia un año después de la agresión; cuando, según dice, ya se ha
deshecho de la “tela de araña” que aún la envolvía meses después del
ataque. "Cuando desperté en el hospital, tenía unas enormes ganas de
vivir. No quería saber nada de él. Pero, en los meses posteriores, lo
echaba de menos. Me daba pena. Es que recuerdas los buenos momentos y
vuelves a justificarlo. Por eso, desde el momento en el que una mujer
denuncia, tienen que recibir ayuda psicológica".
De un tiempo a esta parte, me invitan a todos sitios. Openings, meetings, afterworks, brunches,
eventos de todo pelaje, te lo juro, o sea. Bueno, de todo menos
bodorrios. Igual que te pasas los 30 y los 40 yendo a bodas, bautizos y
comuniones, en cuanto rondas los 50 solo te salen divorcios,
prejubilaciones y, lagarto, lagarto, funerales. Pero hablaba de curro,
que estoy proyectando. Últimamente me llaman superinteresados de sitios
donde antes ni me miraban. Debe de ser que está una en el cenit de su
carrera, si es que a llevar trabajando toda la vida en lo mismo se le
puede llamar carrera y no maldición bíblica. El caso es que una ni se
había enterado.
De lo del cenit, digo. Mientras un día pasas de junior a
senior a ojos de todo pichichi, tú te sigues viendo como una niñata a la
que le va a pedir el carné el segurata en cualquier momento antes de
invitarla a dejar la sala por intrusa.
En el curro, cobrando la tercera parte
sabiendo el doble. En casa, dejándose las pestañas para arañar una
décima en Selectividad y poder estudiar lo que quieren. En todas partes,
abduciditos por sus pantallas, ora adorables, ora insufribles,
esperando su momento, que es ahora, y que no acaba de llegar nunca. Son
los milenials, así, sin tanta ele y tanta ene y tanta tontería,
como acepta Fundeu que se escriba el palabro. Y, a veces, les cae la
bronca padre por parte de quienes no los han visto ni en pintura. Decía
Capote que, al principio, no conoces a nadie en los cócteles porque
todos son más viejos; luego conoces a todos porque son tus coetáneos, y,
al final, vuelves a no conocer a nadie porque son más jóvenes. Antes de
que llegue ese día y me jubilen los milenials creo que lo
mínimo exigible a un observador es tener las antenas alerta para
detectar lo nuevo y después poder contarlo. Nos va en el sueldo. O
debería.
El líder de Podemos utiliza su intervención en el Parlamento para resucitar modos de su maestro Anguita
Pablo Iglesias, durante el debate de la moción de censuraUly Martín
Al tiempo que Pablo Iglesias le aconsejaba al portavoz del PSOE
en el Congreso, José Manuel Ábalos, que desconfiara “de ese periódico
que le trata tan mal”, periodistas de EL PAÍS (“ese periódico que les
trata tan mal”) madrugaban en Washington para contar un tiroteo, se ponían en marcha en Londres para informar sobre el grave incendio
de Latimer Road o se aprestaban en Moscú a poner en orden lo que en los
próximos días se leerá aquí sobre Chechenia o Bielorrusia.(Es lo que deben hacer....Y????)
Un periódico que trata de la realidad aquí y en cualquier parte y que ha
sido señalado en el Parlamento como “ese periódico que les trata tan
mal”, es un periódico como cualquier otro: trata de la realidad. Y para
hacerlo, sus periodistas salen a la calle, miran, se reúnen, también con
políticos (como Pedro Sánchez, como Pablo Iglesias, como Mariano Rajoy o
como Julio Anguita, por ejemplo). Para Iglesias, desde que se fija en
EL PAÍS para tomarse su propia temperatura, este es el periódico que
trata bien o trata mal, según le va a él en la feria. Ya hace unos años
hizo un programa (en La Tuerka) para avisar al mundo entero de
la maldad que suponía EL PAÍS para América y para el mundo. Y luego se
ha pasado parte de su vida avisando a la prensa de que se portara bien.
No amedrenta: señala, y lleva esas señales al Parlamento. Es habitual que Iglesias imite a Julio Anguita, el líder cuyo aliento marca su línea de ataque. Y de Anguita
hay mucho en las hemerotecas que se parece a lo que hace Iglesias con
los medios para llevarlos a su rincón de pensar. En la hemeroteca de EL
PAÍS, por ejemplo, se cuenta lo que hizo Anguita para convertir un
almuerzo en una “insoportable presión” del equipo de editorialistas de
este periódico. Esos periodistas, entre los que estaban el director de entonces (mayo de
1993), Joaquín Estefanía; el director que le siguió, Jesús Ceberio, y
Javier Pradera (que había sido el primer responsable de Opinión de EL
PAÍS), le preguntaron al líder comunista sobre los pactos poselectorales
que se proponía su coalición, Izquierda Unida, tras los comicios
inmediatos. La conversación fue propia de este tipo de conciliábulos
entre políticos y periodistas: el político expone, los periodistas le
preguntan. Pero Anguita salió de allí dándole la trascendencia de esa
“insoportable” presión. Fue tal la pasión que puso en el supuesto acoso
que este periódico publicó dos páginas para explicar, bajo el título La conspiración de La Ancha (16 de mayo de 1993) lo que de veras había pasado en el restaurante. En esta ocasión, Iglesias le habla a Ábalos de una supuesta presión sufrida por Sánchez
por parte de este periódico o del grupo que lo sustenta. A él no le
importa comprobar si eso fue así o no. Está en su estrategia “comprar”
la versión que mejor le vaya. Un político responsable, así como un
periodista como aquellos que ayer trabajaban para EL PAÍS en Washington,
en Londres o en Moscú, preguntan qué pasó de veras antes de contar
cualquier cosa. Iglesias se conforma con cualquier cosa: es un narrador
omnisciente, que en este caso tira para su casa. Su arte imita a
Anguita. Su maestro. Juan, siempre te metes con la Izquierda....y da un tufo derechista a tu Periódico que resulta imposible leerlo. Nunca dices nada así contra el PP.