Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 jun 2017

Mi primer ‘Kurosawa’....................................... Boris Izaguirre

El revuelo por las películas que ve la princesa Leonor es prueba del rencor de las redes sociales.

De izquierda a derecha: la princesa Leonor, doña Letizia y la infanta Sofía, en la comunión de la hija menor de los Reyes el pasdo 17 de mayo.
De izquierda a derecha: la princesa Leonor, doña Letizia y la infanta Sofía, en la comunión de la hija menor de los Reyes el pasdo 17 de mayo.
Esta semana se ha hablado de los primeros filmes de Akira Kurosawa que ha visto la Princesa de Asturias, que tiene 11 años. No quiero alarmar a sus padres pero yo también descubrí al genio del cine japonés a esa misma edad.

 Y miren el adulto que soy, un hombre analógico en permanente exilio y con una novela que no acaba de terminar.
 Es cierto que yo no soy hijo de reyes, pero sí de la aristocracia del talento, mi madre destacó en el ballet nacional y mi padre fue director de la filmoteca de Venezuela y por eso gocé, y mucho, de acceso privilegiado a grandes clásicos del cine.

Para ser reina no es necesario tener intereses culturales.
 Pero es una buena noticia que Kurosawa se haya puesto de moda en España, donde, al menos, hay dos tipos de educación real.
 La infanta Elena lleva a su hija menor de edad a las corridas de toros, un espectáculo sangriento, y no molesta tanto como que su cuñada lleve a Leonor a ver Kurosawas.
 Mi primer Kurosawa fue Vivir, un magnífico drama sobre un funcionario público al que le diagnostican cáncer y decide, ante la proximidad de la muerte, vivir.
 Recuerdo que mi papá se empeñaba en hacerme notar un fotograma de la película en que el burócrata se sienta en un columpio. 
Yo lo veía como una escena más, pero mi papá, que además es crítico de cine, me hizo ver que en ese gesto, tan sencillo, tan cotidiano, se balanceaban “verdades íntimas sobre la vida y la muerte que pueden pasarle a un japonés y también a un venezolano”. 
Una hermosa lección e imagino que algo así es lo que espera Letizia que le suceda a Leonor.
Como a mi papá le gustaba tanto este director, en la Cinemateca de Venezuela había una retrospectiva de Kurosawa cada poco, con copias no siempre en buen estado y poco presupuesto. 
Como ya le había pillado el tranquillo a su cine, me aventuré y vi Rashomon. 
¡Fue una revelación! Me acuerdo muy bien, a los 13 años, asombrando a mis progenitores diciéndoles: “La verdad no existe, todo el mundo es inocente, aunque sea culpable”.
 Porque ese es el argumento de la película.
 Siempre recuerdo Rashomon con los juicios por corrupción, o con los responsables a título lucrativo, porque en ese tipo de juicios es imposible establecer la justicia.
 Mi tercer Kurosawa fue a los 15 años, estaba en Londres y estrenaban Kagemusha.
 Era un insoportable adolescente sabelotodo, que decía: “Es El Gatopardo de Kurosawa”. 
Y me quedaba tan tranquilo.
 Cuando al fin terminó la proyección, mis amigos se quejaron airadamente de no haber visto Fama, que la estrenaban en la sala de al lado.
O sea, yo también sufrí ostracismo por admirar a Kurosawa. 
Todo este revuelo por las películas que ve Leonor puede ser prueba del rencor que anida en las redes sociales.
 Derzu Uzala es una película maravillosa, para todos los públicos. ¡Cómo suena el aire entre los árboles o el viento por encima del cereal!
 La serenidad infinita de esos planos largos, larguísimos, porque hay que reconocer que el director hizo tan suyo el plano largo como Valerio Lazarov lo hizo con el zoom
. A mí me parece mucho más saludable que estas sean también referencias para una heredera. 
Opino que amplía sus criterios y le ofrece el placer de disfrutar de belleza y humor aunque sea para esa vida de cenas y almuerzos de Estado para la que también se la prepara.
 
El 'Nabila', que fue barco de Khashoggi.
El 'Nabila', que fue barco de Khashoggi.
Finalmente, mis padres se preocuparon. 
Sabían que leía el ¡Hola!
  Fue difícil para ellos confirmar que una de mis figuras favoritas de aquellos años era un traficante de armas: el magnate Khashoggi y su familia pero, sobre todo, su yate, el Nabila 
. Soñaba con navegar en él, pero eso lamentablemente no pasó, aunque conozco a una persona, muy popular, que estuvo a bordo pero no puedo desvelar su nombre. 
Ni nada de lo que allí vio. Khashoggi ha muerto un poco olvidado. Lo vi salir de un ascensor en Cannes mientras alguien de su seguridad me apartó con fuerza.
  La actriz Paz Vega fue testigo. 
Pena me ha dado saber de la fortuna del Nabila.
 Donald Trump se lo compró a mitad de precio y después lo vendió aún más rebajado y su estilizado casco terminó en alguna esquina populista del Caribe.
 El final de los yates es una de las cosas que más tristeza me produce.

 

Suavecito os ‘colonizamos’....................................... Pablo de Llano

‘Despacito’ se asienta en el número uno en EE UU y marca otro hito en la presencia de la música latina en el mercado americano.

Luis Fonsi actúa en Carson (California) el pasado 13 de mayo.
Luis Fonsi actúa en Carson (California) el pasado 13 de mayo. GTRESONLINE

Entre un antiguo son jarocho de Veracruz rocanroleado por chicanos, una canción del verano andaluza remezclada por cubanoamericanos y un reguetón de Puerto Rico reviralizado por un anglosajón existe un nexo: han sido los tres únicos números uno en español en la lista Billboard de EE UU.
 La Bamba, interpretada por Los Lobos, en 1987; La Macarena, el milagro de Los del Río, en 1996; y desde hace cuatro semanas el Despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee con Justin Bieber.
 Cada una ha marcado un hito en la evolución de la presencia hispana en América.
 Cuando La Bamba estuvo una semana de primera en la lista la población latina rozaba los 19 millones de personas (8% del país) y su ritmo de crecimiento y su juventud empezaban a atraer a la industria del entretenimiento.
 La Macarena ocupó el primer lugar 14 semanas en plena combustión demográfica hispana (28.5 millones; 10,8% del total) y en vísperas del boom del pop latino con los Ricky Martin, Jennifer López, Marc Anthony y Shakira. Despacito ha llegado con los hispanos como primera minoría (17%), en una fase de empoderamiento avivada por la xenofobia del presidente Trump y con proyección de sobrepasar a los anglosajones a mediados de siglo como primer grupo étnico de EE UU.
 La Bamba fue íntegra en español. La Macarena incorporó una voz femenina en inglés al ser adaptada para EE UU.
 Despacito nació en español, escaló rápido en las listas y tras volverse bilingüe con Bieber se catapultó a la cima, del puesto 44 al uno en Billboard y del tres al uno en la lista global de Spotify. “Pero con un detalle que nos abre una ventana nueva.
 Él se suma a los latinos, Fonsi y Daddy Yankee, sin borrarlos y cantando en su idioma”, señala la experta en estudios latinos Frances Negrón-Muntaner. 
Bieber se asombró al ver el tema romper la pista de un club de Bogotá y propuso a Fonsi la colaboración en la que la estrella canadiense empieza en inglés y luego canta en un español bien ensayado.
 El locutor de radio Enrique Santos, al que Obama dio una entrevista a una semana de las elecciones para buscar el voto latino para Clinton, recuerda cómo en los noventa subía la ventanilla del coche al parar en un cruce “porque me apenaba un poco que me vieran escuchando una salsa o una bachata en español”. 
Hoy cree que Despacito es otra muestra “de que tenemos muy buen gusto musical, somos los mejores del baile y le gustamos a los estadounidenses más allá del idioma”, y resalta la propulsión extra que le ha dado a esta canción formar parte de la era de la viralidad digital.
 “Si Macarena se hubiera lanzado a las redes su fuerza se hubiera multiplicado por cien”.
“En nuestro caso se demoró unos meses en coger la furia”, dice Johnny Caride, el disc jockey que remezcló la canción de Los del Río desde Miami con su trío de productores Bayside Boys después de probar la original en una discoteca en la que pinchaba y ver “cómo todo el mundo saltó de la silla”.
 Cuando puso por primera vez su versión americana en la radio en la que llevaba un programa de música, rememora, “las líneas telefónicas se volvieron locas y una semana más tarde ya habíamos mandado por correo unos mil compactos a otras emisoras”.
 Caride cree que por entonces la música hispana era todavía “algo regional” y que los artistas del boom latino y otros después como Enrique Iglesias, Romeo Santos o Pitbull “han montado la gran bulla conectado el mercado latino al estadounidense”.
 
Negrón-Muntaner inscribe el fenómeno de Despacito en EE UU en una línea de continuidad que se remonta “al menos al tango de principios del siglo XX e incluye entre otros el mambo, el rock, el boogaloo, la salsa, la música disco, el pop o el hip-hop, que no se hubiera desarrollado de la misma manera sin la presencia puertorriqueña en el Bronx de Nueva York”. 
“Es imposible hablar de la historia y la cultura estadounidenses sin los latinos”, concluye.
 Pareciera que el título del éxito de Luis Fonsi resumiera en una palabra todo el proceso paulatino de imbricación de una minoría cultural en el tejido de un imperio: Despacito
. O si se prefiere, pudiera decirse con el reguetonero Daddy Yankee en el coro: "Pasito a pasito / suave suavecito / nos vamos pegando, poquito a poquito".

 

Raíz de la pesadumbre............................................. Juan Cruz

En Juan Goytisolo siempre hubo una amargura, como una zona de sombra que despuntaba en sus libros, en su actitud. En el cansancio infantil y viejo de sus ojos.


Era legítimo preguntarse de dónde venía tanta pesadumbre en este hombre que miraba como si estuviera escuchando un terremoto.
Tenía amigos, y también aduladores; viajaba por el mundo con la fama de ser uno de los escritores cuya opinión atronadora ponía firme a los alcaldes de la literatura.
Sin embargo, en Juan Goytisolo siempre hubo una amargura, como una zona de sombra que despuntaba en sus libros, en su actitud. 
En el cansancio infantil y viejo de sus ojos.
Daban ganas de irlo a abrazar donde estuviera porque en esas fortalezas parecía también un hombre desvalido, como si hubiera dejado, en medio del océano de palabras que fue su vida, un rastro de sangre, una vida sin resolver.
 Una amargura.
Se le vio reír (ahí está la foto, riéndose con los Reyes, con Susan Sontag, en Sarajevo); pero en la punta oscura de esa risa siempre había un hombre yéndose, esquivo, como dice Caballero Bonald en su ajustado examen de este ingenio español tan controvertido consigo mismo, tan afanoso por ser y por desaparecer.
Y se le vio dar y recibir mandobles de sus colegas, por envidia, la suya o la ajena, pues en este círculo concéntrico que es el mundo literario siempre hay un grillete que te amarra, y a veces eres tú el que amarra con el grillete.

¿Qué le pasaba? ¿Qué había en ese poso, o pozo, de su alma? Tristeza, había tristeza, inseguridad, una naturaleza escondida en la que habitaban las memorias que lo hicieron, a la vez, español y desespañol, africano y desafricano, europeo y deseuropeo.
La inseguridad lo hizo, es cierto, esquivo y a la vez altanero, parecía que su nariz miraba por encima de las ventanas ajenas; pero esa misma incertidumbre escondía el deseo de quedarse solo.
 Como eso es imposible, se sintió único, hundió su pluma en una arena difícil y de ahí salieron obras a las que quitó claridad para seguir buscándose en ese túnel que rompió a veces con una risa asimismo triste, cabizbaja.
Ahora viene este retrato de sus últimos años, tan bien trazado por Francisco Peregil, con tantos testimonios explícitos o anónimos.
 Ahí está Juan Goytisolo cavando en el túnel, a oscuras, queriendo irse de todas partes, y sobre todo de donde querían cuidarlo. 
Asido a la palabra hasta la penúltima oportunidad y ya renunciando a ella como acaso renunció a la felicidad hace tantos años, cuando supo que en el origen y en el final están la miseria y la muerte.
Este testimonio que viene ahora vale por las palabras que él ya no pudo escribir, por los túneles que ya no pudo sacar a la luz.
Es ese Goytisolo solo y triste el que convoca el abrazo que requieren las personas que, de pronto, en el último suspiro, dejan en la tierra, como una metáfora, con un solo gesto, todo lo que quisieron decir con miles de palabras.
Ahora sobre esta figura impar de la posguerra hay una luz cenicienta del amanecer impregnando la atmósfera de una tristeza indefinible.
 Estas son, por cierto, también sus palabras. Sus juegos de manos.

 

 

Goytisolo en su amargo final................................. Francisco Peregil

La imposibilidad de escribir y la necesidad de dinero para costear los estudios de sus ahijados deprimieron al escritor.

Juan Goytisolo, en noviembre de 2014 en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Juan Goytisolo, en noviembre de 2014 en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Hace tres años Juan Goytisolo apenas contaba con medios para subsistir. 
Le era imposible costear los estudios de sus tres ahijados, algo que se había convertido en su razón de vida.
 Le fallaban las fuerzas para emprender una obra de envergadura y en abril de 2014 escribió el siguiente documento:
 “Mi decisión de recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a razones éticas de índole personal. Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir.
 Tampoco mi cuerpo da para más. Cada día constato su deterioro y antes que ese declive afecte a mi capacidad cognitiva prefiero anticiparme a mi ruina y despedirme de la vida con dignidad”. Y seguía:
 “La otra razón de la eutanasia es la de asegurar el porvenir de los tres muchachos cuya educación asumo. 
Me parece indecente malgastar los recursos limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos médicos costosos en vez de destinar este dinero a completar sus estudios. Por todo ello, escojo libremente la opción más justa conforme a mi conciencia y respeto a la vida de los demás”.
Goytisolo escribía siempre a mano y a mano firmó el documento. Se lo pasó al ordenador la persona que solía transcribirle muchos textos, Rafael Fernández, un profesor del Instituto Cervantes de Marrakech que murió de cáncer ese mismo año.
 Goytisolo estaba obsesionado con la educación de sus tres ahijados: Rida, que ahora tiene 23 años, Yunes, también 23, y Jalid, 18.
 Rida es hijo de su gran amigo Abdelhadi y los otros dos son hijos de Abdelhaq, hermano de Abdelhadi.
 Todos ellos, más la esposa de Abdelhaq, vivían con Goytisolo en un antiguo hostal, que el escritor compró en 1997. 
Formaban lo que él llamó su “tribu” y su tribu lo cuidó hasta el final.

En 2004 comenzó a tener dificultades económicas.
 El entonces director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, le facilitó giras de conferencias en la institución e intercedió para que le encargasen cursos de verano. 
A partir de 2007 EL PAÍS pasó de abonarle los 250 euros que cobraba por artículo a asignarle una mensualidad de 3.000 euros.
 El sueldo lo percibió en Marruecos hasta el último momento, aunque no escribiera. 
“Una vez descontados los impuestos, le llegaban 2.200 euros, lo indispensable para vivir”, señala alguien próximo. 
Las fuentes que aparecen en este artículo sin nombre y apellido solicitaron expresamente mantenerse en el anonimato.

En 2014 Goytisolo asumía que su cuerpo no daba para más. Tenía 83 años, pero lo peor quedaba por venir.
 Siete meses después de escribir el documento de la eutanasia, en noviembre de 2014, se anunció la concesión del premio Cervantes, el más importante en lengua española, dotado con 125.000 euros. El problema es que Goytisolo se había opuesto en varias ocasiones a ese galardón. 
En enero de 2001, tras anunciarse el premio para Francisco Umbral, Goytisolo publicó un artículo en este diario titulado Vamos a menos donde criticaba “la putrefacción de la vida literaria española” y “el triunfo del amiguismo pringoso y tribal”.
Goytisolo terminó aceptando el premio y ese hecho le hundió más en su depresión.
 Porque continuaba sin fuerzas para escribir y era consciente de que se había contradicho al aceptarlo.
 Sus íntimos insisten en que ni le deslumbraron los focos ni le atrajeron los honores.
 Pero ahora que contaba con dinero para los muchachos ya no le encontraba sentido a seguir viviendo.
 La víspera del 23 de abril, fecha de la entrega solemne del premio en Alcalá de Henares, llamó en Madrid a un amigo para que lo ayudara a comprarse un traje.
 Solo disponía de una corbata y decía que no conjuntaba con la camisa. 
Cuando el amigo llegó al hotel le dijo que no tenía fuerza ni ánimo para salir a la calle.
 Su familia deseaba hacerse una foto con los reyes de España. Pero él estaba tan perdido que no solo se olvidó de la foto , sino que al concluir el acto reparó en que ni siquiera había saludado a los reyes en su discurso.

Fractura de fémur

“Nunca cometió la vileza de decir que aceptó el premio por dinero”, recuerda un allegado. 
En 2016, una persona que sabía de su depresión lo invitó a París a pasar unos días.
 Goytisolo le entregó el documento de la eutanasia. Tras leerlo, le dijo: “Como amigo te pido que no lo hagas. Porque estos muchachos, aparte del dinero, tienen derecho a tenerte ahí.
 No se trata solo de que les pagues la carrera. 
Dicho esto, si quieres seguir adelante, entonces vámonos a un notario y lo dejamos todo resuelto para tu sucesión”.
Pero Goytisolo no fue al notario.
 Esa misma noche de principios de marzo lo llamó Carole, hija de su esposa, Monique Lange, escritora fallecida en 1996.
 Carole tenía 56 años, se había separado de su marido y pidió una suma al escritor. 
Juan Goytisolo, que otras veces la había ayudado, en ese momento le dijo que no disponía de fondos.
 No obstante, quedaron para cenar al día siguiente.

Pero ese día, al mediodía, Goytisolo recibió la noticia de que Carole se había suicidado.
 “Esa noche estuve con él”, relata este amigo, “y fue horroroso. Estaba ausente, con cien años más encima. 
 Apenas podía caminar
 Decidió volver a Marrakech al día siguiente, sin esperar el entierro de Carole.
 La familia de Carole estaba muy ofendida por el hecho de que no se quedara al entierro
. Pero Juan estaba hundido”. El autor de Juan sin Tierra volvió a Marrakech. 
Tres semanas después, coincidiendo con la Semana Santa de 2016, se cayó al bajar las escaleras del café de la plaza Yemáa el Fna donde solía acudir cada tarde.
 Se fracturó el cuello del fémur. Ingresó en la Polyclinique du Sud, aunque su seguro solo tenía validez en el Hospital de Barcelona.
Como su empeño era gastar el mínimo dinero posible en sí mismo con tal de dárselo a sus ahijados, Goytisolo se empeñó en salir de la clínica al cabo de dos días. 
Los médicos se negaban, porque padecía insuficiencia respiratoria y flebitis
. Y además, sufría unos dolores espantosos a causa de la rotura del fémur. 
Sin embargo, se marchó del centro. Y esa misma noche, en su hogar, quedó al borde de la muerte.
 El embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hochleitner, y la cónsul honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi, lograron que la clínica lo readmitiera, aun sin pagar la garantía.
 Quienes lo vieron salir aquella noche de casa en camilla por los callejones de la medina aseguran que iba más muerto que vivo.
Carta del autor de 'Señas de identidad', firmada en abril de 2014, que empieza así:
Carta del autor de 'Señas de identidad', firmada en abril de 2014, que empieza así: "Mi decisión de recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a razones éticas de índole personal”.
Goytisolo solo aguantó tres días en el centro médico
. Sin embargo, lograron convencerle para que tratarse sus enfermedades con el seguro en España.
 Llegó a Barcelona en abril de 2016 y permaneció un mes internado.
 Varios amigos, miembros de su familia española, como su sobrina Julia —musa del poema Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo— y empleados de la agencia literaria Carmen Barcells se turnaron para cuidarlo en el Hospital de Barcelona y en un centro de rehabilitación. 
 Con todo, él quiso regresar a Marrakech.
Estuvo varios meses con la movilidad bastante reducida. 
Y el 18 de marzo de 2017 sufrió un ictus cerebral. 
Entró por urgencias en la Clínica Internacional de Marrakech. “Los médicos me dijeron que lo más probable era que muriese a lo largo de la madrugada”, relata la cónsul honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi.
 “Sin embargo, por la mañana recobró la conciencia y me pidió hablar con su amigo José María Ridao”.
 Contactado por teléfono en París, el escritor y diplomático comenta que Goytisolo estaba un poco desorientado esa mañana. “Me contó lo mal que lo había pasado. Hablaba con una leve dificultad, pero su voz era firme”.

Una vez más, Goytisolo decidió marcharse.
 Dejó el hospital a los tres días, contra el criterio de todos los médicos.
 Dos días después de llegar a casa perdió el habla y a los cuatro, la capacidad de moverse.
 En la madrugada del pasado domingo falleció.
 Su compañero Abdelhadi nos explicaba horas después en su casa: “Últimamente tenía dificultades para respirar.
 Pero murió tranquilo, en su cama”.
Este es el drama que cargaba sobre sus espaldas el hombre ataviado con corbata verde a rayas que el 23 de abril de 2015, durante la lectura de su discurso, preguntó
: “¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció [Cervantes], su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?”.

Goytisolo logró reparar, al menos, la injusticia social que padecieron todos los miembros y ancestros de su tribu, condenados a la pobreza y el analfabetismo.
 Hoy, Jalid ha concluido un ciclo de formación profesional, Rida estudia cine en Marrakech y Yunes ha terminado este mes en Francia una carrera de ingeniería.